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viernes, 17 de diciembre de 2010

2671.- CARMINA CASALA



Carmina Casala Poeta española, nacida en Atienza (Guadalajara) España
Es funcionaria del Estado y vive en Madrid. Inicia su actividad literaria a partir de 1981, año en el que obtiene el Premio Carilda Oliver Labra y publica su primer libro “Las aristas del silencio”, al que le siguen “El clamor sin perfiles de las aguas” (Accésit del Premio Rafael Morales 1982); “Ahora que las algas agonizan” (Premio Ibn Jafaya, 1985); “Lava de labios” (Accésit del Premio Adonais 1987); “Octubre sin raíz” (Ediciones La Palma, 1996); “Albaluna” (Premio Marco Fabio Quintiliano. Ciudad de Calahorra, 1999), “Desde la Otra Arena” (Premio Almedina de Poesía 2001). Incluída, entre otras, en las siguientes Antologías: Asociación Prometeo de Poesía, Poetas de Castilla-La Mancha, Cien poetas de Guadalajara, Homenaje a León Felipe, 2 Antologías Generales de ADONAIS, Antología Rusa, Mar Interior. J.C. Castilla-La Mancha. Toledo. 2002, Poetisas Españolas. Edic. Torremozas. 2003, Bestiario. Ediciones Eneida y Poetas Hazversos (Crisol 2010) Fue miembro fundador del Grupo de Teatro “La Ortiga” (espectáculo poético-musical); Miembro fundador de la Asociación Cultural Rabindranath Tagore.- Directora de la Colección del mismo nombre.- Pertenece a la Asociación de Escritores y Artistas; a la Asociación Prometeo de Poesía; a la Asociación Cultural Hispano-Helénica y fue Coordinadora de las tertulias literarias del mismo nombre.







Yo tengo una conciencia de palabras
que me despierta, a veces, del sueño del suicidio.
Una conciencia desmedida de bocas
que me desborda el nunca por los dedos
cuando la soledad ahoga el arcoiris
y nos clavan la vida por la espalda.
Quieren salvarse los sueños por las sienes
ignorando la inercia de los siglos
que despobló a los hombres de futuro.
Acaso es un monólogo la dicha,
una tregua pactada por la piel
para hacer llevadero el peso de la sangre
-no sabré deshacer esta tristeza
del nudo de la historia, no sabré-.

Es mejor regresar al vuelo de la infancia,
deshabitar la arista que nos crece,
recoger la niñez
que no sabe de frentes ni de ausencias.
Es mejor no asustar a Dios con más preguntas:

por qué pusieron corchos al paisaje,
quién alteró el pulso de la luna,
cuándo violaron la inocencia del aire.

No basta una conciencia de palabras
para desentrañar el límite y la duda.
Dejemos al silencio que nos hable,
que en esta latitud del corazón
herida de adjetivos va la muerte.

(De Ahora que las algas agonizan)









Puedes entrar, amor,
que ya es la hora de hacernos corazón.

Músculo y labio
se curvan más allá de los insomnios,
turgencia, madera fresca
-fuerte, fuerte-
amárrame fuerte al gesto de tu boca.
Amárrame y después
desdobla mis embozos,
salva esta pausa de lágrima y ternura,
levántate en la piel
del sueño y el relámpago,
toma mi pan, recoge mi equipaje
y dejemos que el alba nos devuelva
al origen del mundo.
Ya sin memoria, nuevos.

Por dentro de la vida.

(De Lava de labios)








Tú eres insobornable.
No te pareces a encrucijada alguna.
Te aproximas a mí como un adolescente,
tan transparente y tibio.
Irrumpes en el sopor de mayo
diciendo que me amas,
que tengo el corazón como un océano,
que prefieres crecer por sus mareas.
Te asombra mi abandono. Repites que me amas:
“Dios soñó tu sonrisa y creó el mundo”.
Dices que soy hermosa y que me amas.

No ves mis desvaríos.
Ignoras la penumbra que entorpece mis sueños,
las fechas que resisten
al acoso del frío y del fracaso.
Ignoras la tristeza que pasea mi calle,
el largo desaliento que endurece mis pasos.
No sabes del silencio que acumulan mis ropas,
ni de la soledad que habita en mis espejos.

Pero, ¿qué sabes tú, qué sabes?
Tú me abrazas sin prisas,
navegas por mis playas sin tregua al desaliento,
te arrodillas, me observas,
rozas con timidez algún objeto inútil
y enrojeces, y callas, y después parpadeas.

