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viernes, 20 de septiembre de 2013

ROSA CRUCHAGA DE WALKER [10.532]


Rosa Cruchaga de Walker 

(Nació en Santiago de Chile, 1931), poetisa y profesora chilena.

"La poesía interrogativa de Rosa Cruchaga trepa por los sentidos haciéndose preguntas transparentes: es una enredadera de cristal. Inocencia y examen, conciencia y contradicción forman sus esencias, tanto el asombro infantil como la exploración metafísica no se dan tregua en su canto."
—Pablo Neruda, prólogo de Raudal, 1969.
En su adolescencia vivió en Nueva York. Se casó con el ingeniero Patricio Walker en 1954, matrimonio del cual nacieron 5 hijos.
En 1959 realizó estudios de poesía en la Universidad de Concepción con los maestros Alfredo Lefebvre y Miguel de Arteche, tras lo cual comenzó a producir sus primeros libros de poesía, entre ellos Desistimiento (1959), con el que ganó el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile, Después de tanto mar (1963), y La piragua (1964), que le valió un premio del Diario El Sur.
Con su familia vivió en España entre 1970 y 1976, donde escribió Poesías (1970) y Raudal (1971), éste último con prólogo de Pablo Neruda.
Estudió pedagogía en Castellano en la Pontificia Universidad Católica de Chile, desde donde egresó en 1982 con la tesis "Revisión de la crítica a la obra de Juan Carlos Onetti", y además recibió el título de profesora de Religión por la Escuela Normal de Angol. En 1984 se convirtió en la primera mujer en ser nombrada miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, ocupando el sillón nº7.

Obras

Poesía

Descendimiento (1959)
Después de tanto mar (1963)
Ramas sin fondo (1967)
Poesías (1970)
Raudal (1971)
Elegía jubilosa (1977)
Bajo la piel del aire (1978)
Otro cantar (1983)
Sobremundo (1985)
Antología breve (1987)
La jarra oscura (2002)

Prosa

La piragua (1964)
Quién soy yo en las Letras Chilenas (1983)
Mi experiencia de creación poética (1985)





Sé que me voy

Sé que me voy. Me voy retrocediendo
como el salmón que vuelve cuna arriba.
No alcancé nunca el mar, estando viva.
No llegaré a las cumbres, falleciendo.

Sé que te vas, te vas y no queriendo:
como una esponja amarga y fugitiva.
Hasta el fondo del mar con tu saliva,
sobre la arena rosa oscureciendo.

Sé que te vas de mí. Que nada queda:
ni un rastro ni algún sauce que nos pueda
llorar de bruces arañando el río.

Yo nunca llegué al mar. Yo nunca: siendo
que aquel morir inmerso era lo mío.
Y qué. Me voy. Te vas. Nos vamos yendo.


en El soneto chileno, 2013




MOMENTOS POÉTICOS, CONTADOS POR ROSA CRUCHAGA

DE SU BLOG: http://rosacruchagadewalker.cl/

Tenía yo 15 años y con mi madre partimos a Nueva York, a casa de mis hermanos Maruja y Fernando Salas. Fui un año al Pelham High School, en New Rochelle, pero mi inglés hasta hoy día sólo permite un buen diálogo con quienes lo hablan pésimo. El latín tardío, estudiado en la Universidad Católica, a los 40 años, fue mejor. Pude traducir mi poema "Trenes" al latín, pero por anacronismos del diccionario debí sustituir los trenes mismos por galeras voluntarias. El poema en cuestión en lengua vernácula dice así:



TRENES

He pasado la vida viendo irse las gentes,
y quedar los pasillos y volverse los trenes.
He cerrado el balcón y he enfundado los muebles
cada vez que se van los que quedan presentes. 

Como estas realidades no son satisfactorias,
las compenso invitando a gentes ingeniosas.
Y la risa me suena a un grito de gaviotas
cuando parten mecidas por las últimas copas. 

Voy pasando la vida como quedan los puentes,
remecidos por siglos pero inmóviles siempre.
Comenzando en la infancia de los sauzales verdes
y siguiendo en el humo que dejaron los trenes.




Si se me preguntara cuál ha sido mi mayor falla en mi expresión poética, yo respondería pluralmente. Mi principal error fue el afán de esconderme, con pudor tradicionalista. Por callar demasiado los tabúes anatematizados por la Iglesia preconciliar, dejé inexplícitas en mi poesía algunas realidades que, en tiempos en que escribí esos poemas, la sociedad juzgaba como crudas. Así, con buena intención escamoteé bellezas creadas por Dios. Este defecto se ve especialmente en mi libro "Después de tanto mar". En él la simbología encubridora llegó a tal exceso, que hay poemas que al correr de los años, incluso para mí, resultan apenas comprensibles. 
Otro error lo constituyó, mi "conceptismo" exagerado. Resultado de una admiración —de enana— hacia la gigantesca figura de don Francisco de Quevedo. Esta falla se notaría especialmente en el pequeño libro titulado "Otro cantar", publicado como separata, por revista "Mapocho". En esta obra, y específicamente en el poema "Desayuno con Pandora" el defecto sobresale. No obstante este mismo texto fascina a un gran vate chileno, al cual le parece logradísimo. 


