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sábado, 23 de agosto de 2014

JOSÉ PUERTO CUENCA [11.008]


JOSÉ PUERTO CUENCA

(Lucena, Córdoba, 1960), maestro de Ed. Primaria y agricultor. En 2010 publicó La Esencia Prometida (Ed. Juan de Mairena y de libros, Lucena) y en 2013 Agua por la Fontanela (Colección Manantial, Ayuntamiento de Priego de Córdoba). Ha publicado algunos artículos y sobre todo poemas en revistas de fiestas locales y más recientemente en literarias como Saigón (de la Asociación Cultural Naufragio de Lucena y Cabra a la que pertenece) El Egabrense de Cabra, La Ballesta de Papel de Priego de Córdoba, Aldaba de la Asociación Itimad y Espacio Habitado de Ediciones Enhuída, ambas de Sevilla. Coordinó la Antología del I Encuentro de Poetas Andaluces de Ahora (Ed. Anaquel, Sevilla 2012 y versión digital), en 2013 ha sido incluido en las antologías del I Encuentro de Poetas de Sierra Morena, Ronda de Versos del I Encuentro UNILETRAS en Ronda, La Luna en Verso, de la I Noche en Blanco de Granada y Antología Saigonista de Naufragio. 





Poemas




EL CANTO DEL ALDEANO
(Premio “Castillo de Cortegana” de Poesía 2003)

I CANCIÓN DE TIERRA

Venid todos los hijos rodantes del cemento,
salid de vuestras prisas, acompasad los pasos,
venid, juntos vayamos despacio por los campos
barriendo los antiguos caminos polvorientos.
Unámonos radiantes y excelsos en un canto
formando tibios corros de luz por los barbechos,
movamos las raíces, limpiemos los desechos,
la gracia de los genios profundos invocando.
Hundid los pies desnudos, plantadlos en el suelo,
conectad verticales con el fiel de la tierra,
hinquemos nuestros ojos en luminosa siembra,
llovamos como besos penetrando su lecho.

Venid, moved la gleba, trazad besanas vivas,
peinad con vuestras manos los broncos almorrones,
sembrad vuestros alientos bajo de los terrones
y aguardad el misterio que en la sombra respira.
Al sol germinaremos, erectos como espadas,
mas seremos mazorcas y seremos espigas
y serán amapolas las únicas heridas
y serán hortelanas las únicas granadas.
Con gozo aventaremos altos los trigos limpios
y amasaremos panes dorados y con alas
que llevarán nutricios milagros donde vayan,
bordando las sonrisas colmadas de los niños.








II CANCIÓN DE AGUA

Venid los derretidos paisanos del asfalto,
no temáis los zarpazos de la sed ni del hambre,
no temáis que los rayos del sol os arañen,
ni a que el barro os maltrate los pies sin zapatos.
Buscad el brillo oculto en vuestros propios estambres,
que delata el rocío derramado en los labios,
y hallad eterno y niño, como crece saltando,
vuestro candor de dioses gestándose en la sangre.
Bebamos sin recelo del agua sanativa
que brotará en desiertos y en nuevos manantiales,
llevando a nuestras venas las perlas minerales
que nos guarda la tierra, Gran Madre precavida.

Venid y que en las norias rueden los cangilones,
que los chorros de plata den cuerda a sus clepsidras,
y que corran las aguas libertas de las hidras,
esparciendo el consuelo en los secos caballones.
Cortad, sorbed las uvas maduras y moradas;
y el dulzor de manzanas y de melocotones
convertid en buen vino y afrutados licores
que ensanchen las antiguas arterias fatigadas.
De noche haremos fiesta sagrada de vendimia,
se mezclarán las sangres de todos los rincones,
y juntos bailaremos altos bailes de amores
en ágape infinito de una sola familia.







III CANCIÓN DE AIRE

Venid los dormitantes en promiscuas colmenas,
rehuid la umbría carcoma que vaga por las calles,
buscad cielos abiertos sin puertas y sin llaves:
que los cubiles foscos no sean vuestras condenas.
Dormiremos al raso estelar de los oteros,
cubiertos por ensueños, viajeros en melenas
de brisas hacia prados sin muros ni cadenas:
que despertar podamos pletóricos y enteros.
Volad, los cuatro vientos serán nuestros hermanos,
venid que nos henchamos y henchidos habitemos
los vientos de bonanza terrales y mareros,
planeando por encima de alisios y solanos.


