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jueves, 2 de diciembre de 2010

2436.- PALOMA CORRALES


PALOMA CORRALES

Elegí venir al mundo un 17 de marzo de 1964, en Madrid. Me gustaba la primavera, pero por llevar la contraria y por impaciencia le arrebaté cuatro días al invierno.
Soy lectora compulsiva y autodidacta. Descubrí la poesía y me sumergí en ella, irremediable, pero con la dicha buena, amontoné palabras en busca del sentido y del sentimiento que late en las profundidades de lo inasible.
Desde la atalaya de lo más íntimo (y no sin cierto pudor) hallé la manera de compartir mis versos en un blog, que más allá de consideraciones técnicas es mi mejor refugio.
Planté un árbol, tuve dos hijos y asumí que algún día escribiría un libro para intentar seguir viviendo con cierta marca de autenticidad y dando rienda suelta al pensamiento. Como la sangre de la tierra cada equinoccio me renuevo e intento seguir escribiendo.


WEB DE LA AUTORA: ALCOBA PARALELA





A ti, al estanque de tu alma

He imaginado que estabas muy cerca. Hermoso. Y no necesité palabras para expresar la belleza de tu suave territorio. Soñé que me reconocía en el atardecer de tus ojos y por un instante la tristeza se descolgó de la lámpara.

Llovía en tu pelo.






Ternura

Esponja la razón. Sopla la pena.
De níveos coderos deja su huella.
Columpia el corazón como hace el viento
con la flor que decreta primavera.
Y huele a cucurucho de castañas en invierno.







La luz de la memoria

Emancipar tu boca de mí misma,
que ni siquiera es boca, sólo sueño,
asumirme no elegida, ser nada,
cumplir la profecía de partir
mientras un viento aúlla acero y muerte
con sílabas escarchadas al sol.

Perdida entre amapolas arrugadas
y escribiendo poemas de otros tiempos,
escribiendo derrotas
entre flores inertes y abedules muertos.
¿Qué puedo hacer conmigo?
Dímelo tú que callas el silencio,
tú, que hipnotizas amarantos en orgasmo
con la melancolía ineludible
de las palabras que nunca has de tener.

Mejor no digas nada,
ya se rompió la luz de la memoria
y la noche se duele de mi llanto
cuando muero en la duda y la tristeza
que tu silencio expande
al estrenar el mapa de lo inefable.







La estática de ser

Me mantengo justo al borde,
soy gemido de oscuros intermedios,
siquiera sé si escribo o me reinvento,
(estoy siendo sin saberlo)
tal vez la estatua del parque
me transmutó,
y busco pájaros ausentes y callados
en la vertical impuesta
donde la desnudez y la intemperie
no sean un preludio de tristeza.

Me visito huérfana,
despojada de tierra y agua clara
y el bronce que me habita inescrutable
se nutre de mi exacta soledad.

Permanezco en la inercia de los huecos,
el viento me bordea sin lenguaje
en la quietud infinita
que precede al sobresalto
de la piedra tallada sin costumbre,

y entonces, ya no sé si nací sola
o soy mi propia sombra equidistante.





Horche

“Yesterday, love was such an easy game to play
Now I need a place to hide away “ (Lennon / McCartney)

Huele la noche verde a madreselva,
tamborilean ecos de verbenas
que destilan antigua primavera
hay un beso que espera en la bodega
al ritmo de guateque y en tinieblas.
Son recuerdos que viven tras la puerta
y crujen con nostalgia la madera.







Entre el derrumbe y la palabra,
¿hay luz?

Me he bañado esta tarde en tu agua fría
para ahogar un triste pensamiento
que cruje tentaciones en lamento.
He contenido el vértigo,
ha reptado tu nombre a mi garganta
como una nada atroz,
y ahora el frío incita las manos de la noche
a escribir tu epitafio,
la poesía duerme en los naranjos absortos
aprehendida de muerte
por si acaso regresa la palabra
y penetra mis ojos.

(Respiro moribunda
los poemas de amor arrepentidos
y mi voz queda rota en los cristales
junto a la transparente sonrisa de los muertos)







No diré “te amo”

No diré “te amo” cuando llueva frío,
no sea que se vuele mi aliento moribundo,
no habrá remordimiento
ni siquiera en la triste paciencia de los versos,
y una tarde insegura y gris inerte,
la blanca porcelana de una taza
ensayará inefable tu ternura.

Y un lunes —cómo no—
de lluvia descreída, fingiré
inclinar la esperanza
hacia la cara oculta que me empuña
y detrás de palabras sigilosas
confesaré, mi amor,
el asombro de amarte un breve instante
con labios desnutridos de caricias.

No diré "te amo" por propia fatiga,
no sea que despierte mi último naufragio.








