Santiago Mutis Durán. Es un poeta, ensayista, editor y crítico de arte de Colombia, nacido en Bogotá en 1951. Es director fundador de las revistas, Gradiva y Conversaciones desde La Soledad en las que ha desarrollado una amplia labor crítica en torno a la poesía y el arte contemporáneos. Sus poemas logran equilibrar temas de la cultura literaria y la vida cotidiana, el conocimiento y la experiencia, en un lenguaje a veces conversacional, de tonos irónicos, voluntariamente prosaico pero pleno de seductoras imágenes y riqueza expresiva. Sus textos y ensayos han sido traducidos y difundidos en distintas antologías y publicaciones del país y del exterior. Es tutor de la maestría de artes plásticas de la Universidad Nacional de Colombia. Como editor, compiló las obras de José Asunción Silva, Aurelio Arturo, José Antonio Osorio Lizarazo y Álvaro Mutis, entre otros. Además, fundó la revista Gaceta del Instituto Colombiano de Cultura y fue director de publicaciones de la Universidad Nacional.
Obras
La novia enamorada del cielo (1981, con Roberto Burgos Cantor)
Tú también eres de lluvia (1982)
Soñadores de pájaros (1987)
Falso diario (1992)
El visitante
Afuera pasa el siglo (1998)
Relámpagos de la ciudad
Guillermo Wiedemann (Crítica)
Eduardo Ramírez Villamizar, la belleza del pensamiento. (Crítica)
Panorama inédito de la nueva poesía en Colombia
Dicen de ti (2003)
La esbelta sombra (2009)
De su obra, escribe el poeta Juan Manuel Roca, en el prólogo para su libro El visitante: "Mutis Durán exalta lo que no se ve, lo inaprensible, lo que se fuga a nuestra mirada, como si le importara más lo que esconden las cosas que lo que muestran. Como los brujos, y como los niños, le otorga un animismo a las cosas, dotándolas de una vida interior.(...) Al mismo tiempo de su sugestiva poesía, de sus inquietantes versos, Mutis Durán es uno de los divulgadores críticos de la plástica colombiana más serios, más avisados. Lo que hace ver aún más como una propuesta evidente los vasos comunicantes que hay entre su sentir poético y su mirada pictórica. Lo que refuerza sus vecindades con la pintura".
Maldito el que no crea.
FRANZ KAFKA, El gran Teatro Integral de Oklahoma
CONTRADICTORIO, admirabas el poder
no el pozo oscuro en el que se pudre
—usurpado, codiciado—
sino el que emanaba de tu propio
convencimiento, de tu propia autoridad
Pero volviste al seno de tu madre
y la tierra se hundió contigo
Sentías fastidio por la gente
Llevan entre sus brazos una iglesia
demasiado pequeña y triste
Laceradas de temores y ascos
crucificarán la vida
Había que gritarles:
¡Atrás, miserables
la salvación no se implora!
