Miroslav Scheuba Rosales, nacido en Iquique (Territorio Inca) un 19 de junio de 1950 es hijo de un checo audaz y de una chilena de padre peruano que por ser Rosales, este abuelo materno, proclive a los árboles genealógicos y tal vez para impresionar a su peluquero, decía descender del padre de don Diego Rosales, sacerdote jesuita que escribió "La Historia General del Reyno de Chile" publicada siglos después por Benjamín Vicuña Mackenna. La verdad que a mi me hubiera gustado descender directamente del sacerdote jesuita, so pena de la ilegitimidad eclesiástica y del escándalo. Miroslav, después de una estadía en México, es autor de "Juanete Camacho, un azteca posmoderno" 2002 (de edición doméstica y muy agotada); ha publicado otro libro: "Trabajando palabras" (Imago Mundi, Buenos Aires 2005) edición agotada, pero que está en este blog http://trabajandolibro.blogspot.com y está trabajando un tercer libro acerca del vino. Miroslav se gana la vida como cocinero y la pierde como bohemio. Por las dudas ya ha escrito su epitafio: "Un cocinero menos, un poeta más." http://poetaycocinero.blogspot.com
Oración Amazónica
¡Oh Señor! desde el corazón enfermo del Amazonas
nosotros los indios de Sudamérica
elevamos a tu corazón esta plegaria:
Aunque Tu no nos veas
nosotros desde la selva
te miramos cuando miramos el cielo.
Aunque Tu no nos oigas
nosotros en la cueva
te escuchamos en silencio.
Aunque Tu no nos hables
nosotros en el medio de la inundación
te hablamos con el pensamiento.
Somos los que tenemos muchos nombres:
Rezando por las tribus de Brasil estamos los Xavantes.
Rezando por las tribus de Colombia estamos los Caucanos.
Rezando por las tribus de Venezuela estamos los Yanomamis.
Aunque otros nos pongan piedras en el camino
con la oración hemos encontrado un camino para agradecer.
Gracias Señor por las lianas de la Fe,
aunque otros sin avisarnos nos pongan lianas electrificadas.
Gracias Señor por los ríos de la esperanza,
ríos que cada día están más contaminados.
Gracias Señor por los árboles de la paciencia
aunque por otros sean talados e incendiados.
Gracias Señor por el aire que respiramos
y aunque a veces es más humo que aire
igual lo compartimos como compartimos el agua y el pan.
Gracias Señor por habernos enseñado a rezar
por nosotros y por los otros
y por nuestro Amazonas, digno de alabanza y digno de perdón.
De "Trabajando palabras"
Como en un árbol en la noche
Algo parecido a una primera palabra
sólo pudo haber salido de la boca del viento.
Luego, de las manos de la arena avanzó
hacia un anfibio o un lagarto
que al sol la pudo llorar y guardar hasta que tuvo alas.
Casi todas las palabras fueron aves y volaron.
En el primer jardín, ella le dijo a él su primera palabra.
En otras primaveras se fueron haciendo aire y agua;
así también, humo y ciénaga se harán las últimas palabras.
Mientras en el canto, nacen, viven, fallecen y se reencarnan
maravillosas, duras, altas, frías, horribles, bellas, perfumadas,
arco iris, acero, mariposa, crimen, vino, ruiseñor,
azafrán, trigo, sal, cúrcuma, girasol, menta y manzana.
En un mundo y en un tiempo, son el sabor, y a veces, el olvido.
Al final en ellas el vértigo de una nueva música las disuelve,
la que sólo puede venir del más oscuro silencio
como en un árbol en la noche.
EN EL LARGO SENDERO DEL VINO
Cada viajero le debe al vino los jardines de Babilonia,
paraíso que por estos días ha conocido el infierno.
De ahora en adelante,
dentro de ese templo que es una bodega
o cada vez que estemos frente a una copa
tomémosla como si todos tuviéramos una gran sed de paz.
En papiros y pergaminos la vid ya estaba escrita
cuando cumplía con su destino
de ser vino trabajado por manos sumerias,
milenios después,
de ser llevado en carruajes asirios
y de haber tenido su precio en la nave fenicia,
como dioses y monumentos tuvo en la antigua Grecia,
donde fue el éxtasis de Dionysos y siglos después,
el movimiento embriagador de las bacantes.
Demás está decir que nos podemos acordar de todo esto
en una tela, en aquel racimo pintado por Caravaggio
que sostiene un Baco adolescente. En el vino está el ayer
y en esos ayeres, Omar Khayyam,
cuyas manos en la taberna
se elevaron en plegaria. En sus rubaiatas
el vino está servido como una rosa silenciosa.
En el brindis el Persa
nos da a probar una roja metáfora:
ese pasajero rubí es la vida.
