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domingo, 5 de agosto de 2012

7519.- JORGE ESQUINCA



Jorge Esquinca, (México DF) 1957. Vive en Guadalajara, Jalisco, desde 1968. Estudió la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). 1975-1979. En 1979 entró al Taller de Literatura del Departamento de Bellas Artes de Jalisco, coordinado por Elías Nandino, donde, a invitación suya, colaboró como asesor desde 1980 hasta 1984. Durante esos años participó en la creación de dos revistas: Campo abierto y La Capilla, de la que fue director.
En 1982 fundó la editorial independiente Cuarto menguante, que publicó hasta 1992 veintidós libros de poesía y artes plásticas. Durante los años ochenta fue colaborador de la revista Varia y miembro del consejo editorial de la revista Tiempos de arte, que publicaba la Universidad de Guadalajara. Participó en el consejo de redacción del suplemento La cultura en Occidente del diario El Occidental, coordinó la hoja de poesía Magia menor y fue subdirector de la revista Estaciones en su segunda época. En 1989, 1990, 2000 y 2006, participó en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino.
En 1992 fue jurado del concurso "A poem for Mexico City", organizado por el Ayuntamiento de la ciudad de Chicago y el Departamento del Distrito Federal, que se llevó a cabo en la ciudad estadounidense. Durante su estancia ofreció varias lecturas de su obra. Ese mismo año formó parte de la delegación de escritores mexicanos que representaron al país en el programa "México hoy", que se llevó a cabo en Madrid, España. Entre 1992 y 1995 fue Director del Departamento de Literatura de la Secretaría de Cultura de Jalisco, director de la colección de libros de poesía "Orígenes" y miembro del consejo editorial de la revista Umbral. Editó Nostromo, suplemento cultural del periódico Siglo 21.
Fue columnista de la revista Vuelta, en la que colaboró además con poemas, artículos y traducciones. Su columna “Duino” se publicó simultáneamente en el diario Siglo 21 y en el suplemento La crónica dominical, del periódico La crónica en la ciudad de México.
En 1993 participó en el programa de escritores mexicanos invitados a la VI Feria Internacional del Libro de Bogotá, Colombia. En 1995 representó a México en el IX Festival Internacional de Poesía en Québec, Canadá. En 1996 asistió como escritor invitado al Chicago-Mexico Dialogue, en la ciudad de Chicago, un encuentro organizado por la Creative Arts Foundation, el Museum of Contemporary Art y el Mexican Fine Arts Center Museum. En 1998 representó a México (en compañía de José Emilio Pacheco) en el XXIX Poetry Internacional Festival, en Rotterdam, Holanda. En 1999 estuvo dos meses en Montpellier, con una beca de traductor residente otorgada por el Ministerio de Cultura de Francia. De 1999 a 2001 formó parte del consejo editorial de la revista literaria El Zahir y fue miembro del consejo de cultura del periódico Público, donde colaboró semanalmente con la columna "Amapola y memoria" que se publicó simultáneamente en el suplemento Acento del diario La voz de Michoacán.
En 2001 formó parte de la delegación mexicana en el II Congreso de Poesía Escrita en Lengua Española, en Bogotá, Colombia. Durante el congreso, en representación de México, participó con la ponencia: “Orillas del paisaje. Escribir poesía en el siglo XXI”. Ha formado parte del jurado de los siguientes concursos de poesía del país: Premio de Poesía Aguascalientes (tres veces), Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines (tres veces), Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen (tres veces), Premio de Poesía Joven de México (dos veces). Premio Nacional de Poesía Amado Nervo (2002).
A invitación del FONCA, ha sido jurado del Programa de intercambio de residencias artísticas México-Québec (2001-2002) y del Programa de Fomento a la Traducción Literaria, del que también ha sido becario y en el que ha desempeñado labores tutelares. Entre 2007 y 2009 fue tutor del programa de Becas para Jóvenes Creadores en el área de poesía.
Como miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte ha impartido talleres, lecturas, conferencias y cursos en Guadalajara, Oaxaca, Culiacán, Saltillo, Guanajuato, Monterrey, Villahermosa, Ciudad Juárez, Morelia, San Cristóbal de las Casas, León y Aguascalientes, entre otras ciudades. En calidad de director huésped coordinó el número 121 de la revista Tierra adentro (abril-mayo de 2003). Fue miembro del consejo editorial de las revistas Parque Nandino y Tragaluz, para las cuales redactó las columnas “Señal nómada” y “Trasluz”, respectivamente.
De abril de 2000 hasta enero de 2010 coordinó las actividades culturales de la Librería José Luis Martínez del [Fondo de Cultura Económica]] en Guadalajara y, desde 2003, forma parte del Comité Editorial de Literatura del FCE. De 2006 a 2008 fue jurado del Programa de Jóvenes Creadores del FONCA y tutor de los becarios en el área de poesía. Actualmente forma parte del consejo editorial de las revistas Cantera verde de Oaxaca y Luvina de Guadalajara. Escribe las columnas “Francia en La Colmena” para la revista La Colmena, publicada por la Universidad Autónoma del Estado de México, y “Visitaciones” para Luvina. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano, portugués, holandés, japonés y ruso. Durante 2011, impartió en la Universidad de California en Los Ángeles el seminario “Poesía Latinoamericanan del Siglo XX. Algunas coordenadas”. Ese mismo año, invitado por el Colegio de Sinaloa, impartió la “Cátedra Gilberto Owen” con el tema “La poesía y las artes como formas de conocimiento”. En febrero de 2012 participó en el encuentro Rittrati di Poesia, en la ciudad de Roma, Italia. En esa misma ciudad ofreció una lectura y un taller en la John Cabot University.


