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viernes, 23 de noviembre de 2012

EROS ALESI [8649]



Eros Alesi (ITALIA.  Ciampiano, Lazio, 1951-Roma, 1971). Poeta. Los pocos poemas que se le conocen fueron publicados por primera vez en 1973, dos años después de su suicidio. 
Eros Alesi es uno de los últimos ejemplos de poeta maldito. Muerto con apenas 20 años, el italiano contempla, en una de sus poesías más lúcidas, a la morfina como la madre fatal, dueña de todas las percepciones 




MAMÁ MORFINA/ Eros Alesi


Querido papá

Tú que estás ahora en las pasturas celestes, en las pasturas terrenas, en las pasturas marinas.
Tú que estás ahora en las pasturas humanas. Tú que vibras en el aire. Tú que amas a tu hijo Alesi Eros.
Tú que has llorado por tu hijo. Tú que sigues su vida con tus vibraciones pasadas y presentes.
Tú que eres amado por tu hijo, Tú el único que estaba en él. Tú a quién llaman muerto, ceniza, mundicia.
Tú que eres mi sombra protectora.
Tú a quien amo en este momento y siento más cercano que cualquier cosa.
Tú que eres y serás la fotocopia de mi vida.

Que tenía 6-7 años cuando te veía Hermoso-fuerte-orgulloso-seguro-arrogante, respetado y temido por los demás, que tenía 10-11 años cuando te miraba violento, ausente, malo, que te veía como un ogro, que te consideraba un Bastardo porque golpeabas a mi mamá.
que tenía 13-14 años cuando yo veía que veías perder tu papel.
que yo veía que veías el surgimiento de mi nuevo papel, del nuevo papel de mi madre.
que tenía 15 años y medio cuando yo veía que veías los litros de vino y las botellas de coñac que aumentaban espantosamente.
que yo veía que veías que tus miradas ya no eran hermosas-fuertes-orgullosas, fieras, respetadas y temidas por los demás.
que yo veía que veías alejarse a mi madre, que yo veía que veías el inicio de un normal, dramático desmoronamiento.
que yo veía que veías los litros de vino y las botellas de coñac aumentando considerablemente.
que tenía 15 años y medio viendo que veías que yo escapaba de casa, que mi madre escapaba de casa.
que tú querías representar al Duro.
que no tuviste ninguno.
que te quedaste solo en una casa con dos cuartos, más servicios.
que los litros de vino y las botellas de coñac siguieron aumentando.
que un día, que el día, en el cual viniste a sacarme de los separos secretos de Milán, vi que te veías solo. que tú querías a tu mujer o a tu hijo o a los dos en aquella casa con dos cuartos más servicios. que he visto que veías que estabas dispuesto a todo, con tal de recuperarnos.
que he visto que has visto tu mano tendida en señal de paz, de armisticio.
que he visto que has visto sobre tu mano un esputo.
que he visto que has visto tus ojos, lagrimeando soledad incrustada de sangre masoquista, punitiva.
que he visto que tú has visto el deseo de querer castigar tu vida.
que he visto que veías el deseo de no sufrir que he visto que veías los litros de vino y las botellas de coñac aumentando continuamente.
que he visto que veías en aquel periodo tu vida futura.
que supe que sabías que tu hijo era un drogadicto, que tu mujer esperaba un hijo de otro hombre (hijo que a ti no te quiso dar).
que he visto que veías pasar 3 años. que he visto que veías que el día 9-XII-69 no viniste a verme al manicomio porque estabas muerto.
que ahora ves que veo que el primero eres tú. que juegas baraja con el descarte, haciéndote el descartado.
Pero jugando, igualmente, que ahora ves que veo que te adoro, que te amo desde lo más profundo del ser.
que ahora ves que yo veo que mi madre se lamenta. ALESI FELICE PADRE DE EROS ALESI EROS
que ves que yo veo que he huido una vez más hacia la soledad.
que tú ves que yo veo sólo una gran, grandísima negrura, la misma negrura que yo veía que tú veías.
que seguirás mirando lo que veo.





