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jueves, 21 de agosto de 2014

JORGE ERNESTO LEIVA SAMPER [10.986]


Jorge E Pardo, Lola de Acosta y Jorge Ernesto Leiva


Jorge Ernesto Leiva Samper

(Nacido en Ibagué, Colombia en 1936 - Murió en el año 2008) significa también la aparición de una obra basada en una solida posición ante el mundo, desde el compromiso social, lo pasional y amatorio, pero también desde el pensamiento filosófico. 

Su vida fue toda una aventura. Algunos lo han llamado mitómano, fabulador, historiador, narrador, poeta. Su actividad académica, lo llevó a participar en los movimientos estudiantiles en París. Tras Mayo del 68, viajaría por Europa y Asia. Fue allí donde participó en la llamada Revolución Cultural China. 

Sus versos son reconocidos por la madurez de su contenido. Por ello fue recopilado en varias antologías de poesía colombiana. Además de ser traducido al sueco, francés, inglés, chino, y es considerado como una de las voces más brillantes tras la generación de “Mito”. 

Cursó sus estudios de bachillerato en el colegio de San Simón, graduándose luego en derecho y ciencias políticas en la Universidad Libre. Se especializó en La Sorbona, de París y en la Universidad de Pekín, en China. Hizo estudios de humanidades, historia y filosofía. Dentro de su actividad pedagógica se desempeñó como profesor en la Universidad del Valle y el Muro Blanco. Fue director de Extensión Cultural en la Universidad del Tolima y director del Instituto Tolimense de Cultura. Está incluido en importantes antologías y ha publicado los libros de poemas: No es una canción, Poemas de ausencia, La ceniza es el infinito, Diario de invierno, Territorios y ausencias, Memoria de los caminos. En el 2004 publicó La siesta de los dioses y otros poemas.







ESTE INVIERNO 

Este invierno como un oso blanco 
quiere siempre detener nuestro paso 
el pobre viejo Gerard fuma su pipa 
y escupe en el charco 
donde su vida parece que se consumiera. 
Este sol de invierno 
es una fruta de menta que no alegra 
me lavo los cabellos con agua de rocas 
y en los bulevares 
la nieve quema mis labios de trópico 
estas manos de mestizo blanco 
las lanzo al aire, las libero 
para sentir entre la sangre 
esa alegría de festejos glaciales. 
El viejo Gerard me entrega su amistad con una sonrisa. 
Tanto invierno en la vida de Gerard 







CUALQUIER DÍA

Cualquier día de invierno es suficiente para morir  
Pasa la gente con la nieve sobre los hombros
Y nadie se pregunta nada 
En el café alguien lee el periódico 
y espera pensativo
dónde habrá de sentarse la mujer que cruza la calle.
Mientras tomo un poco de café  
se oyen las sirenas de los automóviles 
porque pasa el señor O.T.A.N 
no se quien pueda ser el señor O.T.A.N  
pero dicen que acaba de negociar la tierra.
Cualquier día de invierno es suficiente para morir 





Estocolmo

Nuestra casa
queda sobre una roca en Estocolmo,
por sus ventanas entran las canciones
de los marineros ebrios
y un pedazo de mar penetra en nuestro
territorio.
Tengo una mujer
que me sacude el polvo de las camisas
y me perfuma las axilas,
en la fábrica
me alegra la condición de obrero
mi cuello engrasado
y mis brazos oscuros de ferroviario.
Me encanta el color de los cabellos
de la mujer que junto a mí
manipula y aceita una máquina
y me alegra aún más su maternidad.
Nadie suspenderá el movimiento de los cilindros
ni de la rueda que amasa las poleas,
me alegro de todo eso
el horno y la herramienta
la fundición y la convalecencia del acero,
la rigidez del martillo
y el llanto alegre de los tornillos
el espejo de los aluminios
el ruido de la ebullición
y el lenguaje de las canteras,
me alegra en fin
la adolescencia de las cosas nuevas.






EN LA RUE DE MÉDICIS 

Noviembre cae a trozos sobre la superficie 
y el tiempo permanece con su apodo glacial. 

En esta tarde todo canta a las bondades
de las distribución
las sillas ocupadas
la satisfacción del reciente apetito
los cereales acumulados sobre las estanterías
dan esa sensación propia del abastecimiento. 
En la Rue de Médicis
una vieja enumera sus castañas
los amantes se besan contra los muros 
y los pintores abrigados
dibujan las azoteas. 
Por la Rue de Médicis pasan delante de la tarde
el oriental con sus ojos horizontes
el latino de acento flexible
el africano con su bello color de tierra 
y pasa también el rubio de Escandinavia. 
La vieja anuncia ahora sus castañas. 

En esta tarde de noviembre cualquier habitante
de la tierra debe sentir pesada su osamenta
nadie debe dudarlo
ni decir que siente lástima en las uñas. 
Por todo el mundo se anunció 
“Una bomba ha caído sobre una escuela 
de niños en Vietnam”
a estas horas loros plenipotenciarios
estarán bebiendo sangre fresca
mientras una ciudad humeante agoniza
bajo las estrellas de bambú 
y el tiempo permanece con su apodo glacial






LOS BOMBILLOS HÚMEDOS 

Los bombillos húmedos por la lluvia 
parecen estrellas de aceite entre la bruma
el reflejo de los monumentos 
sobre los baldosines 
y un largo desfile de árboles
bajo los que se besan los enamorados de nylon 
yo bebí en los labios de esa mujer 
el agua de las hojas simples
Ya viene la primavera
con su flor tierna
a meterse intacta
en nuestra adolescente alegría 
Los primeros turistas saborean helados de vainilla 
y no visten de invierno
porque esperan el sol 
en las avenidas 
Aún nos tiemblan los dientes
al decirnos hasta luego
tomo sus manos frías 
y hundo mis labios
entre sus cabellos






LA DISTANCIA Y SU RELOJ 

La distancia y su reloj maniático
las chimeneas y sus cráteres carbónicos
la iglesia de enfrente 
y sus palomas violadas 
pienso en la inmortalidad del silencio
en la insistencia de ser  
y de durar 
con la ropa puesta sobre los huesos 
pienso que no se debiera morir 
que durar es resistir 
que preparar jornadas es incorporarse
al oficio de los paranoicos 
pienso durar el instante
proyectarme en la sombra de mis vecindades
originarme en el beso de una mujer  
y regarme de oficio
con el agua bendita de los niños. 
Pienso durar la vida
imaginarme por un momento
la siesta de los suicidas 
y reír de apetito 


frente a la gula de los pájaros

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