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lunes, 27 de diciembre de 2010

2853.- LEONOR MAUVECIN


Nací en 1950, viví mi infancia y juventud en Ñu Porá , Río Ceballos, provincia de Córdoba (Argentina).
Soy Licenciada en Letras Modernas, de la U N C.
Especialista en Gestión educacional por la Univ de Playa Ancha, Valparaíso, Chile Profesora de Lengua y Literatura, ejercí la docencia por 30 años y sigo en esa hermosa tarea de encender fuegos.
Junto a otros integrantes, coordiné durante 15 años el espacio cultural El Caldero de los Cuenteros.
Coordiné junto a Sonia Rabinovich el espacio cultural De puño y Letra, y el Ciclo de poetas 2006 de la Municipalidad de Córdoba.
Dicto talleres literarios en la Biblioteca Córdoba.
Cursos y talleres en el CEPRAM
Cursos y talleres por Extensión de la Universidad Nacional de Córdoba .

Publicaciones:
La Casa del Aire, cuentos (Ed, el Boulevard 1996)
La Huella de la Tarde(Ed. Del Boulevard 1998)
La piel de la serpiente ( Ed. Del Boulevard 2000)
La caja de madera, (Ed. Argos 2005)
La casa del amor y de la muerte (Ed Argos 2008)




Debo escarbar despacio.
Retirar la hojarasca.
Separar el polvo de los huesos.
Acomodar cada cosa en su sitio.
Saber qué hacer con lo que sobra.
Ordenar las palabras.
Encontrar la punta del ovillo.
Cortar el nudo.Abrir las puertas.
Y echar de menos
todo lo que falta





Sin perdones ni olvidos

No guardes tu pena, elévala como una bandera al viento
déjala volar sobre los huesos roídos por el tiempo.
Sumérgela en el cántaro gris de la memoria
y déjala reposar, no la inquietes, no la agites,
no le pidas que vuelva.

Guárdala de la intemperie y del vacío,
de las noches sedientas de fiestas y alegrías.
Protégela de la indiferencia, ésa
que convierte a los seres en estatuas de sal.
Escríbela sobre la piedra para que sea tu epitafio.
Para que los hombres lean allí tu dolor
el dolor de tu tiempo.
Recóbrala del olvido, antes que sea tarde
antes que la lluvia lave los resto de la sangre
y el viento horade las tumbas.

Deja que la pena penetre tus entrañas
para sentirte vivo.
Sostén con puño firme la espalda de tu duelo
y bebe el vino sagrado de la lágrima sobre el trazo del dolor
sobre el hambre y el frío
sobre todos los muertos sin nombre.
Eleva tu pena, sin perdones ni olvidos.






Serpiente emplumada

Sólo los engendradores estaban sobre el agua, luz esparcida.
Estaban envueltos en las plumas, las verdes.
Eran pues, Serpientes Emplumadas.
Popol Vuh


Por el ojo del equinoccio
cae, tu piel
Apenas una sombra sobre el calendario.
Apenas un rayo de luz, une la cabeza de piedra.
Cae
sobre el amor que procrea en el vértice del sol.
Sobre el territorio de la muerte.
Sobre el sueño de la vida.
Sobre los 365 días
y las 365 noches.
Tu piel
es acaso una pincelada efímera
y se arrastra y nos devora.
Y nos lleva a las cavernas despeñados
Con todos nuestros sueños de pájaro.
Sobre la piel del tiempo


Del libro Heptagonal
Editorial Argos, 1997






ELLA HABLÓ CON LA MUERTE

A Sarita Sullivan, mi madre

Ella habló con la muerte
Le dijo: ven a buscarme
Esa línea recta e invisible del tiempo se ha agotado
Las parcas tejen la última hebra
Ya no florecen amapolas en mi jardín
La casa está en penumbras
y el pan ha sido repartido
Sólo migas en mis manos temblorosas
y se las entregué a los pájaros
esos que anidaban en mi pelo
esos que ahora vuelan en atardeceres lujuriosos
que no me pertenecen


Ven a buscarme –dijo
Canta en mi oído la canción de Orfeo

Pero cántala al revés
para que encuentre la luz allá en las tinieblas.
Para que las sombras se guarden en el cofre del olvido
y quede de mí la alegría
sobre la mesa tendida y generosa.


II


Yo he hablado con la muerte. - dijo
esa antigua conocida
La que se llevó a mi madre en una noche aciaga.
A mi padre, envuelto
en el vaho de los sueños y la tristeza del amor perdido.
A mis tres hermanos
uno a uno en una larga letanía.
La que deambuló por la casa del aire
como un espectro , se llevó a mi esposo
y dejó el amor como una flor marchita
prendido al bretel de mi corpiño

Yo he hablado con la muerte –dijo
He hablado con todos los fantasmas
que día a día habitaron el sueño y la vigilia.
Hablé con ella y le perdoné
cada dolor y cada ausencia.

Nos hemos hecho amigas

Ella ha ofrecido su brazo
un lugar para poner el cuerpo
y descubrir el sueño de los sueños.



III



Ella era la niña que tejió una trama luminosa
para envolver la vida.
La hechicera que contaba historias de duendes y fantasmas
y desparramó su baraja milagrera sobre la mesa
para leer allí la cifra exacta de los días felices
La que perfumó la casa con las especias
que vinieron en la bodega de los barcos
y jugó a ser la reina en el carnaval de la vida
con su collar de perlas traslúcidas
donde se miraba el crepúsculo en las estrellas del día
que reflejaban sus ojos del color del tiempo.