Este es el poema "Desayuno con Pandora": 

Mi miedo a esta "merme helada"
por mi pan viene avanzando.
Pandora tapa el envase
con sus eternos jamases. 

Revuelvo unos "tés remotos"
que Pandora va expandiendo.
Y están sonándome roncos
estos terrones deshechos. 

La leche huyendo a las llamas
ya sube y casi se asoma.
Tras que mi servido acaba:
se habrá de quebrar la loza.

Mientras consumo este zumo
de diluviosa manzana,
casi en futuro conjugo:
cuanto Pandora estrujaba. 

El pan que dora Pandora
cruje bailando en mi boca.
Y aunque el tostador yo llevo:
Pandora lleva el pandero.





Por el año 1962 volvieron de su embajada en Centroamérica Raquel Tapia y Juan Guzmán Cruchaga y se establecieron en Santiago, alentándome ya por una vida con invariable cariño. Tenía él una valoración sobrenatural de la amistad. En su poema de despedida a unos amigos suyos (que se halló en su velador), habla de esperarlos "al otro lado del mar". El mar para el era símbolo de todo lo insuperable en belleza, talento y bondades. Siempre vivió cerca del mar. Y a su manera fue fiel a Dios. Guzmán Cruchaga tenía sus propias normas estéticas y era generoso en comunicarlas y compartirlas. Me aconsejaba que no apuntase a caza mayor, a los temas ambiciosos, que suelen quedar grandes a poetas de talla normal. Me decía: "Sí en poesía usted hace puntería a asuntos enormes como la muerte, o la divinidad, o la felicidad, es como apuntarle a un león. Y probablemente usted acabará devorada .. . Pero, si en cambio, usted le canta a cosas sencillas cotidianas, éstas son como pajarillos, que a uno lo encumbran, cuando ellos emprenden el vuelo por sí mismos". Cuando tiempo después fui a visitarlos a Viña, estaba su silla mecedora, sola, frente al mar. 
Para él escribí este poema:


A LA MUERTE DE UN POETA 

Tu mecedora tal vez
indecisa quedará,
entre la arena por mil
y la resaca por más.
Haciéndole NO al morir
el vaivén continuará. 

Va a alzar su tapa tu piano
si el cielo lo toca.
Y si sale nota de Sol,
cesará el trémulo en Mi.
Si acaso se inclina Dios,
a tu caja de violín: 
Aunque tu silla haga No,
daré por sentado el Si. 

Cuando retruene el timbal
que al mal tiempo pondrá fin,
el oleaje sonreirá
como un canoso perfil. 

Por fin veremos el mar
que nos saldrá a recibir.
Aunque tu silla sin ti:
siga jadeando un jamás.






Meses antes de dejar Madrid tuve carta de Chile en que se me participaba la muerte de Mercedes Aívarez, la nana de mis hijos. Recuerdo que, llorando, surgió allí el único poema que no requirió correcciones:
Se titula, AVENIDA LA PAZ 

(A Mercedes Álvarez) 

Por fin, tosca Mercedes, te refinas. 
Te han puesto en un cajón con indulgencias. 
Y te llevan, cubierta por hortensias 
que plantaste, a la tierra en que terminas. 

Por fin sin reumatismo. Y no caminas
arrastrando en pantuflas tus paciencias.
Vas en hombros, hoy te hacen reverencias:
los amos de jardines y cocinas. 

Hoy tus flores barriendo las basuras.
Hoy es viernes de feria y no te apuras:
Pues nadie hoy te dirá: "te has atrasado".

Por la calle del río y del Mercado
al descanso —Mercedes que has comprado—.
En tu cesta te vas. Entre verduras ...



Si se me preguntara cuál de las obras estudiadas desearía yo haber escrito ... contestaría que el "Pájaro Azul" de Maurice Maeterlinck. Aunque me apena que su autor, siendo un alumno de Loyola, apostató de tan insuperable formación. En su obra onírica "El Pájaro Azul" me siento interpretada, por fin. Allí Maeterlinck expresa que la felicidad humana, que es del color azul de un pájaro, se pierde cuando uno pretende atraparlo. Pues el ave de azul intenso se diluye en bandadas de pájaros celestes... Confieso que la personalidad de Maeterlinck me fascina y me asusta, pues fue, a mi juicio, insuperable poeta- sicólogo, en el "Pájaro Azul". Fue científico profundo en microcosmos en sus obras científicas: "Vida de las Abejas" y "Vida de las Hormigas". Pero fue teólogo nihilista en su ensayo acerca de la muerte. Y aunque Premio Nobel en Literatura .. . "de qué le vale al hombre ganar sólo este mundo". 
Para compensar esta desequilibrada admiración por el autor de "El Pájaro Azul", escribí unas parcas líneas recurriendo al teísmo aterrizado de Santa Teresa de Avila. Recurrí a su fe y a su estilo —hasta donde yo puedo —en las dos estrofas que dicen así:


No sé mi Dios, qué busco y qué rehúyo
en tanto menester diverso. Cuyo
resultado común es descontento. 

