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lunes, 5 de julio de 2010

569.- WILLIAM BRONK



WILLIAM BRONK (1918-1999)

Nacido en Fort Edward, Nueva York. 1918. Su familia se traslada a Hudson Falls, donde vive infancia y adolescencia. Estudia en Dartmouth College (donde fue alumno de Sidney Cox) y pasa un año en Harvard (Harvard Graduate School) que abandona para dedicarse a escribir. Después de la guerra se encarga de la dirección de La Empresa familiar de carbón y madera (William M. Bronk Coal and Lumber Company) en Hudson Falls. Tras alguna esporádica publicación antes de los 50, que Robert Creeley incluyera unos poemas suyos en la Black Mountain Review y Cid Corman en Origin, lo vinculan al grupo de poetas objetivistas (Oppen, sobre todo) y experimentales de los 50-60 (Olson, Levertov, Corman), pese a las distancia estilística que presenta su obra respecto a la de ellos.
Poesía cincelada y escueta, se diría pétrea. Su tema central y virtualmente único es la cuasiontológica soledad del hombre y su correlativa “ausencia de mundo” (el “no mundo” como lo llamaría nuestro paisano Juan Eduardo Cirlot) en múltiples variaciones de circunstancia ejemplar, a manera de un impecable y nítido museo de jade, más que de cera, dibujo del vacío esencial, la nada constitutiva de la humana experiencia de eso que consideramos “lo real” (y él denomina “the worldless”). Editados primero en las cuidadas y minoritarias ediciones de la Elizabeth Press, sus libros fueron logrando alguna mayor difusión que culminará en la recopilación Life Supports. New and Collected Poems, North Point Press, San Francisco, 1982, más la de sus ensayos Vectors and Smooothable Curves. Collected Essays. North Point Press, San Francisco, 1985 (ahora reeditados ambos por Talisman Press tras desaparecer North Point). Libros posteriores estilizan su poesía, la concentran si cabe (aunque quizá lo fundamental ya estaba dicho en la recopilación del 82): Manifest; and Furthermore (1987), Death Is the Place (1989), Living Instead (1991)...



EL SOSTÉN DE LA VIDA

LA vida me mantiene vivo: todos sus tubos
y cables están conectados a mí y me sostienen
en formas que la vida determina para mis necesidades.
En una cama de tierra, en casa, sus calendarios
y relojes están programados para mí, los variados aires
matinales, vespertinos, cenitales, dentro y fuera;
las estaciones cambian y vuelven, cambian
y vuelven otra vez. Asunto tras asunto las noticias
circulan, describiendo sucesos y no-sucesos,
reportes a veces míos o de otros que conozco.
Comida, desde luego, frecuente. Salada y dulce,
soluble, y otras soluciones a veces
-fluidos correctivos necesarios para restaurar algún balance
quizá perdido. Estoy al tanto aunque
parezca no estarlo. Difícil de creer la oleada
de corriente a través de mis iras, éxtasis,
y temores a veces en la crisis: un tubo defectuosos.
Poder-intemporal, aunque no por mucho, lloraba
por ser restaurado. Marcadores e interruptores aguardan.
Ningún dios se me acerca. Estoy solo.


EL MUNDO

Pensé que tú eras un ancla en la corriente del mundo;
pero no; no existe ancla en ninguna parte.
No existe ancla en la corriente del mundo. Oh, no.
Pensé que eras tú. Oh, no. La corriente del mundo.




PENSÉ QUE ERA HARRY

Disculpe. Pensé por un momento que usted era alguien que conozco.
Me suele suceder. Una vez en el teatro de la plaza
cuando aún se encontraba allí, volví la cabeza
mientas las luces se encendían y me vi allí con una joven
y otra pareja. Fuera en el vestíbulo miré al hombre
y e´l miró hacia otra parte. No le resultaba conocido.
Bueno, como dicen, es cosa de dos, y de todas formas no sé qué
caso hubiera tenido. ¿Sabemos quiénes somos,
piensa usted? Los niños parecen saberlo. Una vez pregunté
a una niña pequeña. Dijo que había estado enferma. Dijo
que se veía diferente y se sentía diferente. Yo dije,
“Tal vez no eras tú”. ¿Cómo lo sabes?”
“Sí , yo era yo”, dijo ella, “sé que lo era.”


En parte ya no preocupa
o no como antes. No soy nadie más
y nadie al fin y al cabo. Todo el resto
lo ignoro. No sé nada.
Me golpeó. Pensé que era Harry cuando lo vi
y pensé: “le preguntaré a Harry”. Sin embargo
no creo que él sepa. No es que me confunda.
No quiero decir eso. SI alguien apareciera y dijese,
“Pregúnteme”, no sabría ni por donde empezar.
Ni siquiera tengo preguntas. Es la forma en que me desvanezco
como si yo fuera la persona de una foto instantánea puesta a la luz.
Y el entorno se borra como si despertáramos
en el crepúsculo equivocado y las cosas se volvieran oscuras y grises
cuando las esperábamos más nítidas. De lo real
cada vez menos. No hay punto fijo. Las preguntas fijan
un punto, como las respuestas. LAS cosas se mueven otra vez
y sólo queda apartarse. Estaba equivocado:
deberíamos prescindir de preguntas y respuestas
y todo lo que aprendemos es cuán sonora resulta nuestra ignorancia.
Eso es lo que quería decirle a Harry.
Usted se le parece. Gracias de todas formas.


