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jueves, 21 de abril de 2011

3924.- ANA VEGA


Ana Vega (Oviedo, 1977) ha publicado El cuaderno griego (Universos, 2008), Breve testimonio de una mirada (Amargord, 2009) y Realidad Paralela (Groenlandia, ed. Digital). Colaboradora de diversas revistas literarias. Ha participado en diversos proyectos conjuntos con artistas plásticos como Juan Falcón.
Más información: http://elcuadernogriego.blogspot.com





El final del cuento

en homenaje a Inés Toledo
y su libro El final del cuento

A veces
tengo sensación
de batalla perdida,
de general
con hombres muertos
a sus pies,
con manos ensangrentadas
pero inútiles…

Cansancio acumulado.
Elaboración de tácticas
y estrategias
estudiadas con precisión
de bisturí
y a las que siempre
vence
el caos
del mundo
más cotidiano.

A veces
siento
que ni los cuchillos
más afilados
logran
cortar bien la carne.
Siento que poco
o nada
tiene sentido.

Y sin embargo,
en contadas ocasiones,
veo con claridad, exacta,
de halcón
desde las alturas,
cómo la verdad
vence al cobarde;
cómo el triunfo
está asegurado
desde el principio
para aquéllos
que se mantuvieron firmes,
los locos, los salvajes,
los que no se dejan
domesticar:
los más cuerdos
entonces.
Y sé que noches de cuchillo
y ruido ensordecedor
les preceden,
espinas bajo sus pies,
clavos ardiendo
siempre
en sus manos
y muñecas rotas.

Al final
del cuento
la paz
llega a los ojos
del indómito
con la facilidad
con la que el cielo
abre sus puertas
tras la tormenta.
Benditos sean
aquellos
que han logrado
sobrevivir
al desierto.










Bajarme de la cruz

Bajarme de la cruz,
arrancar los clavos,
lamer la sangre
con la lengua
y enfrentarme
a la mujer que soy,
pese a todo,
pese a todos,
tiene un precio
demasiado alto.
Algunas
permanecen
clavadas
de por vida.










La mentira

No saben.

No entienden.

Ellos. Los que gritan fuera,
los que no escuchan.
Aquéllos que se empeñan
en cerrar los ojos
ante la mentira.

La verdad del hombre
duele demasiado.

El hombre se convierte
en hombre
cuando decide
seguir sus propias normas.
Ningún dios
puso sus manos
sobre ningún
niño herido
nunca.

La peste de este siglo
es la ceguera
que todos
nos imponemos
cada día
para salvarnos.

No hay dignidad
en eso.
No hay dignidad
en tragar saliva
y seguir caminando
como si nada.









Si me rescatas
del frío,
prometo abandonar
el invierno
para siempre...







LA CUERDA

Hay cuerdas
colgando
del cielo.
Preparadas, listas,
para encajar
cabezas
con un nudo.

Hay cuerdas
que se convierten
en soga
y
cuerdas invisibles
que anudan
las manos.









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