Hoy en Roma, en Madrid,
en Londres, en Praga, en Buenos Aires,
el vino sigue siendo un respiro necesario.
Con o sin castillo,
de Villón a Baudelaire el mosto
es un gentil amigo de la poesía de Francia.
En América
los primeros sarmientos los cultivaron los Jesuitas,
quienes trabajaron en su trapiche
alegrando el corazón del hombre.
Hombres después
subieron a la cumbre de las palabras
donde Neruda lo dibujó liso como una espada de oro
o suave como un desordenado terciopelo.
A la ribera de un río enamorado,
Borges nos recordó que “fluye rojo
a lo largo de las generaciones
y como el río del tiempo, en su arduo camino,
nos prodiga su fuego, su música y sus leones.”
Toda civilización en su alimento
invoca un ruego mágico y misterioso.
Con el pan y el vino,
pertenecemos a la civilización del amor y del perdón.
Como blanco combatiente o tinto herido,
el valiente vino
condecorado igual que un héroe,
medalla tras medalla,
responde, saluda y sigue.
Ostras con perlas cultivadas
Aprenda
a conocer
las ostras,
las frescas
son egoístas
y cerradas.
Tenga en cuenta
la aritmética
y
no compre
sin
entusiasmo
Piense
en docenas
y alégrese.
Si está oscuro,
triste o melancólico
deje las otras para otro día
y practique el ostracismo.
El segundo relámpago...
es aprender a abrirlas;
es todo un arte.
Si se corta un dedo, insulte.
Luego lávelas con la bondad del agua.
(Ellas hacen el amor en la playa
y siempre están sucias de arena.)
Pruebe a la que considere sospechosa
y si le miente, escúpala. Es un deber
acordarse de tener mucho hielo
y no olvidarse del vino. Mejor con espuma.
Consiga un collar de perlas falsas y suéltelo
sobre el hielo picado, lecho nupcial de ostras
y perlas que si de pura emoción
de falsas pasan a verdaderas, usted es un poeta.
ASADO ARGENTINO
Por estos tiempos la organización de un asado
puede ser anulada por algún compromiso posterior.
No todas las carnicerías han cerrado para siempre
y aún se puede conseguir asado de tira, un buen vacío,
como también chorizos, morcillas y mollejas
que de alguna forma ya pertenecen a los sueños.
Esta costumbre de los gauchos era de los pampas,
indios que cazaban a campo abierto, con lanzas
y boleadoras, ciervos en las aguadas. Los españoles
trajeron caballos y ganado vacuno. Dos veces
fundaron Buenos Aires. Nubes de polvo violento
divisaban desde los mangrullos, mientras el pánico
se aferraba a las rejas de las estancias: ¡Un malón!
Eran el mismo diablo y su magia con los incendios.
Echeverría da más miedo en La Cautiva.
El tiempo de los arados les fue quitando atardeceres
y aprendieron, entre otras cosas,
a comercial hacienda mal habida.
No se han perdido en la naturaleza de la llanura,
indio pampa que por viejo o balazo moría,
en lo temprano de la mañana regresaba como zorzal.
El Curanto Chileno
A cavar un pozo de trueno en la tierra
y a calentar las piedras volcánicas.
Entre ellas se cocinará el curanto para mañana.
Los mapuches, además de abrir el curanto,
sólo esperan cielo sin cenizas y ríos sin lava.
Esas manos, que ahora tejen el tiempo
con la esperanza y el frío y que fueron araucanas
y antes de ayer incendiadas en la historia,
hicieron monedas que iluminaron la noche.
Las cicatrices siguen doliendo en la voz
de Violeta Parra que cantando nos avisa
que tiene ganas de curanto con chapalele.
En esa olla
donde está el alma
del negro suelo
se cocinarán los frutos
de la tierra y del mar:
blancos pollos junto
al inocente cordero
rodeados del candor
del apio y del repollo
tomarán los jugos
de los erizos y las sales
de calamares, almejas,
lapas y mejillones
en un reino subterráneo
de la Isla de Chiloé.
Los chapaleles,
amasados con papas nocturnas,
hoy vemos que fueron sueño y almohada
para este manjar oceánico que nos despierta.
La Causa Peruana
Antes que nada Chabuca Granda en melodía
fina estampa de Lima, solemne en sinfónica neblina.
En agua termal deben hervir once papas amarillas
y cocidas y calientes pasarlas por colador.
De una vasija, dejar caer el silencio del aceite.
Del vergel, el ají silbador; del desierto, la sal.
De un limón, el jugo de su arrepentimiento.
Como si fuera arcilla, amasar el milenario puré
que le pedirá la forma a un molde aro.
Desmoldar
la ofrenda incaica
sobre la doctrina
social de la mesa
dándole riego
con salsa de ají mirasol.
