Federico Hernández Aguilar. Nació en San Salvador, El Salvador, en julio de 1974. Es poeta, narrador, dramaturgo y ensayista. Ha recibido numerosos premios en El Salvador y su obra poética ha sido difundida en varios países de Centroamérica, El Caribe, Sudamérica y Europa. Ha sido parcialmente traducido al inglés, francés y árabe.
Es el escritor más publicado de su generación. Su bibliografía cuenta ya con diez títulos: Con el Permiso de Ustedes (Poesía), El segundo verbo (Poesía), Inconclusiones (Ensayos filosóficos), Mordiendo la manzana (Poesía), Gotas (Aforismos y epigramas), Brusca prosa (Ideas y comentarios), Once maneras de iluminar mi sombra (Poesía), Juegos de manos (Cuento) y Apología del cinismo (Poesía). En México fue publicado, en 2003, Último divorcio de Blancanieves y otros cuentos, su segundo volumen de narrativa breve.
En 2005 patrocinó la antología Como un hondo silencio de campanas, del poeta español Antonio Porpetta, y en 2006 el poemario La ciudad y la neblina, del salvadoreño Heriberto Montano.
Ha sido articulista de los más influyentes medios impresos de su país. Tiene sin publicar un compendio de ensayos sobre poesía, un monólogo existencial y una antología de jóvenes poetas salvadoreños.
Ha sido antologado en la voluminosa Memoria del XI Festival Internacional de Poesía de Medellín (2001), cónclave mundial en el que representó a las letras salvadoreñas, y como el más joven entre 55 autores de todo el mundo que participaron en el encuentro Poetas del Mundo Latino, Morelia 2002 (Octubre de 2003, memoria conmemorativa de Servicios Editoriales Solar. México). También aparece como el más joven representante de su generación en la antología bilingüe Poésie Salvadorienne du XX Siècle, de la académica francesa María Poumier, una de las más notables especialistas en historia de la literatura latinoamericana. (Ediciones Patiño. Génova, Suiza. 2002).
Hasta 2003 fue Presidente de la Fundación Poetas de El Salvador, entidad cultural no lucrativa que ya organizó, con sonado éxito, tres festivales internacionales de poesía, reuniendo a autores de cuatro continentes ante un público masivo y entusiasta.
Estudió Ciencias Políticas y Ciencias de la Comunicación. Su trayectoria periodística abarca radio, televisión y prensa escrita. De mayo de 2003 a mayo de 2004 fue Diputado Propietario ante la Asamblea Legislativa de El Salvador. A los 29 años, el 1 de junio de 2004, se convirtió en el miembro más joven del Gabinete de Gobierno de El Salvador, al ser nombrado Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, CONCULTURA.
Esta danza que salvan las liturgias
Esta danza que salvan las liturgias
Este concepto inoculado hoy
Esta perpetuación de la inminencia
Este andar sin las huellas necesarias
Este pedir que se contagie un alce
Esta oportunidad de ser pequeño
Este imaginar párpados gigantes
Esta mancha de amor en las costillas
Esta vid Este ver este detalle
Esta legión de hormigas Este apero
Este mágico tren a la amapola
Ya nunca sin mis ojos estas cosas
Jamás tanta agonía sin mis dedos
Sin mi vértigo nunca tanto sueño
Del libro Apología del cinismo
PALABRA Y TIEMPO
(Paréntesis kantiano)
Para callar no necesito mi silencio.
Me muevo.
Se mueve la hoja que cae y no lo sabe.
El aire es la denuncia natural del tiempo.
Para callar no necesito mi silencio.
No puedo remover una pestaña
sin tocar un rostro.
La palabra es injusta si la tengo.
Para callar no necesito mi silencio.
Necesito tiempo.
SONETO DEL PERDIDO TIEMPO
Ahí donde el instante es un recado,
donde muere de prisa una palmera,
el reloj es la duda pasajera
de una caricia que aprendió el pasado.
Vivir y haber vivido: ¿Quién —alado—
sobre las crestas de las horas fuera
visitante de honor en cada esfera,
espacio, tiempo, dimensión o estado?
Pues el minuto, sin querer, devora
las entrañas del tiempo en cada hora
que finge el suave rostro de la espera,
es en los huesos donde el alma, ruda,
penetra los abismos y desnuda
con otra exactitud tu vida entera!
DISTINGUIDAS CARRASPERAS
Hay quien tose
—recurso de flemas incluido—
bajo la timidez de una ventana,
como jodiendo,
como por gusto.
Y tose con elegancia,
con discreto y amable desenfado,
como extrayendo mariposas del esófago,
sin voluptuosidades abdominales
o posturas forzadas.
