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miércoles, 2 de marzo de 2011

3392.- PAOLO MARIO ASTORGA REQUENA



Paolo Mario Astorga Requena: ( Lima-Perú, 1987 ) Es técnico en diseño web y computación. Sus primeros poemas aparecieron en la antología Reflejos del alma . Es director y editor de la revista digital de creación literaria Remolinos . Ha publicado textos en páginas literarias como Encontrarte , Margen Cero , Letralia , Serpoeta.com, Azul@rte, Almaegen.net , y Liceus . Es creador y editor de la I Antología Digital de poesía La voz del mundo . Últimamente ha publicado su primer poemario en formato electrónico titulado Anatomía de un vacío .






Inútil

Como siempre, caminas por las calles
volando entre los postes manchados de sangre confundida,
te miras las manos
el cuerpo
y burlas la saliva que se embarra de tu piel.

Como siempre en estas calles
donde te mueres en el más inútil olvido
fumando un cigarrillo a la deriva de un puente
que jamás existió.

Como siempre
sobre esta acera caliente cantando silenciosamente en tus entrañas
una vieja melodía que arranca los gusanos de tus pies
la soledad y el dolor
que vacían tus ojos
sobre un perro que te lame el cuello
sin descanso.








Campo minado

Este es el lugar:

Una raya enrojecida
una pequeña voz que cuenta desesperada
los últimos cadáveres amados.

Un niño
araña una moneda,
su madre le coge de las manos
lo mira sin decir una palabra
y vuelve a ser parte del cemento.

Este es el lugar:

Un árbol en llamas
mil niños rodeando una piedra
buscando incesantemente
a el rostro de sus padres.









Represión ante la realidad

Es ese puerto
nuevamente.

Esa esfera de tristeza que impulsa
a dejar
nuestra alma ahogada en el océano.

Como dormir
con un revolver debajo de la almohada,
el cuerpo
empieza a devorar al hombre,
el polvo
en que te convertirás
el polvo
que no podrá gritar
jamás.








Pucca (Fun love)

Cenizas en mi boca derraman la tristeza de mi polo
una foto en el poste y mi voz como danza rota
escondida en un cadáver a la moda.

Vacía estás como el abismo que se oculta en el sudor de tus manos
quemadas por la indiferencia de aquellos ojos desconocidos
donde no se puede llorar porque está prohibido mientras bailas
en esta discoteca.
Y deseas los bailes cortados con cuchillas eléctricas
mientras arrancan tu voz que grita en el silencio de un baño maloliente
perdidas lágrimas arañando tu cuerpo
perdidas entre la multitud de cadáveres improvisados llenos de sudor
mientras sus rostros desaparecen en un mar de eructos cerveceros
y disparos al aire.

Sonríe. Y detrás de ti
diluye las miradas en tu cara blanca y en tu piel garabateada
por las mismas sombras de donde escapas
y te mueves haciendo sueños
como un niño que hace una burbuja
y llora al estallar. Sonríe, porque tus dientes prueban el piso
mientras te mueves sin compasión
por la soledad de algún espejo, por las calles arremolinadas a un perfume
desasido por las formas que te invaden,
cuando de pronto te das cuenta
que tú también sientes frío
y que tus manos
están llenas de lágrimas rojas,
mientras te vuelves a convencer
que es tu sangre

tu sangre.






DESPUÉS DE 50 AÑOS DE NEGACIÓN

Entonces
mis manos cayeron y no vieron sus tristes recuerdos
ahogados en el río.
Una fotografía
que se olvida en el tiempo
y que notas en tu espalda mojada,
todos los días de tu vida.
Viejas canciones que palpitan labios pintados,
y tú
al borde, siempre al borde de un mar que encadena tus costillas,
y que te absorbe
el ave blanca de tu pecho
hasta olvidar
que eres una roca
la memoria de todos los amores que se han lanzado hacia el abismo
acariciando tu silencio.

(De: Anatomía de un vacío)




DISCO

En medio de la pista de baile
abres abruptamente los ojos,
y tu cuerpo desaparece entre las sombras verdes
forzada a mirar hacia un espejo.
En medio de voces lacerando tus piernas
bajas la mirada hacia el piso lleno de lamentos,
invisibles cuchillas se hunden en tus labios
y escapas ocultándote el rostro
con tus manos heridas.
En medio de la pista de baile
donde morimos lentamente,
el dolor es un espectáculo divertido,
una paloma blanca olvidada en la inmensa soledad
de una falda rasgada en medio de inútiles calles
mudas ante el eterno llanto de una niña
enterrada en el asfalto.

De: Anatomía de un vacío








EL RETORNO

he vuelto por una tarde al pueblo
y mi fervor del regreso se cae a pedazos.
Cristian Cruz


Fueron tus lágrimas duplicando la antigua tristeza de esta urbe,
de estos hombres piratas obligados a vaciar sus pupilas a un vaso
y beberse a sí mismos, como un trago de veneno.
Tus lágrimas que caían al piso e incineraban las huellas puestas
sobre el rencor de tus lamentos.
Tu llanto desgarrando las paredes donde buscabas tu silueta,
tu rostro aún intacto.
Nunca supiste hacia donde quedaba el horizonte.
Volviste de tu propio laberinto
y entonces nos miraste contra la luz
y solos, sin pronunciar una palabra,
vimos un puñado de arena, un reflejo,
un tétrico reflejo,
tentando un espejo agrietado
acariciando tu rostro.
Sólo eso,
sólo tu tristeza volviéndose inocente.

De: Anatomía de un vacío






LA CIUDAD FANTASMA

Sólo encuentras aquí carne
un amargo trozo de carne que se ofrece sobre troncos secos
y llora mientras ríe
mientras su cartera se llena
y sus ojos se hunden en los ceniceros.
Sentías que tu cuerpo tenía un nombre
pero aquí no había más que caminos enrejados e infinitas faldas,
aquí sólo viste espejos esparcidos al azar,
miles de ratas lastimándote los ojos.
Calles invisibles, ciudades fantasmas clavando tus espaldas.
Sólo recuerdos que se erigen sobre la farsante alegría
que brota de las paredes, una bola de estambre que se mancha de sangre
una historia frustrada que recorre tus manos frías,
tus pies disueltos en el alcohol de un tibio vaso de cerveza
mientras ya no es un trozo de carne lo que encuentras,
sino simples sombras,
simples sombras que se van con tu cuerpo
muriendo sobre la mano que se entrega
a una palabra mutilada por la nieve.

De: Anatomía de un vacío








HÁBITAD

Había una salvaje envestida de violencia
cuando abría los ojos
y miraba la acera muerta
totalmente roja y abrupta,
un silencio que rugía en nuestros hombros
debajo de las horas de la infancia
mientras mi abuelo era pateado por un oficial ebrio
y no podía abrir su boca
embarrada de tristeza
sangre.
Nadie tocaba nuestra piel derretida bajo el sol de la ciudad.
Sólo la acera estéril humeando en nuestros labios
recordaba la sangre derramada entre las nubes,
nuestra casa apedreada por suicidas.
El hambre agonizaba sobre el sombrero vacío de mi abuelo
mientras tocaba su viejo violín
y el mundo se detenía
para olvidarlo sobre aquella pared que empezaba a pudrirse
como una sombra.

De: Rehenes del silencio (inédito)






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