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domingo, 4 de septiembre de 2011

4756.- JOSÉ AGUSTÍN HAYA DE LA TORRE


José Agustín Haya de la Torre (Lima, Perú 1981). Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue miembro del grupo de creación y publicación literaria Sociedad Elefante, así como del comité editorial de la revista Distancia Crítica: aportes hacia una nueva conciencia social. Ha publicado los poemarios Canto de la Herrumbre (Lustra Editores, 2006) y Nocturno del Alba (AECID / Lustra Editores, 2008). Actualmente, estudia un doctorado en la Universidad de Salamanca.




Poesía de José Agustín Haya de la Torre




Alguna vez...

Alguna vez
a la muerte encontré
sentada frente a mí
descorazonada

En ella me reconocí

Siempre hemos sido
los mismos
siempre
los que del fuego hemos cuidado

Ve y ama
terminó diciéndome

Y me eché a morir
Amándola

(de Canto de la Herrumbre)







Regreso al sepulcro

De mi vientre enhiesto
De mis manos en posición yugular
Del nimio parpadeo sobre tus senos
De querer decir silencio para mí y no poder callarlo reiteradamente
De mi voraz muerte harta de nacer
De mi sexo en jaque
De mi hipermetropía cuaternaria
De mi juntapalabras y mis no
De mis cálculos en los riñones
Del silencio vívido y recurrente
De mi inquebrantable creencia en la poesía
De mi cadáver y sus fauces vertiginosas
Del silencio que no llega y se torna desesperado y del cual no puedo hablar
Del vacío intestinal de mi ansiedad
De la vacuidad de las gentes y su nunca escuchar
De mi vejez prematura que huye ya de un geriátrico
De la condena a vivir y dar constancia al suicidio y al suicida
Del silencio que acontece y no
De mi reiterada creencia en la poesía
De mi amor desenfrenado de los colmillos que no tengo del elefante que fui
De mis extremidades que a veces no proyectan mi sombra
De mi constante adjetivización y querer silencio y silencio
De sólo escribir y echarme a morir
Y decir Amor

(de Canto de la Herrumbre)








Antes la noche en los cerros se podía reflejar…

Antes la noche en los cerros se podía reflejar
ahora la tierra sólo tiembla y ruge
y los lagos se secan
nos recuerdan nuestro paso que toda semilla despoja

Cómo vivir si las parcelas animales desollados parecen
El agua de ellas huye porque humedecerlas no quiere
Al pensar en nosotros ella todo marchita a su paso
como quien desde la raíz la planta corta
El frío quema todo
y el Sol también quema y también duele

La roca despierta desnuda como nosotros huérfanos
y ya no hay casi nieve o musgo que la recubra

La luna su luz guarda tras las nubes negras
su reflejo oculta en ella misma
y el campo no se ve
un abismo parece en todo momento
como si todo se llorara

Si frío hacía encontrabas cómo dormir
Una piedra te tapaba y el viento de su camino te sacaba
ahora hay poco sitio y la montaña te bota
la Tierra castigo nos da
Nosotros peor que comer animales muertos vamos

De nosotros los animales al vernos se ríen
Superiores no somos
Más bien aprender de ellos debemos
Parecemos más presas que cazadores

Pero qué será pues
si nos creemos más que animales y pensamos menos que ellos
qué comida nos falta

Hoy
la tierra tiembla de hambre
pues antes la noche en los cerros se podía reflejar
antes del hombre y su cimiente arrasadora

(de Nocturno del Alba)








Suena el río que canto enfurecido trae…

Suena el río que canto enfurecido trae
Baja violento desde las punas
y no contempla naturaleza ya que todo como niebla cubre
Como roca desconocida y aciaga la tierra hace temblar

Matan el orbe
Orgullosos muestran sangre de puya sobre sus manos
y un abra de vísceras llaman humanidad

Seres vacíos
En el renacer quedarán perdidos
y recordados serán como las heladas que a la tierra
no permiten parir