Yo tenía 14 años

Yo tenía 14 años cuando la carne de mi ser se convirtió en un hueso caliente. Tenía 14 años cuando la carne de mi gusano se convirtió en un hueso caliente. Y se encorvó como hocico de caballo trotante, sobre los rizos de dos labios que chupaban la simiente vital. Tres cruces y un fraile sin barba, en la tierra que bebe la sangre de Dios/ Amor por la situación nacida/Que las ondas vibrantes desgarren las tinieblas y la espesa densidad nebulosa de mis verdades. Y el gran rechazo del sudario escarlata de la muerte. Que lloro sobre un cuaderno encontrado en las grutas del Pincio. Hierba verde, umbrosa y fresca. 
Que el gran mar del relajamiento. Que roma. Que los goterones y el vientecillo atlántico del 6 de marzo de 1970. Que da color de onda propia a los grandes sonidos que el vientecillo atlántico del 6 de marzo cubre, con la arena de la indiferencia oportunamente situacional, las masacres los estragos de mis verdades. Después de cuánta sangre coagulada tendré que acumular mi credo en la máquina destructo-creativa del espacio.





29-1-1971 Roma

Que hierba verde, sombreada y fresca. Que aparece el gran mar del gran relajamiento. Que roma, el vientecillo atlético de febrero de 1970, que el vientecillo del 6 de febrero de 1970 cubre con su arena, oportuna e indiferentemente, mis verdades. ¡Quién sabe! Después de tanta sangre coagulada habré de caer en 
la máquina destructo-creativa del universo.






Que he oído a Giorgio

Que he oído a Ettore caer al suelo y que no me gusta sentirme único vencedor, que tengo terror de quedarme solo en cualquier condición. Pero debo estar a solas para ser buda.
Que a las 4:10 he oído claramente los gritos de Ettore, haciéndome cómplice de su dolor. Que la voz de Giorgio señalaba la verdad.
Que a las 4:20 en la Piazza Bologna, yo y la esencia, el recuerdo, la impresión de Giorgio, éramos una chinga. Porque no eran como nosotros que dentro de poco la familia Bonaventura encontrará en una cama de la casa que está en la calle Andrea Fulvio el calorcito que buscaba.
Que no quiero heridos.





Que te cuento, querido padre…

Que te cuento, querido padre, de mi viaje a la India. Que estoy seguro, cierto que me escucharás.
Que ya son muchos meses de anfetaminas. Que por algún tiempo las anfetaminas eran inconseguibles en las farmacias. Que el mercado negro las vendía a precios odiosos. Que mi viaje por Nápoles –boleto de ida y vuelta– que Nápoles era un lugar casi virgen para las anfetaminas. Que el boleto de regreso a roma fue a dar al excusado. Que un mes en Nápoles, ciudad que quiere vivir al paso de los tiempos, aun conservando un subrepticio tradicionalismo –que en Nápoles, Piazza Municipio, estaban Gionata Usi, Lorens y muchos más. Que todos los días dos o tres frascos de Ritalín-Metredina-Desoxyn-Psichergina-Tempodex. Que luego la ocasión de un robo de diez mil liras y la paranoia obsesiva me llevaron a Foggia –que fuga en Manfredonia– que el único greñudo de Manfredonia me regala su documento de identidad –que prosigo de aventón hacia Brindisi –que tu espíritu, tus palabras, tus moléculas me han ayudado. Que encuentro cinco mil liras, suficientes para embarcarme con rumbo a Gominizza
–que luego nada, padre, nada de jeringas ni de intravenosas. Que he viajado solo, la mayor parte a pie, por las faldas de los montes que forman la frontera de Salónica. Que en Salónica encontré a un francés, maduro para una venganza justa e injusta. Que estaba maduro, querido papá, para la diosa y no diosa muerte. Que el regresó a Francia, que yo directamente a Estambul.
Querido padre, que Estambul nos recuerda –me recuerda un año de cárcel. Que te amo, querido padre, y que casi siempre te he amado. Que no deseaba tu ansia, tu dolor. Que llego a Estambul con el falso documento de identidad, sin una lira turca. Que robo dos pasaportes, un extraordinario reloj y algunas monedas. Que en Estambul me inyectaba inmemorables dosis de tintura de opio. Que me hallaba sereno, que sólo te recordaba en momentos de inspiración. Que después del robo una obsesiva paranoia. Que un taxi hasta Estambul oriental. Que la paranoia me corroía. Que finalmente Izmit. Que encuentro a un francés en el primer viaje. Que trabajo en Modino gracias a mis conocimientos de turco. Que una tarde dentro de un hotel de cuarta clase. Que aquí George Souterbanc deja su pantalón bajo la cama, con los pasaportes y doscientos cincuenta dólares. Que gran lucha introspectiva, querido padre. Que al fin huyo con los pantalones del francés. Que taxi. Que 50 gramos de opio líquido. Que en un pueblo cuyo nombre no recuerdo tomo un autobús directo a Ankara. Que paranoia obsesiva, que en Ankara un avión a Erzerum. Que horas contadas con el cuentagotas. Que al fin directo hacia Irán. Que tres días de viaje bebiendo el vomitivo líquido de opio líquido. Que el primer retén es la aduana, y el opio a salvo. Que luego en Tabriz, con pocas horas de espera. Que compré dátiles y manzanas. Que finalmente Teherán. Que Amircabir Hotel, el hotel para turistas adinerados. Que opio a montones. Que cinco veces heroína, y fumada, según la usanza local. Que pericazo –que piquetazo. Que esperaba más de la reina de las drogas. Que veinte comprimidos de morfina de 32 mg. Que cylon. Que contar. Que un nuevo robo (reloj ytansistorizado), que menos paranoia que la primera vez. Que tren para Mescad. Que los últimos quintos para Herat (Afganistán). Que en Herat ayudas a causa de la recíproca simpatía de un muchacho alemán. Que viajo hasta Kandar y encuentro a un viejo compañero francés, Fransuas. Que juntos vivimos la vida con el último dinero restante de un pequeño robo de ampolletas de morfina. Que el ser viajaba. Que el ser estaba reducido a andrajos de colores.  Que las campanas tocaban. Que tocaban lentamente los 12 tañidos. Que con gusto me bebería un vaso de leche fría.