Premios y Becas

Premio Poesía Joven de México (segundo lugar) 1982
Premio de Poesía Aguascalientes. 1990
Premio Nacional de Traducción de Poesía. 1991
Beca para Creadores Intelectuales. CNCA-FONCA.1991
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. 1993
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. 1997
Beca de Traductor Residente. Ministerio de Cultura de Francia. 1999
Beca del Programa de Fomento a la Traducción Literaria. FONCA. 2001
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. 2003
Beca de Escritor Residente. Civitella Ranieri Foundation. Italia. 2009
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. 2009
Premio Iberoamericano de Poesía Jaime Sabines para Obra Publicada. 2009


Publicaciones

Libros de poesía
La noche en blanco. Cuarto Menguante. México.1983
Alianza de los reinos. Fondo de Cultura Económica. México.1988
Paloma de otros diluvios. Taller Martín Pescador. México. 1990
El cardo en la voz. Joaquín Mortiz. México. 1991
La edad del bosque. Universidad Autónoma Metropolitana. México. 1993
Sol de las cosas. Toque de poesía. México. 1993
Ejercicio del agua que arde. Antología. Fundación Guberek. Colombia. 1994
Isla de las manos reunidas. Aldus. México. 1997
Paso de ciervo. Fondo de Cultura Económica. México. 1998
La eternidad más breve. Ediciones Oro de la Noche. México. 1999
Uccello. Filo de Caballos. México. 2001
Invisible línea visible. Antología personal. Editorial Arlequín. México. 2002
Vena cava. Editorial Era. México. 2002
Región 1982-2002. Universidad Nacional Autónoma de México. México. 2004
Alianza de los reinos. Edición especial en la colección “La Centena”. Verdehalago. CONACULTA. México. 2004
Uccello. Segunda edición corregida y aumentada. Editorial Bonobos. México. 2005
Un chardon dans la voix / El cardo en la voz. Edición bilingüe. Traducción al francés de Francoise Roy. Ecrits des Forges / Mantis Editores. Québec. 2007
Cuaderno para iluminar. Mantis Editores. México. 2008
Descripción de un brillo azul cobalto. Editorial Pre-Textos. España. 2008
Descripción de un brillo azul cobalto. Era. Pre-Textos. Gobierno del Estado de Chiapas. México. 2010.
Anímula. Antología. Selección y nota de Hernán Bravo Varela. Prólogo de Vicente Quirarte. Secretaría de Cultura de Jalisco. 2010.
Libros de ensayo
Elogio del libro. Rayuela. Diseño Editorial. México. 2001
Libros de artista
Piedra, una fábula. En colaboración con Jan Hendrix. Petra Ediciones. Holanda. 2003




A Roberto Márquez

"No debes hablar con los hombres, sino con los ángeles"
Santa Teresa de Ávila

Para dibujar el Ángel incida con violencia sobre su silueta en mo-
vimiento. Atáquelo en pleno vuelo, jamás cuando duerme; todo Ángel
duerme siempre con los ojos abiertos. Lance un delicado arpón, un
garfio sutil. Comience la búsqueda en todo sitio luminoso, descubra
en las paredes del aire la huella turbia de su sangre imposible. No
se anuncie, no entre por la puerta, no establezca benévolas alianzas:
podría sucumbir en el intento. Mantenga con lucidez una consigna:
Nunca enamorarse del Ángel. Recuerde que quien cede al hechizo
carga para siempre el fardo de esa lenta desdicha.