Dices que soy alegre, y hermosa
y que me amas.
Y entonces te perdono.

(De Albaluna)








NOSTALGIA

Ahora es difícil.
Ahora pesan los párpados como nunca.
Tú no podrías
levantar una sola de tus lágrimas sin romperte.
Quisiste huir, respirar,
olvidarte de tanta arena triste.
Sentiste la nostalgia del amor,
de alguien que amó tus ojos a su debido tiempo.
Alguien libre –dios de azabache-
que no necesitó medir tu casta
para amarte y soñarte.
Pero estás en la herida del clamor.
No te preguntes dónde fue la ternura del rocío,
el aire misterioso de los campos.
Dónde los fríos
con su abismo de nieve y esperanza.
Mira a ese hombre
que inexplicablemente brilla y te desea.
Déjate amar: ¡también de amor se muere!

(De Desde la otra arena)








Aunque sé que te tengo
me resulta difícil exigirte bengalas,
nuevos ritos nupciales, desescombrar la leña
y lo que se llevó puesto.
Recurro sin querer a la nostalgia,
esa diosa nocturna
que siempre parpadea y araña laberintos.
Ella se ha confesado
adicta impenitente a la tristeza.
En esta nueva luna
quiero recuperar el acceso a lo eterno,
el tono existencial de los verbos que laten
y logran redimirnos,
aquéllo que transciende arrítmico y sin norte.

Casi siempre el recuerdo
es un triste monólogo
de hechos improbables
que se levanta insomne
poblando lo mejor de las almohadas,
y declara incansable su voluntad de ser
pálido y otorgado.

Yo me pregunto a veces
si mereció la pena acercarse a la luna,
tomarla,
hacerla dependiente de las cosas
y permitir siquiera que la rozara el aire.

Por eso he de esperar aunque sé que te tengo.
Y si hay que salvar algo
prometo calcular el saldo de las huellas.

(De Albaluna)








EL CORAZÓN DE CARMEN HABLA DE SÍ MISMA

Brío aliento. Y dolor. Es mi armadura
como ráfaga al mar. De abrazadera
ejerzo. Hablo y reclamo. Así cualquiera
me confunde con juicio o con locura.

No investigo del tacto su tersura
si acomoda en mi piel la primavera,
y es frecuente que indulte a quien lacera
la paz que languidece en mi cintura.

Por lo demás, llevo el abecedario
a la mesa de citas con el verso
por aquello del agua y el remanso.

El poema me da lo necesario.
Con él hago la paz y algún converso.
Hilvano mucho amor. Rezo. Descanso.

(De “Hazversidades Poéticas”)







Octubre no me visitó en Oriente.
Me abordó lejos
desafiando las leyes de la brújula.
Vino de pronto.
Yo sabía que un timbre podía derribar todas las puertas,
pero fue diferente:
los cimientos del cuerpo
se vinieron abajo
y con ello –tan frágil-
el cálido solsticio de los sueños.
Sentí cómo lloraban las jambas de mi casa,
cómo se desplomaba la risa en los espejos,
y luego, aquellas notas,
aquel escalofrío desafinando el pulso.

Yo destejía, entonces,
la niebla de tus brazos,
amor sobre las hebras, una a una,
como una vía láctea enamorada
detrás de aquel destello,
entreabriendo el embozo de la luz y el verano.
Caí, como el suicida,
en un túnel sin dueño.
Un mundo sin sentidos,
una fiebre sin puntos cardinales
borrándome del tacto y de la vida.

-No sé por qué de repente era viernes
y el silencio un dolor inhabitable-.

(De “Octubre sin raíz”)








Porque hay veces
que nos transita un astro de cenizas
y nos miente un sueño
que seduce y ahoga,
en el desorden mismo de la sangre.

Porque hay veces
que nos deja vencidos el parto de la estrella
y una lágrima inútil nos sorprende
con el pecho apretado,
rompiendo contra el cuerpo
la suerte inexorable de ser hombres.

Porque hay veces, y lunas y minutos
que nos vierten hacia dentro los eclipses
y nos dejas oscuros,
sin armas ni silencios
para desentrañarnos.

Porque hay veces
que se puede suicidar el rostro en los espejos
sin que se altere el pulso de la rosa.
Las alas sin usar. La avenida sin manos…
a lo lejos.

(De Ahora que las algas agonizan)



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