Esa que confiesa
haber cometido diez ajíes
que cayeron en la tentación
de la leche evaporada.
Se convoca a las señoritas
(ostiones ) a ubicarse
en el centro
y alrededor de la cúpula,
previo salto
por el sofrito
que llora el melodrama de la cebolla
y al final se conforma con un yanacona perejil.
Con la tierna sonrisa de un choclo desgranado
se acompaña esta causa que viene del quechua
kausac: lo que alimenta, nutre y sustenta
para poder llegar más allá.
Cereales, hierbas y especias de Bolivia
La quínoa, al igual que el amaranto, son semillas
que tienen la fuerza de los dioses del altiplano;
por proteicas y vigorizantes son muy duras,
más duras que un grano de crueldad.
En la bondad del agua
se remojan una noche
y estarán prontas
para la férrea construcción
de una entrada,
de un guiso
o de un postre
y la humanidad
sufrirá menos el hambre.
Porque en frutos naturales,
América es generosa
con la precolombina
civilización del maíz,
con la glorificación
industrial del tomate
y ahora
con la buena educación de la quínoa:
Hervirla con poca sal,
mientras conversamos un caporal o un bolero.
Mientras tanto, preparamos una salsa colorada
con los rojos suculentos del tomate y del pimentón,
con las hojitas adolescentes del orégano
y con un espolvoreo de especias elementales,
música y orgullo de toda salsa.
Que con sus frescas y verdes novedades
no se quede afuera la comadre albahaca.
Tampoco que falte la rabia del ají compadre
por la equivocada profesión de su madre.
Aljibe
Brocal hogareño
tapiado de azulejos
detenido en el medio
de la canción del patio.
Profundo recuerdo
que despierta con la roldana,
la cadena y el balde.
Amigo del cielo, del subsuelo
y del ruiseñor enamorado
de los violines de la lluvia.
Pescador
Otro fue al río; otro parecido a mí
puso la caña de pescar entre el atardecer
de las tres piedras que siempre están esperando
que alguien las ordene o les pida algo misterioso.
De la trémula caña salía la línea que entraba
en el agua y se quebraba. En algún momento
pasaron algunas horas. Las tres horas que pasan
cuando alguien está pescando cerca de la noche.
La caña se movió y se dobló. Era la luna llena.
Pude observarlo todo, pero yo no estaba.
Cochero
Sobre el pescante avanzamos por la empedrada
calle del suburbio. Es de madrugada y el repicar de los cascos
tiene un ritmo de vals que se encuentra con los árboles.
Atrás ha quedado Palermo y la historia de Domínguez
Palermo.
El camino está anegado por el rayo y el trueno
del dictador fatal que nos maldice con el barro.
El coche con el tiempo se va desarmando.
Las ruedas ya no zigzaguean;
las luces de los faroles se han ido al cielo.
El cansado caballo es ahora el movimiento
de una sombra y lo que agito en el aire
no es un látigo sino una pluma con la que escribo este silencio.
Trampero
El sebo cauteloso ya se aleja dejando una estela
que seguirá en el monte. Unas ramas y una hojas cubren todo,
como las ramas y las hojas del olvido. La luz se está apagando
y los signos de la noche salen de ronda. Entre la neblina
cae el tiempo ajeno a toda medida. Una sombra avanza
y sin hacer el menor ruido se detiene. Duda y espera.
¿Dónde está el engaño que huele a verdad demasiado fácil?
Hay un rastro peligroso que ha dejado el enemigo y algo caliente
queda paralizado en lo más oscuro del instinto,
pero el hambre pesa y hace círculos.
En algún círculo el zorro pisará la trampa.
Estancia
Herencia y valor
de los pioneros del pasado
que resistieron lejanos
y se alambraron a sus ilusiones.
Decidieron quedarse
en lo más difícil e interminable:
en la marea nocturna de la patria.
Todavía hay una apuesta
contra cielo, inundación o sequía,
contra una historia que encima tambalea.
Domador
Sabe que el peligro lo acompaña y se atreve
porque busca el desafío de estar en lo más alto
del miedo vencido, enemigo de la suerte. No sabe
de un destino ya marcado. Tampoco quiere saber
de echarse atrás y perderse en la vergüenza.
No ignora que el valiente también falla y pierde,
pero de algún modo se quiere conocer. Sube
al potro con el corazón en la boca y aferrado cree
que mandará desde arriba. Por un instante de su vida
ya está muerto, ya es un héroe, ya es leyenda.
Baqueano
Recordar, cerrar los ojos y dejar que el caballo
siga por el desconocido sendero de ese pensamiento
entre piedras, laderas y el perfil de la montaña.
