Ángel Valbuena Prat
(Barcelona, 1900 - Madrid, 1977) Poeta, crítico literario y profesor universitario español. Volcado desde su temprana juventud al cultivo de la creación literaria y al estudio de las disciplinas humanísticas, impartió clases en las universidades de La Laguna, Barcelona, Murcia y Puerto Rico, donde, al igual que en otros muchos centros de enseñanza superior de todo el ámbito hispanohablante, se hicieron insustituibles su valiosos manuales de literatura española e hispanoamericana
Se dio a conocer como poeta de vocación tardía con la publicación del volumen de versos titulado Dios sobre la muerte (1939), una bella colección de composiciones religiosas que, pese a su indudable perfección formal, pasaron prácticamente inadvertidas. Sin embargo, Ángel Valbuena Prat brilló con luz propia en el ámbito del ensayo y el tratado erudito, en el que irrumpió con asombrosa precocidad en los años veinte con la publicación de su valioso estudio sobre Los autos sacramentales de Calderón, fruto de las investigaciones realizadas durante su tesis doctoral, y galardonado por la Real Academia Española con el prestigioso Premio Fastenrath en su edición de 1924.
Posteriormente, incrementó su obra de erudición con otros ensayos y manuales: La novela picaresca española, Historia de la literatura española (2 vols., 1937), Antología de la poesía sacra española (1940), Historia del teatro español (1956) y Estudios de la literatura religiosa española (1957). Otras obras suyas son Literatura española en sus relaciones con la universal (1965) y El teatro español en su siglo de oro. Fue uno de los colaboradores asiduos de las revistas españolas de postguerra Escorial y Finisterre.
Si derribado caíste
Si derribado caíste,
fue para elevarte más.
De hoy por siempre seguirás
al Cristo que perseguiste.
Ruega por mí, ciego y triste,
que Saulo de errores fui.
Si en el pecado me hundí,
pueda seguirte en tu vuelo.
Desde el fulgor de tu cielo,
san Pablo, ruega por mí.
Ángel Valbuena Prat en Himnos de la Liturgia de las Horas (1988), incluido en Al celebrar tu memoria. Poesía para domingos y fiestas (Editorial Sal Terrae, Santander 2005, selec. de Casiano Floristán).
Gori, gori, gori, gori,
que se ha muerto la rosa blanca,
que la guarden en un museo,
que me la entierren en la solapa.
Rumba, rumba, danza macabra.
Se murió de un aire colado,
se murió de mirar las muchachas.
¡Pobre rosa de tinta y papel
en el puño del as de espadas!
Rumba, rumba, danza macabra.
En el templo de las macetas,
cuatro curas con capas blancas,
entre herbarios, sobres y estufas,
cantan responsos de botánica.
Rumba, rumba, danza macabra.
—y sin embargo tengo un pulmón deshecho.
SUEÑO DE AMOR
¿Amor, amor, llamabas a mi puerta
Una noche de estío iluminada,
En el dulce vagar de una mirada,
Junto a la sombra de la mar desierta?
¿era vida aquel sueño? ¿No está muerta
Desde el nacer toda caricia alada
En mi frente de angustia traspasada
Que anima una razón pálida y yerta?
¿Era ayer o hace siglos? Un mirarse
-¿En dónde?-, una alegría y un latido;
El amado en la amada recrearse. . .
Engaño o realidad, oigo el sonido
De palabra que no llegó a expresarse,
De aquel beso de amor que no he sentido.
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