La Comuna de la calle Andrea Fulvio

Que la Comuna de la calle Andrea Fulvio ha contribuido a formar mi ejército defensivo. Ejército que debe defenderse del propio Estado.
Que la comuna, común al hecho de ser echado de la India y como tantos otros me han gritado que el enemigo que yo identificaba, y acaso identifico aún en los otros seres vivientes, no eran más que mi propio ser. Que quizá llegados a este punto también podría decir que mi fuga, que mi insistencia en mi rol, mi viaje se vielve nefasto en el mismo nivel de cuanto puede ser propiciado por buenos arúspices.
Que me he apartado de la Comuna de la calle A. Fulvio con la boca amarga.
Tal vez debí darle tiempo al tiempo para endulzármela. Llegados a este punto ya no entiendo nada, ya no sé nada. Sé que estoy en un tren que va a Brindisi –que el resto pertenece al después, a los mañanas luminosos y a los mañanas negros.
Que escribo, que he escrito.





Que hoy estoy contento…

Que hoy estoy contento de ser lo que soy, de poner los pies sobre el mármol de Trinità dei Monti, de fumar un goluas sin filtro. Que soy el azul en una paleta de acuarelas. Que el gong diamantino trisobresalta intermitentemente un sonido rítmicamente rimado. Que tam tam palpitante. Que la onda caliente viaja cálidamente. Que la onda caliente penetra en toda materia. Que busco el silencio. Que busco el silencio colmado de perfumes dulces. Que el silencio neuropático, neuro paranoico. Que soy feliz. Que estoy feliz del vacío, del vacío del vacío. Del vacío que no encierra nada, ni siquiera la felicidad. Que aún el ilusorio, delicado, benéfico, amigo, amante sincero, dios humanamente dios, dogma creído desde lo más profundo del corazón. Que resbala en la sangre como un ladrón bueno. Que la vela llora las últimas lágrimas de su cuerpo. Que yo aúllo mi alegría de ser. Que aúllo de gozo al poder aullar mi dudosa serenidad. Que siento el flashazo del amor, de la paz, de la serenidad, de la confianza, del vivir sin pensar. Que dios yo. Que dios grande yo. Que grandísimo dios yo. Que dogma creído yo. Que vibran las ondas. Que las ondas vibracionales rebotan. Que los signos trazados en esta hoja dejan las ondas vibracionales. Que estos signos son parte de mi dimensión situación. Que el bajón, que el bajón es parte de mi dimensión situación. Que todo es parte de mi situación situacional.
Que a la mitad de mi pecho siento fuerzas que empujan a los huesos del tórax. Que siento la sangre bombeada obsesivamente. Que me siento extrañamente. Que siento fuerzas guerrear. Que siento una gran fuerza. Fuerza ansiosa por descargarse. Fuerza que hace la guerra. Fuerza que querría crear. Fuerza que ya creó.









