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miércoles, 13 de febrero de 2013

ANA FORNARO [9331]



Ana Fornaro nació en Montevideo en 1983 sin tres cosas fundamentales: amígdalas, manías y sentido de la orientación. Por eso suele tener otitis, es desordenada y apenas sale de su casa debe pedir indicaciones sobre qué calle tomar.
Vive en Buenos Aires desde principios de 2012. Antes pasó una temporada en Lille, donde se licenció en Letras e hizo un master en Literatura Comparada en la Universidad Lille3 Charles de Gaulle. Al día siguiente de defender la tesis se tomó un avión y se fue al Sahara Occidental para realizar un reportaje sobre los saharauis con el fotógrafo brasileño Rogério Ferrari que luego se transformó en un libro. También escribió para la Inrocks francesa.
De nuevo en Uruguay, Fornaro fue editora en la mesa regional de la Agencia FrancePresse (AFP) y en la corresponsalía de la CNN. Siempre fue lectora vertiginosa. El primer libro “para grandes” que leyó fue Desde el Jardín, de Jerzy Kozinski. Lo leyó en la playa y recuerda que Wall Street estaba traducido como La Pared. Siempre estuvo entre la literatura y el periodismo: escribió –y lo sigue haciendo- sobre libros en El País y La Diaria. De este lado de la orilla lo hace en Radar, el suplemento cultural de Página/12. En 2012 publicó De a ratos, un libro de poesía.
Cuando duerme, habla mucho, ríe y hasta canta. Y amanece pensando en lo lindo que sería abrir su propio restaurante. Se fundiría pronto: en su casa cocina –guisos, pescados- para seis personas cuando apenas son dos.





Bombay


I

Trago los pasos amargos que arrinconas en tu guarida
Mientras el aire asosa el último aliento de la tarde
y todo se transforma en parca con bengalas,
te miro transmutar el acaso en tibias bailarinas.
Girando con ellas
voy
escindida.
Escondida.


II

Me siento en el sofá de los elefantes cansados,
en el sillón de las osas viejas.
Entre pelos de colores y perfume de playa rastafari,
me sumerjo en ruinas de actualidad
asfixiando el bombardeo.

Desvergonzada, la pregunta incesante me asedia: Cómo vivo





Tránsito 

Es que estoy desterrada y no lo entiendo.
No entiendo el fragmento
ni el espacio milenario,
ni las botas del Metro.
Me ofenden las hojas salpicadas de líneas
Y las calles angostas.
Las caras hinchadas de siglos mal dormidos,
de cervezas de lujo y tradiciones
Tradiciones
Costumbres de antaño, de edificios flamencos y orgullo de Patria.
Mi Patria, Tu Patria, Su Patria
La Patria que los parió.






Ustedes 

Atragantados con lecturas
por teorías,
desde escuelas
como confeti
vomitan ideas
que creen
que piensan
les pertenecen.

Eructan con olor a Nietzsche
Se sacan un moco
del color de todas las vanguardias
Y ¡oh horror!
Luego se lo comen.

Regurgitan pastiches de años de confusión
para tratar
para intentar
reconstruir la rosa-pólvora

Y seguir así

leudando

la mentira de estar vivos







Irrupciones (III)

Fue ahí cuando la gota de sudor comenzó a desplazarse así patinando desde mi axila hasta mi cintura creo que un momento se desvió e hizo de mi ombligo un contorno para luego volver a la pacífica cavidad de mi costado.
Nunca te enteraste.
Yo seguí boqueando como si nada.






XIII

Hacer pinza los dedos;
tomar un bisturí y disecar el alma.
Ver en ella sus espejos
los reflejos
más espejos.
Por el infinito de plata ir dando un paseo.
Sacar instantáneas del paraje,
frenar la mutación.
Ayer, todas las hojas son perennes.

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