¿por qué?

quiero saber por qué tus labios van al cielo,
si existe algún misterio,
más allá del lenguaje imperativo
de exhalarse la piel,

por qué la tarde viene triste,
y viene agua y espliego y ámbar,

por qué es indescifrable el sollozo de la arena,
si hay amor en el aire
y un reflejo de nubes que susurra de ti,

por qué llega la noche con tambores
negros, deshabitados,
y en su versión de sombras obstinadas
tatúa en las paredes
la misma soledad desenterrada,
que oscila legendaria
y jactanciosa amortaja mis huesos,

¿por qué me duele el frío
y se instala más dentro que la nada?








Revelaciones

Nada no es solamente nada.
Es también nuestra cárcel.
Antonio Porchia


Sé que tú querías creer
en la remota posibilidad de ser
con la fe de la previa inocencia,
y sin embargo,
ésta, como las todas demás certezas,
se extingue masturbada y sin urgencia.

Sé que tú querías creer
que había un universo detrás de cada gesto
y yo descubrí que sólo el mar
borra cautelosamente los besos.

Sé que hay una menuda nada que nos ahoga.







Si pudiera

Si algún día pudiera
apearme de este condicional errante
que me ciñe y no me deja,
que atenaza de verdades parodiadas,
desnudarme de experiencias,
pasear conmigo a tientas;
intuirme y no vetarme
y ser libremente esclava
de un sueño voluptuoso.

Me vaciaría de fracasos y

libre
de
pecado

buscaría en las huellas de tus manos
los candados que cierran mi deseo
y la llave que perdí hace ya mucho tiempo.
Si yo pudiera ganar sin derrota
la emoción sepultada
de sentirte muy adentro,
moriría naciendo de mí misma
en esa inconsistencia última de tu piel.







Nota: martes, 16 de noviembre

Vives en el lenguaje
y en los pronombres cobrizos,
perfectamente ámbar, perfectamente niño,
vives por duplicado en mis rodillas
y el sábado, en mi ombligo.
No importan las razones,
no olvido casi nada a medias y contigo,
me exhortas en un tiempo indefinido;
y desciendes mi vientre
a la concavidad de lo intuitivo.







sin catalogar

Encontrar el camino de lo pájaros
y contar las estrellas
hasta hacerme pequeña
y si tuviera ganas de llorar
intuir que hay un espacio
que alarga tu sonrisa sin rodeos.

Y aunque todo parezca previsible
que no se compren besos por catálogo
cuando llueva tristeza en cada esquina
y verde habite el musgo en tus pupilas.








Un lugar esencial

Busco un remoto lugar donde el tiempo
llueva ritmos de alientos encantados,
donde no se condene la voz quieta
y el tacto sea tacto,
un lugar donde asomarme a la lluvia
desde la perspectiva de tus ojos,
e integrar las caricias
a un paisaje de otoño perseguido,

morir en la quietud indescifrable
del lenguaje cercano
que inaugura palabras subterráneas
cuando se precipitan de tu boca,
y resbalan profundas
conquistando mi amor acumulado
en racimos de sueños que nunca sucedieron,

que el tacto sea tacto,
y un estremecimiento de lo antiguo,
nos regrese al origen de lo incierto
desnudos y enlazados,
y nos ciña en la memoria el segundo
deglutido en silencio,

un lugar apartado
de ciegas profecías y de muertos,
auténtico refugio,
catedral de los gestos dedicados
a borrar cicatrices de dolor,
y rimar las sílabas de tu nombre
con tanta voluntad que desordene
la sangre y su latido,

un lugar donde al fin gozar tu cuerpo
y acostumbrarme a ti,
y a la geometría de tu piel
cuando se multiplica liberada
del orgasmo que llora
la extraña condición de amantes anillados
al vértigo de ser.






Un día de otro tiempo…

“Que aquel que camina sin amor una legua siquiera,
camina amortajado hacia su propio funeral”
Walt Whitman

Yo recolectaba metáforas,
me las probaba delante del espejo
y me vestía los sentidos.
Me enamoré de pétalos dormidos,
de la hermosa luz que emana el silencio,
del páramo de tu pelo anochecido,
yo, soñaba ahuyentar la tristeza
para que el día fuera menos gris,
calzarme los zapatos de cereza
y ser amante de leyenda.
Yo, a veces, inventaba un tiempo
sin la melancolía del invierno.

Entonces, desplegaba con esmero
cada uno de tus versos,
y en la niebla paseaban los muertos
la cobarde sonrisa del desvelo.







Carta de Octubre

A Elvira Daudet

Tu fortaleza nace
de agua sin prisa, música y manzanas
mordidas con la estirpe de un ocaso
que supo mirar dentro de la muerte
y guarda en las pestañas la memoria
de una tarde esculpida por Bernini.

Sabia en gesto y sonrisa,
en tus ojos, semilla incontenible
de ausencias enigmáticas y vivas,
Arraigada en tu humana libertad;

conversas reluces traspasas siempre,

te sabes mar y tierra
en un maduro otoño improvisado
y tu corazón estalla inclinado de versos,
cuando eres circundada de palabras,

te gestas, te restañas de ti misma
y permaneces
refugio clandestino de los dioses
que ahora duermen
pretéritos su culpa sin oráculo,

y aún te quedan abrazos
para fundir el miedo con voz inquebrantable.







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