Querida, dulce, buena…

Querida, dulce, buena, humana, social, mamá morfina. Que tú, solamente tú, dulcísima mamá morfina, me has querido bien, como yo quería. Me has amado totalmente. Yo soy el fruto de tu sangre. Que solo tú has logrado que me sienta seguro. Que tú has logrado darme el cuantitativo de felicidad indispensable para sobrevivir. Que me has dado una casa, un hotel, un puente, un tren, un portón, y los he aceptado; que me has dado todo el universo amigo. Que me has dado un rol social, que pide y da. Que a mis 15 años acepté vivir como ser humano, “hombre”, sólo porque estabas tú, que te ofreciste a crearme por segunda vez. Que me enseñaste a dar los primeros pasos. Que aprendí a decir las primeras palabras. Que sentí los primeros sufrimientos de la vida.
Que experimenté los primeros placeres de la nueva vida. Que he aprendido a vivir como siempre soñé vivir. Que he aprendido a vivir bajo los innumerables cuidados y atenciones de mamá morfina. Que jamás podré renegar de mi pasado con mamá morfina. Que tanto me ha dado. Que me ha salvado del suicidio o de la locura que casi habían destruido mi salvavidas.
Que hoy 22-XII-1970, que aún puedo gritarle a los demás y a mí mismo, a todo lo que es fuerza noble, que nada ni nadie me ha dado tanto como mi benefactora, protectora, mamá morfina. Que tu eres infinito amor, infinita bondad. Que yo sólo te dejaré cuando esté maduro para la muerte amiga o cuando esté tan seguro de mis fuerzas para lograr estar en pie sin las potentes vitaminas de mamá morfina.






Que Roma

Que Roma. Que el paisaje desde el tren a Milán. Que la frontera suiza. Que ocho días en Milán. Que de nuevo en Roma. Que cansada, desesperadamente otra vez en Roma. Que el loco estado de ansia debido a una cruda de Ritalín. Que de nuevo sin biombos que cubran mi ser. Que me encuentro de nuevo frente al ambiente –a mi ser. Que el ambiente es el ser que soy. Que estoy epilépticamente cansado. Que estoy epilépticamente cansado de un día de serenidad y tres de locura consciente, de ansia bastarda.
Que me hace dudar de la veracidad de mi historia pasada, del credo actual. Que la alegría y el interés de vivir ya pasaron. Que el tedio, la monotonía, el cansancio de vivir gobiernan mi forma de ser y mi vivir. Que la bola rebota en tiempo vibracional. Que las ondas corren, van y vienen, salpican, brotan, se lanzan, aceleradísimas, rebotan, vibran, oscilan con la velocidad del estímulo del instinto. Que espero en la sala cinematográfica de mi cráneo aparezca una imagen, una escena que unte sobre mi ser un estrato de serenidad, de paz, móvil viajante, no paz vegetativa. No estado dimensional apático al cual endilgarle autosugestivamente  la etiqueta de paz.
Que locura. Que es palabra vibracional. Que intensidad vibracional. Que variedad de sonido, de color. Que palabra de miríadas de interpretaciones. Que palabra misteriosa, secreta, inaccesible para las verdades lógicas y razonadas. Inaccesible a todas las verdades. Inaccesible al loco. Inexistente para el loco, inexistente es también el loco. Que dimensión limbo. Que dimensión inexistente. Que por lo tanto mi hablar inexistente, que quizá hablo de eso porque mi ser no siente el calor placentero del flashazo debido a la entrada de la nueva verdad en mi ser. Que tengo 19 años terrestres. Que siento que creo hechos con los sacudimientos sensoriales revolucionarios, desbarajustadores. Que me siento capaz de poder crear un rostro, dos ojos ardientes de dicha. De felicidad, de amor por ser lo que eres. Que tengo 19 años terrestres y tengo tantas ganas de arrojar mi amor, mi profundo amor, mi desapasionado amor, mi profundo amor hacia todo lo que me rodea, que forma parte de mí mismo, que es yo mismo, que procedo conmigo sobre esta bola de tierra que holgazanamente mueve la cola por un arrabal del espacio.








Oh querida. Oh señora muerte

Oh querida.
Oh señora muerte.
Oh serenísima muerte.
Oh invocada muerte.
Oh pavorosa muerte.
Oh indescifrable muerte.
Oh extraña muerte.
Oh viva la muerte.
Oh muerte que es muerte.
Muerte que marca el alto a esta saeta vibrante.







Que tú en todos los caminos…

Que tú en todos los caminos y callejones del mundo, que yo en un manicomio o en una cárcel de cualquier ciudad del mundo.
Que dos veces se ha interpuesto esta triste realidad y otras tantas he corrido en tu mágica y misteriosa casa, el oriente, y las dos veces he vuelto a abrazarte con todo el amor que tú me enseñaste a tener.
Que ahora he salido de un manicomio, por tercera vez y por una tercera y forzada separación de ti, MAMÁ MORFINA. Que estoy seguro, que estoy casi seguro de que pronto podré abrazarte de nuevo.
Que a las dos y media del 23 de diciembre de 1970, gente que habla de mi conversación, conversación sólo mía, que sólo yo y mamá morfina conocemos, que sólo yo y ella hemos llevado adelante en la conversación de verdades nuevas, mías y para mí, como la de amar a Giorgio. Como la de dos que buscan en el cuarto de allá alguien que se personifique en él.

