Jaime Suárez Quemain (San Salvador, 1950 – 1980) fue un poeta y periodista salvadoreño.
En la escena poética Suárez, hijo de un boxeador, se dio a conocer al ganar un certamen estudiantil nacional en 1970. Formó parte del grupo literario “La Cebolla Púrpura” en el cual estaba incluido el escritor David Hernández; asimismo trabajó como el jefe de redacción del periódico La Crónica. Incursionó también en el teatro.
En los años 1970 frecuentaba el café Bella Nápoles en el centro de San Salvador, lugar de reunión de poetas y escritores jóvenes. De este lugar Suárez fue sacado violentamente por un grupo de desconocidos armados de metralletas. Asesinado a machetazos, su cuerpo fue abandonado en un basurero de Antiguo Cuscatlán.
Acerca de él escribe David Escobar Galindo:
Su poesía es directa, punzante, sin mucha elaboración, ni interior ni formal. Se salva por la fuerza y la sinceridad. Temperamento de signo anarquista, según lo dejó traslucir en muchos poemas.
Y José Roberto Cea:
Jaime era poeta antes de ser periodista, pero antes de ser poeta era un hombre preocupado por el destino de su pueblo(...) En cuanto a su labor poética, decimos que estaba en ese período de afirmación, en ese período de aprendizaje(…) de ahí que muchos de sus textos nos dejen un sabor de no concluidos(…) pero sí tienen la combustión del hombre que es poeta y sabe que tiene que decir su mensaje, lanzar su voz, dejar su testimonio de un tiempo duro y amargo…
Obra
Un disparo colectivo, poesía, edición póstuma. San Salvador, 1980.
El discreto encanto del matrimonio, teatro, 1980.
Los dictadores
…los dictadores, señor, deambulan entre sombras
Y en horas nocturnas ingresan como acólitos en
Ceremonias donde oficiantes de negro celebran horrendos
Ritos en contra del hombre
Usted sabe, señor
Que ellos podrían
Cambiar la religión,
De indumentaria.
Opero usted los convierte
En guardianes de su estómago,
Les compra rifles
Y juegan a la guerra
Y luego usted, señor,
Usted los condecora
Y orgullosos caminan sacando
El pecho que está lleno
Por dentro de alacranes
Y usted los aplaude
Y usted los elogia
Y goza con el clima de tranquilidad,
De muertos en los ríos,
De secuestros, de torturas,
De bombas y de sangre.
Y usted los premia
Permitiéndoles sentarse a su mesa
Y que entren a sus clubes
Y se casen con su prima lejana
Educada en Europa
Y les pasa sus vicios
Y ahora juegan bridge
Y beben whisky
Y manejan un mercedes.
Los dictadores, señor,
Olvidan que nacieron
En medio de un arroyo
Y disparan en contra del arroyo
Y pretenden sacar aquel arroyo,
Hasta que un día
El arroyo es un mar
En el que mueren podridos:
Usted y los tiranos.
Porque cuando estoy triste no me importa el mal tiempo
Daría cualquier cosa por cambiar mi tristeza,
Por cambiar la manera complicada
Que me arrastra a tus manos,
Por ocultar esta forma de mirarte,
Este estúpido juego en el que estoy embarcado.
Daría cualquier cosa
Por hacer caso omiso a las palabras,
Llegar al psicoanálisis y encontrarme dormido.
Descubrir que soy triste como un día de lluvia.
Simplemente me asfixio
Y sangro simplemente.
Porque lloro en las noches
Cuando el miedo me envuelve.
Porque duelen los días, porque duelen los ojos
Y no basta la angustia
Para borrar el agrio temblor que hay en el tiempo.
Porque en este sendero no hay descanso posible.
La meta es una estrella más allá de tu rostro.
Los hombres son fantasmas vagando por el polvo
Y la vida el camino que nos lleva al olvido.
Las estatuas son sombras…
Tontas prolongaciones de gente que intentó ser eterna
Y terminó en chatarra rodeada de mendigos.
Simplemente me asfixio
Y tú no lo comprendes
Y si no lo comprendes…
Que más da que me asfixie….
Porque cuando estoy triste no me importa el mal tiempo
Ni la última mordida que me lanzó el amigo,
Ni las fauces sangrientas de un idioma extranjero.
Me preocupan tus ojos más que el hielo del mundo.
Me preocupas y punto
Mientras la cabeza pelona de Benito aparece
Nocturna y criminal sobre la patria
No deseo el poder, pido la vida.
José Roberto Cea
Un día te arrinconan, no te piden permiso,
Con una mueca imbécil se ríen de tus versos,
Se burlan de la pálida caricia
Que lograste calcar a pedacitos,
De la risa de tu hijo
Que goza cuatro meses de edad
Sin saber lo que le espera, sin comprender
Que hay sombras malolientes que vigilan,
Que acechan tenebrosas su inocencia
Mientras su padre
Deambula sin empleo por las calles,
Jodiendo a los amigos para que el niño crezca,
Para que evada
Y el cañonazo frío y fantasmal del hambre,
Ahora que es tiempo de realizar la hazaña
—el índice de desnutrición
En niños menores de cinco años
Es del 67 % según las cifras del INCAP—
Ahora que es tiempo de ver cómo resiste,
Porque tiene que crecer, desarrollar sus puños
Y un día reclamar lo que le deben,
Lo necesario que se le ha quitado
Para dárselos a otros en exceso.