Dejar de pensar, abrir los ojos y mover las riendas
para acertar con la encrucijada. Un sexto sentido
encuentra lo que esconde la geografía. Una marca
dejada como al pasar hacia las nubes y el hallazgo
del recodo cambiado por el viento. Pero hay algo
en la memoria que ha quedado, lo ya vivido y lo que falta,
o lo que se está por vivir: la huella del destino.
Guitarrero
Siempre, o casi siempre, cerca del fuego y el humo
en la voluntad de trabajar una nostalgia sacando
algunas cosas escondidas en las cuerdas de la vida:
las victorias del amor y sus posteriores padecimientos,
la obligación de una familia, la escuela y el porvenir.
Las fatales venganzas de la madre naturaleza -cada día
más atenta, inexplicable y rencorosa- . Una tradición
de tierra antigua, el amigo quebradizo, pero solidario.
La soledad y eso que se lleva algo de su silencio, la negra
o la muerte, esa forma de mulita que tiene la eternidad.
Poncho
Pradera y llanura;
canción y cordillera.
Lana en melodía
a la buena circulación
de la pasión por las arterias.
Sentimiento en la trama
hilado infinito y escudo
hecho una fiera en el corazón.
Alfombra que canta desde el telar
en un abrazo de color y de bandera.
Aguatero
De lejos, en la bruma, desde otros siglos,
por la alameda de a caballo y en otra jerga
grita su pregón y anuncia su presencia de barriles.
Avisa que trae una verdad pura, fresca y cristalina,
aunque en el fondo del barril hay algo que no es cierto.
Río ambulante, recuerdo de la sed, servicio a la puerta,
hoy es apenas un ruido que lo lleva y lo trae el olvido,
no el de las calles, sí el del paisano hace rato ya finado.
Y los adoquines lo seguirán viendo pasar de otro modo,
con oscuro nombre de trueno, sobrenombre de burbuja.
Rastreador
Descubrir siguiendo por el hilo pausado
de la claridad a la que no se le duerme ningún detalle.
Percepción, lumbre y albergue –como pedía Capdevila-
“para el personaje que reconoce una huella entre centenares
y sabe si el animal iba lento o no, arriado o a tiro;
reconocer la mula del cura que pasó hace una hora,
ver que el comisario salió para una diligencia,
que el pulpero se fue a pie y todavía no volvió;”
encontrar al perdido en el monte. Hallar el muerto
y luego dar con la carreta donde se esconde el asesino.
Cuatrero
Este pecado seguirá en el Libro. La codicia
de la hacienda de otro dueño. Amigo falso
que conversa sólo para estar al tanto. Va y viene
por la llanura que todavía no lo ha castigado,
al contrario, ya es propietario de unos terrenos
y se dice patrón llenándose la boca. Tiene cómplices
en la partida. Dibuja las guías y otros papeles.
Se hace caudillo y llega con los años al gobierno
modificando el clima. Con las secas y las tormentas
hace la gambeta y ya no es changador sino trovero.
Pulpería
La blanqueada pared
quedó con marcas y relinchos.
Una ventanilla y el pulpero
comprador de cuero y lana.
Del estanciero fiador y también
de la peonada. Una inclinada balanza,
la reja y después los acostados
porrones de tiempo y de ginebra.
De la humilde fiesta, refugio;
del orgulloso payador, academia.
Señora
Una señora de la llanura, de una escondida novela solitaria
y colección de enredaderas. Un perfil de medalla, vestido negro
y recogido en rodete el pelo blanco.
Ha estudiado y combatido plagas, gobiernos y soledades.
Se da cuerda, según una lógica
que viene de sus antepasados, que todavía la siguen de cerca.
Además de bienes y flores, en la fresca lucidez de la mañana
ha ordenado libros y viajes. Sin embargo, todo ha sido un sueño.
Ha muerto al pie de la letra y no ha despertado. Una hija,
que siempre le traía ambrosía y manjar del cielo,
ahora le trae un poema de Bernárdez y el Réquiem de Mozart.
Mangrullo
Anticipación de la barbarie
antiguamente plantada.
Quieto molino
que cerca del cielo
juntaba seguridad.
Estandarte del coraje
en un temor suspendido.
Sismógrafo de malones,
civilización del suelo
con torre y escalera hacia el ayer.
Remate
Suena el llamador. Es alguien de la casa de remates.
Reunidos los peleados herederos no se miran a los ojos
y ahora ya tienen a quien mirar. Canta un reloj francés,
son las cinco en música de Ravel. Dos hijos y tres nietos
no han logrado ponerse de acuerdo con el reparto
de los sonidos y colores de sus mayores. Están las fechas,
el inventario, la dudosa tasación y el remate frontal.
Atardeceres, tapices, libros, roperos, platería y el esplendor
de un pasado solar. Hoy es el último día para Fidelina;
con ella han venido los jazmines que están sobre la cómoda.
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