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lunes, 19 de abril de 2010

447.- FRANCISCO AZUELA



Francisco Azuela, nació en la Ciudad de León, Guanajuato, México, en 1948. Es sobrino nieto de Mariano Azuela, primer novelista de la Revolución Mexicana. Estudió en las Universidades de Guanajuato, Iberoamericana, UNAM y Panamericana de la Ciudad de México, y en las Complutense de Madrid y Laval de Québec. Es miembro de la Sociedad General de Escritores de México, Miembro Ordinario y Miembro del Consejo Panamericano de la CISAC y Miembro de la International Writers Guild.


Fue diplomático en las Embajadas de México en Costa Rica y Honduras (1973-1983) y fue condecorado por el Gobierno hondureño con la Orden del Libertador de Centroamérica FRANCISCO MORAZAN, en el grado de Oficial. Fue candidato de la Academia Hondureña de la Lengua al Premio Internacional de Literatura CENVANTES de España en 1981.

Es autor de El Maldicionero (Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 3ª.ed.,1981), El Tren de Fuego (Instituto de la Cultura del Estado de Guanajuato, 1993), La Parole Ardente, edición bilingüe (John Donne & Cie., France, 1993), Son las Cien de la Tarde (Instituto de la Cultura del Estado de Guanajuato, 1996), Ángel del Mar de mis Sueños (Centro Cultural Internacional El Cóndor de los Andes-Águila Azteca, A.C., 2000). Además, su obra se ha publicado en Interactions (Department of German-University College, London), Rimbaud Revue (Semestriel International de Création Littéraire, France et la Communauté Européenne des poétes), en la Revista Neruda Internacional y en revistas de Canadá, Centroamérica, España, México, Portugal y Puerto Rico.

Fue Director de la Biblioteca del Honorable Congreso de la Cámara de Diputados del Estado de Guanajuato (1991-1997) y fundador de instituciones ecológicas de la sociedad civil.

Fue Coordinador General de Foros del Consejo para la Cultura de León, Guanajuato (1998) y fundador de la Galería Internacional “Escultor Víctor Gutiérrez”- Siglo XXI, S.C., con sede en la Ciudad de México (1998).

Es Director General y fundador del Centro Cultural Internacional El Cóndor de los Andes – Aguila Azteca, A.C., con sede en la Ciudad de Cochabamba, Bolivia, (1999). La Editora Universitaria de Lisboa, Portugal publicó el libro de poesía contemporánea “UN MUNDO NO CORAÇAO”, del poeta francés Jean-Paul Mestas, edición bilingüe 2002 en portugués y francés que contiene 82 poetas de 57 países y en el que Francisco Azuela representa a México. The Contemporary Who’s Who 2002/2003 ha nominado a Azuela para que el American Biographical Institute haga la edición de su biografía.

La Prestigiada Editorial boliviana Plural Editores, reeditó tres de sus libros, que fueron presentados por la Embajada de México en la VII Feria Internacional del Libro, celebrada en La Paz, en agosto de 2002.

A partir de noviembre de 2001, Francisco Azuela radica en la ciudad de La Paz, Bolivia, en donde se desempeña como Director del Centro Integrado de Documentación e Información (CIDI) del Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello, Organización Internacional Intergubernamental de la que son miembros: Bolivia, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, España, Panamá, Paraguay, Perú y Venezuela.


Lágrima seis

Alguien ha venido a preguntar por sus ojos,
del tiempo de sus ojos,
tránsito largo en una región de hambre.

Le dijeron:
no despiertes al tigre,
no es bueno despertarlo,
¿qué iba a entender sus pecados de soledad?,
amigo de sombras,
largos cuervos pestilentes.


Aztecal VIII

En este poema de muertos
se te murió tu padre,
se murieron tu abuelo y tu siembra
y se acabó la tarde en una mirada.

En este poema de muertos
se murió el amor de tus antiguos,
se murieron tus pájaros
y se calló la estrella de tu frente
como un puñado de rosas enfermas.

En este poema de muertos
se te murió la vida,
y por segunda vez se te murió la patria
cuando tú te quedaste mirando
como un arco iris sin color.

En este poema de muertos
se te partió la sangre en dos ríos azules,
y un esqueleto de sombras
en tus ojos de nieve
busca a pesar de todo, la libertad de tu pueblo.