Proceda como un ladrón, trabaje en secreto, no confíe a otros ese
proyecto insensato. Familiarícese con la paciente labor de los alqui-
mistas: juegue con fuego, meta las manos en la llama de la vela;
quémese las ingles, el vientre, escáldese la lengua: acostúmbrese a
ser un incendio ambulante. No olvide los ojos, empiece con alfileres
calentados al rojo vivo: prepárese a mirar en la luz.

Frecuente la compañía de aciagos personajes: viejas rameras,
contrahechos, manipuladores de cadáveres; no excluya a los ciegos
ni a los santones callejeros: ellos saben, ellos han visto. Visite los
más sórdidos tugurios, revuélquese en el fango, consígase un alma
perversa. Recuerde constantemente la consigna, para dibujar al Ángel
es necesario resistirlo. No se entregue a la promesa de una plenitud espuria.

Persiga cierta clase de silencios, en ellos -se dice- habita por
un instante la quietud del Ángel. Pero desconfíe, dude siempre; esa
sombra que ahora cruza por la página podría ser sólo una mentira
del Ángel, una de las infinitas artimañas de las que se vale para
confundirlo. Siga, sin embargo, todas esas pistas falsas: la mayor de
todas es usted mismo. Usted mismo es el principal instrumento del
Ángel. Tema siempre, el temor le pudrirá el corazón y alimentará su
búsqueda.

Haga las cosas más inusitadas: converse con los muertos, re-
cuerde que el Ángel no distingue. Conserve en todo momento una
atención exacerbada, vigile, no duerma: el sueño es otra trampa, uno
más de los múltiples rostros del Ángel. (Si acaso soñara despierto,
si en ese agitado sueño se viera frente al lienzo convénzase de que
aquella imagen que su mano traza con habilidad es la de un Ángel
falso, un mero espejismo que le fragua el desierto en el que se ha
convertido su vida.)

En las tardes inútiles contemple largamente los espejos, cubra
con ellos un cuarto de su casa, construya las perspectivas más equí-
vocas, disuelva todo límite entre reflejo y objeto, coloque una lám-
para votiva en el centro de ese laberinto: observe, siga la trayectoria
inagotable de la flama, acostúmbrese a la fascinación del vértigo.

Está usted preparado para recibir al Ángel. Disponga
cuidadosamente las armas: el agudo escalpelo, los ganchos, las mor-
dazas: el látigo romano, los lápices, la tela inmaculada. No olvide
la consigna, proceda con temor, sólo ese temor lo salvará.

Abandónese. No mire: ábrase al tacto de ese cuerpo deslumbran-
te. Piérdase en la llaga de esa carne amadísima, como el barco se
precipita en el remolino del naufragio.

De Lapide Philosophorum, Lambsprinck. [Fijar lo volátil y volatilizar lo fijo : Solve et Coagula]






Atanor 

El aire en la piedra, la salamandra, el cuervo;
el lago de mercurio, el azufre, la balanza:
a lo oscuro por lo oscuro, solve et coagula

El aire en la piedra, el cisne, la serpiente;
la cocina encendida, el león, el águila:
a lo oscuro por lo oscuro, solve et coagula.

