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martes, 26 de julio de 2011

4464.- SANTIAGO ACOSTA



SANTIAGO ACOSTA
(Venezuela. Nacido en San Francisco, EE UU, 1983). Licenciado en letras por la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde se encuentra finalizando la Maestría en Literatura Venezolana. Artículos y poemas suyos han aparecido en diversos medios impresos del país como Papel Literario, Plátanoverde y Babel. Realizó talleres de creación literaria con Alberto Barrera Tyszka, Juan Antonio Calzadilla Arreaza y Armando Rojas Guardia. Ha publicado el poemario Detrás de los erizos (2007), ganador del V Concurso para Obras de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores. Participó en el 5º Festival Mundial de Poesía, en las III Jornadas de Creación Literaria (Universidad de Los Andes, ULA) y en el VII Encuentro Internacional de Poesía de la Universidad de Carabobo (UC). Actualmente se desempeña como ejecutivo editorial de la Fundación Bigott y es editor, junto al poeta Willy McKey, de la revista de poesía venezolana El Salmón.





“Detrás de los erizos”, de Santiago Acosta


Poemas





Siempre que atravieso tus pasillos
me alcanza
un puñado de ventanas nerviosas

Al fondo vigila una lámpara
negra como una garza de tinta
que se eleva entre sillas
y santos

Sentarse ahí es el asma hundida
bajo un techo que finge crecer.





Dama de los Flancos

No nos devuelvas el rumor del camino

Déjanos
curvados en el quebranto

Ocúltate
en el mismo pan de las ferias y las balas
donde los asesinos incautos
se amamantan en silencio

Haz que nuestra noche siga siendo
grave
como encajar una cabeza
dentro de otra hasta nunca despertar.





La Canal

Dime qué es lo que jadea
detrás de los erizos

Cuál es la fruta oscura
que despierta
en la piel de esa torre de algas

Cuánta es la sal que se acerca
para romper el oído
de quien ya no insiste
en el espeso eslabón del aliento.





Cruza sin que el tallo acueste
ni se abra un gesto en vez del cuerpo

Deja que esa cadena de piedra
estalle en breves tripas

hasta que escapar sea
verde
como si respirar fuese el aire.





Entre las muelas de la tarde
crece la piel
de los nunca delatados
incendios

Mandíbula
único arco que se inflama
también tengo que llevarte.





Piedras Blancas

Un hielo quieto baja la montaña
del primer valle
donde las pálidas frutas del hambre
encallaron como la Virgen de la roca

Con el musgo en la sombra
cruzamos muelles que revientan
y nos quema
ser los únicos desprendidos
las puertas más limpias.





En el cruce de las hazañas
y los llamados tardíos
algo detiene la red
que ensayas
frente a mi tropa de mártires

Bebedero de carroña
no vengas si traes
algo más que tus escombros.





En el ruido
retrasa tus ojos

Saldrás del cruce
de rodillas
y sin sombrero
pero con la blanca
manera de soltar hacia arriba
tu mano abierta.

(del poemario Detrás de los erizos; Monte Ávila, 2007).





22.3.11

Hombre conejo - Sapphire

Sapphire. Fuente: Homework Central


1.
él es la noche
persiguiendo conejos,
una olla de polvo
bajo el cielo de asfalto
rajado de estrellas.
atleta,
“triunfa chico negro de Houston”.
de pie, derecho como una hojilla
abre mi vagina de un tajo
estirándola como luces que sangran en el aire oscuro
sus dientes de conejo arrastran mi lengua
por sables ocultos bajo sal,
de la punta cortada
gotean rosas rojas
que gritan: papi, no.

se supone que no debería ser
tu cena, negro.
tu semen forma dedos
en mi garganta,
dedos lanudos.
toso todo el tiempo
hombre conejo
chico negro
corre
salta
obstáculo tras obstáculo—
cada vez más alto.

hasta que tu pene se derrita
como un malvavisco en el fuego
y tu miedo sea un desierto sin otra flor
que tus dos hijas,
Bellezas Americanas,
firmes capullos que abres,
pétalos de luz rosa desangrándose
bajo una luna destrozada.
agujas de pino brotan de la arena
pero no preguntas para qué son
rodeado como estás por pequeñas hijas,
diminutos cazones que se ahogan entre pañales.
tú hiciste esto güevo de conejo,
güevo de conejo
güevo de conejo
engendro coprófago saltador
ojos ciegos abriéndose
como enfermedad terminal
boca tras boca—
paralizante luz.

2.
me deslizo entre frías habitaciones de poliéster,
hasta tu cama—
allí todo es tan ordinario y roto.
esquivo la blanca piel y
los ojos sangrantes de Jesús.
casi todas las noches dormías
en el obituario de la luz—
completamente sola.
la imagen estaba colocada de tal manera que
cuando tu cabeza golpeaba la almohada
veías a Jesús.
¿el qué?

3.
veías a la muerte como las piernas negras de tu madre
como los dientes torcidos de tu hermana retrasada
como el olor húmedo de la luz en el ojo de un pez.
veías a la muerte cabalgando sin automóviles ni tarjetas de crédito.
veías a la muerte arrastrándose tambaleándose como las mujeres gordas
que odiabas.
veías que Jesús no podía salvarte.

la mano de dios está fruncida por el olor a cabello quemado y
grasa caliente,
ella te escucha diciéndole a tus hijos no se vayan a juntar
con una negra.
sus tetas cuelgan tristes serpientes subiendo por tus piernas
hasta que tu pene habla y con mirada ciega ves
a las dos hijas que abandonaste sin agua en el desierto.
oh la muerte te conoce y te invita a cenar,
sale rodando del garaje como un coupe de ville,
es una hija de lengua viperina que te traiciona,
es un conejo sediento ahogándose en una carretera solitaria.
la muerte es un hacha dentro de un ascensor elevándose hacia el sol.
la muerte es el huevo de dios.
la muerte es una hija que se alimenta.
tú eres la mesa donde la negra y húmeda tierra descansa—
tú eres la cena del polvo,
un cadillac regresando a una choza derrumbada.
eres el conejo liberado del temor
el círculo quebrado por el sol
el mango de un hacha enterrada,
cabeza rodado por el desierto
como una bola de paja—
de regreso a Neptuno.

4.
ahora soy la reina de la arena,
viento envolviéndose como alambre alrededor del cuello del conejo,
el final de un ciclo.
mis hijos se rehúsan a creer que tu pene es una chupeta.
mis hijos son el desierto florido;
flores de cactus abriéndose al perdón,
millones de conejos saltando—
saltando por encima de ti.


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