Respirad y troquemos hollines por fragancias,
sorbiendo un aire vivo que alivie los pulmones;
con la simple batalla de las respiraciones
las podres limpiaremos y las escorias rancias.
Soplad, renaceremos del hálito divino
que en nuestras fontanelas de continuo se escancia,
y en él nos creceremos en alma y elegancia
hacia torres celestes vigías de los destinos.
Venid, nos recrearemos de espíritu y de arcilla,
venid, no habrá más guerras ni habrá más desatinos
pues todas las contiendas serán soplo y suspiros
de amor, declaraciones flagrantes de la vida.








IV CANCIÓN DE FUEGO

Venid los tripulantes de naves asesinas,
quebrad los cigüeñales de todos los motores,
que no maten más aire las sucias combustiones
ni en las venas metálicas corra la gasolina.
Construiremos carrozas ligeras y tractores
movidos por la fuerza esencial del universo,
que vibra en los sutiles pegasos del dios Helios
y mueven hipocampos de mares superiores.
Domad el fuego vivo que os arde en los volcanes
del pecho y prisionero llevadle, nunca dueño,
sumiso del monarca que rige nuestro imperio
de simientes ansiosas de chispas siderales.

Venid y veros tenues luciérnagas ardiendo,
llenad toda la tierra con vuestras luces trémulas,
¡Saberos llamas vivas, velas, antorchas, lenguas
de fuego mientras arde su cera y van muriendo!
Arded, no tengáis miedo al vuelo de las pavesas
ni a que vuestros pabilos se vayan consumiendo,
que si no ardemos vivos ¿Para qué viviremos
si no es la vida más que el temblor de la candela?...
Venid, surtid candiles, labrad, prended las mechas,
sembrad, la sombra es mucha y urgente es la tarea
de alumbrar que nos llama a la plaza de esta aldea:
¡A la campiña hermanos, que es hora de la siembra!






PLATÓN  TE  LLAMA

«Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre
 y eso es lo que realmente somos.»
José Saramago: Ensayo sobre la ceguera.


Hermano sal, no temas,
deserta de esta cueva,
deja que te desate los ojos y las manos,
desenreda las piernas,
 desentumece el alma,
aunque te cueste, álzate
 y atrévete a escalar
este espeso pasillo que amasan las tinieblas;
hermano,
         sube,
            mira que el sol te está esperando.
Hermano sube, yergue
tus huesos, tu entrecejo,
camina, tente arriba;
domina tus temblores
y aunque te tambalees,
dirígete a tu estrella,
con los miembros dispuestos y el ansia en los pulmones,
busca inhalar el soplo del cosmos que te llega
en hilos delicados,
calientes,
                       ambarinos…

Las sombras que tú crees la verdad aquilatada
no son más que artimañas que luchan por tenerte
esclavo de una noche que burla tu destino
y alimentan su ser de tu engaño angustiado;
no son más que reflejos de farsas,
temerosas
del triunfo de la luz sobre tu fontanela;
temen que al fin enfoques tu vista sorprendida
en colores y en bordes que nunca habías soñado;
temerosas que notes la trama,
la red cósmica
que todo lo penetra y que todo lo sostiene,
que todo lo equilibra desde afuera hacia adentro,
desde abajo hacia arriba,
de lo nimio a lo inmenso.

Por eso no te quedes sentado en la penumbra
barruntando presagios de barro y de ceniza,
no resignes tu frente a este duelo de arcilla
ahumada en el añejo sudor de la impotencia;
levanta tus pupilas,
estira tus alcances,
eriza tus sentidos y alarga tus antenas,
tente de pie sin miedo,
                                                           echa a andar con firmeza;
no temas a caer;
que si caes,
 tu caída
será leve,
 el tropiezo te servirá de avance;
y aunque la luz al pronto te deje casi ciego
y te sientas violado en las cuencas de los ojos,
no cedas,              no te ahogues,                      respira,          sobreponte.

Hermano,
sal sin miedo de esta oscura caverna,
que tienes la otra orilla a la última zancada
no te mantengas preso en los chorros de aire negro,
 no malvivas esclavo de los miedos ajenos
    ni olvides que viniste a agrandar a Dios contigo.
Hermano no te venzas,
tú nunca te traiciones,
no des tu voluntad a torcer aunque te duela,
no dejes que la sombra te gane la partida,
que ese mar que lloraste ya limpió tus ventanas;
y si duró la noche fue por parir al alba
la esencia que fraguó tu camino y tu morada.

