Carlos de la Rica (Pravia, Asturias, 1929 - Carboneras de Guadazaón, Cuenca, 1997), poeta, editor y sacerdote español, uno de los miembros del postismo.
Nacido accidentalmente en Asturias, su familia vivió en Cuenca desde que él sólo contaba con dos años de edad. Estudió en Cuenca, en el Seminario de San Julián, y se ordenó sacerdote en 1956.
Fue párroco en el pueblo de Carboneras de Guadazaón y su comarca, un importante enclave histórico e industrial en el conquense señorío de Moya, y se involucró activamente en los movimientos sociales de oposición al régimen franquista. Asimismo apoyó el reformismo del Concilio Vaticano II.
En el aspecto literario, se comprometió en el postismo junto con suz amigos los poetas Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo y Federico Muelas. Colaboró en las revistas Deucalión y El Pájaro de Paja, participando en el llamado realismo mágico rompiendo con la llamada "poesía sacerdotal". Por entonces escribió Ciudadela, publicada muy posteriormente en 1995, y La Casa (1960).
En los sesenta, su empleo de los grandes mitos del clasicismo griego y de la vanguardia en su poesía política -el realismo mitológico- fracturó casi definitivamente sus relaciones con los poetas sociales de la época, que no admitían ninguna vocación humanística, fuera de su carácter creyente, su confeso monarquismo y su apoyo a la causa israelí. Sin embargo, su compromiso social tampoco hizo que fuera aceptado por los culturalistas "venecianos" o "novísimos" del 68; es ese sesgo se aprecia claramente en Edipo el rey (1965) y Poemas junto a un pueblo (1977).
En sus últimos años Carlos de la Rica volvió a sus raíces vanguardistas en Poemas de amar y pasar (1982) y su Oficio de alquimista (1995), que se completó con ese gigantesco homenaje a la cultura clásica grecolatina y judeocristiana que fueron sus Juegos del Mediterráneo, publicado póstumo.
Por entonces patrocinó la estética del neopostismo a través del grupo poético de «La Camama» protagonizado por José del Saz Orozo, Manuel San Martín, Carlos Asorey y Luis Lloret, que apoyó por medio de la fundación de la modesta editorial «El Toro de Barro», fundada en 1965 y de significativa labor en la década de los ochenta. Es la segunda editorial más antigua de España y una de los diez más antiguas del mundo dedicada en exclusiva a la poesía. En sus fondos figuran obras de Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo, Eduardo Chicharro Briones y Carlos Edmundo de Ory, así como poemarios vanguardistas de las generaciones más jóvenes de la poesía española. Su labor editorial la continúa actualmente el crítico Carlos Morales.
Obra
El mar, Cuenca, Col. La piedra que habla, 1959.
La casa, M., Ed. del autor, 1960.
Edipo el rey, Carboneras de Guadazaón, El toro de barro, 1965.
Los duendes, Cuenca, Los pliegos del hocino, 1965.
Veinte poemas experimentales (con Luis Muro, Antonio Gómez y J. A. Rojas), Cuenca, El Toro de Barro, 1972.
Poemas junto a un pueblo, M., Poesía de España, 1977.
Roma, Cuenca, El toro de barro, 1981.
Poemas de amar y pasar, M., Los libros de Fausto, 1982.
Columnario de Cuenca, Cuenca, Diputación, 1989.
Oficio de alquimista, Editorial Verbum, 1995
Poesía, 1959-1989, Diputación de Cuenca, Area de Cultura, Anthropos, 1993
Loa y elogio de las cosas de Cuenca, El Toro de Barro, 1984
Los mimbres de mi cesta, Toro de Barro, 1986
El hallazgo de Simuel, Carboneras de Guadazaón, 1980
Cartas astrales, El Toro de Barro, 1979
La salvación del hombre (auto sacramental), 1967
Carboneras de Guadazón. El Torro de Barro, 1984
La salvación del hombre. 1967
Ciudadela (1952-1954), Regional de Extremadura, 1992
La razón de Antígona, Toro de Barro, 1980
Yad Vashem, El Toro de Barro, 2000
El hallazgo de Simuel, El Toro de Barro, 1980
Setenta anõs de poesía en Cuenca, El Toro de Barro, 1972
Juegos del Mediterráneo, 2001.
Cascada
Por el barrio de los cielos
llega corre la cuadriga
viene llega la palmera
trota viene y se detiene
suelta el agua la deidad
musgos nacen salen prenden
la escalera del estanque
fuente fuertes los caballos
grifos por el pico la custodian
abren paso -paso a la cascada
agua arco aire y aguas
tres palomas.
Pequeña oda al estropajo
En busca del jabón y de la arena,
el estropajo va arrullando al agua,
destellando baldosas, fregando los pucheros,
y los deja brillante y relimpios,
cual si la luna en ellos las noches se pasara.
