Nació en Jerez de los Caballeros (Badajoz), en 1970. Vive en Sevilla. Se licenció en Periodismo y se ha especializado en información cultural y en crítica cinematográfica.
Da clases de historia del cine y de creación literaria en varios centros, dirige la revista Cámara lenta (http://www.revistacamaralenta.com/) y forma parte del colectivo de agitación cultural La Palabra Itinerante.
Ha publicado el poemario Compañero enemigo (Libros de la Herida, 2007), además de otros textos literarios en revistas y volúmenes colectivos.
Mantiene el blog personal http://www.contrabandos.blogspot.com/
APUNTES PARA OTRA POÉTICA
Nadar contra corriente. Ese es el plan.
Cada uno lo sigue a su manera.
Hay quien se abraza a un árbol
y quien mide las nubes,
quien se arrodilla y quien se alza,
quien se persigna y quien abjura.
Sortear aduanas ortográficas,
recolectar parábolas, excitar
a los umbríos rumiantes del idioma.
Nadar contra la terca acometida,
desanudar la telaraña.
Nadar sin brújula
ni orillas a la vista.
No hundir al otro en nuestro nado.
No hundir al otro.
Mandamiento
Amar a cada uno por su nombre
en un idioma impar, íntimo código
en el que cada sílaba sea un mimo.
Amar a cada cual por la manera
intrépida o celosa de apretar
el paso en la borrasca y por el cúmulo
de discapacidades que lo azoran.
Amar a cada prójimo en su fe
por la ráfaga débil que lo surca,
por sus contradicciones, sus bostezos
y el temblor de sus piernas entumidas.
Amar a contrapelo, amar a ciegas,
celebrar que tendemos hacia el otro
el pulso, sin que nadie nos lo mande.
De Compañero enemigo (Libros de la Herida, 2007)
Compañero enemigo
Compañero enemigo, nos convocan
los bárbaros tambores, las sirenas
leprosas de la guerra, el olor acre
que reclama genética venganza.
Desobedeceremos, cruzaremos
los cuchillos delante de la lumbre
en la tierra de nadie, que es mi tierra,
nuestra tierra sin planos ni alambradas.
Y allí compartiremos el arroz
y la perplejidad de estar tan vivos
entre tanto cadáver contagioso.
Compañero enemigo, no te mueras,
ni me mates, ni huyas, ni te rindas
que tenemos que hablar de muchas cosas.
De Compañero enemigo (Libros de la Herida, 2007)
Fe en la errata
Las flechas desviadas, al final,
aciertan otro blanco;
las derivas desvelan continentes;
alguien huele y adopta
las cartas sin remite.
Cada desliz da cuerda,
cada gazapo prende.
El día que acudí
al sitio equivocado, a la hora impropia,
allí estaba esperándome
la muchacha más linda
de este baile de locos en desahucio.
De Compañero enemigo (Libros de la Herida, 2007)
Hambre para mañana
“[…] fue necesario un ancho espacio /
y un largo tiempo: hombres de todo mar y toda
tierra, / fértiles vientres de mujer, y cuerpos /
tierra, / fértiles vientres de mujer, y cuerpos /
y más cuerpos fundiéndose incesantes”
Ángel González
En deuda, dos
Asomado a este cuarto –un faro en el océano–,
recuerdo como en sueños nuestra historia soltera
y acumulo pronósticos, premoniciones, índices
del misterio gozoso de descubrir tu cuerpo
–como un barco en mitad de la noche infinita–.
El aliento del big-bang sobre el barro sin forma
que acunaba el latido de este planeta inédito
fue un balbuceo sin huesos, sin articulaciones,
de un idioma de ritmos, matemático y dúctil,
que ha bordado en las mantas tu inicial con mi espuma.
Pienso ahora en el hombre, ese bípedo frágil,
en la rifa de genes que lo ata y lo conduce
al bombo de los siglos en el que nuestras sagas
sortearon epidemias, batallas, cataclismos,
celibatos que hubieran castrado nuestro germen
sin sentirlo o siquiera presentirlo, sin culpa.
Y agradezco sin límite la lluvia
que empujó a mis abuelos y a los tuyos
a una cama tan blanda como ésta.