Que el sol te está esperando,
no tardes, que amanece,
que te conocerás en tu talla y tu tamaño,
busca dentro de ti la simiente que te estira,
la fe que te sembró,
 ese punto de luz densa
que teje tu verdad y que eriza tus estambres;
espera a que tus sienes la descubran y crezcan
y se rompan tus moldes y los moldes de afuera.
Descubrirás tu traje, tu casa, tu altozano,
tu tiempo sin agujas, tu valle sin mesura,
conocerás la tribu escondida que te encumbra
y el círculo de reyes que te estará aguardando…
Instálate en el centro de tu estancia dorada,
apacigua tu imperio y enciende tu corona…

(Publicado en la revista “Espacio Habitado”, Sevilla, octubre 2011)






LUZ    DE   NOCHE

A quien diga que es negra la noche se lo niego,  
porque sé que la sombra nos ata y nos engaña
y tejen con su brea mil esclavas arañas
los barrotes bastardos de los desasosiegos.
Hay muchos que cultivan la bruma en las entrañas
afirmando, ateridos, que la Luz es mentira
y la palabra blanca y el alba prometida
sólo cuentos de nadas… y en vez de vivir mueren
ajenos al milagro de los amaneceres,
con terquedad de topos sepultados en vida.

La noche prende el fuego dorado de los sueños
y copula con todos sus fieles pretendientes
mas guarda sus secretos como virgen prudente,
para alumbrarnos nuevos como hijos primogénitos.
Ella mantiene ardiendo el ascua en la simiente,
doma la luz salvaje, engarza y amalgama
los granos en aljófares de moras y granadas
con su galvanoplastia de madre siempre encinta;
ella se confabula con el agua escondida
y roba a la canícula nuestra savia agostada.

La noche monta guardia en el pozo del olvido,
la noche nos amasa, nos ama, nos macera
y nos baña en nosotros, nos blanquea la ceguera
sacándonos del necio manicomio de los vivos.
Libera almas de hadas que airean y regeneran
nuestras alas de ave empolvadas de ceniza
y nos lleva en estrellas errantes y huidizas
de nuestras almohadas a los altos jardines
en donde nuestros ojos brotaron, bailarines,
de la luz que nos traga siendo nuestra nodriza.

(Publicado en La Luna en Verso, Antología de la I Noche en Blanco, Granada, octubre 2013)







AGUA NARANJA TU SEXO

               Soneto Dual de amor sexuado.
                             (Chacra 2: Swadhisthana)

...spiritus Dei ferebatur super aquas.
(LIBER  GENESIS  1, 2)

Gruesa sube por mí, creciente, la marea
lunar de los adentros de todos mis adentros;
y llego, inundación, tormenta del deseo
a anegar tu jardín, tu terrena frontera.

Agua clara es mi deseo con sed de otros arroyos
donde tu sed aflora deseosa..., deseada...,
danzan las dos buscando caños dulces y  lágrimas,                                                   
perdiéndose en un baile de cálices y brotos.

Tú vienes hacia mí desde fuentes caudales
con la fuerza agolpada de flujos y querencias,
quebrando sin vencerlas las leves resistencias,
venciendo sin romperlos los tenues desniveles.

Tú eras nieve y ahora eres ola embravecida
donde se ahoga el colmado canal de mis deseos,
vinientes de un lugar donde duermen los hielos,
camino hacia una mar de ondas lentecidas.

Tú me buscas... te busco en lagunas cavernosas,
yo te busco... me buscas en venas terrenales
nos buscamos en yemas, en pétalos y en hojas.

Tú me encuentras... te encuentro llorando en las cascadas,
yo te hallo y me hallas manando en fontanares
nuestras aguas rebosan el mar de las miradas.

Yo te invado, me agrando, me acoges, te engrandeces,
se remueve la tierra debajo de la carne...
Dios se siembra en el ponto dulce de tu vientre.

Somos dos, somos Dios, somos una consciencia;
El Principio del Verbo en hogueras boreales
que prenden y prometen la luz a la existencia.

