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miércoles, 7 de abril de 2010
398.- MIGUEL ÁNXO FERNÁN-VELLO
Poeta y dramaturgo español nacido en Cospeito, Lugo en 1958.
Es uno de los poetas de mayor proyección de la literatura gallega actual.
Realizó estudios de Guitarra Clásica en el Conservatorio Superior de Música de
La Coruña y de Psicología y Filología Hispánica en la Universidad de La Coruña y en la Universidad de Santiago de Compostela.
Como poeta ha sido galardonado con el Premio Celso Emilio Ferreiro del Ayuntamiento de Vigo, Premio Esquío 1989, Premio de la Crítica Española 1985, finalista al Premio Nacional de Literatura en 1985 y 1997 con los libros «Seivas de amor e tránsito» y «As certezas do clima», Premio Martín Códax 1996 , Premio Xacobeo de Poesía de la Junta de Galicia 1992 y Premio de la Crítica Española 2005 por el libro de poemas «Territorio da desaparición» Galaxia, 2004, obra también reconocida con el Premio Irmandade do Libro 2005 de la Federación de Libreros de Galicia.
Como dramaturgo fue Premio de Teatro Breve de la Escuela Dramática Gallega en los años 1981, 1983 y 1985 y Premio Biblioteca de Arlequín en los años 1988 y 1990.
Actualmente dirige la empresa editora Ediciones Espiral Mayor.
Su poesía en versión española «La raíz poseída», fue editada en Zaragoza en 1989.
A dos adolescentes mojadas por las lluvias de primavera
Salud a esos cuerpos que llevan la frescura
de estas sombras lluviosas en el cielo de mayo.
La primavera llueve en dulces aguas claras.
Nubes de corazón brillante.
En la blancura de las frentes de silencioso viento
tenéis vuestra luz y estrellas húmedas
arden en vuestros ojos con íntima alegría.
Y sonreís al tiempo con rosadas mejillas
ofreciendo al mundo un inocente gesto
de primeros amores.
Salud a esos cuerpos de cabellos mojados
por esta lenta lluvia entre vuestro perfume
de poros deseados para beberlos todos.
Bajo los suaves vestidos sois ninfas alegres
que sueña este silencio de laguna desnuda.
En vuestra piel lleváis licor de flores resplandecientes,
azúcar enamorado en vuestros finos labios.
Qué sabrosos frutos se inflamarán un día
en vuestros cuerpos jóvenes de ciervas exquisitas.
La redondez suave de blandos pechos
tiene maravilla y gozo de cáliz ansiado
y que tierno terciopelo se adivina brillante
en vuestras caderas suaves de delicada blancura.
Salud profunda y larga a esos húmedos cuerpos
de lluvia y primavera,
cuerpos jóvenes y alegres,
hermosuras tan vivas,
adolescentes cuerpos para diosas futuras...
De "Seivas de amor e transito", 1984
Beso nocturno
Conozco de la mujer el beso nocturno, espiral
y térreo.
Velocísimo labio
musculado
requema en un abismo de
húmeda luz que adentra.
Oleosa dulzura templando
la sangre más profunda, más láctea
color-de-rosa,
maculada y pura,
acrecentada.
El beso bien nocturno
tiene perfil de serpiente
en ávida lengua,
fluyente y diluida
de simientes lunares,
esencias agridulces
o saladas e hirvientes en el abismo
conocido, en la morada
hendida que evapora un incendio
en las bocas
deslizadas al centro,
masa líquida
recurvada y ansiosa,
destilación convulsa
de inmodulada muerte en eco cenagoso,
cenizas de agua seca
en furias ondulantes,
entretejidas llamas de un gemido
quebrado, dulces ondulaciones
de un estertor de gloria,
animales tan sumergidos
enrojecen en la entraña del
placer dislocado,
instantánea grandeza
del fin en lento fulgor
de bocas fascinadas.
El beso
muerde arcilla espumosa y profunda
de suave quemadura
y florece encarnado
fermentando un ardor pensativo y constante
en los labios calcinados.
Conozco
el beso nocturno de la mujer silenciosa,
conozco los besos oscuros
hasta inflamar las bocas de una pureza extraña,
la delicada muerte de los alientos sin sabia,
sin aurora carnal, lengua de húmedo fuego,
húmeda ceniza pura, húmeda muerte
lenta
hasta la tierra sin mácula,
conozco de la mujer su beso más nocturno
hasta perder los labios consumidos de sueño
sin final ni comienzo.