Puedo tocar la urdimbre con que edificó
los espacios secretos de la casa.
La olla humeante para rendirle culto a la mesa cotidiana
Las milhojas del amor, escrito en las mil y una noches de la vida
Y el brillo rojo en la alquimia del vino compartido.
Puedo escuchar todavía el leve murmullo de su canción de cuna.
Y los pájaros que aleteaban en su risa
Y en los anales del recuerdo el resplandor de su mano generosa

Y ahora al final del camino, cuando todavía luce el rocío
en el jardín del nomeolvides
su presencia es un capullo que deja caer
los pétalos como si fueran alas.
Para retomar el vuelo allá en la memoria
donde se guarda la nostalgia
y perfumará el aire de la casa ,
porque nunca ha muerto .









LA CASA DEL AMOR Y DE LA MUERTE


LEONOR MAUVECIN





Del otro lado de la noche
la espera su nombre,
su subrepticio anhelo de vivir,
¡del otro lado de la noche!

Alejandra Pizarnik



El conoce un alfabeto
que la guarda de la muerte

Sonia Rabinovich




Al final del camino
la casa.
Entre las sierras
espera:
la cripta
el amor
y Leonor
- con su sueño inconcluso-
y el arroyo
- Heráclito que discurre entre las piedras-
y un poema
escritura en la pared
que dice:

Caminante tu que pasas a la fuente
moja tus manos y deja
que unas gotas como lágrimas
deslían sobre la hierba

He leído estas palabras

-muchas veces-
sin saber que me nombraban.

Me nombraba
Sin saberlo, me nombraba
Pedro Juan Vignak
el poeta
y dice:
hoy las hierbas florecen en su recuerdo
Entonces
descubrí en mí
y en el jardín abandonado
flores silvestres.



Flores silvestres
y ahora es invierno
es el dos mil cuatro en el calendario de la vida
es el mes de julio
en Villa Leonor, en Cabana

donde las sierras se visten de espinillo y pasionaria.




Donde las sierras se visten de espinillo y pasionaria
emerge de la tierra, la cripta.
La capilla
cúpula blanca

-umbría catedral es la montaña-

que extraña, con sus formas caprichosas me aguarda.

¿Qué busco? -me pregunto.

Miro hacia el pasado
hurgo en el secreto

¿Qué busco entre las flores secas
que alguien abandonó sobre las lápidas?

¿Una imagen en la escritura de la noche?

¿Mi retrato?







¿Mi retrato?

El artista dibuja su rostro sobre la pared
-el de ella-
Recoge en el agua
estrellas que duelen
Pinta las musas, que vienen a buscarla
dibuja palabras y predice los sismos.

Y ella escribe poemas, y lo seduce.

Y no sabe, que no es ella.





Estás perdida entre la página y el narciso
Susana Romano

No es ella.
Es mi mano la que escribe ahora
y la música
y el perfume de las acacias y el vino
y las estrellas
y la escritura indeleble del arcano grabada sobre piedra.

Y estoy perdida
entre la página y
Narciso.

Y la muerte

que juega al nunca más.






Acaso seré yo, la misma silenciosa
que contempla,
como se va conmigo el agua




Juega al nunca más.

El día después
es el ayer
entre las paredes de la casa.

Es el ayer que se repite y vuelve, río
es el ayer que muestra
mi propio rostro en el rumor del agua.

Es el ayer que vuelve
fragmentado.

Fragmentos de la casa.





Fragmentos de la casa vacía.

Escritura
que otra mirada ha contemplado

Y queda el perfume en esa alcoba
el olor de los cuerpos
sus gemidos, que el viento disimula .

Quejidos de la casa
entre las paredes, entre el olvido

muerden los espacios del silencio las palabras.




Todo está enmadejado y atado
con los mil hilos del amor.

Leonor Buffo



Muerden los espacios del silencio las palabras

y ella lo ignora.

El péndulo ha girado sobre su nombre y
cada letra desnuda el eco que duerme en su garganta - y ella no sabe-
Y su propio nombre, entre las lozas del templo -descubre-
Oculto. Adherido a los huesos que duermen bajo lápidas.

A la casa, ha vuelto
donde otra mujer con su nombre teje -para ella-
una tela de araña .

Sólo el rocío en la hierba al pie de la montaña, es la cripta,
que llora su lágrima de amor

en la espadaña.






Carente de campanas, el amador
dibujó en el vacío , una lágrima.



En la espadaña:

¿Puede escribirse el amor?

¿Hay papel que recoja esa escritura?

Me duelen y me gozan las letras sobre el cuerpo.

Sobre la piel, los signos del deseo

he ahí las palabras.






He ahí las palabras
sabe
que fueron escritas para ella
que cada letra grita su nombre.
Acaso, las pronuncia por primera vez.




A la realidad le gustan las simetrías
y los leves anacronismos.
Jorge Luis Borges




Por primera vez
él, dibuja péndulos con palabras que giran
trabaja la cábala y descubre su nombre
-el de ella-
en el diario de todas las mañanas.
Es el azar -piensa-
y no sabe
que todo, ya fue escrito.





Inasible don perdido, al evocarlo,
encuentro lo evocado.
Y antes del decir, ya estuvo dicho.




Todo ya fue escrito.
A la casa ha vuelto.
Sólo el rocío en la hierba al pie de la montaña.
Recuerda, busca, sabe, que ha leído -en otro tiempo- la escritura
oráculo de piedra, que habla y dice:

Tú que pasas a la fuente /moja tus manos y deja
que unas gotas como lágrimas /deslían sobre la hierba

En el agua de la fuente inevitable.
En la casa del amor y de la muerte.
En la sed, en el deseo
el rostro del amor que se renueva.





Se renueva
en la superficie espejada de la fuente
y es otra.
Lejos quedó aquella
de las tardes silenciosas.

Se mira en el agua y descubre

sus ojos de recién nacida.

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