Dios sonríe mirando al ternísimo estropajo,
cuando, cordiales, las manos de mi madre
con él se juntan, rumiándole los filos al cuchillo,
a la sartén diciéndole altísimos conceptos,
acariciando puertas con músicas de esparto,
u tal vez llenando de sudor los vidrios.
A Dios le agrada besar la frente al estropajo;
de pasmos las órbitas redondearle, avanzando a la ventana;
saludar sus sospechas con labios divertidos,
contestar al posible naufragio, ignorar sus pecados,
y Padre ser, y mucho, y gusta de hacernos llevaderas las sandalias.
Es estropajo es moneda diminuta con que se compra
aire, los minutos, los insectos o las hojas.
Las mismas manos que lo tocan
Repasarán después sus tres rosarios,
limpiarán el polvo de las sillas
y harán cantando aquella cama.
Y Dios se goza, ama al lánguido estropajo,
pues su hamaca es, y es su almohada,
por donde dedos cantan como pájaros
y la arena se supone encariñada
con el mate vago olor de los pucheros.
Hay algo que emociona con polvillo de azúcar
cuando escurren los platos cándidos en la pila,
luego que cuecen demasiado los garbanzos, y el soplillo,
dulcemente, las ascuas apagadas encandila;
y es que se enreda el estropajo con mi madre,
y a Dios le ruega, rezando desde abajo,
que santa sea, y sonría en el espejo,
pues tocando está el piano y nadie escucha.
A Ezra Pound
Ezra Pound Oh! Ma jolie consiste en dejar los ojos
como joyas,
no afectarme demasiado por los pisos y equipajes
-Comment allez vous?-
acelerar los pasos leyendo en los breviarios
o derivar mi frente hacia otras constelaciones.
Soy yo –piccolo abattino encuadernado en Cuenca-
quien de lejos te habla un tanto con sabor de mueca
sin ningún mal deseo que emocione la tregua
tal un poste
Lentamente me sucedo con las piernas a un lado
Se iluminan los trenes –Savez vous l’heure qu’i1 est?-
-bueno es que la luna dé consejos-
-quizá los pasaportes tropiecen con el frío-
Debussy me surca. Las cosas van mal en Alemania
los clásicos se leen copo a copo por las tardes
y en los bares lienzos pregonan lo mismo que los dioses
Ezra Pound, ¡oh! Las flores completan el paisaje
la yedra trepa al lado, tú te pudres
porque una noche tuviste por la mano
algo peor que un mal pensamiento
As tu vu mon cousin?-
Por eso siembro alondras por las calles
para decirte que Picasso es de Málaga y pinta
"Still life wiht saucepan", en el 45
y últimamente alumbra vasos que patinan
Agonizan ternuras, Ezra Pound, las que mis ojos sueñan
las que mis manos tocan con prudencia
En Londres Winston Churchill anuncia por radio su programa
en Palestina las muchedumbres rezan a Cristo o al profeta
en cambio por Francia el presidente espera (1)
Créeme, Ezra Pound, las cosas bellas van cambiando
ya no existen los héroes que tendió la marea
y la palabra camina igual que la mentira
Ignoras, por ejemplo, que el Rey sigue en Yerbas Buenas
se alzan esos techos, paviméntanse los astros
se empadronan los vientos, úrdense picos de paloma
que en España los dólares se pesan y toreros
"Demain c’est aujourd’hui"
así cerramos los cerrojos por pánico a las bombas
preparamos con recelo las medidas del Gobierno
o nos enfadamos un tanto al conocer que
girasoles extraños crecen en Baviera
No hagas caso Ezra Pound recluido como loco
pues locos andamos los que habitan el planeta
y la Prensa y los cantantes del Leicester
Es inútil que Dulles apremie a Europa
tú bien sabes lo terca que es por vieja
Cette troupe-oi de bons acteurs
Ezra Pound; oh qué inútiles son los palcos,
pero más tonto es el mundo que contempla.
(El primero de estos poemas, "Casdada", es una composición postista que, aunque publicada a comienzos de los noventa en Ciudadela, fue escrito en 1954, cuando el poeta era todavía "un seminarista rubio con un tridente clavado en las axilas"; los dos siguientes, publicados en La Casa (1960), son testigos de la vinculación de Carlos de la Rica con el "Realismo mágico" y de la génesis de ese "realismo mitológico" que convirtió a este cura de Cuenca en el antecedente humanista más temprano del culturalismo español de los años setenta)
El Mar
Antonio, no vayas hacia dentro, entra en el agua,
que por la inquieta onda se va al mar;
toca todos los ríos, viste con todos los paisajes
y en las aldeas deja ese jirón de tierra que te arrastra:
Detrás quedarán los puentes y los árboles,
e impávidos los volcanes seguirán repitiéndose en las alturas.