De Memorial de brancura, 1985
El cuerpo es ser, estar en su arte...
El cuerpo es ser, estar en su arte... en el misterio
de los ojos
donde perfectos bosques, aguas, aves,
hierven la luz dulce del atardecer,
viejas maderas se pudren de brillo lunar
o de extraña pureza, bálsamo de sombra,
salvaje forma vegetal o verde serpiente en fuego
acariciando el fondo -¡qué transmigración
de exquisita dulzura de veinticinco años!-,
tarro oculto de miel tras los sueños,
toda una flor terrible pensativa
hasta un fulgor, un relámpago, una pasión,
en los ojos
viven doradamente mariposas brillantes
y ternuras de llama de rojo crepúsculo,
en el hervor de sedas de violenta caricia,
algo malva y constante, un incendio imprevisto
roza el ala de un sueño en tus ojos tan súbitos
de alegría florida, de fuente estrellada,
de almendro o ave,
en tus ojos poblados
por la antigua belleza de un abismo nocturno,
entre destellos, látigos, un delicado almíbar de melocotones de luna,
entre ardientes espadas, un anisar claro, un lobo enternecido,
estrellas con gemido en tus profundos ojos
donde las palabras hierven hasta el amor amado.
De Memorial de brancura, 1985
I - Ese amor transparente que llevamos en los ojos...
Ese amor transparente que llevamos en los ojos
con tal silencio puro de flor intensa y clara
y con esa dulzura vegetal que se sueña
en el interior del silencio, inspiraciones continuas
de lugares y ángulos con ternura y con carne
de poro perfumado, cuerpos de libre paso
por el jardín de las albas añadidas al mundo,
perspectivas de estrellas levitadas y absortas
en miradas brillantes de visibles resplandores,
miembros de adolescencia sensitiva que estallan
lentamente en ideas de anhelos prolongados
hasta un gozo inflamado de sangre en nuestra sangre,
elementos tan íntimos del corazón que habla
en sílabas blandísimas de emoción que estremece
el tiempo que se vive de amor grande y florido,
ese amor transparente que llevamos en los ojos
con permanencia suave de viento y luz y sueño
de presencias doradas, cabellos ondulados,
crepúsculos de seda sobre hombros perfectos
de redondez desnuda, elegancia delgada
para esas criaturas de paso suave y fino,
frentes de íntima luna, deseos como labios
para beber de un cáliz con apurado deleite,
brazos de un universo de música armoniosa
para abrazar espacios de azul intimidad,
dedos interminables de caricias profundas
sobre una piel amada con siglos de luces,
figuras absolutas en cuerpos pensativos
en el territorio inmenso para la feliz blancura
avivada en músculo amante y solidario
del verso que se estrecha para el amor y la vida,
ese amor transparente que llevamos en los ojos
desde el comienzo mismo de la visión que ilumina
existencias hermosas, maravillas constantes,
sensaciones que se anuncian como tibios destellos
cuando es lúcida la carne en los cuerpos liberados
por la pasión abierta dentro del espíritu.
II - Tanta belleza pura que agiganta el sentido...
Tanta belleza pura que agiganta el sentido
puede cegar el día, invadir llama a llama
y quemar de silencio una posible muerte,
tanta desnuda belleza puede ser un prodigio
de: viva fantasía siempre inalcanzable
pero el amor existe desde los ojos al viento
y vive sin fin en los cuerpos futuros
que habiten largas noches de placer transmigrado
de estas arenas profundas que el tiempo nos destina,
querencias de las raíces más sensibles de la sangre,
vívidas como un fuego crepitando en el abismo
que nos abraza el alma en delirio infinito
de muertes transparentes, amor eternizado
de infinitos deseos, transmutación de la carne
en indecible verso, pleno conocimiento
en el corazón de la vida, encarnación invisible
de la entraña misteriosa que nos vive y desborda
en un amor para los cuerpos sol a sol, luna a luna,
en un amor de mil días con mil horas amadas
hasta la muerte más dulce, silenciosa y continua,
hasta el silencio puro de las venas colmadas
de luz líquida, sangre que resiste el incendio
del corazón abierto, carne al viento en desmayo
de nieve y lirios, rosas como estrellas ardientes,
tanto amor transfigura, puede herir sin pausa
largas tardes desiertas para un júbilo a voces
de múltiple silencio, aves de amor, ventura
en el horizonte del sueño, cuerpos como esperanzas,
deseos como un cielo o muertes tan amigas
para vivir las noches con albas esperadas,
para vivir el mundo amaneciendo todo
en ese amor transparente que llevamos en los ojos.
