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sábado, 19 de febrero de 2011

3255.- JAVIER VELA


Javier Vela. Gaditano nacido en Madrid en 1981, pasó la mayor parte de su infancia y juventud en Cádiz. Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado cinco libros de poemas, entre los que destacan La hora del crepúsculo (Rialp, 2004), galardonado con el Premio Adonais de Poesía; Tiempo adentro (Acantilado, 2006); e Imaginario (Visor, 2009), por el que recibió el Premio Loewe a la Joven Creación y el Premio de la Crítica Madrileña. En 2003-2004, disfrutó de la beca anual de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. Su obra se encuentra recogida igualmente en numerosas antologías y volúmenes colectivos españoles e hispanoamericanos, y ha sido parcialmente vertida a varios idiomas. Asimismo, Vela ha traducido a autores de expresión francesa como Jean Moréas, Jules Laforgue y Georges Rodenbach. En la actualidad, colabora como crítico y articulista en diversos medios de comunicación, como La Voz de Cádiz y el suplemento El Viajero del diario El País.
Libros
Aún es tarde. Diputación de Cádiz, Cádiz, 2003.
La hora del crepúsculo. Premio Adonais. Ediciones Rialp, Madrid, 2004.
Increado, el mundo. Editorial Algaida, Sevilla, 2005.
Tiempo adentro. Editorial Acantilado, Barcelona, 2006.
Imaginario. Premio Loewe la Joven Creación. Editorial Visor, Madrid, 2009.






HOY NO DESTRUYE EL TIEMPO

Hoy no destruye el tiempo la memoria,
hoy no la desordena.
No amenaza la máquina, no arrasa
el grano de las mieses.
El alba reinará sin miedo a las tinieblas
y las flores serán inmarcesibles.
Hoy se puede adquirir la luz y el agua;
se puede amar y ser amado;
puede hablarse en voz alta.
Las fotos guardarán sus inscripciones
y evocarán recuerdos detallados.
Hoy Orfeo se casa con Eurídice
y la piensa mirar profundamente.
Hoy es un hoy distinto a todos los hoy,
este hoy es eterno, inamovible.
La palabra ha vencido
y las épocas lloran su derrota,
pues no se llevarán nunca mis versos.







IBIDEM

En el lecho de muerte en el que yaces
otrora yo te vi saltar encima;
si lo hubiera sabido, hermano mío...
...hubiéramos saltado aún más fuerte.
(Un arrebol intenso
tiñe la habitación.
El sol se apaga lento, se desgasta.)
Dormitas mortalmente.
El estertor complica tus palabras
débiles y ateridas.
(No me lloréis, ojos; sed valientes.)
Hermano, yo daré
de comer a tus pájaros;
la casa está ordenada;
el sauce del jardín sigue llorando.







METAMORFOSIS

Extiéndeme tu mano, mujer de mis escritos;
fundámonos sin miedo en el crisol del tiempo
hasta que el alba nueva corone la mañana.
Escapemos del mundo hacia otro mundo nuestro,
démosle fondo al pozo y contorno a los suspiros.
Como gotas de luz que caen de entre las nubes
amanezcamos juntos, sin noción del espacio;
vayamos hasta el mar a tamizar el agua
y a ser el agua misma que pasa y se reagrupa.
Transfórmate conmigo en un céfiro inquieto,
un viento encarcelado que a sus antojos huye
y a veces se inmiscuye entre los instrumentos
y deja de ser viento para ser melodía.







OCASO

Puente de luz que oscilas sobre el mar,
que tentador te meces con las olas
cuando envejece el día:
¿dónde terminas?
(¡Quién pudiera cruzar sobre el abismo
que sostiene tu cuerpo
en las horas confusas!)
Luz última, que besas a la orilla
con el destello blanco de la plata:
¿dónde te esconderás
cuando el azul te trague?



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XX Premio Fundación Loewe Joven Creación
con su libro Imaginario, que ha publicado Visor


LA HABITACIÓN CERRADA

Primer plano

Cuando te duermes, miro cómo sueñas.

Parece que estés muerta y, sin embargo,
dentro de ti la vida se despliega
como un libro infantil.

Cruzo un país de pechos montañosos,
de pliegues laberínticos,
hasta llegar al límite imposible
de tu interior.

Te amo.

Amo la cercanía de tu cuerpo
tendido junto al mío, respirante,
la primavera nórdica y el frío de tus pies.

Yo sé que no estás muerta y, sin embargo,
parece que ensayaras tu desaparición.

Si ahora se despertase, la habitación, el mundo
se esfumarían contigo sin esfuerzo.







A UNA MUJER DE VERDE

en cuyos pechos nunca
me quedaré dormido,
y en cuyos ojos no me reconozco,
pero cuya visión me revelara
una belleza exenta de deseo
y una verdad a un tiempo
molesta y deliciosa
como un picor de espalda
que se rasca.


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