Herida abierta
Como el nudo de un hueso se resienten
los edificios rotos;
las líneas injertadas del tranvía
que llevan ya a otro barrio
se quejan en las curvas, nos desdicen
los nombres de los bares
que cambiaron de nombre
y quieto en cada banco hay un fantasma
gemelo del que fuimos;
las ciudades son cuerpos
llenos de cicatrices
y el clima que las cambia punza
los dolores antiguos.
Déjame que te abrace todavía
sobre estas escaleras y estos puentes,
sobre esta herida abierta.
“Y por oírte orinar en la oscuridad,
Ángel González
En deuda, dos
Asomado a este cuarto –un faro en el océano–,
recuerdo como en sueños nuestra historia soltera
y acumulo pronósticos, premoniciones, índices
del misterio gozoso de descubrir tu cuerpo
–como un barco en mitad de la noche infinita–.
El aliento del big-bang sobre el barro sin forma
que acunaba el latido de este planeta inédito
fue un balbuceo sin huesos, sin articulaciones,
de un idioma de ritmos, matemático y dúctil,
que ha bordado en las mantas tu inicial con mi espuma.
Pienso ahora en el hombre, ese bípedo frágil,
en la rifa de genes que lo ata y lo conduce
al bombo de los siglos en el que nuestras sagas
sortearon epidemias, batallas, cataclismos,
celibatos que hubieran castrado nuestro germen
sin sentirlo o siquiera presentirlo, sin culpa.
Y agradezco sin límite la lluvia
que empujó a mis abuelos y a los tuyos
a una cama tan blanda como ésta.
Herida abierta
Como el nudo de un hueso se resienten
los edificios rotos;
las líneas injertadas del tranvía
que llevan ya a otro barrio
se quejan en las curvas, nos desdicen
los nombres de los bares
que cambiaron de nombre
y quieto en cada banco hay un fantasma
gemelo del que fuimos;
las ciudades son cuerpos
llenos de cicatrices
y el clima que las cambia punza
los dolores antiguos.
Déjame que te abrace todavía
sobre estas escaleras y estos puentes,
sobre esta herida abierta.
“Y por oírte orinar en la oscuridad,
en el fondo de la casa, /
como vertiendo una miel delgada,
como vertiendo una miel delgada,
trémula, argentina, obstinada, /
cuántas veces entregaría este coro
cuántas veces entregaría este coro
de sombras que poseo”
Pablo Neruda
Resaca y nubes
Con la puntualidad de los verdugos,
los aviones descosen los abrazos.
Vago por este jueves de ceniza
desorientado, torpe, transitorio;
zozobro en la ciudad, vacía de ti,
entre objetos viudos, flores secas,
extraños muy vecinos y animales
que me ladran su asombro en cada entrada.
Me duele la cabeza y casi llueve.
La mujer insólita
I
Cuando la vida era un absurdo jeroglífico ya resuelto,
ella lanzó una cometa
y le sopló altura con sus labios de nube.
Donde otras acariciaban una cicatriz,
ella nadó desnuda.
Era dulce y terrible y, sobre todo,
era una mujer insólita.
Quizá por eso la quise tantas veces tanto.
II
La insólita mujer de labios de algodón
me ha dejado una herida pequeña, inapreciable,
debajo de los párpados.
No es grave, como todos o casi,
creo en la vida con una devoción de náufrago.
Pero cierro los ojos
y los sueños me escuecen.
Vendrán más años y tendrán tus ojos
Cuando el silencio sea un cadáver de la risa;
cuando los años se escurran en su embudo
como peces de mercurio, como espuma;
cuando nuestra memoria quepa
en una fotografía en blanco y negro,
tú seguirás mirándome;
tú seguirás, mirándome.
Álbum
De todos los abrazos que brindamos
al sol desperezado en una esquina,
de toda la frenética torpeza
de las manos glotonas bajo el traje,
de aquella risa floja y contagiosa
oculta en los colchones de alquiler,
de todo aquel amor, que no nos cupo
ni en sortijas ni en rosas, heredamos
rectas conversaciones telefónicas
las fiestas de guardar, rencor y sombras
chinescas archivadas en un álbum
como opaca quincalla del recuerdo.
Escuchando a Miles Davis
What is this thing called love?
Hacía mucho frío y mucho tiempo
que bajaban temblando
la escala diminuta de los mapas
hasta las avenidas, los desiertos
del whisky con ceniza,
donde de vez en cuando se asomaban,
como en un espejismo,
fugazmente, en el cuerpo
del amante de turno,
del amante de guardia.
