Elena Lafert (Buenos Aires, ARGENTINA 1949) vive en Colonia del Sacramento, URUGUAY desde 1998. En el año 2003 publicó poesía, La hora violeta, editado por "Civiles Iletrados". Escribió, junto con la escritora norteamericana Melina Draper, una obra de poesía bilingüe, Lugar de Origen/Place of Origin, publicado por "Oyster River Press", Durham, NH, en los Estados Unidos de Norteamérica, este año 2008.
Nací argentina, en 1949. Colonia del Sacramento fue mi perdición. No elegí quedarme, fue a pesar de mí misma. Me retuvo un hombre que plantó una morera al pie del balcón (construido por él), desde donde miro el río todos los días. El hombre y el árbol me enredaron permanentemente.
Pero en el fondo, soy una viajera. Está en mis genes. Un día me di cuenta que estoy en el mismo lugar desde donde emprendí un viaje que duró 20 años. Recorrí todo el continente americano por tierra, salvo un tramo en avión, de Colombia a Nicaragua. Crié a mis dos hijos en el suroeste de Estados Unidos, lugar mágico en el desierto, al pie de las Rocosas. Y a la vuelta, terminé en la otra orilla del Río de la Plata, la oriental. Hace más de una década que vivo aquí. Pero al contemplar el río, pienso que mi viaje continúa.
poemas:
oficios nocturnos
crepitar de conexiones
eléctricas
atronador torrente
detrás de la pared
repique telegráfico
de mensajes oscuros
frases sin fin atascadas
en un disco de pasta
silbidos cortando
el ronronear de motores
insistentes
cimbronazo de martillos
los oficios
de una mente
estrepitosa
así están las cosas
temibles
las bestias
no han de dormir
hasta ofrecerles
una canción
de amor
calentamiento global
mis bestias sagradas y yo
convivimos
en un clima impredecible
el fuego destructor
y creativo de mis furias
el inestable magma
en el fondo
el habla preciosa
valichú
que habitas la espesura
del monte
mangangá de la noche
no me hagas daño
bagual
el manguruyú y el surubí
amanecieron muertos
en la playa
el mismo añá
te llenó de ponzoña
yara sedienta
que venga el gran señor de los urundays
con su guaicurú sagrado
para aliviarnos
bajo el jacarandá
junto al paraná guazú
el burucuyá me hará dormir
hasta que el samuhú
borracho de flores
se colme
Calunganuee! Uee! Yumbá!
la mama vieja no puede más
al fuego de las lonjas
el gramillero
le sanará los huesos, la voluntá
los tambores llaman
la calle será un temblor
Calunganuee! Uee! Yumbá!
desde el centro de la cuerda
pulsa el corazón de la ciudad
la mama vieja ya no deja de bailar
Buenas noticias
ondula leve
en el jardín
el perfume de fresias
Primavera
pájaro, dice el aliento
flor, la edad pasajera
y el viento dice: beso
Azul
gran alfombra azul
el jacarandá
está lloviendo flores
Conjuro
Desnuda
trazo la línea
el círculo
escudo de la tierra
piel
de nuestra alma.
El caballero mágico
me venda los ojos.
Un aroma irresistible
secreto
de alga o humo
y la palabra beso
sobre la arena.
Los huesos de los árboles
En la ciudad de los túneles verdes
asoman los huesos
de grandes manos enterradas
hubo decapitaciones
miembros mutilados
mientras huían los pájaros
el crimen nos truncó las alas
la ciudad
es nuestro cementerio.
Abundancia
Cada piedra grande
o pequeña en mi camino
es medicina.
Me cubriré de silencio
para encontrar la luz
en los lugares más oscuros,
y el agua que repara,
en las planicies desiertas.
Perfiles
Con esta prominencia
no se entiende mi prioridad
-¿o sí?-
el cultivo de un bajo perfil.
Hay poemas que son un gozo
[de otros]
pero no hay nada como escribir,
hurgar la oscuridad nocturna
buscando la piedra angular,
sagrario imprevisto
para el sacrificio
de ir muriendo de a poco.
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