Versión Ángel Llorente




METONIMIA COMO UNA APROXIMACIÓN A UN MUNDO REAL

Si lo que percibimos de este mundo
es solo el qué del mundo, o el qué
de alguno de los muchos mundos posibles
—¿cuál qué?— algo de lo que percibimos
puede ser cierto, puede ser el mundo, como es, como lo sentimos.
Entonces, una tregua es posible, la tolerancia
de los viajeros, comer alimentos desconocidos, intentar palabras
que tergiversen la lengua, para sentir ése tiempo y lugar,
sin pensar que este es el mundo real.

Admitiendo, que todos los relojes marcan la hora local;
admitiendo, que ‘aquí’ es cualquier lugar al que nos atemos
y donde nos instalemos; admitiendo, creamos un mundo:
¿hay algo atrapado allí, contenido allí,
algo real, algo que podamos sentir?
Una vez sitiado y asentado en una ciudad, yo vi
la luz tendida en el profundo abismo de una calle,
palpable y difusa, como si hubiera ido a la deriva
por la vida, el mar, la pureza del espacio.

Traducción de Silvia Camerotto



LA NATURALEZA DEL UNIVERSO

¿Fue Scheherezade la que contó entre otros
cuentos, el de un hoyo de pesadilla, oscura
cueva de horror, un pasadizo donde bestias
que no podíamos ver nos atacaban,
algo nos sofocaba la cara con suavidad, pringosas
las manos, y la cautela aliviaba
esa tensión que pulsaba en la garganta como llamada
o repugnancia absoluta, no fuera que, más que ayuda
la llamada atrajera más horror de quienes
esperábamos nos ayudaran, y así los temiéramos?

El pasadizo llevaba a un lugar de joyas resplandecientes
con luz propia y esta luz difusa por todo el ámbito
era tanto el agua como la música del lugar.

Si hay Uno, y cuanto sabemos es Uno,
y no hay otro, nada, como, de noche, el lejano
brillo de estrellas distantes lo proclama, somos
el espejo interior de tales estrellas, tenemos
tan solo un éxtasis para sentir más cerca
el horror, y somos ciegos para una visión en que:
no estamos en ninguna parte, no hay lugar
ni nada a lo que volver, solos.

De The World, the Worldless [1964]





LA SONRISA EN EL ROSTRO DE UN KOUROS

Este joven, desde luego, había muerto, signifique eso
lo que quiera. Y noblemente muerto. Creo que debiéramos sentir
que había muerto noblemente. Quizá cayó en batalla,
y esta piedra esculpida lo recuerda
no como pudo haber sido, sino como si fuera a definir
la virtud desnuda que la piedra describe como suya.
Un pie se adelanta, los ojos al frente, los brazos
bajan más allá de la estrecha cintura hasta las manos
que cuelgan en ilimitada plenitud junto a los flanco pesados.
Este joven había muerto, y la piedra sonríe en su muerte
iluminando los labios con el placer de lo logrado:
un fin. Llegar a un fin. Llegar a la muerte
como a un fin. Y al llegar, llevar intacto el peso
pleno de su fuerza y su virtud, el premio del que
sus manos vacías están llenas. Nada se ha perdido,
sino el hogar, y la sonrisa al fin está lograda.

La muerte ahora, de la que nada aún -o nunca- se sabe,
nos deja solos para que pensemos de ella lo que queramos,
y acepta nuestra decisión, modelando la vida para la muerte.
¿Queremos un final? Nos lo da, y toma lo que damos
y lo guarda; y tiene, de este modo, en la vida misma,
una especie de casa del tesoro de graciosa semblanza
lograda y amparada por la muerte para que sea
por siempre bella y completa, como si
al querer en exceso lo perfecto, la forma intacta
fuera idéntica al deseo de muerte, una opción de muerte
como final. Hay otros modos, sabemos los modos
de hacer otra elección para la muerte: informes
o rotos, menos que completos, desmedrados, vivimos
en un mundo sin forma. Sin fin, no esperamos fin alguno.

No esperes, muerte, sonrisa de orgullo
de mí. No llevo nada en mis mano vacías.

De The Empty Hands [1969]


NO MI SOLEDAD, SINO LA NUESTRA

La mayoría de los hombres son demasiado yo mismo,
mis rasgos externos perecederos, como las heces, el cabello, la piel,
la ropa desechada, inútiles para mí y muertos.
Desde la unidad, ¿qué deberíamos decir que no hayamos dicho
antes juntos? Nada que decirles,
nada que decir. Lo que ellos a mí, así debo
parecerles yo a ellos. La soledad humana
es la infinita unidad del hombre. El hombre es uno;
está solo en su mundo. Somos ese uno,
incluso nosotros, que ahora susurramos juntos,
íntimamente, como si fuéramos dos, como hacen los niños,
sabiendo tanto como nosotros y haciéndonos creer,
igual que creemos nosotros, que hay otro allí.


Introduction by Henr Weinfeld, New Directions Publishing Corporation, Nueva York, 1995

Versión de Silvia Camerotto

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