Hacía mucho frío y mucho tiempo
que vagabundeaban sin euforia
angustia por la vida,
tan borrachos y dignos
como un espantapájaros.
Hacía mucho frío y mucho tiempo
que se andaban buscando.
Se encontraron, por fin, en un semáforo,
digamos, en el metro, en una fiesta;
y se reconocieron de repente
por esa fuerza que arde o que se agita
bajo el gesto de escarcha.
Uno movió los labios
como el que va a cerrar una pregunta
suspensa en el reloj.
El otro, errante, alzó los brazos, quiso
detener el columpio, parar pulsos
para sincronizarlos.
Pero esa tuerca terca, la costumbre,
los dejó mudos, ciegos, paralíticos,
tan solos como siempre, tan dispuestos
a continuar buscándose.
El corazón desierto
De ventanilla a ventanilla,
desde otro tren contrario y paralelo
varado algún minuto
en la estación nocturna,
se encontrará mi vida con tus ojos.
Nos cruzará el amor, como un sonámbulo,
el corazón desierto.
Y pasará de largo.
¿Me concede este baile?
Todo el mundo carece, todos somos
nadadores sin rumbo ni costumbre,
paracaidistas sin paracaídas,
mansos recién nacidos entre fieras.
No tenemos memoria del peligro,
ni instinto, ni cautela, ni pudor;
el viaje es siempre de ida y no nos sirve
ensayar estrategias de socorro.
Por eso, tropezamos tantas veces
con la piedra afilada, incandescente,
que pica en nuestro centro como un pájaro.
Despistados, alegres, arrastramos
los pasos malheridos del borracho.
¿Me concede este baile, mademoiselle?
Deconstructing J
La habitación, como tú, queda un poco despeinada
tras ese dulce ritual de ir perdiendo las prendas
para ganar la piel como se alcanza una orilla
Por las calles y los días, nos buscábamos
sin saberlo, como dos astros en su órbita,
hasta este cruce que suma nuestras vidas
y da un balance distinto a antiguas cuentas.
Porque, igual que tu cuerpo desordena estas sábanas
barajas mis años como se desbarata un puzzle
y me inventas un modo nuevo de ser y de haber sido.
“Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos /
Pablo Neruda
Resaca y nubes
Con la puntualidad de los verdugos,
los aviones descosen los abrazos.
Vago por este jueves de ceniza
desorientado, torpe, transitorio;
zozobro en la ciudad, vacía de ti,
entre objetos viudos, flores secas,
extraños muy vecinos y animales
que me ladran su asombro en cada entrada.
Me duele la cabeza y casi llueve.
La mujer insólita
I
Cuando la vida era un absurdo jeroglífico ya resuelto,
ella lanzó una cometa
y le sopló altura con sus labios de nube.
Donde otras acariciaban una cicatriz,
ella nadó desnuda.
Era dulce y terrible y, sobre todo,
era una mujer insólita.
Quizá por eso la quise tantas veces tanto.
II
La insólita mujer de labios de algodón
me ha dejado una herida pequeña, inapreciable,
debajo de los párpados.
No es grave, como todos o casi,
creo en la vida con una devoción de náufrago.
Pero cierro los ojos
y los sueños me escuecen.
Vendrán más años y tendrán tus ojos
Cuando el silencio sea un cadáver de la risa;
cuando los años se escurran en su embudo
como peces de mercurio, como espuma;
cuando nuestra memoria quepa
en una fotografía en blanco y negro,
tú seguirás mirándome;
tú seguirás, mirándome.
Álbum
De todos los abrazos que brindamos
al sol desperezado en una esquina,
de toda la frenética torpeza
de las manos glotonas bajo el traje,
de aquella risa floja y contagiosa
oculta en los colchones de alquiler,
de todo aquel amor, que no nos cupo
ni en sortijas ni en rosas, heredamos
rectas conversaciones telefónicas
las fiestas de guardar, rencor y sombras
chinescas archivadas en un álbum
como opaca quincalla del recuerdo.
Escuchando a Miles Davis
What is this thing called love?
Hacía mucho frío y mucho tiempo
que bajaban temblando
la escala diminuta de los mapas
hasta las avenidas, los desiertos
del whisky con ceniza,
donde de vez en cuando se asomaban,
como en un espejismo,
fugazmente, en el cuerpo
del amante de turno,
del amante de guardia.