De Seivas de amor e transito, 1984
Los dedos se enamoraban...
Los dedos se enamoraban
de la nuca suave
caían por la espalda
dibujando caricias
y en la curva pulida
de la cintura redonda
donde crecen las nalgas
blancas moles y suaves
concentraron la forma
de la caricia ondulada
e inventaron lo tierno
y abrazaron lo tibio
y vivieron la calma
de una espira! muy leve
una feliz blandura
una pasión blanquísima
de lunas y de nubes
De Do desexo en corpo e sombra, 1984
Poema crepuscular
De qué constan las lunas del tiempo hecho ocaso
de tardes que no vuelven a derivar en noches,
qué materiales suspendidos de un único momento
permanecen sonámbulos en la luz de aquellas horas.
Queda detenido el gesto interior del recuerdo,
el sentido y las formas, la exactitud intensa
del brillo del crepúsculo en los ojos conmovidos.
Cómo invadir las cosas en un relevo de ecos
de un grave corazón sobre todo el espacio,
la música de las llamas que ardieron pensativas
sobre tanta distancia y horizonte y altura.
¿Por veces algún verso es sólo un silencio oscuro?
Una tarde es una fábrica de límites de fuego
que divide las palabras, un hueco en el horizonte
que penetra una espada de fulgor, sangre pura
de un labio que penetra entre la tierra y el aire.
Antes de la sombra un grito de fuego, color y luz
de espectro traspasado como una brasa antigua
por el tiempo sin carne, en el crepitar silente
de la añoranza en dureza de herida y de incendio.
De qué forma la nostalgia es un vacío crepúsculo
donde el cuerpo adivina un dolor frente al tiempo.
de qué lugar los ojos transmigran el recuerdo
de una ardiente salud, cuando el amor fluía
interminable sabia reverdeciendo el alma,
cuando el placer mordía un cielo por la sangre
una luna en la tarde que diluye la belleza.
Queda el amor en las cosas, desde las tardes, en el tiempo,
frente a la noche, en líquidos que desvelan la muerte.
Un color triste y profundo, encendido y espeso,
una sombra violenta que centellea en lo alto,
un espíritu oscuro como un cuerpo olvidado
que atraviesa una llama de purpúrea presencia.
Qué abismal para los ojos tanta hermosura.
Qué vértigo en el tiempo, qué locura infinita
frente al mar, esta muerte que calcina y consume
hasta la totalidad de las estrellas del fin que brillarán en la sangre.
De Livro das paisaxes vivas, 1985
Primavera
Hay un país de sangre verde que corre inmensamente por los
campos y eleva brillos altos en los árboles despedidos al cielo.
Es un reino de mil tierras al sol. Un fuego mineral y azul.
Estallan bajo el aire los nudos del tiempo y un hueco de
fervor anuncia la música de la luz, las alas puras que extiende la
transparencia en el corazón del espacio.
Grave y honda salud que respiran ahora los meses en este
aroma incendiado de viento nuevo, en esta espiral celeste que
ensancha el sentido de todos los deseos.
Ah leve dolor del alba, llamaradas delgadas que suben
invisibles a la frente desmayada del fugaz mediodía.
Las palabras son notas de una música grande, una alegría pura
que suena para el tiempo, una sed que ilumina una canción de
agua.
Cómo crece el color, telas vivas al viento, un barniz flameante
sobre el eco de las cosas.
Hay un país de sangre que modula en los cuerpos la solar
hermosura hirviente de los amaneceres.
Un perfume que invade de fina flor tan nueva el corazón.
De Entre agua e fogo. Cantos da terra posuída, 1987
Qué sosiego, qué alivio, qué dulzura en la noche frente al aire...
