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sábado, 27 de agosto de 2011

4698.- MIGUEL GALANES


Miguel Galanes (Daimiel, Ciudad Real 1951) cuenta con una larga trayectoria. Iniciada en 1979, ha recorrido un sendero hecho de empeño indagador en el lenguaje como prolongación de los sentidos (lo que a principios de los ochenta, con Fernando Beltrán, definió como sensismo).
-El viento me hizo 2010
-La vida por dentro 2007
-El arte de la profanación: Elogio de la individualidad 2003
-Trago largo o la vida inútil 1993
-Los restos de la juerga 1991
-La demencia Consciente 1987
-Condición de una música inestable 1984
-Urgencias sin nombre 1981
-Inconexiones 1979




IMPOSIBLE

El espacio que ocupas
te viste de cristal.

Libre
como el aire, escapas,
te alejas tras haberte
llamado.

Y te encuentro,
realidad desnuda,
inaprensible como la niebla en el mar.

“La vida por dentro”








Un hueco en el aire:
delgadez de los gestos,
luz sin techumbre,
paredes de silencio,
si me preguntan
para quién escribo.

Ahí, los amantes
su mirada han dejado
junto a la mía,
y las voces que oigo
mientras leo en sus ojos
que el vacío que ocupo,
mientras estoy escribiendo,
no hallará la pregunta
que ellos (y yo) esperan,
porque nadie responde.
Un límite inquietante
que, tan calladamente,
siempre vuelve a mí.




ENCUENTRO

Saber que hemos de permanecer distantemente solos,
como puentes cubiertos por el frío del invierno que amenaza,
es truncar todo un afán de vivencias con mañana azul.

Y que de nada nos sirven las lecciones aprendidas. Tú lo sabes.
Que el vivir, en ocasiones, es tan breve como el espacio
que nos separa en una calle repleta con autobuses de caja lacrada,
con despedida spleen de nácar y besos enamorados.

No borres de tu agenda la mirada muda y sola y breve,
es escalera ante un abismo que distancia cielo e infierno mío.
Como si de un fugaz encuentro pudiera tratarse.








SENSACIONES

De aquella tarde he de nombrar
lo que pudo liberarse de su olvido:
Del agua un viaje interminable,
del silencio un desván abierto,
del patio un sol empedrado en llamas,
de su mirada un vuelo plisado y verde.
De lo vivido un sueño insatisfecho
que recuerda placeres y regalos,
sacrificios y renglones de pocas cartas.
De la vejez una herencia en mi memoria.

Nombro una aventura en cada noche.
En cada baúl, donde duermen objetos,
caricias y juguetes, el frío desdén nombro
cuando nace y se acostumbra lo callado.

De las huellas, que hoy me acechan,
una sombra fiel que, acariciando
la distancia infinita de la luz,
revela la llaga itinerante de su ocaso.

Mil veces .el misterio se repite.
Y me nombro en la profunda sensación
de verme repetido, más tarde, en su carne,
en la propia historia de mi hijo,
que fuera nuestra en años que pasaron.
Se pierden unos versos tan distantes
como la muerte del mismo espejo que los mira.





EL OCIO DEL TIGRE

Vuelve de una marcha nocturna,
de saciar el hambre en los claros del bosque
cuando las estrellas lo acechan y el búho en lo alto.

Solitario e inseguro merodea arrastrando sus patas
con la sinuosidad y armonía de la cobra maldita
en los dominios que impone su centro y descansa.
En lo más profundo de la selva duerme tranquilo
a la sombra de un arbusto gigante
que el sol insaciable respeta
coronándose de un largo e inmenso camino de fuego.

No rompe el rumor de la selva su equilibrio oriental,
ni se acercan los ciervos al reino que defienden sus lanzas de cobre.
Y las garras violentas son garfios de acero en combate que
guarda en estuches de alfombra amarilla.
¿Qué nos acobarda del ocio del tigre?

Es la mirada magnética que infunde pavor,
lo que en Amur, Persia o en Java dice la gente.
0, acaso, la temible simetría que William Blake canta
en un verso perpetuo y grandioso.
La aventurera firmeza de Hugo,
la oscilación tortuosa en Shere Khan,
Kipling con las mariposas de un libro,
o la infinita energía y fragante que Borges admira en el tigre,
arquetipo en su esencia, enjaulado.

(De Condición de una música inestable)






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