RODRIGO VERDUGO PIZARRO (Santiago, 1977). Cursa estudios de licenciatura en literatura en la Universidad Andrés Bello. Coeditor y articulista de la Revista Derrame y miembro del Movimiento Derrame; subdirector de Revista Literaria Rayentru. Ha publicado el poemario Nudos Velados (Ed. Derrame, 2002). Parte de su obra ha sido incluida en revistas y antologías chilenas y extranjeras, y traducida parcialmente al francés, italiano y polaco. Ha participado en diversas lecturas tanto en Santiago como en regiones entre ellas: "Encuentro abierto del humanismo", Universidad de Santiago; "Recital de poesía, música y arte visual", Universidad Andrés Bello. Ha aportado textos para las exposiciones: "La voz del animal metafísico" (colectiva), y "La solución del ludópata", exposicíon individual de Aldo Alcota, como así mismo realiza un postfacio para el libro Partículas Fugaces, del poeta Roberto Adames, Colección Luna Rota (Ed. Paso Bajito, República Dominicana, 2007). Ha participidado en las exposiciones de pintura surrealista, colectivas: Derrame Cono Sur, o el Viaje de los Argonautas, Fundación Eugenio Granell (Santiago de Compostela, España, 2005), y Exposición "O Reverso do Olhjar", Casa de la Cultura de Coimbra (Portugal, 2008). Mantiene inéditos los libros: Anuncio; Transmisión debajo de las piedras, y un ensayo sobre la obra del poeta Gustavo Ossorio. Incluido en la 3ra. Antología de Poesía Rayentru (Leutun, 2008).
ENTRE LATITUDES
A Diana Camacho Briceño
Se saca el día la envoltura del espacio
Quedan encrucijadas, perfiles dibujados en las paredes
Tú y yo y nuestro préstamo de cenizas
Tú y yo que desentrañamos la noche.
Alguien hablaba de nacer o morir
Mientras dejábamos un solo murmullo en la formación de las agujas
Le dábamos su totalidad al ángel que se quemo los ojos con opio y con semen
Éramos los únicos que sabíamos que el centro de la tierra
Solo aparece al contacto de una boca.
A nuestro alrededor pasaban noches encargadas por las espinas
Se daban inagotables los remolinos convidados a los miembros
Una venganza de latidos aparentaban las olas.
Ahora lo que guardo de ti es un soplo que sobrevive en las costas
Siempre advienes con eso que le rapta la noche a la sangre
Pero no es lo único
La voz del cielo pasa por ti y sin volverse mineral
Te deja caer para mis hilos mortales.
DIECISEISAVO ANUNCIO
Llegamos a la ciudad temible
donde los corderos se columpiaban en alambres
rondaban patrullas de lenguas, calvos ancianos de negras capas
era nuestro lugar de siempre, nuestro dormitorio estaba en un ascensor
luego de verificar cada rincón, de edificar ciertas alusiones
le prendimos velas al cadáver de la distancia
llegamos a acostarnos, a copular, alguien movió la palanca
y descendimos al subterráneo, las paredes eran distintas, estaban llenas
de repisas que a su vez estaban llenas de tubos de ensayos sucios y vacíos
por una rendija se oían gritos,
se veía la sombra de corderos columpiándose
la intermitencia de esas patrullas de lenguas
estaba en nuestras bocas y en tu vagina
de nuestro dormitorio, salían alusiones a la piedra y al agua,
llegaban a todos los rincones de la ciudad.
Vi todo lo tuyo y no eras más que la inocencia del relámpago sobre la cama
nada más que la gran oscuridad de un parque
ven te dije, ven oh pájaro antes que la altura sea estrangulada
ven a mi, dijiste porque después que nos amemos,
las nubes entenderán el desgarro .
Alguien movió la palanca, otra vez ascendimos
vistes todo lo mío, la gran oscuridad de un parque
y yo amordazado sobre la mesa uterina
vistes al que quería partir, como lo iban siguiendo esas olas
que eran los áureos carpinteros
como iban ofreciéndole verle desde todos los ángulos a la vez
para que así pudiese guardar memoria y extinción.
Vistes al que quería regresar, como las olas estallaban
y en el camino se encontraba con nidos inasibles, puertas y tatuajes
la gran oscuridad de un parque, memoria y extinción sobre la mesa uterina
mientras la sangre nos dimensionaba.
Llegamos a la ciudad temible, de prisa a nuestro lugar de siempre
llegamos a acostarnos, a copular, a ver todo lo nuestro,
esas alusiones que salían del mar
porque el mar era la víspera de nuestros cuerpos
y llegaba el turno de ellos,
quienes nos traían en bandejas esas cabezas de corderos
cabezas vertiginosas, por cierto,
prueben de esa sangre, se oía por las rendijas
porque cada vez que alguien lo hace el torbellino se persigna
prueben ponerle esa cabeza de cordero al cadáver de la distancia
mezclen esa sangre con la vuestra,
decían los calvos ancianos de negras capas
mientras se acciona de nuevo la palanca, cambian de nuevo las murallas
por las rendijas se oía como respiraba la neblina,
como si tuviera el resultado de piedras y de aguas,
ese que tienen nuestros cuerpos cuando duermen
sabréis oh hombre y mujer como regresar
tanto del ángel que araña el fondo del mar,
como de la inocencia del relámpago,
ah en definitiva de la gran oscuridad de un parque
sabréis como mover la palanca a vuestro favor o acaso
vuestros cuerpos no vuelven juntos,
justo cuando las grietas perdonan lo que pasa dentro de las nubes
y las alusiones rodean por los cuatro costados a la ciudad temible.