Nos unen a la luz
las siete estrellas del universo
Atrás, repito
atrás, avaros
sólo la envidia y la vergüenza los guían
Ellos te matarán a pedradas
porque vives
demasiado
En tus manos brillan la vida y la muerte
Tus días afrentan
la rastrera existencia de los que exigen
su salvación
Atrás, rastreros, a su miedo
no podrán alcanzarme
me haré luz y diamantes
Seré espléndido
magnífico
seré una montaña de piedras preciosas
y frescos manantiales
Múltiples pájaros con mi voz vendrán hacia mí
a contemplar desde mi hombro
el horizonte
La tierra me esconderá
conoceré sus secretos
Flotaré como un cadáver inmenso
sobre el agua de las ciénagas
paraíso podrido
de mi corazón
Herido para siempre
perdido en los aromas del fango
de la carne blanca blanda del cangrejo
de la sal, del anochecer, del bosque
y los ojos de miles de criaturas
les serviré de alimento
ellos no sentirán horror de mis heridas
brillantes
de mis gritos
incrustados en la piel como animales
de mis nervios crispados, tan lejos del Sol
que con amor bebe nuestra sangre
y de la suave Luna y sus manos blancas
que desde niño me niegan su consuelo
El bosque blanco
Un alma empañada de júbilo
Un alba de cenizas llorando
sobre sus pechos desnudos
El afán de las desdichas
La esperanza, algo, brillando en el aire
El olor del campo
Poleas y cuerdas en el bosque de los campanarios
El canto de maderas, el fuego, las flores
Las hojas cubriendo los senderos
El agua de acequias como espejos
La fraternidad
La vigilia
El esplendor de las lámparas
Las fugaces sombras
El bosque blanco de los días
Las guirnaldas…
Todo es incienso
El inquilino
Algunas veces nos basta con ver
para ser libres
así sea sólo unos instantes
los suficientes para sentir
el aleteo
de ese más allá
que nos habita
La jauría
No podemos detenernos
ni conservar nada
Avanzamos como la sorda jauría
de un ejército invasor
sin poder retener nada a nuestro lado
Así el olvido
Vamos todos
cantando hacia la muerte
Un caballero
Tras su escudo un caballero
vestido de hierro, defiende lo invisible
no el pozo oscuro en el que se pudre
—usurpado, codiciado—
sino el que emanaba de tu propio
convencimiento, de tu propia autoridad
Pero volviste al seno de tu madre
y la tierra se hundió contigo
Sentías fastidio por la gente
Llevan entre sus brazos una iglesia
demasiado pequeña y triste
Laceradas de temores y ascos
crucificarán la vida
Había que gritarles:
¡Atrás, miserables
la salvación no se implora!
Nos unen a la luz
las siete estrellas del universo
Atrás, repito
atrás, avaros
sólo la envidia y la vergüenza los guían
Ellos te matarán a pedradas
porque vives
demasiado
En tus manos brillan la vida y la muerte
Tus días afrentan
la rastrera existencia de los que exigen
su salvación
Atrás, rastreros, a su miedo
no podrán alcanzarme
me haré luz y diamantes
Seré espléndido
magnífico
seré una montaña de piedras preciosas
y frescos manantiales
Múltiples pájaros con mi voz vendrán hacia mí
a contemplar desde mi hombro
el horizonte
La tierra me esconderá
conoceré sus secretos
Flotaré como un cadáver inmenso
sobre el agua de las ciénagas
paraíso podrido
de mi corazón
Herido para siempre
perdido en los aromas del fango
de la carne blanca blanda del cangrejo
de la sal, del anochecer, del bosque
y los ojos de miles de criaturas
les serviré de alimento
ellos no sentirán horror de mis heridas
brillantes
de mis gritos
incrustados en la piel como animales
de mis nervios crispados, tan lejos del Sol
que con amor bebe nuestra sangre
y de la suave Luna y sus manos blancas
que desde niño me niegan su consuelo
El bosque blanco
Un alma empañada de júbilo
Un alba de cenizas llorando
sobre sus pechos desnudos
El afán de las desdichas
La esperanza, algo, brillando en el aire
El olor del campo
Poleas y cuerdas en el bosque de los campanarios
El canto de maderas, el fuego, las flores
Las hojas cubriendo los senderos
El agua de acequias como espejos
La fraternidad
La vigilia
El esplendor de las lámparas
Las fugaces sombras
El bosque blanco de los días
Las guirnaldas…
Todo es incienso
El inquilino
Algunas veces nos basta con ver
para ser libres
así sea sólo unos instantes
los suficientes para sentir
el aleteo
de ese más allá
que nos habita
La jauría
No podemos detenernos
ni conservar nada
Avanzamos como la sorda jauría
de un ejército invasor
sin poder retener nada a nuestro lado
Así el olvido
Vamos todos
cantando hacia la muerte
Un caballero
Tras su escudo un caballero
vestido de hierro, defiende lo invisible
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