(Del poemario «La Esencia Prometida», 2010)




"El agua de José Puerto Cuenca", 
por Manuel Guerrero Cabrera


La noticia de que Agua por la Fontanela (Ayto. de Priego, 2013), el último libro del poeta lucentino José Puerto Cuenca, aparezca en la lista de candidatos al Premio Andalucía de la Crítica 2014, es un buen motivo para revisarlo y dejarnos refrescar nuevamente por los versos que componen este volumen, que en su presentación en Priego convocó a un centenar de personas, principalmente del sur de Córdoba. En este sentido, este hecho es muestra de la personal y afanosa mixtura de lo culto y de lo popular de su obra, ya que en su obra conjuga «la expresión culta con las voces castizas y la ironía con la solemnidad», según palabras del propio poeta. Incluso, en esta línea podemos comprender mejor la fusión de lo cristiano con lo oriental en La esencia prometida (Juan de Mairena y de Libros, 2010), el título inmediatamente anterior a la obra que tratamos aquí. Pero no nos engañe este breve recorrido, ya que José Puerto es un poeta de senectud en su poética.

Tanto desde el título como desde los poemas, el líquido elemento es fundamental y, al igual que es sinónimo de vida en la naturaleza, también es sinónimo de lirismo en el papel. El primer poema, «Bautizo en Priego», vierte un componente simbólico en cada estrofa hasta que se limpia y se siente nuevo, con aspectos característicos de lo popular de Priego, mediante un verso culto:

soy domingo en mayo y hornazo bendito,
pincel de Lozano y cincel de Cubero,
turrolate, tafetán y travertino,
telar de agua con geranios, cal, sol… ¡Priego!

En el poema siguiente, el extenso «Canto del aldeano», premiado con el Premio Castillo de Cortegana 2003, hay una parte dedicada al agua, en conjunción con el resto de los elementos. Su estilo llena de amplitud el verso y, al mismo tiempo, lo hace profundo, como los surcos en la simiente:

Arded, no tengáis miedo al vuelo de las pavesas
ni a que vuestros pabilos se vayan consumiendo,
que si no ardemos vivos, ¿Para qué viviremos
si no es la vida más que el temblor de la candela?

«Mi alma luzandante» y «Elegía a Diana» vuelven a fundir muy acertadamente en una las vetas popular y culta de José Puerto. El primero es un juego que parte de lo andaluz del título y que consigue realizar un recorrido por la tierra del sur de España con la espiritualidad del alma. En cuanto al segundo, recogiendo los ecos de Miguel Hernández, de quien sabemos sobradamente su tarea de pastor, y relacionando desde lo culto las églogas de Garcilaso y otros poetas, compone un divertido homenaje a la vida entre cabras y, en especial, a la muerte de la cabra Diana:

Me dará su leche vivificante
y cuajaré mis poemas más sabrosos
en versos blancos de poeta rumiante;
os los daré en taquitos generosos
plenos de su poder letificante.

Para el aldeano y para el cabrero el agua es importante, tanto que, como ocurre en «El tiempo de Zambra», todo se identifica con ella:

Y es que el tiempo de Zambra es el agua.

De ahí que lleguemos a los poemas finales, donde el elemento vuelve a ser protagonista. En «Río» es deseo que moja y anhelo líquido, en giros propios de lo popular o del estilo de aire popular del ya citado Hernández:

Por el día ya soñabas las aguas
de las lluvias y pozos y mares,
todas en un sorbo beberlas soñabas.

Finalmente, «Te quiero como agua eterna», que cierra el volumen, es el texto más fascinante, pues no solamente es tan rico en imágenes y sugerencias fonéticas, como en los anteriores, sino también por el loco afán amoroso que incita en cada estrofa:

Quiero mojar tus bancales sedientos,
empapar tu entraña de deseo sin medida
la gleba abrasada, las eras ansiosas,
trazar en tu vientre surcos apretados,
plantar las simientes morenas, doradas
y verdes y rojas y malvas y púrpuras,
quisiera que el agua
te inunde las grutas del cuerpo y del alma.

Cuerpo y alma, dualidad de lo terrenal y lo espiritual, que es lo característico de la poética de José Puerto, quien bien sabe que unirlas no es tarea fácil y que al conseguirlo:

quiero que seamos un río infinito
de aves de cristales, te quiero y nos quiero
como rueda incansable y eterna de agua.

Deseo mucha suerte para el Premio Andalucía de la Crítica a Agua por la Fontanela, cuyo autor ya de por sí reconoce que formar parte de ese listado es el verdadero premio: el de leer su nombre junto a autores reconocidos como Antonio Luis Ginés, Dolors Alberola, Joaquín Pérez Azaústre o Francisco Basallote. Y no quiero dejar atrás a quienes, también reconocidos, los conozco mejor y, por ello, tengo en estima, como Maricruz Garrido, Jesús Cárdenas, Rocío Hernández Triano, Ana Isabel Alvea y Carmen Ramos.




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