Hacía mucho frío y mucho tiempo
que vagabundeaban sin euforia
angustia por la vida,
tan borrachos y dignos
como un espantapájaros.
Hacía mucho frío y mucho tiempo
que se andaban buscando.
Se encontraron, por fin, en un semáforo,
digamos, en el metro, en una fiesta;
y se reconocieron de repente
por esa fuerza que arde o que se agita
bajo el gesto de escarcha.
Uno movió los labios
como el que va a cerrar una pregunta
suspensa en el reloj.
El otro, errante, alzó los brazos, quiso
detener el columpio, parar pulsos
para sincronizarlos.
Pero esa tuerca terca, la costumbre,
los dejó mudos, ciegos, paralíticos,
tan solos como siempre, tan dispuestos
a continuar buscándose.
El corazón desierto
De ventanilla a ventanilla,
desde otro tren contrario y paralelo
varado algún minuto
en la estación nocturna,
se encontrará mi vida con tus ojos.
Nos cruzará el amor, como un sonámbulo,
el corazón desierto.
Y pasará de largo.
¿Me concede este baile?
Todo el mundo carece, todos somos
nadadores sin rumbo ni costumbre,
paracaidistas sin paracaídas,
mansos recién nacidos entre fieras.
No tenemos memoria del peligro,
ni instinto, ni cautela, ni pudor;
el viaje es siempre de ida y no nos sirve
ensayar estrategias de socorro.
Por eso, tropezamos tantas veces
con la piedra afilada, incandescente,
que pica en nuestro centro como un pájaro.
Despistados, alegres, arrastramos
los pasos malheridos del borracho.
¿Me concede este baile, mademoiselle?
Deconstructing J
La habitación, como tú, queda un poco despeinada
tras ese dulce ritual de ir perdiendo las prendas
para ganar la piel como se alcanza una orilla
Por las calles y los días, nos buscábamos
sin saberlo, como dos astros en su órbita,
hasta este cruce que suma nuestras vidas
y da un balance distinto a antiguas cuentas.
Porque, igual que tu cuerpo desordena estas sábanas
barajas mis años como se desbarata un puzzle
y me inventas un modo nuevo de ser y de haber sido.
“Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos /
que son dos hormigueros solitarios /
y son mis manos sin las tuyas varios /
y son mis manos sin las tuyas varios /
intratables espinos a manojos”
Miguel Hernández
“Mirá no pido mucho, / solamente tu mano, tenerla /
como un sapito que duerme así contento”
Julio Cortázar
Enredadera
Como cinco semillas,
como cinco penínsulas del limbo,
cinco y cinco animales vagabundos,
cinco náufragos siameses del océano sanguinario,
cinco ríos que se cegaban en el tacto,
del hielo, de la lija y de la seda,
del fantasmal ropero, del volumen
desordenado y arrugado de las sábanas,
de otras pieles que se fueron deshaciendo
de la nada hacia la nada con ternura,
cinco muescas, cinco huellas en el margen
de este libro en el que anoto los errores
del horror y del amor y de sus márgenes
para nombrar la rabia de perder,
para nombrar la suerte de existir
ahora y aquí, delante de un café con leche.
Cinco y cinco semillas por jardines laberínticos,
por los senderos y los siglos,
por los relojes y las brújulas,
fueron mis manos hasta encontrar tu tierra,
hasta encontrar destino de pulso y crecimiento.
Miguel Hernández
“Mirá no pido mucho, / solamente tu mano, tenerla /
como un sapito que duerme así contento”
Julio Cortázar
Enredadera
Como cinco semillas,
como cinco penínsulas del limbo,
cinco y cinco animales vagabundos,
cinco náufragos siameses del océano sanguinario,
cinco ríos que se cegaban en el tacto,
del hielo, de la lija y de la seda,
del fantasmal ropero, del volumen
desordenado y arrugado de las sábanas,
de otras pieles que se fueron deshaciendo
de la nada hacia la nada con ternura,
cinco muescas, cinco huellas en el margen
de este libro en el que anoto los errores
del horror y del amor y de sus márgenes
para nombrar la rabia de perder,
para nombrar la suerte de existir
ahora y aquí, delante de un café con leche.
Cinco y cinco semillas por jardines laberínticos,
por los senderos y los siglos,
por los relojes y las brújulas,
fueron mis manos hasta encontrar tu tierra,
hasta encontrar destino de pulso y crecimiento.
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