El mar se abate cerca con su guerra.
Yo lo recuerdo ahora, al viejo anciano,
al musculoso mar por cuyo rostro jamás dejó el tiempo su fatal
mordisco.
Al mar que golpeando las escarpadas rocas con sus manos
playas de arena roza y golfos, y ensenadas
que seduce y achica de las peñas.
Antes era la noche, el caos, pero Dios lo hizo todo con su boca;
cantó Dios, hizo el relámpago, la minúscula araña;
también el pez que habitó la cálida hoguera del mar,
Antonio.
Los pájaros, la serpiente, el fondo donde descansan hoy los fabulosos tesoros de los barcos,
toda la transparencia del mundo la hizo Dios,
el mar incluso, y lo vistió de azul.
Casi un grito rotundo, sonoro, es
el mar;
por su cara resbalan los ríos, la lluvia, la lava hirviente
que transforma,
los rojos corales que hacen señas desde dentro.
Y yo le palpo con mis palmas; acaso sea también un mar
y Dios así lo permite.
Yo vi llegar las aguas todas del amplio Océano,
a los puertos salí de Europa por vocear mi rara mercancía
y en las bodegas de los barcos recosté tus espaldas, marinero.
Soy como el mar, Antonio, y como el mar
he soplado en las costas de Francia y de Inglaterra.
Ah marineros, veo que el mar se curva ahora y que en sus lomos
la nave surca y llega a las tierras de América. Marinero,
Antonio: la arrugada Cerdeña y la antigua Caribdis se alborotan de rabia,
el mar nieva con su espuma
y el arroz brota como una caricia en el lodo de China.
Helena es la hija del mar; Dios azotó las ondas de los mares,
paseó su viento por encima del agua; sus manos de gracia han conmovido
al África con sus lagos y pirámides.
Antes sólo Dios paseaba Su túnica. Pero un día
lucieron sus cristales al contacto del fuego. Y luego la
extensión difícil,
el cuerpo gigantesco con cuyo contaco la tierra brilla y se cubre
de verdor.
Antonio, sólo Dios pudo hacer el mar
y lo hizo de la nada.
No subas los puertos, mar; Dios te puso una cerca
y te prohibió manchar de barro los preciosos montes de España.
Vueltas da la tierra en torno y un otoño arranca las semillas de la luna.
Australia, un continente casi, América y Europa,
millares de islas tal estrellas, como Helena, son hijas del mar.
Y yo, otro mar, permanezco y canto con mi espuma.
Lo llamaron Mare Nostrum, y Roma con su estola
rizó sus aguas en el norte de África.
¿Quién eres, mar?
¿Quién eres tú, Antonio, al asomarte a la playa
y sumergir despacio los pies y ojos en la noche?
Patria mía, España; digo mar, ciudades marineras,
que asomáis las manos y navegáis eternamente por el manto de Océano.
Voy sembrando, yo, otro mar, mi espiga de oro en los surcos que deja
el arado del barco romano.
Como la copa de un árbol se cimbrea el mar.
Antonio extrajo piedras de abajo, guirnaldas,
machacó corales, raíces, sopló su fragua el viento.
Vi cómo un volcán palpaba la blancura de las olas,
las lanzaba, y un remolino,
hirió la espesa selva de abajo.
Aquí todo es rigor, el taco no descansa, terrestres
animales huyen, sólo peces deseo, vasijas con que poder raptar el mar.
¡Oh, si Dios repitiera el milagro!
El recinto suyo, el tuyo, Antonio, resultaría más grande.
¡Ay!, marinero, Antonio, el mar persiste.
Acaso vea la lámpara que enciende Dios en su vuelo,
los faros que en el cabo ponen los hombres como un destino,
la proa hiriente que abre su paso con una máscara.
Todo lo veo en el mar de Cataluña, en la orilla alargada y dorada de Levante,
y un rumor como de algas y de sales sube despacio hasta rozar
mi garganta.
Llegan los conquistadores, los que detrás dejaron las escarpadas rocas,
los que del Egeo sus cabellos trajeran un día para después
[tornarlos a su templo;
el cetro lo empuña España y un puente alcanza
la extraña tierra, y de sus ríos agua les lleva con que
mezclar el origen bellísimo de los hombres rojos de América.
Los cascos cubiertos de cuernos, los ciervos salvajes de Islandia,
los hijos del Norte han sacudido asombrados su cabeza
y mil pájaros sobre los bosques giran despacio.
La mano airada del Océano amansa, y como una pluma
sopla suave las naves que llevaran la Gloria.
