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miércoles, 20 de febrero de 2013

SANTIAGO ANGUIZOLA DELGADO [9376]




SANTIAGO ANGUIZOLA DELGADO
(1898-1980)

Nació en David (Chiriquí), cabecera del territorio más oriental de la República de Panamá, rica región agrícola y ganadera, en cuyas Escuelas de los Hermanos Cristianos de la Congregación de San Juan Bautista de la Salle estudió.

Su afán de lector le convirtió pronto en literato, y su vocación de periodista se ha caracterizado por su independencia de criterio. El poeta fue director del diario Ecos del Valle, de su ciudad natal.

Su poesía es una constante loa a las excelencias y virtudes de su tierra, circunstancia que le ha merecido la consideración unánime de poeta regional. Lo cual no deja de constituir un meritorio ejemplo en un país donde toda inteligencia beligrante se dejó arrastrar siempre por el prestigio y la atracción de la capital.

Con fórmulas métricas clásicas y sentires románticos, su poesía tiene toda la vitalidad de su tierra chiricana. La chiricanidad es su nota distintiva.

Murió en su finca de Rovira en el año 1980.





Dios

Dios no cabe en los templos: su grandeza
tanta es que ocupa el universo entero,
vive en la pequeñez de la pavesa
y alienta tras la lumbre del lucero.

El es la voz de la Naturaleza,
único, inacabable y verdadero.
El tiende el manto de la noche espesa
y difunde la luz del sol de Enero.

Dios no cabe en los templos de la tierra
y, pues que todo su poder lo encierra,
su culto debe estar en cada cosa:

llámese mar o cielo, nube o viento,
vida o muerte, ventura o sufrimiento,
águila o caracol, oruga o rosa.

Del libro: Soy Chiricano







Canto a Chiriquí

Salve a ti del Dorace
deliciosa región, pródiga tierra,
donde tranquilo yace
en su sueño eternal aquel coloso
que antaño sacudiera
las vértebras del Ande
con cólera que aterra
y convulsiones de Dragón herido.

Por tu suelo, en promesas florecido,
en donde Flora y Ceres
unieron las primicias de sus dones
a la gracia sin par de tus mujeres
y a la noble altivez de tus varones.

Por ese mar que descubrió Balboa
y que besa tus costas, lisonjero;
por tu sol rutilante
que duplica sus lumbres desde Enero,
recibe, oh tierra, sempiterna loa.

Recíbela también por esa lluvia
que fecunda tus campos.
Por los sedeños lampos
de la luna más bella
que sobre el mundo viera el ser humano
y diera un nombre indígena
AL VALLE DE LA LUNA CHIRICANO.

Tú, en el Cantón de Alanje,
ufanas por su Cristo Milagroso;
y recuerdas que allí probó sus alas
aquel Cóndor, ingenio portentoso,
que a Colombia tuviera subyugada
hasta que, en El Cabrero,
doblegara la frente fatigada.
de su propia conciencia prisionero.

Por Boquete que cuaja entre jardines
de tus cafetos el sabroso fruto
al que rinde el goloso fiel tributo.
Rincón que al ocultarse entre montañas
de tupidas marañas
finge ser el Perdido Paraíso,
porque compite en sin igual hechizo
con el que Adán llorara
y que jamás el hombre recobrara.

Barú, tórrida zona
se refresca entre verdes bananales
do el oro verde apaña avara mano
extraña como la garra de águilas caudales.

Por su mar siempre azul surcan las naves
que el tesoro se llevan
y por el hondo piélago se alejan
con ligereza de marinas aves.
Bugaba es el prodigio
donde regó sus dones el Eterno.
Oíd junto al primor de sus lagunas
la dulce endecha del jilguero tierno.

Si el maíz de Caizán cuaja
en Febrero, en el resto del año
es su entraña el granero
que en milagrosa, pródiga abundancia,
surte vituallas al país entero
con gesto de munífica prestancia.

Boquerón se reclina en el olvido
como nueva princesa de leyenda,
pero muestra por ti cálida ofrenda
en ramillete de vivientes rosas;
eso son sus mujeres, tan preciosas
que a las propias huríes dan sonrojos:
con pupilas como astros tropicales
y dulces labios rojos
que incendian de pasión a los mortales.

