Esdras Parra. (Santa Cruz de Mora, Estado Mérida,Venezuela 1939-Caracas, 2004). Poeta, ensayista, narradora, traductora.. En los años sesenta publicó narrativa: El insurgente (1967), Por el norte el mar de las Antillas (1968), Juego limpio (1968). Fue miembro fundador de la revista Imagen, en la cual trabajó como editora por varios años. Mantuvo una constante presencia en el mundo literario a través de publicaciones periódicas y como promotora cultural. Después de un largo silencio editorial, se revela en la década de los noventa como poeta. Gracias a su particular voz, obtiene el Premio de Poesía de la II Bienal Mariano Picón Salas de Mérida (1993) con Este suelo secreto, publicado en 1995 por Monte Avila Editores. Y hasta los actuales momentos, ha publicado dos poemarios más: en el 2001, Antigüedad del frío y Aún no en el 2004. Deja varios poemarios y textos inéditos, al igual que dibujos –actividad a la que se dedicó en sus últimos años. Falleció el pasado 18 de Noviembre de 2004.
Qué violencia la de estas humaredas
avanzan apretadas
apagadas
descalzas
hay que olvidar la perspectiva del deseo inflamado
la permanencia de la llama compacta
son las herramientas de un recuerdo destruido
empujado hacia el polvo áspero
empujado por el amor al incendio
para complacer a las cenizas
si ese postigo no regresa
si ese calor nos expulsa de la madrugada.
Un techo que sube hasta mi frente
una bóveda donde el viento se detiene
en el seco vacío del aire
este instante comienza más allá
comienza en la roca
parte hacia el deshielo de la luna
renuncia a su respiración
como la ventana frente a la tarde que chisporrotea
como el frío que intenta detener a la memoria
como el agua franqueada por la hierba.
una bóveda donde el viento se detiene
en el seco vacío del aire
este instante comienza más allá
comienza en la roca
parte hacia el deshielo de la luna
renuncia a su respiración
como la ventana frente a la tarde que chisporrotea
como el frío que intenta detener a la memoria
como el agua franqueada por la hierba.
Por ese suelo en el que no pongo pie
por los silencios y los dones del día olvidado
por el oído que sólo escucha el rodar de las piedras
por el aire desbrozado lleno de claridad
por ese horizonte sedentario que no podemos traspasar
por el tiempo del goce perdido y entero
separado de las constelaciones
y el viento que retengo en el corazón
apresado entre muros
en el lecho ausente ese espasmo sin cesar
ese placer obstinado
esa vigilia sobre mi nuca.
por los silencios y los dones del día olvidado
por el oído que sólo escucha el rodar de las piedras
por el aire desbrozado lleno de claridad
por ese horizonte sedentario que no podemos traspasar
por el tiempo del goce perdido y entero
separado de las constelaciones
y el viento que retengo en el corazón
apresado entre muros
en el lecho ausente ese espasmo sin cesar
ese placer obstinado
esa vigilia sobre mi nuca.
Si apoyo el hombro contra el mar
¿dónde se detienen las estrellas fugaces?
vuelvo a la crueldad al final de este día
regreso a la venganza por el camino seco
sobre ese desierto que se extiende en mi mano
que no puedo reemplazar, que atraviesa la
habitación o se entrega a su servidumbre
en medio de ese pozo de arena me agité
con la lentitud de la vigilia
y el silencio endurecido
la angustia se inclina frente a mi rostro
tomo la herramienta de la infelicidad
y abro las puertas de mi prisión.
¿dónde se detienen las estrellas fugaces?
vuelvo a la crueldad al final de este día
regreso a la venganza por el camino seco
sobre ese desierto que se extiende en mi mano
que no puedo reemplazar, que atraviesa la
habitación o se entrega a su servidumbre
en medio de ese pozo de arena me agité
con la lentitud de la vigilia
y el silencio endurecido
la angustia se inclina frente a mi rostro
tomo la herramienta de la infelicidad
y abro las puertas de mi prisión.
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