Antonio, hombre, marinero, desde esta playa
el mar océano es para nosotros la Gloria. Quizás los buitres
caigan del cielo. Dios nos dio el mar y esto nos basta.
Peces negros y hambrientos, formas oscuras
por entre las olas pululan, Legión se llaman
y azota el hombre con piedras su morada.
Yo soy un marinero, calcé mis sandalias de algas,
y la costa acaricié con mis dedos. Sorprendí la aurora
de múltiples colores, me llamo Antonio
y tú estabas conmigo y también conmigo cantabas.
¡Ah, pescador!, ¡quién como tú que alojas en tus cuencas al mar!,
¡quién como tú para apresarlo entre las redes!
¡Soy un pescador! El mar también,
y como el mar, tengo mis barcos.
Y como el mar, respiro y ando y toco la orilla de Europa.
Y como el mar seré por siempre.
Quise que Dios me hiciera como la esponja,
con pieles bien distintas, cubierto quise estar
y túmulos con las olas gigantescas levanté a los hombres y los seres;
entonces comprendí, y un águila vino a mi frente y la ciñó de aire.
Aire, mar, Antonio, de un tamaño infinito
que hoy regala Dios con las olas a mi cuerpo.
Soy un mar, el mar, Antonio. Lo repito.
Y como el mar seré por siempre.
(El mar, de Carlos de la Rica, apareció por primvera vez en 1959, y lo hizo por segunda vez en el año 2000, para inaugurar con él la Colección Cuadernos del Mediterráneo, con la que El Toro de Barro intentó crear un ámbito literario para la coexistencia pacífica entre las civilizaciones)
La marcha de los negros
A Josefina Baker, con mi corazón.
“Yoruba soy, soy locumí,
Mandinga, congo, carabalí”.
Nicolás Guillén.
Al despuntar de la mañana
bajo los árboles, el kiosco y en la acera
cerca del río y de la plaza
esta noticia leí en los periódicos de Tebas:
"FREEDOM
JOB EQUALITY FOR ALL MINORITES
NO U.S. DOUGH TO HELP JIM CROW GROW"
(Algo ocurre cuando el pulso de los negros
cual yunques tempraneros su sobresalto crecen;
ocurre algo cuando la dulzura en la muchacha
la rubia muñeca peina y acaricia;
tal vez sea que los sistemas envejezcan).
Los negros alzaban sus huesos,
alzaban sus manos los negros.
Los negros cantaban bajo los postes.
Los negros hablaban de tambores.
Los negros decían, trepaban al trono de los negros
Decían
Those birds sing upon the tree:
Hijos somos todos de Dios.
Y el habitante de Tebas vio que en la llanura
crecían los negros como una alta columna,
los brazos alargaban los negros al estanque,
salta el mulato, el lucumí, carabalí,
grita el muchacho
I see my neighbour drinking
("Yoruba soy, soy lucumí,
mandinga, congo, carabalí")
Y el negro duerme, el negro espera, el negro dice,
los brazos planta en la colina:
FREEDOM.
FREEDOM color pared, color dulzura,
color de luz. El negro espera, también
perdona.
Y el blanco canta:
"I am very sorry to have
kept you waiting so long"
Ya no es el muro tranquilo del Sur,
ni el fiel cafetal lucumí, ni la botella.
¡Negro en los caminos del palacio de la Igualdad!
Negro del trigo que las lágrimas maduran
de esperanza.
Negro que esta mañana de nupcias me hablas
y cien astros en las espaldas amplias anudas.
¡Habrá justicia!
Mi corazón saluda la marcha de los negros del Sur,
de los que hoy encienden de antorchas
su noche
y ante Lincoln o Wasington reciben
los odres llenos y los cáñamos del nuevo orden.
Saluda mi alma
a los chiquillos que hacen señales con sus tripas desnudas,
a los corredores de los estadios;
a King Martin Luther y a su Coretta.
Estabas condenado, oh negro, y ahora
mi corazón saluda
a Harry Belafonte y a Sidney Poitier
a la oliva de Ralph Buncke,
los pájaros preciosos de Marian Anderson
y el capelo o la sagrada púrpura en la bondad del pastor.
Saludo, yo os saludo
en donde el sol nace y sus dedos entretiene
en recoger diez mil rosas,
FREEDOM pues sois mis hermanos,
hijos de Mississippi y de Virginia,
Alabama, hijos
De la salva y de Brasil, de Luanda
o de Georgia.
Yo leí esta mañana,
Una piedra cayó esta mañana,
Hasta aquí, en el kiosco,
a mis manos vino una esmeralda.