DIESCISIETEAVO ANUNCIO
A Ludwig Zeller
Un anzuelo de labios para ir en busca de ese paraíso
que se extravió en el fuego
relacionarse como manchas con la muerte,
otros como golondrinas con la intemperie masacrada
las lámparas reciclan fantasmas, sin estar destinadas a eso
siempre cuando escribimos, estamos imitándolas
siempre con el mismo susurro como derrotero,
un susurro que aunque lo dejemos en la tierra o en el cielo,
no puede ser consumido por nada
pero que a cualquier precio seduce a las raíces durante las noches.
Yo comercio con escarabajos, aguas amnióticas, hipótesis,
porque vendrá el exterminio
y que pueden hacer algunos si no es tener una cruz de mañana,
cubrir de flúor el desfiladero
saber que el parpado vuelve inmemorial al ojo
y volver a buscar debajo de las piedras
que pueden si son arrojados por sus propios huesos,
cuando la seducción va saliendo de las cajas de niebla
y el animal alquímico sigue robando uñas,
y sigue incitando a las puertas, estrellas y piedras
a una fusión riesgosa.
Nos hemos comparado tanto con ellos, que los creemos como hermanos
seguimos comparando manos, acantilados, petrificaciones
con un estallido que nos trae de todas partes, sin que tengamos necesidad
de trazar una red o una ley para la sed de las horas,
es simplemente que nunca estaremos listos como la espuma para el secreto
ese es nuestro consuelo, ojala nunca lo sepan nuestros padres
porque no seguirían levantando la fortificación
por eso comparando hemos llegado a saber
que las confesiones de la noche son pájaros,
y cuando vuelve el día no están por ninguna parte,
aunque algunos busquen infructuosamente
en los armarios, en las casas de muñecas, en los ceniceros
y hasta dentro del propio ancestro
como si un desconocimiento se metiera dentro de todos los ojos
haciéndonos saber que lo que nunca seremos
abre puertas debajo de la tierra.
Nuestros padres se inclinan ante la piedra
que encierra la posibilidad de que seamos infinitos
piedra que luego será muro, oh primera piedra a la que llegaron
cuando venían del mar con un desastre de labios,
cuando no resistían la mordedura del paraíso con tablas fabulosas
pero ya en tierra firme, se frotaron las manos en la piedra
él hizo su inscripción de niebla en las semillas una y otra vez
le decía:
"sea tu cabellera la que brote de la boca de la esfinge,
eso seria como aquel terremoto en el cementerio",
"Lo que advierten las estrellas esta en tus pechos, yo lo sé y lo grabo
porque se que cuando nos despidamos el fuego separara los mundos
pero ya en tierra firme ella se confeso
diciéndole:
"nunca terminaras de conocer esa sal
que aparece en los agujeros ebrios,
hoy en día un llanto de meteoros mide los arrecifes, mide los martillos"
¿pero que es lo que él engendra, que es lo que ella guarda en su vientre?
si todo es pensamiento debajo del agua.
Comparamos manchas, vuelos, rotaciones, vasos, jamás lo hacemos de día
de día un umbral siempre pasa la lista, y siempre faltan algunos
andarán blasfemando contra el horizonte, o asexuando las anclas
tal es el dolor de ellos, que apadrinan acantilados
y no haya red ni ley que valga para ellos,
al volver la noche, solo encontramos una desnudez que destruye
reconstruimos con diamantes la boca que animalizó al viento y al fuego
como si fuera también un consuelo
ante tanto arrebato, ante tanto extravío.
DESPUÉS DE ESE DÍA
Cambiaron la ubicación de las cosas
sabían demasiado de una música de tierra para el viaje enemigo
El aura del mar levantándose, dejando atrás nuestros terribles ejes
la forma de mirarnos a los ojos, la forma de mirar a las piedras.
Sabían demasiado bien como unirse, por eso recibieron el revés de las
cosas
y se empezó gota por gota, nombre por nombre
mientras el mito se deshojaba a nuestros pies.
Sabían demasiado bien y no esperaron retratar a sus muertos
les bastó que el revés del mundo se levantara contra los árboles y las
aguas
contra las cosas, y las vidas, contra cualquier herida que no tuviese un
arrojo de estrella.
Lo sabían demasiado bien, apareando a las sílfides contaminadas, saldando
algo con ellas
poniendo plumas quemadas dentro de las almohadas, reanudando las capturas
para que así llegaran y se ubicaran gota por gota, nombre por nombre
como antes cuando las cosas no limitaban con los hombres
sino que el tiempo limitaba con la piedra, limitaba con la luz
y piedra y sangre por igual buscaban legitimar el rayo
mientras la belleza ahuecaba los mares
y al final dios estaba esperándonos con un ramo de accidentes en las
manos.
ASOMO
Detrás de los vasos
Recuerdo mi primer incesto con la luz
Todos lo que tenían un nombre de pez se deshacían.
Nunca volvió a tener el día la profundidad de un signo.
Del libro “Nudos Velados”
SEGUNDO ANUNCIO (fragmento)
Se conectan mangueras al cuerpo para tragar agua de mar día y noche
Y así enloquecidos partir a la guerra que hay entre derrumbes y desdoblamientos.
Son de la familia del hombre que alimentaba embriones astrales con tinta
Sus ecos llevan alcohol a la estrella, convierten en piedra pómez los cruceros
Los están urdiendo desde lejos por eso sienten la angustia que rodea al rayo
Llevan tierra a los espejos para ver si ella es la medida de la resurrección
Están preparando un largo festejo como vidrios que buscan una fibra oblicua
Nada pueden contra ellos los exorcismos marinos que ahora bajan por los cristales
Ni esa arena invisible donde permanecen las ataduras.
Se van hiriendo y esas cicatrices diferencian los enarbolados contactos
Que hay entre la luz y el aire
Nos hacen lejano el cuerpo, cercana la incógnita de la que brotan las aguas.
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