Rachel Rose (Nacida el 10 de septiembre 1970) es un poeta canadiense / estadounidense, ensayista y cuentista. Sus poemas, ensayos y cuentos han sido publicados en revistas literarias y antologías en Canadá y Estados Unidos.
OBRA:
POESÍA
Giving My Body to Science (1999) McGill-Queen's University Press
Notes on Arrival and Departure (2005) McClelland & Stewart
ENSAYO
Creating Benjamin, Prairie Fire, Volume 22, No. 4, (Winter 2001)
Letters to a Young Mother Who Writes (in Double Lives: Writing and Motherhood, edited by Shannon Cowan, Fiona Tinwei Lam and Cathy Stonehouse, 2008, McGill/Queens University Press)
A Tale of Two Mommies (in Between Interruptions: 30 Women Tell the Truth about Motherhood, edited by Cori Howard, 2009, Key Porter Books)
CUENTOS
Sundays (in Hot & Bothered, edited by Karen X. Tulchinsky, 1998, Arsenal Pulp Press)
Want, This Magazine, May/June 1999
The Glass Eye, The Alaska Quarterly Review, Vol 24, No. 3&4 (Fall and Winter 2007)
ANTOLOGÍAS
Uncharted Lines: Poems from the Journal of the American Medical Association (1998) Ten Speed Press
In Fine Form: The Canadian Book of Form Poetry (2005) Polestar
White Ink: Poems on Mothers and Motherhood (2007) York University
Letters to the World: Poems from the Wom-po Listserv (2008) Red Hen Press
Open Wide A Wilderness: Canadian Nature Poems (2009) Wilfrid Laurier University Press
RECONOCIMIENTOS
1997 Bronwen Wallace Award for fiction.
2000 Finalist, Pat Lower Memorial Prize for poetry.
2000 Finalist, Gerald Lampert Memorial Prize for poetry.
2000 Finalist, Grand Prix du Livre de Montreal for poetry.
2000 Quebec Writers Federation A.M. Klein Award for best book of poetry published in Quebec (for Giving My Body to Science).
LO QUE LOS JAPONESES TAL VEZ HAYAN OÍDO DECIR
Tal vez hayan oído decir que no los entendemos
muy bien. Tal vez eso les haya
Gustado. Tal vez hayan oído decir que disparamos
a los estudiantes japoneses que tocan la campanilla errada
En Haloween. Que disparamos
a la más mínima provocación: una nota baja
En el examen, una discusión amorosa
un exceso de culpa. Tal vez se preguntaran
Si fue culpa lo que sentimos al ver a aquel estudiante
sangrando entre nuestros flamengos de jardín,
O algo reconocible para ellos,
algo como el pesar. Tal vez
Hayan oído decir que nuestra cultura
tiene sus raíces en la inmigración desesperada
Y en hombres solitarios. Tal vez hayan observado
nuestra habilidad para producir serial killers,
Que valoramos una dentadura sana más
que una mente sana y que nos tenemos fiestas
Para recordar a nuestros muertos. Tal vez hayan oído decir
que nuestros lagos grises son lo bastante profundos como para tragarse ciudades,
Que nuestro paisaje es una vastedad de trigo y soledad.
Tal vez se pregunten si, cuando el pesar
Envuelve con sus brazos húmedos Montana, no preferiríamos
la comunidad de archipiélagos
Sobre la que se cultiva el caqui
y cuyas piedras sueltan sus dedos negros
En la neblina. Tal vez en sus ábacos resuene
la forma que toma el pesar,
Una isla
sangrando sobre otra,
Y para nosotros el pesar es un campo infinito de maíz
suavizado y cultivado con veneno.
Traducido por Aníbal Cristobo
LO QUE OÍMOS DECIR SOBRE LOS JAPONESES
Oímos decir que serían capaces de saltar de un edificio
a la menor provocación: una nota baja
En el examen, una discusión amorosa
o vergüenza en exceso.
Oímos decir que estaban movidos por la vergüenza,
no por la culpa. Que
Adoraban todo lo que fuera americano.
Desconfiaban de todo lo extranjero.
Oímos decir que a los hombres les gustaba comprar
ropa interior de colegiala
Y que sus mujeres
no tenían la menopausia ni ningún otro tipo
De histeria occidental. Oímos decir
que todavía prefieren amamantar,
Usar pañuelos de tela, andar en bicicleta,
y vestir a los jóvenes como Alumnos
Victorianos. Oímos decir que su cultura
era femenina. Oímos decir
Que el de ellos era un ejemplo extremo
de patriarcado. Que la violación
No existía en aquellas islas. Oímos decir
que sus casamientos estaban arreglados, que ellos
No creían en el amor. Oímos decir que
eran expertos en ese arte por encima de cualquier otro.
Que los terremotos frecuentes generaban inseguridad
y falta de fe. Que carecían del sentido de la ironía.
Oímos decir que incluso la fe era un invento americano.
Oímos decir que debajo de su piel eran como nosotros.
Traducido por Aníbal Cristobo
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