*Traducción de Guillermo Fernández





Para Qus
que juegas
baraja con el descarte, haciéndote el descartado
Eros Alesi

La poesía requiere una lectura intensiva, más que extensiva. El poema, casi cualquiera, nos pide varias lecturas en los minutos siguientes, durante una semana, por años. ¿Con qué propósito? La comprensión. ¿Para qué? Platón y Aristóteles intentaron dilucidar la función del arte y de la experiencia estética. Platón resolvió que el arte educaba. Por su parte, Aristóteles concluyó que cuaraba. La emoción que sucita la comprensión de un poema puede, por ejemplo, colocarnos en una nueva actitud ante otro ser humano. Puede suscitar la compasión en un mundo hostil y anestesiado.

He vagado tras los rastros de Eros Alesi, un poeta italiano, y lo encontré. Su historia es impresionante. Su poesía también. Eros murió de sobredosis en sus veintitantos. Encontré su poema "Que tú en todos los caminos" en un momento en me preocupaban los espacios de confinamiento, como las cárceles.




Que tú en todos los caminos

Que tú en todos los caminos y callejones del mundo, que yo
en un manicomio o en una cárcel de cualquier ciudad
del mundo.
Que dos veces se ha interpuesto esta triste realidad y otras
tantas he corrido en tu mágica y misteriosa casa, el
oriente, y las dos veces he vuelto a abrazarte con todo el
amor que tú me enseñaste a tener.
Que ahora he salido de un manicomio, por tercera vez, y
por una tercera y forzada separación de ti, MAMÁ
MORFINA. Que estoy seguro, que estoy casi seguro de
que pronto podré abrazarte de nuevo.
Que a las dos y media del 23 de diciembre de 1970, gente
que habla de mi conversación, conversación sólo mía,
que sólo yo y mamá morfina conocemos, que sólo yo y
ella hemos llevado adelante en la conversación de
verdades nuevas, mías y para mí, como la de amar a
Giorgio. Como la de dos que buscan en el cuarto de allá
alguien que se personifique en él.*



Al leer el poema por primera vez me estremecí por que Eros Alesi habla de la cárcel y del manicomio en el primer verso. Me había interesado en su poesía por lo que me contaron unos amigos. Me impresionó dar con ese poema sobre el confinamiento justo en los momentos en que yo pensaba en él. El poeta esperaba su libertad física para encerrarse en el beso coagulante de Mamá Morfina.

Me estremece su cruce entre amor y adicción, adicción y amor (necedad y ceguera del dolor autoinflingido). Es increíble que la oscuridad de la adicción sea tan esclarecedora. Primero lo compartí como un secreto. Secidí escribir sobre este poema y sobre Eros Alesi por que la relectura otro de sus poemas, "Querido papá", propicia la compasión.

Algunos de versos finales del poema "Querido papá" desactivan el odio y el rencor. Nos hacen advertir y apreciar el dolor ajeno, así como reconocer la necesidad de amor del prójimo. Un hijo que atestigua y da cuenta a su padre de que reconoce su tormento, por que reconoce en sí mismo su propio odio y rencor, su necesidad y su incapacidad para pedir amor. Sin embargo, el reconocimiento se multiplica. El padre sabe que su hijo ha observado su dolor y decadencia y que es consciente de ello. Eros Alesi, su hijo, escribe un poema-carta para contarle todo lo que ha visto. No le reprocha su alcoholismo, su incapacidad para el amor o su violencia. Por el contrario, reconoce su amor y entiende su dolor:




que ahora ves que veo que el primero eres tú. que juegas
baraja con el descarte, haciéndote el descartado.
Pero jugando, igualmente que ahora ves que veo que te
adoro, que te amo desde lo más profundo del ser.
que ahora ves que yo veo que mi madre se lamenta. ALESI
FELICE PADRE DE ALESI EROS
que ves que yo veo que he huido una vez más hacia la
soledad.
que tú ves que yo veo sólo una gran, grandísima negrura, la
misma negrura que yo veía que tu veías.
que serguirás mirando lo que veo.* 


*Eros Alesi, Mamá Morfina, Bonobos, 2003 Traducción: Guillermo Fernández






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