EL CÓNDOR DE LOS ANDES, VÍCTIMA DE SUEÑOS

I

En la sombra de la vida, que es una sola, alta, profunda y misteriosa cae un eco de destinos imposibles. La humanidad anda sin aliento, cautiva, rompiendo sus silencios. Llega el viento, trae su rostro, su espejo, ánimo de flor en tierra.

El alba nace en la comisura de sus labios, caléndula del tiempo. Cuánto cuesta soltar la soledad a la orilla de la vida, la hierba crece hacia adentro y se hace verde el pensamiento, el ojo de la tarde indefinida.

Como una tempestad de ilusiones la herida cicatriza el instante de antiguos sufrimientos y un beso tierno de sus labios adelanta el sentimiento, los ojos se llenan nuevamente, cántaros de vida, de amor silencioso donde la oruga prepara su cosecha de sueños en la admiración del brillo de una pequeña estrella perdida en sus ojos nebulosos.

El párpado del pájaro guarda su último canto de desdichas en la madrugada que a nadie dice nada, caen rayos de ira, el viento levanta su coraje de espinas y en la concha marina viajan sus pensamientos como el último aliento de sus deseos de ir muy lejos de la raíz profunda que encarnó sus primeras tierras de fértil contextura en la piel.

Enamorada el ave suicida sigue en el vuelo su inmensa soledad, el cristal del aire atraviesa sus ojos tristes, ojos de nieve.

II

El IlLimanI envía en el reflejo de su nieve, una vez más, su manto de amor a una ciudad perdida, el cóndor se conmueve en su propia ternura de siglos.

América dolida hasta los huesos de su arrepentimiento, hasta los huesos de su alma y de su tierna sangre indefensa y cálida.
Viene nuevamente el recorrido de todo lo pasado, la estirpe humana se conmueve y la orilla del espejo vuelve a desdibujar en el aire la imagen del cóndor que agoniza en el vuelo sublime que toca el ala de los ángeles.

¿De qué color es tu alma hombre-pájaro-cóndor?, ¿dónde quedó el último aliento de tu sombra?, ¿dónde quedó tu pasado?, ¿dónde quedó tu América con sus puertas al sol, con sus guerreros de flechas en pedernal?.

La palabra héroe se inventó para nombrar tus vientos, no hay nada más que decir, te has ido de nuestros sueños, te has ido de la vida, sólo ha quedado tu sombra en el vuelo imaginario de la tarde, de esta tarde que tiene en su remordimiento una escritura que ya nadie sabe leer.

III

Ayer fue el fuego, el agua y la lluvia. Tu te llevaste el viento, te llevaste en el aire la soledad entera para que nadie estuviera triste.

Cóndor de los Andes infinitos, de patrias compartidas, silencio de luz en tu plumaje de esperanzas.

Ágata de vuelos, la noche también crece en tu firmamento, ahí te haces infinito en tus espejos de oro. Cóndor-hombre, Cóndor- ángel.


EL MALDICIONERO. POESÍA EN PROSA

VIII

A los poetas que murieron cuando éramos niños, mutilados de lengua, del sonido y del aire. A los poetas revolucionarios, prisioneros, maestros de la voz y de la lluvia, antipájaros que un día se estrellaron en el vómito del agua.

IX

La lucha es el único camino de nuestro tiempo, bajo mis pies hay una ciudad de pájaros subterráneos, la noche los ahoga en par, ¿cuánto cuesta jugar al sepulturero?
Aceptar de golpe sin medir la susceptibilidad del insecto, el tiempo cambió veinticuatro horas desde la última vez.

El cuervo endurece el espinazo en el asoleo, lo hace indiferente a la humillación, tantas veces repetida la circunferencia en el aire, ¿qué importa que el aire sea distinto?, buscador incansable de una línea.

El hipócrita oído se hace inofensivo, la tierra cae y se filtra con la delicadeza de su peso, la humedad de la hoja desprendida renace en el ojo, tierra y sal se identifican en un nuevo estilo de soledad.

El agua deja su sabor y el ciervo como un tren de papel se detiene en la sombra, nadie sabe que estuvo de visita, habló del contenido de una nueva sustancia que denunciará la debilidad de los sentidos, ha dicho que las cosas van a cambiar en el camino a Tlapalán, país grande y azul donde los hombres aprenderán el idioma del agua.

Dice que la cruel sustancia cambiará la electricidad con la deslucidez de su aspecto y otra órbita en segundo grado de desintegración perecerá en el diagrama de una superioridad descendente.

