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jueves, 28 de abril de 2011

3951.- CARMEN VILLORO


Carmen Villoro (Ciudad de México, 1958) participó en los talleres de poesía de Juan Bañuelos (UNAM, 1975), Raúl Renán (INBA, 1984) y Vicente Quirarte (INBA, 1984 y FONCA, 1990). Ha publicado los libros de poesía Barcos de papel (colectivo Por la piel, Punto de Partida, 1986); Que no se vaya el viento (UNAM, 1990); Delfín desde el principio (UAM, 1993); Herida luz (Hernández y Ramírez, 1995), los libros de cuentos La media luna (CONACULTA - Corunda, 1993); Amarina y el viejo Pesadilla (Universidad de Guadalajara, 1994); Amarina y el viejo Pesadilla y otros cuentos (Norma, 1996), el ensayo El oficio de amar (Pax, 1996), y el libro de prosa poética El habitante (Cal y Arena, 1997).
Su obra ha sido antologada en México, Estados Unidos y Paraguay. Ha publicado sus poemas en los principales suplementos y revistas culturales del país.
Fue becaria del INBA-FONAPAS (1984), del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Jóvenes Creadores, 1990), del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (Autores con Trayectoria, 1998).
Ha recibido los siguientes premios: Mención Honorífica para Cuento Infantil y Primer Lugar para Ensayo sobre Literatura Infantil y Juvenil en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) 1993, México, D.F.
Elaboró cápsulas radiofónicas para Radio Universidad de Guadalajara, con las cuales se produjo el audiocassette Luz de buró. Ha sido colaboradora de los periódicos Siglo 21 y Público de Guadalajara. Imparte talleres y cursos independientes de poesía y ha escrito los textos para catálogos de diversos artistas plásticos de Guadalajara. Es becaria del Sistema Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.





El caracol es mujer

El caracol es mujer,
lo digo por la humedad
y porque lleva en su cuerpo
la escalera de los sueños,
¿a dónde va la escalera
mujer, a dónde lleva?
a una frontera delgada
entre dos mares que juntan
olas tibias, labios blancos;
por el recuerdo del mar,
por la huella de una mano
bajo la noche
y porque lleva en su vientre
el sonido de la espuma,
el caracol es mujer,
carne, humedad, beso y luna.





Bajo amorosa sombra

Cúrame con tus manos,
toca de mí el olvido
que se fue acomodando entre los pliegues.
No venga la tormenta a amordazar mis sueños,
sólo esta lluvia suave, vespertina
despierte en mí los pétalos dormidos.
Desnúdame en silencio,
hoja por hoja
hasta dejar al descubierto el punto
del estremecimiento.
No debe haber estrépitos
que vulneren la calma de mi piel
tendida para ti como un estanque
en donde sólo el toque de tus labios
perturba la quietud.
No quiero los platillos
festejando con notas deslumbrantes
la pasión de los cuerpos,
ni los timbales ebrios
apurando la noche;
sólo la melodía de una flauta
tenue pero sinuosa
que adormezca con ritmo acompasado
estos miedos que vas quitando al paso.
Disuelve con tus dedos
el dolor y sus máculas guardadas
en rincones ocultos;
que se adelgace el tiempo
con tu humedad benigna
hasta llegar al límite de lo que no ha sufrido
magulladura alguna.
Devuélvele la paz a mis palabras
deseosas de ser playas
donde arriben tus barcas sigilosas.
Este amor en penumbra
aluza más que el sol
la gruta en que se había escondido
una parte de mí,
tal vez la más secreta.
Acerca con prudencia
toda tu voz, tus años, tu tibieza
y cuídame despacio
como una flor quebrada
que revive por fin
bajo amorosa sombra.






Amatorio

Desnuda
me miro en el espejo perturbable.
No tengo rostro
mi signo del zodiaco es el desorden.

Sola estoy
cuando podría ser otra vez el lento
obstinado presagio de tus dedos.

Este es sólo el exordio del placer.
Después vendrá la imagen de tu boca
atravesando un claro en la arboleda.

Vendrá la llama tibia como el gato.

Oscura la garganta se tragará tu nombre
oscuro de saliva.
Vendrán la lengua y tus rodillas.

Escucha cómo suena el otoño en las ingles:

gástame el vientre
exacerba mi boca
altera mi silueta
rasga esta tarde hasta la pura muerte
degrada este silencio
denso como una zorra
devasta quiebra
asola mi virtual desatino.

Sólo imaginación.

Sólo un espejo.
La humedad que te grita desde el bosque.







Ulises cotidiano

Traes en tu cuerpo la leyenda
de un navegante cansado.
Es tan grato, en silencio,
descalzarte de barcos,
recoger de tus ojos
las sirenas perdidas,
las redes enlamadas,
los sonidos ocultos de las olas.
Te espero cada noche
cuando levantas anclas en mi espacio
y una lluvia de estrellas
te hace perder el rumbo
y un enjambre de peces y caricias
nos recobra el naufragio tan deseado.
Cómo darte las gracias
por la luz palpitante de aquel faro,
por el sonido suave de los remos
en esta noche grande.
Es más amplio mi pecho.
Hoy le caben los puertos,
hoy que encallas
tibiamente
junto a mí.






Zona de fumar

El cigarro es la soledad
que uno elige.
César Luis Menotti



Miro a esas mujeres que fuman sus cigarros
como si hicieran el amor.
Una de ellas desprende la cintilla de celofán
con la gravedad de quien desabrocha un cinturón
o desanuda una corbata.
Otra acaricia con tres dedos la lisura blanca
anticipando un fuego conocido,
queriendo retrasarlo.
Hay la que lo detiene con los labios
disfrutando su peso,
su seca desnudez
y después lo humedece para volverlo propio.
La primera lo absorbe hasta el abismo,
se hace un poco de daño
para sentir que existe.
La segunda lo mira iluminarse
y consume en secreto sus recuerdos.
La tercera sacude la ceniza,
mira el humo
como quien se despide en una calle solitaria.
Una lo apaga con pequeños golpes,
sabe de espasmos.

Otra lo tira al piso, lo tritura
y esa violencia la desquicia suavemente.
La tercera lo deja consumirse
porque no le gusta apresurar ningún desprendimiento.
Parece que platican,
desayunan en este restorán,
piden la cuenta, así, como si nada.
Pero sus cuerpos habitan otra realidad,
sus almas vibran,
su soledad salvaje las denuncia.











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