Mira en Dolega cómo se cimbrea
la caña que es depósito de mieles.
Por sus llanuras ya no se pasea
el doras que valiente y orgulloso,
pero se escuchan hoy trinos de Alondra,
mariposas de luz vueltas canciones,
que llevan en su vuelo misterioso
la calma a los heridos corazones.

El padre de los ríos
que retozando riegan tus campiñas
ciñe a Gualaca en cinturón de plata.
Allí no muestran pámpanos las viñas,
pero el arroz madura
su fécula jugosa y codiciada
mientras que Hornito irrumpe hacia la altura
para esconder el porvenir brillante
que le espera al que emprenda
la aventura de humillar su cerviz de rudo Atlante.

San Lorenzo se esquiva
como en el monte tímida gacela.
Su pobreza deplora
y su tristeza aviva
sin saber las bellezas que atesora;
y siendo de distritos Cenicienta
se consume en la espera
de algún príncipe azul que en una estrella
algún día por ella
venga desde el país de la quimera.

Claras linfas apuran la corriente
del río que se desliza
a través de San Félix.
y el mismo Febo apasionado irisa.
Allí la vega es manto esmeraldino,
dechado de bellezas admirable,
paisaje de dibujo incomparable
como salido del pincel divino.

Remedios trae la ofrenda
de leyenda viril: cuando al pirata
hizo morder el polvo en la contienda.
El mismo Apolo apacentar querría
los rebaños que pastan sus potreros.
Islas y deltas muestran su verdura
formadas por esteros
o que se imponen a la mar bravía,
desde donde Neptuno
ve trocada en Madona que nos cura
la olímpica figura
y la pagana majestad de Juno.

De la raza vencida
Tolé es refugio. Ved su cordillera
donde el huraño monte
parece desafiar al horizonte.
A su seno se acoge el aborigen
con la suerte infeliz por compañera.
Inútilmente redención espera
y en su frustrado anhelo
busca en la balsería la fatiga
que su dolor mitiga,
allá: donde la sierra toca el cielo.

Por ti David ostenta
la prosapia procera
de un José de Obaldía
que instituyó tu vida, hoy centenaria;
aquí su planta peregrina un día
posó el gran Morazán de estirpe homérica
y mente visionaria
que diera libertad a Centro América;
aquí, nobles Calanchas y Gallegos
por su cultura griegos,
por su valor, romanos,
dignos retoños de la raza ibérica
fueron bardos-guerreros, chiricanos.

Salve a la soberana
que en su Corte, galana maravilla,
entre once estrellas como el Alfa brilla
gloriosa y sobrehumana.
Nunca se viera el cielo
adornado con lumbres siderales
de magnitud tan grande,
como el estrado, donde la realeza
esplende con el sol de la belleza,
Tus vírgenes son flores y luceros,
gemas resplandecientes
que le robaron al Creador sus dones
para lucir como astros refulgentes
y calcinar de amor los corazones.

Salve, tierra dorace
que hoy coronas triunfante los cien años
con júbilo de propios y extraños.
Porque en ti se revela generosa
la mano de Dios mismo, prodigiosa.
Por tu fecunda entraña inextinguible
constante proveedora
de lo que el hombre juzga apetecible.
Salud, Madre Nutricia,
de nuestro Panamá, florón galano;
por ti, en el canto de mi lira inquieta,
quiero juntar la estrofa que acaricia
al trono del profeta,
para que sea mi aliento sobrehumano
y yo pueda exclamar con el poeta
“QUE ES MI GLORIA MAYOR: SER CHIRICANO”.

Del libro: Soy Chiricano








Trabaja

Abra el surco en la gleba tu misma mano;
que el sudor de su rostro fecunde el suelo;
lanza cada semilla con un anhelo
y siembra una esperanza con cada grano.

Trabaja cuanto puedas, que bajo el cielo
nadie ha hecho ninguna labor en vano:
hay siempre una conquista por cada vuelo
y una América oculta tras cada arcano.

Lucha, que aún es tiempo y la vida corta,
la faena comienza, que nada importa
lo fatigosa y larga que ella te sea.

La cosecha es el premio de lo sembrado:
el hombre su sustento debe al arado
y su progreso el mundo debe a la idea.






TORCACES

Bajo el giro incesante de las horas
y con ellas, ligeras y fugaces,
surgen de las montañas soñadoras,
en inquietas bandadas, las torcaces.

