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martes, 26 de abril de 2011

3947.- INMA CHACÓN


Inma Chacón (Zafra, 1954) es Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Dirigió el Doctorado Comunicación, Auge Tecnológico y Renovación Socio-cultural en la Universidad Europea, donde fundó y dirigió la revista científica Binaria: Revista de Comunicación, Cultura y Tecnología, y donde ejerció como Decana de la Facultad de Comunicación y Humanidades. Ha escrito La princesa India (Alfaguara, 2005), y es columnista en El Periódico de Extremadura. Con Alas se adentró por primera vez en el campo de la Poesía, dedicando el libro a su hermana gemela, Dulce Chacón. Urdimbres es su segundo poemario.






Mitos

Si buscáramos espejos
donde apagar la sed y la sequía

¿qué sería del agua?

¿Y del valor,
si bastara el reflejo del escudo
para vencer el miedo?

Qué sería del llanto
si pudiéramos sangrar
en las venas de los otros.

Y de los sueños
si no fuéramos
los que cerráramos los párpados.

Qué sería del abrazo sin piel
y de la lluvia sin salpicaduras.

Del brillo sin cristal
de la transparencia, sin el otro lado.

¿Qué sería de Sísifo sin piedra a sus espaldas?

Del negro, de la sombra.

De la verdad,
del día,
del roce de la seda.

¿Qué sería del mito
sin nosotros?










Kilómetros de arena

La arena del reloj es silenciosa,
y paciente,
sabe que no depende de ella
su quietud,
ni la velocidad con que sus granos
se lanzan al vacío.

No es suyo el movimiento.

Y, sin embargo,
espera,
pacientemente espera,

segura del momento
en que llegará la mano

segura del placer
que guarda en esa vuelta
que la devuelve al hueco
donde cobra sentido.










Alas

Pero tú te quedaste.
Te quedaste
en el vuelo del águila,
en los brazos extendidos
de las madres,
y en sus besos
Te quedaste en las alas que me diste
para que yo aprendiera a volar
suspendida en el viento
de tu nombre.










Urdimbres

El último grito

Tejiste una malla alrededor de tu cuerpo,
después del último grito.

Las heridas ya no se distinguen
entre tu piel y tu alma

y una coraza te protege del abrazo de los otros.

No quisiste mirar al carcelero
nunca más,
pero alargó su sombra
delante de tus ojos.

No quisiste mirarlo,
no quisiste,

y sin embargo,
hay cárceles que insisten en quedarse,
invisibles,
adheridas,
sin vuelta atrás.











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