Qué sosiego, qué alivio, qué dulzura en la noche frente al aire,
en la alta hora brillante, cuando un fluido intenso
de calma luz se diluye en el tiempo y en la frescura sueña
una cálida brisa que viene del mar delgado de la playa,
oh delicada ala distante de la noche, pureza de ese labio
que sueña tan adentro de lo oscuro, cuerpo pleno y vibrante,
cántico, palpitación abierta que irradia el grave templo
del misterio estrellado, suave tránsito de las esferas azules
en la bóveda insondable del espacio, qué paz de indescifrables
signos, qué remanso en las olas del tiempo que transmigra
de un mar antiguo e ignoto la emoción reposada,
el estremecer de un astro en el corazón nocturno de la vida,
en la luz silente y profunda del corazón del hombre.
De Livro das paisaxes vivas, 1985
Retrato privado
Tal vez la ceniza azul que brilla en sus ojos
sea el temblor del aire, lo lejano
tantas veces sentido cuando muere la tarde.
Y la luz, un enigma, un destello en la sangre.
En esa mirada que regresa a sí misma perdida,
entre fiebre y asombro -dolor de un laberinto-,
está muerto el deseo; raíz que muerde aún
el corazón que un día se invadió de belleza.
En su frente nevada cruza ahora la sombra
los alambres violáceos del olvido.
Mas hubo un tiempo en el pozo del destino
que fue de ardiente desnudez y saliva insaciada,
mercurio y miel el cuerpo, brisa interior de brasa.
Y aún en su rostro que contempló el crepúsculo
está escrita una llama, algo que nace y pasa
como el temblor del aire, quemadura sonámbula
que se eleva en nuestro pensamiento.
Tomado de "El País" (Babelia)
Ría I
Polvaredas de luz suspensas sobre la ría. Aire vegetal inmóvil
sobre el aliento antiguo del agua. Fluyente ser submerso en el
polvo de la tierra ebria de lunas diluidas. Reverdor ceniciento,
voracidad lentísima de una simiente líquida de incesante textura.
La ría es una hembra yaciente que desnuda sus frutos sin
viento. El silencio es tan blando que es ofrenda de música en los
maternales meandros que funden el sentido y serenan el ritmo
cenagoso de la luz, el extinto color del cielo sobre la frágil materia
que destiló el tiempo, las albas y los crepúsculos que contiene
esta agua durmiente, este volumen lleno de primitivas savias.
Oh dúctil contemplación de este sabor oculto! Deslizada
dulzura de poros recrecidos en la carnación de un cuerpo manso
como una luna húmeda.
Esta espesura lenta y recurva del agua, este color confuso que
sedimenta las formas, las sustancias saladas que aproximan un
soplo submarino y fecundo; este templado seno de sonámbula
muerte sosegada y triunfante; la vibración oscura de esta piadosa
masa ondeante en la llanura; irisado reflejo que destensa el
crepúsculo tendido sobre el largo estuario.
Respiro esta belleza extraña que invade la salud del aire, este
aroma sumido en las pausadas brisas que pulsan el espíritu de la
tarde, las embriagadas láminas de la fina neblina anaranjada y oro
-hálito sensitivo de una muerte difusa que destiñe el ocaso.
Ah qué lejano y profundo va entrando -dolor suave- el mar
tan silencioso en nuestro corazón.
De Entre agua e fogo. Cantos da terra posuída, 1987
Terra Cha I
Analizo el cóncavo milagro de la luz trazada sobre las últimas
líneas de la llanura.
Inscribo un surco de texturas doradas en los ojos enlazados a
la insuperable franja donde la tierra es un volumen de bóvedas
construidas en el aire de un posible abismo.
Indefenso frente a esa distancia triunfante sobre el inmóvil
cuerpo que se embriaga en las láminas transparentes de la brisa,
persisto y fragmento el misterio que me da el contemplar la
hendidura luminosa y oval que se extingue vulnerando la dúctil e
interminable forma del horizonte.
Repentinos perfiles, dimensiones submersas, aristas
ondeantes, pausados filos de arcos velocísimos, quebradas
pulsaciones de un perímetro extinto, arquitectura inmóvil de un
óvulo de llamas, sequedad recurva de la llanura suave, irisaciones
continuas de un declive invisible, entrevista locura de este
espacio de viento y soledad.
Ah que lentísimos soplos de claridad tan lisa, sonámbula
levedad de un fulgor deslizado lácteamente sobre esta tierra llana
que destila en el viento altos navíos mansos de ceniza.
De Entre agua efogo. Cantos da terra posuída, 1987
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