Ama el día lo inconstante de sus vuelos
y, sobre el raso gris de sus plumajes,
peinan los aquilones sus anhelos
y tejen las neblinas sus encajes.

La tarde las reviste con sus galas
cuando surcan la atmósfera, gentiles,
y entonces son la magía de las alas
o el celeste primor de los perfiles.

Son las hijas del sol y de las frondas;
por eso, cuando entonan sus arrullos,
destrenza el alba sus guedejas blondas
y entreabren las rosas sus capullos.

Y ya sobre los jobos altaneros,
o allá desde los mangos, en sus nidos,
reflejan el verdor de los potreros
en sus ojos redondos y encendidos.

Entonces vuela su canción errante
con el rumor de pesadumbres viejas,
en añoranzas de un amor distante
que envuelve la tristeza de las quejas.

Cantan a la quietud de los manglares
y a las risueñas fuentes escondidas,
con la tierna canción de los pesares
hecha con trovas de esperanzas idas.

Y hay una inmensa pena en ese canto,
al que los ecos con dolor responden,
como si en cada nota hubiera un llanto
que los arpegios de su voz esconden.

Así, cantando en angustiada espera,
son sorprendidas por destino impío:
rotas las alas por la bala artera
o entre las garras del halcón bravío.

La zozobra de verse perseguidas
las lleva de la cumbre a los cortijos,
y son millares las que caen heridas
desde la rama donde están sus hijos.

Mientras que allá, en el árbol, suspendidos
bajo la fría mirada de los cielos,
son sepulturas los que fueron nidos
y cadáveres yertos los polluelos.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

¨Por qué se ensaña la enemiga suerte
con esos pobres seres, y falaces
las garras despiadadas de la muerte
arrebatan del nido a las torcaces?

¡Ah!, que del mundo los adversos hados
siempre se muestran de injusticia llenos;
mientras cantan victoria los malvados
oprime el peso del dolor los buenos.

Que un supremo ananké marca el estigma
del mal sobre la frente combatida,
para hacernos esclavos del enigma
o los tristes libertos de la vida.
A muerte condenados en la cuna
inútil es que se demande gracia,
que a todo el que sonríe la fortuna
lo acecha entre la sombra la desgracia.

Detrás de cada rosa hay mil espinas,
tras de ese cielo azul se halla el vacío,
tras la hiedra pomposa están las ruinas,
y, logrado un placer, viene el hastío.

Sufrir: he allí, no más, lo único cierto;
la vida, en realidad, no es otra cosa
que el paso por un árido desierto
en busca de una cruz y de una fosa.

Vida no es nube que se lleva el viento;
vida es el palpitar en la agonía;
es la maga que llena el pensamiento
de una amarga y letal filosofía.

Dios, la esperanza del linaje humano,
se oculta del Arcano en lo profundo,
en tanto que el dolor, cual soberano,
es el árbitro omnímodo del mundo.

.. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

¨Quién lanza esas endechas gemidoras
que en lágrimas parecen empapadas... ?
Es el manso rumor con que las horas
se alejan de las almas desoladas.

Son torcaces que pasan, son los años
de la radiante juventud perdida,
es la banda primer de desengaños
que en el confiado corazón anida.

Es la quejumbre que del alma emana
al golpe de las crueles asechanzas,
es la voz funeral de la campana
que dobla por las muertas esperanzas.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

¡Oh torcaz, que en mi mente de poeta
surges para el dolor evocadora,
como cigüeña que a Valencia inquieta
o como garza que a Miró enamora!

Tú que la queja a la canción engarzas
mientras cubres el nido donde sueñas,
tienes fiebre de azul, como las garzas,
o de cielo embriaguez, cual las cigüeñas.

Tú que atesoras la virtud arcana
que fortifica el alma del cobarde,
y hallas las alegrías de la mañana
en las melancolías, de la tarde,

bríndame una canción, una de aquellas
que tienen tal poder y tal encanto
que provocan el llanto, y en estrellas
las lágrimas convierten de ese llanto.

Quiero una blanda melodía doliente
que cante de los buenos la victoria,
que descorra los velos de la mente
y reviva el recuerdo en la memoria,

para dejarle en su armonía sagrada,
cuando disfrute de la eterna calma,
el corazón, a la mujer amada,
y a mi madre adorada: toda el alma.



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