Tomado del poemario Vena cava 






Muchacha En La Playa Junto A Una Palmera 

A mi madre

¿Eres tú la sola mirada que se colma de azules bajo la sombra
de las hojas?
¿La que guarda aún el recuerdo del vestido blanco y los azahares
nupciales?
¿La que monta una bicicleta de plata como acudiendo al llamado
de un deseo imprevisto?
¿La que baila frente a la luna del espejo en una pieza que des-
emboca en el mar?
¿La recién iniciada en los misterios de un amor que viene cre-
ciendo con la resolana de esta playa, desde el sepulto corazón de la
arena?
Si tú supieras, muchacha de la tormenta y la balanza, cómo
arrojar a la primera ronda el naipe de la Torre;
si tú, en tu indolencia sin fin; supieras consultar al León en la
bóveda de fuego y averiguar en tu destino
la óctuple herida de los vástagos en tu porvenir; tú misma, mu-
chacha, palmera bajo la lluvia en el mar interior que hoy desconoces.
¿O serás tal vez la que nunca ha dejado las muñecas españolas
que dibujan diálogos de fósforo en la penumbra de la infancia?
¿O serás entonces la niña que bautiza lebreles con el movimiento
de sus ojos?
María: brote de palmera, tú la segunda primogénita, tú antigua
y joven madre del niño dos veces nacido bajo el signo de abril,
dos veces traído hasta la luz del sagrario, con el auspicio de una
estrella germinal, hoy dividida entre sus manos.
Y nada de esto piensas; nada de esto imaginas ahora, en la
playa, con el mar que gira en torno a tu cintura como el abrazo de
Dios.
Tu frente se despeja y las nubes prolongan su carrera hasta la
orilla del tiempo donde yo te observo, donde yo nunca he estado
aunque tú, tal vez, me adivinas.
El niño inmóvil en tu cielo de agosto. En tu playa de cielo,
muchacha, cuando alzas la mano y tocas la palmera que sólo enton-
ces se enciende.







Criaturas Para La Recién Casada (el Piano) 

Un gran ministro de ébano preside las reuniones en el pequeño
salón de la nostalgia. Un ministro mudo, en exilio. Hace años que
nadie le arranca un gemido, un ademán digno de su alta jerarquía.
Tal vez las abuelas bailaron a Strauss en veladas de organdí y ponche
de granada, tal vez alguna de ellas fue entonces tocada, a través del
guante, por la oscura corriente del instinto… Ahora tú escapas de
otras manos que te persiguen descalza, desnuda bajo el vestido
?finges huir de esas manos que finalmente te atrapan, justo al lado
del piano, y hacen saltar la nota más grave de tu risa, reactivan la
reciente música nupcial, señora de Steinway, derriba sobre la madera
prensil, y tu cuerpo se arquea y el ministro encuentra el acorde y se
abren las puertas de la casa.






Oración a la Virgen de los Rieles

Bendice, blanca Señora, al más humilde de tus peones.
Concédele vía libre para llegar a Ti.
Ilumina sus noches con el carbón encendido de las máquinas.
Que tus ojos claros sean, en toda encrucijada, brújula y linterna. 
Todo tren un potro ligero hacia tu Reino.
Llévalo, gentil Señora, de la mano sobre los durmientes.
Administra, con tu prudencia infinita, su pan de cada día
y cubre con tu sombra favorable los rieles errantes de su casa. 
Aquieta sus pasiones,
deja escapar en la medida justa el vapor de su caldera.
Apártalo del estruendo de furgones y góndolas salvajes.
En el vasto ferrocarril de sus breves días, no le des asiento en el gobierno,
pero guárdale siempre un sitio discreto en el vagón de tu confianza.
Bendice, blanca Señora, Virgen de los Rieles, a tu hijo más humilde:
tierra suelta que dispersas con tu manto.





Casa de salud

Recuerda los altos muros encalados del sanatorio. Nubes gordas y la altiva cresta del sol en los corrales del verano. Las voces chillonas de las enfermas, pálidas sirenas de historieta. Nadie mejor que él recuerda los días que se continuaban como una línea de tiza en el pizarrón de su delirio. La tonada de una canción ranchera que silba cuando cree que nadie lo escucha. O cuando está contento, como esta mañana. Cielo azul y muros blanqueados. Estira sus ramas que relumbran como un pensamiento, mira hacia abajo para estrenar la nueva altura de su tronco. Hunde con firmeza los pies en la tierra recién regada y un cálido vapor toca su frente. Hoy como nunca puede sentir la circulación misteriosa de la savia. En el bolsillo de su camisa duerme un pájaro.





El arte de la fuga

Las muchachas ligeras llevan un zepelín tatuado entre los senos. Miran a los mortales desde aquella liviandad privilegiada. Viven entre nubes, con la indolencia azul de unos ojos habituados al comercio celeste y cotidiano. Ignoran el plebeyo mareo de las alturas. Para ellas todo es distancia, torre de viento, laberinto volátil. Las muchachas ligeras, gotas de tiempo en la clepsidra, se hablan de tú con la estratósfera. Ponen a secar su ropa íntima, siempre húmeda, en un pico de la estrella polar. Juegan bebeleche con la Cruz del sur y esconden la saeta de Orión entre sus piernas. Ríen. Nada hay más aéreo que su risa. Las muchachas ligeras echan volados con los ángeles y apuestan contra la existencia de Dios. A veces ganan, a veces pierden —nada hay más cierto que su risa. (Cuando, imprudentes, tocan tierra, se vuelven canción desdichada, zumbido que ciega al navegante.) Las muchachas ligeras son agua perdida, nadie podría jamás domesticarlas. 