Cuál es el sesgo de la montaña
la talla el rocío y color del agua reflejada en el cielo
Si el sosiego es yugo insatisfecho
un diario arrear y arrear y arrear

Recuerdas cuándo florecía el clavel
Cuándo los peces de los lagos la noche iluminaban
Recuerdas al ave cuerpo de serpiente ojos de felino que henchía su pecho y nos cuidaba
o simplemente al colibrí dando vueltas sobre las flores
como eligiendo la más bella

Ya la luna no deja de llorar
La noche enfría
como cada hijo y flor y campo que muere
La Tierra vida más ya no trae
Entre nosotros infértil es todo
Mano sobre mano
que tallo tuerce que boca parte
que deshoja cuerpo para expandirse dice
Huérfanos de relaves y aguas servidas somos
Y no se sabe de quién es el espíritu
pues los gentiles nos han abandonado
Y el día enfría
y el agua sedientos nos vuelve
y el fuego abrigo más ya no trae

La piedra no escucha forjar
endurece la piel y nos niega
golpea en cada caída con más y más furia
pues la lluvia sobre ella ya no resbala

y avanza silenciosa como animal que a su presa ve de lejos
y la hace callar

De este tiempo renacerán sólo demonios
un poco más de nosotros mismos
de ellos nos embebemos
sin arar caminos pues sólo damos herrajes a todo
Sirvientes nos hemos vuelto a un goce desconocido
pues los dioses no pueden hablar
y si lo hacen
decidimos olvidarlos o verlos como nos vemos
olvidados

(de Nocturno del Alba)










Nocturno del Alba

También en el canto se oye el silencio

He detenido el mundo
A la izquierda de mi izquierda
Para forjar en el fuego los ojos del tiempo
El pálpito de la tierra ha despertado
Son las flores quienes hablan

También en el silencio se oye el canto

(de Nocturno del Alba)







Traz!

Zota!

Vezpa!

Atranca e inmena arrars cóncitro
dimperviso truante lantesio
qui renca cléptica e inquizoide parsenía

Traz
Zota
Vezpa

Ah Meniceles kintalistos artean espurbeas norces
yante mezerías vancen
cuansi nartas resgamas granjinan

Oh Manras imbestos
jenges ólgibos derminos:
Queante clarma nurmia
desta crimea alasola

¡Traz

¡Zota

¡Vezpa

(de Nocturno del Alba)










Verte con los ojos sangrantes
y decirte Yo
Yo de óseas cavilaciones
y epidérmicas voces
que en vértigo goce asumo vivir

Verme y pensar en la aniquilación del Todo
despojarme del Verbo
concebir la Nada en Mí
y decirme Tú

Aprender de la Naturaleza la voz del Silencio
sin saber rostro
sin callar palabra
sin temer al vacío

y seguir mi rastro
hasta devorarme

(de Nocturno del Alba)









rastro

las virtudes de un poeta son
las de un asesino: a galope
sobre un caballo ciego en
llamas intenta lacerar una
selva pétrea hasta encontrar
su arteria. escucha su sí
mismo, el que no es él donde
es todos y embellece la
destrucción y sueña lo que
destruye dándole a los muros
la forma de su rostro. vierte
estío al doblar de las
campanas y cría nervios.
nombra toda geografía
humana, nube, sal y margen,
en su universo de una sola
palabra al fraguar el reflejo
del silencio. cincela
murmuros. recrea
cosmogonías como pájaros
de niebla que recubre de
escamas doradas. detiene
sístoles y diástoles para
transformarlas en geometría
pura: en materia donde los
cuerpos oscuros brillan a la
luz. su escisión renace
cuando la flor vuelve a ser
tallo y éste desaparece,
desparece, desaparece,
desaparece… y se levanta
ante su atávica derrota: la
palabra.

