Karla “Fefi” Ferrer
Nació y se crió en San Juan, Puerto Rico (1986). Completó un bachillerato en Trabajo Social de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Se capacitó como Mentora en Sexualidad Femenina con el proyecto Arte con Salud de Taller Salud. Aspira a continuar sus estudios universitarios en el campo de la Sexualidad Humana. Comenzó a exponer sus escritos en el 2006 en el casco urbano de Río Piedras y ha participado de micrófonos abiertos en espacios como El Boricua, el Nuyorican Cafe, La Respuesta, Taller Cé, El Taller, la Sala-Teatro Beckett, entre otros. Ha colaborado con proyectos como el Coco D’ Oro en La Perla, el colectivo de teatro Papel Machete y conjuntos musicales como Tráfico Pesado y ALKEM. Actualmente trabaja en su primer poemario, Amalgamas, una autopublicación de carácter artesanal que reúne algunas de las composiciones que, con la vida como única experiencia, ha ido elaborando. En el ámbito laboral, se desempeña como Trabajadora de Alcance Comunitario en prevención de VIH con la organización PR CoNCRA, así como en otras diligencias que le ayuden a sobrevivir.
Pulzante y erótica
Se me vienen...
se me vienen unas ganas des-venidas
de sentirme aguacero.
Y pulso...
pulsa el erótico desvelo
y me toca tocarme
sin pizca de pecado
y con toda intención.
Una mano me dedica algunas líneas sobre el pellejo
y responden los poros
como erizos coquetos.
Recorro el espacio,
transito este mapa
como mi única dueña.
Retuerzo la caricia
por el triángulo de esta bermuda,
monte de Venus,
papaya madura,
jugoso volcán.
Y toco-toco-toco-toco,
sin gigante me sofoco.
Y pulso...
ahora con una sinfonía de ariscos suspiros,
de la mano de mi mano,
de las ganas de mis ganas,
del porvenir de mi venir.
Me retuerce la caricia
por los rincones del sudor,
las esquinas de ningún nombre,
el semblante de ninguna ilusión
y esta silueta en el reflejo.
Algún gemido se escapa en honor a la rebeldía,
como tributo al arte de conocerse,
como viento huracanado en riña consigo mismo.
Algún gemido,
tal vez algo más,
algo de Afrodita,
algo de virgo,
algo de mí.
Y se me escapa el aire.
Renuncio a la mesura
porque no es otra cosa que un obstáculo
para esta chispa.
Prefiero escapar,
escojo escapar,
escapar,
escapar,
escapar
a ese efímero instante
donde el ego es todopoderoso.
Piroper(r)a y jergo(z)a
Se me salió la calle,
la jerga del Don Juan,
o mejor dicho Doña Juana liberada.
Se me salió por la comisura
de esta boca,
de entre los dientes,
sobre la lengua.
Se me salió en la esquina
donde tropecé con la punta de tus ojos
simuladores de la noche.
Me voy a caballo y vengo a pie,
tanta curva y yo sin freno,
sin mecánico
y queriendo
ser mecánico de alta categoría
para desabollarte el motor
y arreglarte la batería.
O tal vez si te cojo te esclocho.
¡Fui-fuiu, fui-fuiu!
Ya sabes como es,
al buen entendedor pocas palabras,
así que alábate pollo que mañana te guiso.
¡Uy!
¡Arroz que carne hay!
Y es que si cocinas como caminas
me como hasta el pega’o
hasta quedar con la barriga llena
y el corazón contento.
Dicen que donde reina la mujer
el diablo es el primer ministro
y como el infierno está lleno de buenas intenciones
y cada cual sabe de la pata que cojea
te advierto que no soy apta para cardiacos,
pero sí santa de mi devoción.
Échate pa’cá que el que busca encuentra
y el hábito no hace al monje.
Camina por la sombra que el sol
derrite los bombones
y recuerda que al que a buen árbol se arrima
buena sombra lo cobija.