X

Alguien viene con su casa llena de canarios adiestrados por el indio, silueta silvestre empacada en una vieja construcción en la espalda; la lengua se neutraliza y a la arena le crece una uña de pasto.

Quetzalcóatl como un ser solitario riega las flores de su casa, así aumenta su prisión de edades a donde viene todos los días una ciudad distinta de alcaldes.

Los niños aprendieron la historia de Texcoco, Netzahualcóyotl ya no está solo, despacio conquistador del tiempo; el dolor se va con dignidad.

Cuando apenas era un niño de meses su espíritu se pegó a su piel, poeta de una sola vez que aún no termina.

Con los dedos guardados en la cintura de algún sin lugar siquiera, mundo de eternidades, piedra vieja, tallada con el color de un hasta-ahora imposible.

Qué fácil suceden estas cosas, perderse de vista con la sospecha de lo mismo de siempre, soledad inmensa que nos vive de sobra, ¿qué hacer, callarse el corazón como los pájaros enfermos cuando cambia el tiempo?

¿Para qué seguir masticando edades si el hombre de este siglo no tolera himnos?



Lágrima cuatro

El mar abrió sus conchas
donde el sol vomita sus espumas de rabia
y una estrella copula su virginidad
con luces de agua silenciosa.

Se hace la penetración
en la casa desvestida de espejos;
ventanas maternales de luz,
difunto tendido sobre el suelo,
el blasfemo termina la ceremonia cargando el ataúd,
cadáver largo y frío sobre la copa de los árboles;
injertador de ramas en la casa,
hueco de manga ancha,
oculta electricidad de murciélagos,
prisión de ojos.

El tejado manda su agua,
los animales manchan sus alas
con el color de piel que se hincha de aire.

Trotador caballo de cascos,
los caracoles expulsan sus sueños,
gusano de seda,
castillo de fosas.



Lágrima dos

Era un tren de fuego,
extraño,
legendario,
medidor del frío,
detenido en el sismo;
invierno viejo,
grande de tiempo,
cansado,
donde todos los olores
llevan el ritmo de una esencia desgastada.

Cómo llovía esa vez,
el Reconocedor se echó a dormir,
castigador de hierba,
cadáver recobrado en sus aptitudes,
manchador de agua.

Alguien dijo que la música de los caracoles era perpetua,
el eco,
cuerpo gemidor de almas.

La tierra se ha llenado de arrugas,
el agua hará su revolución,
visitadora de espacios.

El cántaro es un tiempo aglomerado de brujerías,
suspendido del aire,
abofeteador;
no hay vacío en el cántaro,
atrapador de los ruidos;
el día que el nicho sea abandonado por sus rumores,
¿quién podrá resistir la manifestación de claves
aún no descifradas?

La filosofía se cientifíca con la nostalgia de otros dolores,
vieja cárcel de hambre
donde el olor de flores dejó el camino del espíritu.

Si el frío viniera a la intensidad del fuego
y el Tren siguiera el murmullo de las quejas
como oidor de solitarios,
cuya única herencia en horas
depende del motor y el carbón de lumbre.

Si fuera recogiendo lo roto y llorado,
lo amargo,
lo infierno;
si recogiera la viudez de la gente,
de la tierra,
del polvo;
ceniza y pájaro carpintero ya fallecido,
el silbido de fuego llegaría a las ciudades de nieve
y el frío volvería a su antes.




Lágrima cinco

Inventor de mentiras,
embustero demonio trampero del viento,
trepado en el pico de un pájaro de nieve encendida,
quemador de alas de ángel desnudo de astros,
rama y perro,
mordedores de viejos molinos.

Se putrefactan rancios jinetes,
cabalgaduras de hueso colorado,
la mejilla recobra su río de sangre como un eco,
fusil parador de disparos.


Lágrima uno

¿Quién camina poeta sobre tus lágrimas?

Lleno de sauces el tiempo echa su llanto y su asma;
viejo y tullido echa su cárcel de árboles sobre el mundo,
su tierra de metal y de hambre eléctrica.

El tren lleva el nombre de una estación que nadie sabe,
la piel de cacto emana sangre de muertos
con una nueva especie de dolor.

El cementerio se enraíza,
pinta pálidos en la cara,
el pozo dejó salir el agua;
tumbas sin muertos,
esqueletos sin hueso,
tierra de asentamiento amplio,
largo,
hondo.

Ya saben por qué todos los días
alguien se lleva algo de humano
en la leyenda de las hondas lastimaduras.

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