A Arturo Sessarego Bosworth
(de hábitat en el desierto )









Encuentro de dos imanes

Cárdeno y ocelote:
pienso en la humedad de los lagrimales de los escualos
y en la invención del mito de lo fragmentario
y su devenir en la realidad. Y nombro el mar
y se agiganta. Y nombro el mar y se agiganta. Y nombro el mar
que se agiganta y descubre su perfil de presencia antigua y su ola
de tempestad
que reluce, cuando acaricia el extravío y las extremidades
del vuelo del ave que trasunta las orillas y vivifica la desocupación
de la estatua:
amanecen fósiles eriales creándose el vacío. Es el mar y su
polaridad grávida…
Y la unción de las sílabas que nombran su cariz orlada
cuando se quema la sangre y se unge ese contemplar el mundo en
un grano de arena:
lo que tañe la roca y bruñe la niebla, así se disuelvan.
Sueño con los tóxicos del vientre de las medusas y con los yunques
de los herreros
y sus hierros hirvientes donde se forjan los ornamentos de las
pezuñas
y las puntas de los cuchillos, intentando disuadir el desgaste de la
materia;
e invento el desvarío y lo asocio y lo restituyo en la maleza de su
mención.
E insisto en estos fragmentos y en el ensayo vario de su cepa que
altura la palabra:
mar de toda profundidad y señor de lo oscuro, mar de las cavernas
y señor de lo oscuro,
mar primigenio del cieno y bulbos del señor de lo oscuro, de los
rayos
solares que atraviesan la superficie y emigran bajo tus aguas en
vigilia de lo sagrado:
nombra en tu nacimiento lo pronunciado por el fuego de la
salamandra,
esculpe ese andar vertical y haz que mane la contracorriente
cuando se pierda la última fuerza en alianza de contrarios,
pues la repetición de lo complejo vira hacia la claridad.
Desinencias de la unidad binaria.

(de hábitat en el desierto )








Fiebre de antílope

Quepo en el olvido. Me estiro, y quepo en el olvido.

A veces sueño que tomo la forma de un unicornio, y cargo en el lomo la piedra del insomnio. Soporto el peso del aire y el etéreo reposo de los astros como gajos refulgentes y silenciados.

Trazo el cielo, y conjuro al celador del ojo de las cerraduras. Desde aquí se divisa al artesano de los minerales que construye un mundo deletéreo y de cristal: aquí naufragan los ríos de la distancia, aquí los pétalos balbucean, aquí tiritan los lagartos, aquí una gota de agua corroe todo respiro al caer.

¡Abran las puertas del reino de las leguminosas, hágase sobre nosotros la potencia de la luz, su espina dorada en la oscuridad!

¡Aclámese el vuelo del ave nocturna que fija las fisuras de la nebulosa! Ahí las calamidades y el vertedero cósmico de las ilusiones. Ahí la flor que bebe su propio tormento y ahí lo inasible, cuando arde el mar en una lluvia de estrellas.

A mí el salto lingüístico de las gacelas, a mí el dolor gramatical de las cornucopias y su chirrido cóncavo, a mí la dicción de las orugas al engullir los tallos y su siseo atragantado, a mí la morfología de los felinos y sus antípodas vegetarianas, a mí las extremidades semánticas y los barritos de los paquidermos. Sí, a mí la angustia de la existencia, la piel que sacia los colmillos, el liquen encaramado sobre las rocas y su rabia.

Heme aquí. Sigo la estela más oscura de la evanescencia, las estepas unguladas, sus cuernos huecos, sus ardores oníricos, la resurrección terciana de la realidad y el abrazo de la cofradía del sentido ortopédico del cuello de los cisnes.

Oigo en repique: ¡Sobrevuela raso y atiza tu esqueleto en la tierra, saborea la fruición lánguida cuando el sol reposa en otros huesos después de lavarse en la lluvia!

Me estiro, y no hay lindera. Me hallo suspendido en la clavija del olvido, aunque certero y preciso en el dominio del astrolabio. En mí habla el desierto, la caza armónica de los acordes al sonar el cálamo: ¡A mí el canto de la herrumbre y su garganta sellada!

Un nuevo día ha de empezar destemplada el ánima de los dioses.

(de hábitat en el desierto )




[http://www.calidoscopio.net/2011/04_Julio/Index.html]


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