Mi corazón está en el viento
mis manos un ramo de flores
para ti, Josefina
Baker, y un beso
vaga hasta besar tu frente,
oh Nicolás
Guillén
de Cuba
(Este poema forma de Carlos de la Rica, ilustrado por una magnífica fotografía de Bojan Stepancic, forma parte de su libro Edipo el Rey, el volumen fundacional de El Toro de Barro")
El rapto de Europa
I
Largo el camino de los pastores,
que los pastores de las montañas de Europa,
ahora cuando cuarenta años hace que los pastores
temblaron de la Europa. El ojo de los Alpes,
el gran ojo de los Alpes y los ojos de las
cúpulas y de los templos vieron,
vieron al sinuoso Ares caminar; hisopo de sangre en la mano
[tenía,
con rojo hisopo color daba a todas las carreteras
y ferrocarriles; caminos y llanuras, carreteras
y ferrocarriles brillan terribles;
presto levantan, levantan presto las barricadas.
Allá donde el bosque, donde la ola pura,
donde la ola pura alza su beso, en los ribazos
y en otros lugares más, Ares coloca la silla;
al cielo escrutan los tejados, el cielo divisan
de aeroplanos: Cuarenta veces en el recuerdo de los
pastores miles de hombres los ríos atraviesan y ciudades.
II
Apenas Lodz o Varsovia, apenas han despertado
han despertado los polacos, apenas dicho «buenos días»,
los cincuenta mil el número de monstruos sobrepasa,
a los bellos caballos en las fronteras han atado,
los demonios y monstruos han llegado,
tanques y cañones, hampa de fisgones;
la curva de los ríos y los caminos
insultada, cercada por los diablos follones.
Se lucha por las calles, por las calles y desde los balcones.
Polonia con las carnes heridas, con el pico partido,
soldados en los figones.
III
El portador es mensajero del mal día. Y el mal día adviene,
las estatuas heladas de los parques, el mal día adviene.
A los transeúntes por Europa pregunto:
el mal día llega.
Los obstáculos de las colinas y de las fronteras
removidos temblaron, pues el mal día llegó.
Los almendros y las arenas de Dunkerque a pólvora,
a pólvora huelen y a destrucción. En el pie del cielo
hay heridos y enfermeras,
enfermeras y heridos, presurosos los camilleros,
pues el mal día estaba allí.
El portador es mensajero
de la partida cuya barca,
cuya barca en las aguas del Canal se desliza,
se desliza,
pues el mal día
era aquel.
IV
Detrás del Canal, los tejados: un pueblo detrás del Canal
que no en balde el largo camino ha recorrido.
Su jefe habla en la tribuna y en la radio previene
que salvar la libertad
entregarse es a la sangre.
Trae a los ciudadanos de la gran barca un enorme cerrojo
y con él cierra la puerta. Pero la ruta de Albión
aún no ha sido abierta.
V
No puedes cerrar la catedral de Reims, ni el bosque, no puede
morir la catedral de Reims
ni la Loira o la Sena;
más allá de los traidores y de las montañas, de los viñedos
y de las olas, más allá de los frutales, marca el sol,
el sol marca el regreso. Dentro, esparcidos y silentes
pronuncian, pronuncia el maquís su carrera, y deja
deja en los oídos y en los labios esa santa consigna:
Libertad.
VI
Cubría el continente una noche
de camisas y corbatas. Nuestra
primera infancia engañada. Una sola
era la bota que a Europa
humillaba. Los españoles,
no del todo remotos, escuchábamos
los clarines y las palabras borrachas
de triunfo. Atada sobre el lomo
a Europa en el toro veíamos;
sobre los trenes y los tanques,
hacia otras constelaciones ignotas,
sin cedros, ni pinos, ni aves,
ni viento, ni semilla. Un Orden
Nuevo vino, decían, y todas las campanas
doblaron desde las cúpulas.
Soldados y ciudadanos levantaban
el brazo en desafío al pueblo.
Crujían las trincheras. Pasaban los aviones
sobre la hierba y los tejados. Bajo la cruz
gamada caen los nombres: Atenas
con su peplo de plata, con sus plintos
y doseles, con sus calles milenarias.
París embarrada, barrios de muertos;
el cuerpo abierto, Brujas o Amberes;
Coventry como un papel manchada
por la tinta y el tintero.
Atada, en el lomo del toro, Europa.
VII
Aquel pozo de agua de lluvia
se ha colmado. Miles de soldados y naciones
hubieron pronunciado palabras hermosas de victoria.
El final está cerca,
decían, el final está próximo; en Cipris,
en Cipris peina sus trenzas Afrodita. El camino
con los pies y los hijos en las manos, con el olivo,
con el claro resplandor de los cristales. Los demonios
hacia el infierno parten,
caminan hacia el infierno profundo las miríadas de camisas,
de las camisas negras.