Porque un día tratarán de arrancarle la sonrisa,
De obligarlo a marchar con el rebaño,
De impedir que camine solidario
Con los que avanzan de acuerdo con la historia
Y se burlan del último discurso
Que escucharon contritos, meditabundos,
Haciéndose los majes,
Los susceptibles de ser anestesiados
Por cualquier hitlercito de bolsillo,
Mientras la cabeza pelona de Benito
Aparece nocturna y criminal sobre la patria.
Porque están los que lo saben y lo gritan
Y están los que lo saben y lo callan
Y están los que ni siquiera lo saben
Y esperan sentir en carne propia
Los colmillos rompiéndoles el alma
Para saber que es cierto,
Que no son duendecitos inofensivos
Los que hacen sesiones
Y planifican la muerte colectiva,
Y está el poeta
Cargando sus poemas y su máquina,
Musitando cocteles de palabras para hacer la coraza
Que proteja la sonrisa infantil del poemita
Hecho con su mujer
Una noche en que estuvo mucho más que inspirado
Y la Asociación Demográfica
Lloraba de criminal impotencia…
Un disparo colectivo
Porque me quema a veces la nostalgia,
El asombro en la voz, el pase en corto,
Las perras ganas de aguantar a los fantasmas
Que me comen el alma a dentelladas,
Mientras se escucha en el café
Una melodía tristona —siempre son tristes
Si es en el café donde se escuchan—
Y yo me desangro inútilmente,
A borbotones pero inútilmente,
Cuando de amor repleto
Me voy por esas calles de dios
Con papel tumbado por el viento
Y se oye el crujir, el alboroto
De ese tiempo que se cae pese a todo
Y ya no bastan diques ni compuertas,
Ni muros que detengan la avalancha,
Porque los duendes ya no asustan a los niños
Y soy —aunque no quieran— un disparo colectivo,
Una pringa de luz en las tinieblas
Y porque —por más que me maldigan—
Nací para soñar
Aunque el sueño de plano esté prohibido
Y se acerquen los dichosos normales
Y me quieran cambiar mi canción,
Cargarme con sus baterías y volverme imbécil
Que esté al tanto del último grito de la moda,
Y del actual amante de doña Fulanita
O del mustang azul de don Idiota,
Y porque les molesta
Mi profunda vocación anarquista,
Mi sacrosanto amor por la desobediencia,
Y quieren carme con sus palos,
Ponerme su disfraz
Y que baile la samba que ellos bailan,
Y porque digo no,
Y me vale un pito,
Y prefiero mis fantasmas
O jugar con mi sombra.
Y mando al carajo a “los inspectores de herejías”
Que quieren registrarme, anularme el carnet,
Voltear mi cerebro
Y averiguar qué es lo que guardo,
Y convertirme en ciudadano robot,
Clásico ejemplo de las buenas conciencias.
Un round a tu recuerdo
Siempre me opuse a caminar
Con tu estatura
En el ojal de la camisa
— Siempre cuestión de orgullo—
De allí proviene el hecho
De entregarte tan tarde este poema,
Por lo que pasa a ser
Algo así como un telegrama rezagado.
La verdad
Es que de momento
Se me vino a los ojos tu palabra,
Llena de la humildad
Que cubría el eco de tu nombre.
Vino así,
No sé cómo,
Sin llamar a la puerta,
Simplemente
Tomó mi dolor entre sus brazos
Y me llevó hasta la vieja casa,
Al canapé donde solías hacer la siesta
Y fumabas tu tristeza.
Eran los días.
En que clinchabas tu presencia
Con el rostro de un niño que tenía
Doce años jugando entre tus manos,
Y contabas tus hazañas en el ring del mundial
Cuando el boxeo era boxeo
Y no una exhibición amanerada.
Ahora, viejo,
Las cosas han cambiado,
Ya quedó atrás el muchachito
Que contempló tu muerte,
La vida me hace madurar a bofetadas.
Pero no creas
Que doy con los dientes en el polvo,
Como tú
Pienso que es permitido doblarse
Pero no partirse.
Y ahí voy, caminando,
Finteándole a la vida su amargura,
Cuidándome de los golpes a los bajos,
Tratando
De terminar en pie este largo round.
Aunque a veces te confieso,
He llegado a flaquear, a quedar groggy
Y querer tramitar un suicidio voluntario.
Pero basta un vistazo a tu retrato
Y ya no hay vuelta de hoja,
Sé que dejaste tu punch sobre mi verso,
Y jab a jab
Iré elevando mi nombre hasta tu nombre.
Viejo,
Tengo una deuda contigo,
Me querías ingeniero,
Y te salí poeta,
Pero no es cosa de ir por ahí
Soportando un disfraz que desentona.
Contigo pasó lo mismo,
Te querían curita
Y saliste campeón de box ¡ Y qué campeón, carajo!
“Perdona que te quite tu tiempo”
Pero a veces
Cuando estoy tan solteramente solo
Y me urge hablar con alguien
Se me viene a los ojos tu palabra…
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