La vaca

En tus ojos taciturnos asoma el paisaje de un continente pretérito. Ancla familiar, roca rumiante, isla de alfalfa bajo un cielo sin límites. Fodonga y menesterosa, avanzas con larga pereza tras un cortejo de moscas. «Madre celeste del sol, patrona de la montaña de los muertos, alma viva de los árboles», te llaman a grandes voces tus hijos ávidos y tristes. Pero tú, desde tu mole soberana, nada pareces saber. Hogareña, macilenta, desplazas tu indolencia de la sala a la cocina o vas y te tumbas a la sombra de la higuera. Fuente ambulante de bienaventuranza, vaca cósmica, un hilo de leche en los labios de Milenka hace vislumbrar un paraíso.






Taj Mahal

Para construir un Taj Mahal hay que comenzar por lo que no se ve. Falta reunir las noches de alta fiebre, el celo de la pantera, el casto deseo de la crisálida. Faltan ríos, pantanos, restos de naufragio. Faltan voces, clamores de hospital, el fatigado rumor de las tropas que regresan diezmadas. El reflejo de una hoguera en los escudos, la plegaria del cobarde en el segundo que precede a la batalla, la mueca del traidor, el tabaco liminar del fusilado. Falta el sol que se dilata en el aguamanil, la luna sigilosa tras la higuera. Los reinos giratorios del coraje, los pozos de la vergüenza, el cepo de los remordimientos. Días repletos de nubes y de niños, de brújulas y pájaros, vestigios del paraíso confiscado. Falta la levadura de la música, los purgatorios del alcohol, las reticencias del ángel. Tardes amplias como un azoro de muchacha. La tejedura de la pasión, hiedra del instante. Falta desaliento, sangre, vértigo. Para construir un Taj Mahal es preciso comenzar ahora, mañana será siempre demasiado tarde.






Prosa de Inés camino al Cielo

No sabría decir que todo comenzó con la visión de una espada —ya no distingue ahora, traspasada por ráfagas, oriente y poniente, zenit y nadir, dentro y fuera —arrebatada de sí, en plena ascensión, nada sabe de la fiesta —toda ella es un sí del vértigo, una sílaba —va más allá de no sé dónde, pero va cierta —va subiendo por climas como andamios, por escalas de puro latín —va de egipcia, de azafata, de calandria —el martirio es un país al que llegó de paso —el fuego le tendió una cama y se olvidó de corre, ve, dile —se hizo un solo mensaje ensimismado —giratoria, desgreñada, púber, se ha vuelto flor de pasmo —y va que vuela.






Trazo para una adivinación

Cuando duermes, hay una región de ti en que estás despierta. Sólo ahí se abre tu deseo, ese cristal que ha de cortarme siempre, en este instante. Tú pareces no saber, pero abres las piernas, los párpados, las nubes. Nada puedo mirar: ciego, asisto a tu nacimiento. Avanzo con el tacto a la deriva, sólo confío en mi lengua, en la muda que ha de repetir las palabras que hemos dicho nunca. Toco tu oreja y encuentro el rumor de un mar en el que has estado sin mí, sola. Humedezco con saliva tu garganta para que no despiertes y en aquella provincia alumbre una ventana. Por tus senos, por tus pezones que duermen a la orilla de ti, sube mi lengua. Tan lejos de tu corazón, mi lengua se alimenta de tu corazón. Dormida, presa en ti, tú misma sueño de Dios, ofreces la espalda. Mi lengua se demora, desciende, quiere saber en ese lugar de nadie y nunca. Mi lengua te busca ahí, se divide en tus muslos, calla con tu sangre que canta y cae entre tu infancia y tus tobillos. Mi lengua, entonces, te sabe hueso, glándula, derrumbe; te lame el alma que ni tú sabías, te va sabiendo en esa región tan parva, tan ácida, tan nube; te va diciendo las palabras que sólo escuchas cuando duermes y te abres, te va diciendo nada, cosa del lenguaje, Señora nuestra, profecía.


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