Oh Dios de Nôtre Dame,
de Roma y del infinito, contesta
con una lluvia de rosas. Cabalga sobre el campo limpio
de Europa, de esta única patria
rescatada, libre bajo los astros, con la hermosura
de otro, este nuestro tiempo.
Este poema fue editado por primera vez en Poemas junto a un pueblo (1977), y lo fue por segunda vez en Yad Vashem, el libro con que abrimos la Biblioteca del Holocausto y que recogía la expresión literaria del vínculo que había unido al fundador de El Toro de Barro, Carlos de la Rica, con el dolor del pueblo judío bajo la Alemania Nazi.
Largo el camino de los pastores,
que los pastores de las montañas de Europa,
ahora cuando cuarenta años hace que los pastores
temblaron de la Europa. El ojo de los Alpes,
el gran ojo de los Alpes y los ojos de las
cúpulas y de los templos vieron,
vieron al sinuoso Ares caminar; hisopo de sangre en la mano
[tenía,
con rojo hisopo color daba a todas las carreteras
y ferrocarriles; caminos y llanuras, carreteras
y ferrocarriles brillan terribles;
presto levantan, levantan presto las barricadas.
Allá donde el bosque, donde la ola pura,
donde la ola pura alza su beso, en los ribazos
y en otros lugares más, Ares coloca la silla;
al cielo escrutan los tejados, el cielo divisan
de aeroplanos: Cuarenta veces en el recuerdo de los
pastores miles de hombres los ríos atraviesan y ciudades.
II
Apenas Lodz o Varsovia, apenas han despertado
han despertado los polacos, apenas dicho «buenos días»,
los cincuenta mil el número de monstruos sobrepasa,
a los bellos caballos en las fronteras han atado,
los demonios y monstruos han llegado,
tanques y cañones, hampa de fisgones;
la curva de los ríos y los caminos
insultada, cercada por los diablos follones.
Se lucha por las calles, por las calles y desde los balcones.
Polonia con las carnes heridas, con el pico partido,
soldados en los figones.
III
El portador es mensajero del mal día. Y el mal día adviene,
las estatuas heladas de los parques, el mal día adviene.
A los transeúntes por Europa pregunto:
el mal día llega.
Los obstáculos de las colinas y de las fronteras
removidos temblaron, pues el mal día llegó.
Los almendros y las arenas de Dunkerque a pólvora,
a pólvora huelen y a destrucción. En el pie del cielo
hay heridos y enfermeras,
enfermeras y heridos, presurosos los camilleros,
pues el mal día estaba allí.
El portador es mensajero
de la partida cuya barca,
cuya barca en las aguas del Canal se desliza,
se desliza,
pues el mal día
era aquel.
IV
Detrás del Canal, los tejados: un pueblo detrás del Canal
que no en balde el largo camino ha recorrido.
Su jefe habla en la tribuna y en la radio previene
que salvar la libertad
entregarse es a la sangre.
Trae a los ciudadanos de la gran barca un enorme cerrojo
y con él cierra la puerta. Pero la ruta de Albión
aún no ha sido abierta.
V
No puedes cerrar la catedral de Reims, ni el bosque, no puede
morir la catedral de Reims
ni la Loira o la Sena;
más allá de los traidores y de las montañas, de los viñedos
y de las olas, más allá de los frutales, marca el sol,
el sol marca el regreso. Dentro, esparcidos y silentes
pronuncian, pronuncia el maquís su carrera, y deja
deja en los oídos y en los labios esa santa consigna:
Libertad.
VI
Cubría el continente una noche
de camisas y corbatas. Nuestra
primera infancia engañada. Una sola
era la bota que a Europa
humillaba. Los españoles,
no del todo remotos, escuchábamos
los clarines y las palabras borrachas
de triunfo. Atada sobre el lomo
a Europa en el toro veíamos;
sobre los trenes y los tanques,
hacia otras constelaciones ignotas,
sin cedros, ni pinos, ni aves,
ni viento, ni semilla. Un Orden
Nuevo vino, decían, y todas las campanas
doblaron desde las cúpulas.
Soldados y ciudadanos levantaban
el brazo en desafío al pueblo.
Crujían las trincheras. Pasaban los aviones
sobre la hierba y los tejados. Bajo la cruz
gamada caen los nombres: Atenas
con su peplo de plata, con sus plintos
y doseles, con sus calles milenarias.
París embarrada, barrios de muertos;
el cuerpo abierto, Brujas o Amberes;
Coventry como un papel manchada
por la tinta y el tintero.
Atada, en el lomo del toro, Europa.
VII
Aquel pozo de agua de lluvia
se ha colmado. Miles de soldados y naciones
hubieron pronunciado palabras hermosas de victoria.
