Keijiro Suga
(Ehime, Japón 1958)
Traducción de Eiko Minami
Abriéndonos paso entre el mundo de los árboles y el mundo mineral,
avanzamos. Subimos por la ladera norte del verano.
El sendero se convertía en arroyo lodoso,
las raíces de los árboles se desnudaban, mudándose en escaleras difíciles de subir.
El sendero se ubicaba entre el lodo y el cielo,
y también entre la luz y la fronda,
se mantenía entre el agua que corre y la tierra que permanece,
y también entre el tiempo que corre y las imágenes que permanecen.
Tropezando, subimos nosotros, y cuando,
al fin alcanzamos el terreno rocoso y seco como huesos, oliente a azufre,
el cielo se tornó luminoso, azul intenso como la noche,
y las blancas nubes pesadas se arrastraron como animales ante nosotros.
al contemplar la blancura le di la vuelta a mi corazón e imaginé una tempestad de
invierno:
En seguida, un frío inesperado punzó nuestras mejillas...
Dentro de esa vasta vista blanca, yacían incontables soldados.
Vi también sus palabras que se helaban y se les caían de la boca, una tras otra.
El mar viene tomando tierra, hacia la rivera,
Las olas avanzan de pie hacia la rivera,
Toco una bomba volcánica incrustada en la roca golpeada por las olas,
Y yo también camino, siguiendo a alguien que viene del pasado.
Yo camino, acompañado por varios fantasmas,
Escuchando alegres canciones de las gaviotas (que se llama “gato marino” en
japonés).
Expuesto al fuerte viento,
Bañado en una luz clara,
En una tarde impenetrable del comienzo del otoño,
Hacia un pueblo del norte,
Hacia un pueblo de los Tiburones callados,
En la vasta rivera repleta de maleza,
Contra la gravedad,
Contra el tiempo.
El brezal está bailando como si estuviera en llamas.
El sol gira y gira, y pone el mundo en el negativo.
Busquemos un pequeño bosque, me basta un bosque mínimo,
No importa que no haya conejos, o no se encuentren búhos.
Aquí es la zona de transición de la vida hacia la muerte,
donde la muerte da a luz muchas vidas distintas.
Esta zona es dominada últimamente por los hongos,
y trabajada por diligentes lombrices de tierra.
Allí, las formas se recomponen sin cesar.
Allí, los colores y los movimientos se transmutan sin cesar.
Pero a pesar de todo, es una sola vida, el Bosque entero,
es la unidad de la vida, ya no más divisible.
Allí voy yo, preguntando,
Preguntando a los hongos de múltiples formas y colores.
Los árboles corrompidos tienen ojos y las rocas musgosas tienen oídos.
Aun cuando nos sorprende un aguacero,
La tierra queda seca y ligera, huele bien, a fresca.
Aquí no hay distinción entre el mediodía y el crepúsculo.
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