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martes, 12 de agosto de 2014

SUSANA DELLA LATTA [10.883]

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Susana Della Latta 

(Buenos Aires, ARGENTINA  1955). 
Poeta, narradora, traductora y artista plástica argentina. 
Vive en Estados Unidos desde 1987. Es autora de Sin alquimia (poesía, 2005-2007) y Ojo de Pez (relatos, 2007-2008).





Políticamente incorrecto

Un sólo dólar muerto
sobre el mantel repugna.

Hay piedras en la cañería del baño.
China no se hará responsable.

Resiste.

El café de Miami
se escapa entre los dedos.
Mejor abrir las piernas
bajo el agua impura de la ducha.

Resiste.

No hay luz en la cocina.
Y en la habitación
un hierro destrozó
tu candelabro.
La silla sin tornillos,
desvanece en la grama.
Anota y calla.

Tienes pasaporte americano
y está escrito que perderás
derechos.
Olvida el Tibet sin bandera,
no dejes iniciales,
no sirven en los libros.
(La plaza roja le pertenece a otros).

Resiste.
El tiempo de putrefacción
será de veinte años.

Entonces
no habrá vestigios de este cuento.
Ahora sólo
haz una lista y calla.
Malograste la oportunidad de ver
quien puso el precio a la tortura.

Distracciones de la suntuosidad
se pagarán con sangre.
De tanta hierba consumida
en un balcón de Brooklyn
tanto billete verde en el bolsillo
por haber opinado en inglés
con un marine en celo
y no pisar la zafra en Estelí.

Porque saltaste al norte
alguien te vio californiana.

Resiste.
El sink, lleno de trastes sucios.
Eres mujer hasta el momento de desaparecer.

El hipismo ha muerto.
Resiste.








Hueco

Enciendo un cigarrillo
por la casa vacía
por el espacio nuevo
del sitio que no ocupas.

Y si el dolor es grande
será otro cigarrillo
otro libro sábanas
y sombra
en el rincón.

Y si el dolor es demasiado
grande
(memorias esparcidas
insomnio
en la casa hoy de ninguno).

Será otro cigarrillo
una silla un nombre
en el espacio nuevo
del sitio que no está.









Pizarnik

Lloras,
debajo de tu nombre.

Hay hielo junto
al ángel idiota
que pobló tu jaula.

Para ti
la sangre es muda
y los pájaros, rehenes
de un guante
que cubrió el lenguaje.

Destruye el miedo
de ser dos.

Multiplícate
con los visitantes
de sombrero negro,
ellos poseen el enigma. 
Tú sólo
el nombre
en la piedra. 







El coraje de tu boca cerrada

para Sylvia Plath

¿Quién pidió la mitad
del esqueleto,
tu sanidad, tu hambre?
La luz te acuchilló.
Emergen de tus senos
labios y costillas como agujas.
Te repites en mí.
También poseo
un bastardo.
¿Cuánto veneno necesita mi boca?
Tortura,
juguete sin aliento (dices)
Camino las paredes
y devoro mi ración de amnesia
en el cemento.
Lady Lazarus
Yo me levantaré del barro
para comer varones.






mi padre

Vienes.
Los números
fueron tu escondite abstracto,
la suma de nueve: alerta
había un error
cuando el alcohol te convertía
en sombra
para mí
adolescente muda
tu mano no alcanzaba a tocar
la piel de mi demente madre
ni atestiguar el mundo de occidente.
Nunca pronuncié tu nombre
no me acercaba
llegamos a encontrarnos en acrósticos
en las columnas de tus grandes libros
donde la pobre cabeza de mamá
no tuvo espacio para congregarse.
Me convidaste cigarrillos
me hablaste de Frank Kafka y del absurdo
yo no pude quererte en ese tiempo
nos faltó el tiempo
mucho tiempo
tu voz ebria en el suburbio,
tu desapego, tu gran delicadeza
yo sólo percibía credenciales
que tu esposa presentaba de ti
un sujeto colgado de la noche:
Francia, el vino y la virtud.
Te castigué por ser distinto.
Pronto sabría lo que soy.







Con Álvaro de Campos

Una firma tuya a la orilla
del libro que me regalaste,
la Tabaquería cruzando el hospital.
No percibo el contorno.
Todo se va y todo queda,
quizás te ocurrirá lo mismo.
Hoy eres una firma, un incierto
encuentro en medio de la nada.
Nos seguiremos cruzando
el pensamiento en la Tabaquería,
o en esta ciudad. Con tu firma
a la orilla del libro que me diste.
Desintegro lo impensable.
La noche sigue siendo nuestra.
Mis manos empujarán las tuyas.
Así es, así fue en la sombra
cuando abrió el deseo sin nombre.
Despertaré y tal vez busque la firma
que ya no dice nada. Que no
significa lo que ha significado.
Todo se va y todo queda.
como la Tabaquería.






Alabama, también igual a Quíos

Para Gail Hardeman

La muerte es una esmerada recolectora que no puede perder una sola espiga de cebada

GU CHENG

Satánico Lunes 15.
Huerta, pestilencia, loas y jugo de linaza.
Dos persianas cubrieron sal del mediodía.
Hubo un perro obeso, con lodo en las patas
(por eso su ladrido resuena)
Alguien impacta.
(No supe. No pude haber escrito antes lo que estoy escribiendo)
Era minucioso oír tu pulso.
Él estaba abrumado, no podía;
sin retirar los dedos de tu axila
prefirió caer.
(¿Quién era yo en aquel instante para decirle
que te deje conmigo?
Basta de susurros. Irrelevante la vigilia.
Búscale en cambio
un sitio afuera para caminar.
Comprende: los brebajes fueron demasiado verdes para
su pupila azul.
¿Por qué fue en Alabama,
donde la cicatriz
sufrió metamorfosis?
Ésta es Calipso,
y éste el mástil que la sostiene sin oráculo.
Recuerda que “Zeus llovió sobre el camino”
En tanto
Gail, amiga mía,
déjalos proferir,
porque tú no te has ido
porque tú no has muerto.






LA RUTA

Creído entender algunas cosas, transitado obsesiva el mismo sitio o insistido tercamente en nada.

Explicarte hasta qué punto se mezcló lo extraño en mí.




ORACIÓN

Este día afanado en 
oscurísimas aguas
lo recibo
en la forma que trae
íntima y reconocida
donde finalmente
converso en el infierno

La Gracia espera.

La duda llegó
e impongo una respuesta.
No iré a las escrituras
ni al erudito ayunando
morir es parte
del secreto.
Me debato entre 
el latido
y la voz que arrastra
mi cuerpo al otro lado.

En este día sin grises,
sin velas que encender,
sin más promesas
que abrazar el último
eslabón. 







DEL TIEMPO

En la vorágine del cráneo sin parar, sólo beber un poco y basta. 
Sin explicaciones.

El asunto del tiempo me alteró.

El futuro, esa nada que cruje en una esquina sin algo que ofrecer, no tiene historia. Y el ayer solo prueba que estuviste viva.

Rodar y rodar por la grama mojada, embriagada, medio muerta.

Entonces el presente
Espacio absurdo que habito y al que pido todo.
Ahora, escasa de ansiedades, mediocre en esta tierra no elegida.

El beso ciego.
El cuerpo solo
El ojo oscuro
vulnerable,
esperando
nada
Tal vez mi rastro
sobre un mundo
húmedo.

1979

Están gritando aquí, allá. En todas partes el estremecimiento y la mordida. El grito y la cortada, la mano que aprieta aire. Donde quiera que voy Cristo me hiere.



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