El final está cerca,
decían, el final está próximo; en Cipris,
en Cipris peina sus trenzas Afrodita. El camino
con los pies y los hijos en las manos, con el olivo,
con el claro resplandor de los cristales. Los demonios
hacia el infierno parten,
caminan hacia el infierno profundo las miríadas de camisas,
de las camisas negras.
Oh Dios de Nôtre Dame,
de Roma y del infinito, contesta
con una lluvia de rosas. Cabalga sobre el campo limpio
de Europa, de esta única patria
rescatada, libre bajo los astros, con la hermosura
de otro, este nuestro tiempo.
Este poema fue editado por primera vez en Poemas junto a un pueblo (1977), y lo fue por segunda vez en Yad Vashem, el libro con que abrimos la Biblioteca del Holocausto y que recogía la expresión literaria del vínculo que había unido al fundador de El Toro de Barro, Carlos de la Rica, con el dolor del pueblo judío bajo la Alemania Nazi.
Poemas junto a un pueblo
Yo amo una raza hermosa que vivió en América
Libre Lobo Gris como los lobos, con el cuello tenso
como las liebres.
Con la razón del viento sobre la roca,
Águila Blanca como el aleteo vagabundo del cóndor;
apenas se advierte su presencia
otra vez el vuelo flamígero sobre la meseta gira.
La luna enorme en la cabeza de Fuerte Oso
aleja con sus brazos el trueno, o amanece sobre sí
y su camino inconquistable
el relámpago.
¡Oh, por encima del cerebro y su tronco la estatura
de Serpiente Amarilla!
La palabra del Gran Jefe de los chiricauas
o los rígidos ojos pardos del viejo hechicero
de la tribu sioux
alzan su lanza y el sonido del grito a los guerreros escarlata,
bola sin duda roja
como una savia penetra por conocer el más allá
de los misteriosos
montes sagrados donde los espíritus
moran y organizan la eterna caería del bisonte.
Toro
Sentado caminó largamente una jornada la pradera, luego
trajo un caballo pardo y en su tepee
descansó ya sin polvo
por la noche;
su mano diestra enlazada estuvo al hombro de Corza Ligera.
Hacía el río de largas zancadas
inició la tribu de comanches el recorrido; deseaban
en él meter sus pies
y descansar así
entretanto cantaban los pájaros el amor; de igual manera
Lengua de Alce
el amor también busca.
La pradera toda
En celo estaba y una cortina de agua el valle envolvía y
despertó
del invernal letargo
los pequeños insectos. Flor del Valle preparó la comida al cazador,
era un joven animoso con aliento de príncipe.
Y frente a la montaña el llano reseco imploró la lluvia:
todos los tambores
de los Pies Negros retumbaron aquel día hasta el advenimiento
de la primera estrella.
Fumaron la pipa en torno a la hoguera Coyote Astuto y Ojo
Oscuro
y unas pieles bastaron para que éste cediera su hija
al guerrero cuya cabeza orlan mil trofeos. Otro fuera
al guerrero cuya cabeza orlan mis trofeos. Otro fuera
antes su amante y trató de impedirlo,
más había volado su espíritu
a los prados eternos de Manitú cuyos dominios entre trueno y chispa
se cuentan.
Podrá el león americano con fuerza rugir:
un pacto hay de sangre entre cazadores
y los perros (aún están lejos) aunque ladran,
nada olfatean todavía.
Lobo Gris es libre; libre es el bosque de crecer con su torso
de pelusa verde, como libre es la danza
de los navajos en la tiniebla y ante la hoguera.
La sqaw ha dado ya un hijo;
sobre la espalda y cuando tiene sed a la fuente lo lleva.
Lobo Gris es liebre, libre
como el vegetal en crecer, como la tormenta que se desliza
por entre las piedras tras el aguacero. Liebre es Lobo
Gris, como la nube en deshacerse
o una figura formar extraña en el cielo. Cual reptil,
libre la piel de Lobo Gris es roja: lo trajo así su madre al mundo
con la espalda escarlata.
Libre Lobo Gris en su caballo salvaje conquistado,
recorriendo como flecha en punta la pradera;
libres también los peces, las flores asimismo,
libres los guerreros de la tribu apache; o Lobo Gris
cuando camina o duerme en suelo duro.
El humo amante con sus dedos avisa, es torre levantada;
Llama a ese Lobo Gris con su túnica oscura:
“Si quieres defender tu libertad el hacha
desentierra,
toma la flecha, el rostro pinta,
y apréstate. Lobo, tu
libertad peligra:
en las praderas
un nuevo animal de pálido cuello apareció con su trueno de plata,
no adorna con plumas su cabeza;
encaja su ceño en tus senderos de caza,
atenaza las expresivas cavernas doradas,
y al suelo lanza los puntiagudos y sagrados árboles, los campos
de trigo siembra y el oleaje de las aguas
amansa o encauza!.