Échate pa’ca sin remordimientos,
déjate sonsacar,
mira que el que no oye consejo no llega a viejo.
Y tiempo al tiempo para qué
si la espera desespera
y lo bueno dura poco;
más vale un hoy que dos mañanas.
¿Perro con el rabo entre las patas?
Para nadar hay que tirarse al agua
y probando es como se guisa.
A la larga o a la cansá
no hay mal que por bien no venga
y hay mucho que ganar y poco que perder.
Échate pa’cá
que juntos pero no revueltos
y en un murmuro extasiado
te susurraré al oído
quién fuera pulmonía para roncar en tu pecho.
Trozos
Por la encendida calle antillana
te sufro en el abandono de cada ofrenda
y te invito al límite,
no sin antes celebrar
la sandunga sandunguera de tu piel.
La cólera de tu historia historieta
y la furia del caribe,
caribe invadido,
caribe cimarrón,
caribe puta,
sabroso caribe de cuerpos sudorosos
y fronteras de autoexilio.
Repica tus tambores con el aire que nos toca, revuélcanos las raíces
con el alboroto áspero y efímero de tu experiencia.
Enséñanos a ser uno en la distancia
de tus trozos esparcidos
y a la vez tan próximos,
escapa de tu destierro obstinado
de turistas manda-más.
Somos la insolación que calienta al mundo,
el mismo que nos vislumbra en taparrabos
ignorando lo que guardamos debajo de la telita,
del coco que refresca sus vacaciones,
del barro que adorna sus chimeneas,
del ron que enciende sus fiestas.
Somos la orilla adentrada,
el monte cautivo,
crías de Yemayá a la deriva
de un sueño sin fin.
Somos pequeñas Antillas dentro del infinito,
comuna de arrecifes,
comuna incomunicada,
solidaridad desolada,
a no ser que nos azote un desastre.
Somos islas con egos de continentes,
con la fertilidad suficiente
para parir un revolú
mientras nos mojamos el pellejo
con una paja mental de lo que no somos
pero nos han hecho ser.
No como a ti
No me ames como a ti mismo.
No soy tú ni lo mismo
Quiéreme en mi ruta,
quiéreme libre o no me quieras,
quiéreme como a otra naranja,
no como la mitad de cualquier cosa;
como a la mujer de mi propia vida,
como al agua que escurridiza
se desprende de tus manos.
A sabiendas de que aspiro
a la perfección imperfecta de la realidad,
que en ocasiones me convierto
en Días y Flores
y necesito evaporarme para seguir siendo
parte del mundo.
Ámame en la distancia confidente
y a sabiendas
de que a diario voy descociendo
las puntadas que la vida me ha impuesto.
Ámame sin pronunciar esas dos palabras
que en dos monosílabos atados
de costumbre
irremediablemente caducan
la complicidad de dos.
No me ames como a ti mismo,
o no me ames.
No soy tú ni lo mismo.
Qué importa, no importa
No es capricho esto de regalar la espalda
a lo que dura muy poco,
aunque sí esta manía de rascarme el recuerdo
y admirar cada cicatriz como otro capítulo precedido.
Le apuesto a las despedidas que no se despiden,
en ocasiones acaricio al viento
y le arranco los toques más sutiles y furtivos,
mientras muerdo mis labios.
Le apuesto al reloj y al calendario
un vacío absoluto en mi nido de palabras,
en el apetito de mi entrepierna,
en la compañía de mi sombra.
Me apuesto entera contra dios y sus hijos,
me apuesto en las noches perdidas de nostalgia
sobre el pecho borracho, frío y vacío de la ciudad,
me apuesto callada, pero no en silencio.
Si al final qué importa cuanto pueda perder,
si me muerdo los labios de placer o de rabia,
si irremediablemente mis páginas
se tornan amarillas,
si sigo andando sin mirar atrás.
Sí, el final no importa
si me habré desvestido los pasos
y despeinado la piel.
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