Pero barro, y mi polvo se hace tuyo:
si te lo llevas en el viento,




Si debiera mencionar temáticas que inspiraron mi poesía, diré: la maternidad, la muerte y la responsabilidad del propio rendimiento, para un resultado que es humano y divino. 
La maternidad, lo que comúnmente para las mujeres ha sido motivo de gozo, para mí ha sido de cavilaciones. Esto por temor de imprimir en los hijos, defectos e imperfecciones, por los cuales yo he padecido anteriormente. 
Es en mi libro "Descendimiento", donde más se destaca ese sentimiento, plagado de dramáticas reflexiones de mujer joven ante cada nueva maternidad. De aquel libro leo el poema:

CRECIENTE 

Tres veces dejé mis ojos
en párpados de mis hijos.
Aún me alzo por atisbarlos,
igual que el vaciado trigo. 

Urdiendo esmeradas carnes,
de fibra y mano he rendido.
Más vacía estoy en venas
que llenaron las del hijo. 

Ya sobro en mis años.
Nadie tan largo y hondo ha sentido 
Por seis brazos los cansancios.
Por tres espaldas los fríos.

Yo, desde niña cobarde:
que a la muerte prefería,
cuando de mí —por fin— huya,
más sola quedo en mis hijas. 

¿Que muero, en el hondo sueño,
si a mis tiernas seis pupilas:
siguen rasgándolas bosques,
y ahogándolas neblinas?

¡Ahí Eternidad sin descanso,
aun cuando el hijo agoniza.
Muero otra vez pero broto,
en el vientre de sus hijas.




La preocupación por la muerte ha sido el móvil de mis estudios particulares y extraacadémicos de teología. A veces sin ninguna coherencia investigaba en los autores de la patrística cristiana, en busca de derroteros a mi alcance, para mi salvación. Como el más influenciado por el tema de la muerte y su irreversibilidad, citaré de mi libro "Bajo la Piel del Aire" el poema "Menta". 
Antes de adentrarme en el poema anunciado quiero advertir que el libro fue publicado por Nascimento y prologado por Scarpa. Pero, por sobre todo, quiero contarles que sufrí mucho mientras la suerte de ese libro se decidía. Había intervenido en su publicación el poeta Víctor Castro con Carlos Nascimento. Cuando fui a Arturo Prat, cuadra 14, a recibir la respuesta de Eliana y Carlos, yo iba nerviosa como al recibir el fallo de una biopsia. Felizmente, mi poético cáncer fue reconocidamente positivo.

MENTA
Por esta puerta de servicio
arrastrándose sobre las negras baldosas:
llegó a morirse LUTHER KING. Anteayer,
Viernes Santo de mil novecientos sesenta y ocho,
con el pecho traspasado
por una pastilla de menta.

Son heladas las mentas que congelaron a Marilyn. 
Y  las que los turistas dan a las palomas:
que se hundirán, con Venecia.

Mentas heladas los ojos del Paraíso Perdido.
Las rodillas enanas del pintor de cancanes. 
Y  las sienes suicidas, que ya pintaron girasoles.

Un collar de mentas partió en dos,
a una austríaca - francesa. 
y de una menta hermafrodita brotaron gemelos:
el príncipe de Dublín, y su africana golondrina. 

Con treinta mentas heladas 
compramos la salvación. Durante otro imperio. 
Y  a veces, se nubla en el cielo:
La pastilla de menta...




El tema del rendimiento personal ha sido otra obsesión de mi vida. En mi concepto, la máxima evangélica "Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos", no me favorecería, debido a mi preocupación permanente, poco confiada. Creo que si yo alcanzo ese inefable reino, sería sólo por mi adhesión a la Pasión de Cristo. 
Para finalizar querría incluir el más optimista de mis poemas religiosos. Se intitula "Por encima" y pertenece al libro "Raudal".

Por encima de la aurora, 
Dios dormido es de un negro inmancillable. 
Con su otro infinito iluminado: 
un poco, me amanezco. 

De Dios tengo las mitades,
en mi mano sombreada, y la que fulge.
Nada puedo escribir sin que me falte.
Nada puedo esquivar: sin que me inunde.









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