Y el bello escalofrío de la serpiente un fuego
fue
en las montañas donde ese Lobo –Gris le dice– la roca lanzó con la corriente
libre, libre, libre.
Icaro
A Miches J. Heck, que se negó a bombardear Hanoi.
El / rumor de las nubes / del cielo / amontonadas, barridas, desplazadas, las nubes del cielo como redondas bolas-algodón / el ruido / del laberinto, sus paredes / iguales, idénticas y encaladas / vertiginoso como / el anda de la paja ardiendo, de / los romeros y las retamas / que fluyen.
Mas allá / al llegar a la quinta avenida no cabe más que una / orden que imposible es soslayar / Cuando / oigo el grito prolongado / del animal herido / bella estrella la de Hanoi / bellos campos, casas, chozas y ¡afilar las espadas! / Le han ordenado lanzar sobre la garganta un plato / para que se haga añicos / El viejo guante de Ho Chi Minh / escurría sobre las losas / escurría sobre las hojas.
Pero él ha roto el cinturón / no ha querido las alas de cera / el dios no ha derretido sus alas / vuela por encima del odio...
Ícaro traía una bella rosa en sus ingles desnudas.
El hippy
muchacho de cabello verde y extenso como selva
de hombros cubiertos de higuera como una colina;
muchacho con los dedos cantando guitarras
con las piernas altas como un muro
muchacho desnudo en la orilla de un río.
muchacha con benevolencia de aldea
y como de vino hecha
muchacha de tersura como de terciopelo
muchacha pálida propicia como la flor en el cerezo
como un cántaro antiguo
como el rocío en las espaldas
igual que un manto lleno de ágatas
como el viento soplando por los caminos.
muchacho y muchacha unidos por el amor
a las demás criaturas
con polvo y hierba y perro y cordero e insecto
ave piedra y cielo
con espléndidos ojos mansos al mundo contemplando.
Saludo desde Z a Yuri
A Y. K. Gagarin.
Oh astros, Gagarín, oh el polen de Venus,
la vid de Venus
azul o verde;
lúcido Gagarin, jinete sobre el sideral polvo,
-oh luna, excelsa Diana, cazadora Selene–
marcando Gagarin desde la nave de la colina
el gemido. Oh el limpio
verde de las coníferas
junto al Volga o el Nieper.
Domador, otra vez, Gagarin, de los vidrios,
-desde el más arriba de los riscos, oh astros –
de cúpulas y tejas, heno y ciudades,
de plantas siderúrgicas, del contenido curso de los ríos
en los pantanos,
-oh de la humeante luna –
sobre la tierra rusa, de la Mongolia,
y la Cuba del Azúcar.
Así, oh temblor de las fábricas, el del aeropuerto,
oh pinos y carreteras
sobrevolados. Construiremos
un oficio de amor apilando las nubes,
Gagarin, Marte odiado, tierra y agua
por debajo.
Con su escafandra Gagarin, con el mar y la yerba,
la cinta del río discurriendo serpiente,
de los árboles del bosque las copas curvas o afiladas,
la aurora poderosa nunca más nueva
en su carroza; la explosión,
oh sol, de luz en los cristales.
Alimentando Gagarin las playas, la orilla izquierda y roja,
de bellas muchachas saludadas desde la gruta volante.
Más Gagarin marinero,
oh espolón de plata y oro sobre agua abandonado,
adelante más, mármol movido expuesto al cuerpo del héroe.
Plus
Ultra, relámpago vivo, vendaval de fuego, dioses,
destello y ceniza con el choque, a través de las retamas,
pájaro Gagarin sin plumas, sin alas, el rubí de tu carne
en la caja de malaquita de Moscú. Oh almendros,
oh marzo 27,
forjador de metales, Gagarin el del pueblo.
caire, Gagarin, a cuestas tu esmeralda;
como un leopardo sigiloso, Yuri,
camarada Yuri Alexeyevich Gagarin,
sobre las ramas largas del espacio,
desleídos los dedos
al movimiento que tiñe los crepúsculos
de un planeta
al que sus moradores llama LA
TIE
RRA
mas nosotros, los moradores de Z,
con A + 2x señalamos en la Gran Carta.
Oh, astros, Gagarin, oh Rusia
detrás en dolor de este día 27,
al héroe, agudas ondas de los trigos,
estrellas, Venus luciendo
Gagarin.
Nosotros hacia ti, cinco tentáculos
desde el brillo infinito tendemos rosas
en el día de tu muerte como
señal
de la hermandad de las galaxias.
(Estos poemas del fundador de El Toro de Barro, Carlos de la Rica, fueron publicados en 1977 en
Poemas junto a un pueblo)
Poemas junto a un pueblo)
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