Cualquier excusa es buena:
la impertinencia del vicio vecino,
el polvillo de un libro arrinconado,
la pluma de un faisán que se venga,
un mal trago de vino tinto,
el irritante perfume de la Sra. Von Krause...
No es útil pedir pañuelos
porque no hay gripe de por medio
o infecciones de músico precoz.
La mano —cerrada en puño,
convenientemente— basta
para demostrar a los distinguidos comensales
que se puede toser con gallardía,
propiedad y buen gusto.
La invitación al banquete
incluye no comer,
pero es imprescindible atragantarse.
EDAD DEL INSOMNIO
Entendí que la lluvia muere
cuando escuché al agua decir: “Ya voy”.
Hay quien piensa que se puede mirar a un pato
y no sentir cosquillas en los dedos de los pies.
Tu retrato no escucha la gotera.
Eso es seguro.
VIVÍPAROS
Mientras tanto
la muerte nos dura para siempre
y es suya nuestra frágil cintura
se acoda
aburrida
en los manantiales
no tose
no odia (como algunos piensan) los armarios
carece de párpados cuando nos mira fijamente
y lo hace profundo
exacto ahí donde lo único que escondemos
es la vida que queda
Del poemario Síndrome de pulso
CREACIÓN DE UN ALMA
I
Acércate…
No temas a la luz.
¿Sabes de dónde vienes,
En qué memoria abreva tu pudor?
No, no huyas…
No te alejes…
La vida te espera
Y su obligación es impacientarse.
II
Tu primera reacción es de temor
Y es porque nada sabes…
La ignorancia es codiciosa compañera:
Desde ya te rondan sus caricias.
Ella estrenará tu carne,
Pero sólo tu carne.
Tú lo estrenarás todo,
Menos el miedo.
III
Ninguna vida es inocente.
(De ello me hablarás a tu regreso).
Por lo pronto,
Asómate
Y no temas…
La eternidad no corre por tu cuenta.
9/XII/2003
Del poemario Retornos y anti-dilemas
XXIX
Donde se conoció el amor
se conoció también que la verdad no tiene constancia y que puede cosechar buenos augurios en el mismo lugar en que pernoctó la saliva equina del deseo.
Donde se conoció la venganza
se conoció también que la inocencia anida mejor donde los turistas del vacío se sienten libres de admirarla y pedirle en voz baja que no se mueva para la foto.
Donde se conoció la tibieza
se conoció también que las rendijas que exhiben algunas puertas desvencijadas no sirven para ver desnudas a las casaderas más hermosas y más arbitrariamente deseadas de cada pueblo.
Donde se conoció la prudencia
se conoció también que el vietnamita menos hábil puede verte a los ojos con aprensiva rudeza para decirte que en su país se siembra el arroz con la esperanza de recogerlo antes del próximo bombardeo de alubias.
Donde se conoció la intolerancia
se conoció también que las únicas golondrinas capaces de volar en pleno invierno son aquellas que en algún momento del trayecto coinciden con un arco iris retrasado por la misma causa.
Donde se conoció el amor, repito,
se conoció también que muere.
Del poemario Síndrome de pulso
A LOS PASAJEROS, SU ATENCIÓN POR FAVOR
Seamos imprecisos con la muerte:
reconozcamos su tibieza…Es todo.
Hallará en tu cadáver acomodo
su sombra solamente. Poseerte
es imposible para tal vacío.
Lo que queda se queda junto a nada
y se va lo preciso. Tolerada,
la muerte no es el mar. (Tampoco un río).
Merezcamos la noche tras el día.
Respiremos con toda alevosía,
con premeditación, ¡muy hondo y fuerte!
Y cuando —como es obvio— nuestra suerte
nos ponga ante su ambigua puntería,
¡perdonemos el fraude de la muerte!
11/III/2000
Del poemario Carne a la deriva
EL MAPA AZUL
Bajo la piel que ofreces
el azul mapa de tus venas
no lleva a parte alguna
Transito mis labios
por las arterias que nunca
empapará mi saliva
Envidio la navegación del plasma
que puede treparte y desandarte
bajar a tus pies cuando te escapas
subir a tu rostro cuando no lo quieres
Los horizontes por dentro
de tus aurículas abriéndose
están vedados para mí
(para mí que las abro, según tus cuentas)
Es el mapa azul que doblo
cuando por la mitad te rompe el orgasmo
cuando arqueas la espalda y te dejas
caer sobre mi pecho enfebrecido
El azul mapa de tus venas
bajo la piel que ofreces
no me ha llevado a parte alguna
El tesoro —¡qué delicia!—
me encontró a mí
pirata cojo y desdentado
sin loro sobre el hombro
sin hambre sobre el hombre
sin el esfuerzo de buscar la isla que me haga rico
11/X/2004
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