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sábado, 11 de diciembre de 2010

2626.- DAISY ZAMORA


Daisy Zamora, Nicaragua, 1950
Todas las biografías que dan fe de la vida de Daisy Zamora hablan de una de las mejores poetas centroamericanas de nuestro tiempo. Hablan de su historia en la revolución, siendo miliciana desde el 73 y siendo también la voz de la clandestina Radio Sandino en el 79. Más tarde sería Vice-Ministra de Cultura junto a Ernesto Cardenal en los años ochenta. Su poesía también se convierte en pintura. Su mirada ya de por sí es un poema difícil, lejano, casi azul, que ninguna fotografía puede esconder. Es autora de Violenta Espuma; En Limpio Se Escribe La Vida y de Clean Slate o el último libro de poemas de amor: Fiel al Corazón, que publicó la editorial Anamá este mismo año de 2005. Además editó en 1992 una Antología muy reconocida de la Mujer Nicaragüense en la poesía. En toda su poesía nunca ha dejado a un verso despegarse de la tierra que pisaba. Pero a uno le es imposible separarla de la música, de la voz por ejemplo de Norma Elena Gadea cantando y ella al lado recitando sus versos una noche de Managua.
Bibliografía:
La violenta espuma, 1981
En limpio se escribe la vida, 1988
A cada quién la vida, 1994




Preñez

Esta inesperada redondez
este perder mi cintura de ánfora
y hacerme tinaja,
es regresar al barro, al sol, al aguacero
y entender cómo germina la semilla
en la humedad caliente de mi tierra.







Al pie de la diosa blanca

Es cierto que te he traicionado.
Por años te pospuse con argumentos vanos.
¡Cómo desatendí tus llamados!
Quise taparme los oídos con la dorada
cera de las abejas, pero
no era de sirenas tu canto.
Hasta en sueños me perseguías
e hiciste yunque de mi pobre cabeza
y yo, necia, me negaba a obedecerte.
Pero prevaleciste, oh Diosa, sobre mí
y sobre la voluntad de quienes quisieron
encadenarme en el antiquísimo rol.
Tampoco puede decirse que fui cobarde
porque de algún modo supe resistir.
Te filtrabas, aliento que hinchó el alma.
He sobrevivido al menos, Diosa, y te hablo,
vencedora: soy tuya para siempre.






Granizo

A Joaquín Ernesto
y René Alberto

Si ya no los tengo, si ahora
sólo sombras abrazo,
y en mi tímpano aún vibra
el rumor de sus risas
y el bullicio de sus voces
y carreras
lanzándose terrones
congelados
como si fueran motas
de algodón,

¿a qué vienes, granizo
desde el cielo?

¿a desgranar más hielo
sobre el hielo?








Streetcar, San Francisco

El negro agita un tarro vacío de potato chips
suplicando monedas,
Otro, busca conversación desde su silla de ruedas:
— Patrick, me llamo Patrick ,
— Y yo Mary , dice la pobre muchacha gorda y colochona.
La china carga resignada su bolsa de cebollas,
el viejo filósofo ensimismado en Kant,
un gay rapado con aretes y gafas azules,
la secretaria feliz, amapola marchita,
premiada por sus treinta años de servicio al banco
con un anillo barato y unas flores.
La joven ejecutiva que la observa con sorna,
el burócrata cansado que dormita . . .

Cada quién con su alma a la deriva
en este viaje sin rumbo
que de pronto termina.








Inscrito en una tabla de clausura

Porque tu corazón estuvo siempre clausurado
ventanas y puertas selladas
adentro oscuridad y las arañas tejiendo
de pared a pared en las esquinas,
polvorientos los pisos y los restos de muebles
que permanecen allí desvencijados

(después de tantos éxodos de gentes que confiaron:
al fin un techo nos guardará
de la intemperie del mundo. Y entraron ignorantes
de la crueldad que los haría huir despavoridos)

fue inútil haber llegado a desclavar
las tablas de la clausura, abrir ventanas y puertas
sacudir barrer el piso limpiar las telarañas cultivar un jardín
airear los cuartos colocar por toda la casa plantas en macetas
y ramilletes de flores cortadas del jardín cada mañana.

Inútil la alegría de los niños aquel aire alborotado
de chocoyos y loras aquel sol que encandilaba aquellos amaneceres
habitados de risas aquella animación constante aquella inocencia
tomando posesión queriendo prevalecer
en las tinieblas de un corazón más inhóspito
que el yermo.







Cuando las veo pasar

Cuando las veo pasar alguna vez me digo: qué sentirán
ellas, las que decidieron ser perfectas conservar a toda costa
sus matrimonios no importa cómo les haya resultado el marido
(parrandero mujeriego jugador pendenciero
gritón violento penqueador lunático raro algo anormal
neurótico temático de plano insoportable
dundeco mortalmente aburrido bruto insensible desaseado
ególatra ambicioso desleal politiquero ladrón traidor mentiroso
violador de las hijas verdugo de los hijos emperador de la casa
tirano en todas partes) pero ellas se aguantaron
y sólo Dios que está allá arriba sabe lo que sufrieron.
Cuando las veo pasar tan dignas y envejecidas
los hijos las hijas ya se han ido en la casa sólo ellas han quedado
con ese hombre que alguna vez quisieron (tal vez ya se calmó
no bebe apenas habla se mantiene sentado frente al televisor
anda en chancletas bosteza se duerme ronca se levanta temprano
está achacoso cegato inofensivo casi niño) me pregunto:

¿Se atreverán a imaginarse viudas a soñar alguna noche que son libres
y que vuelven por fin sin culpas a la vida?



QUÉ MANOS A TRAVÉS DE MIS MANOS

Las anchas manos pecosas y morenas de mi abuelo
con igual destreza vendaban una herida,
cortaban gardenias
o me suspendían en el aire feliz de la infancia.

Las manos de mi abuela paterna
artríticas ya cerca de su muerte,
una vez fueron frágiles manos, filigrana de plata,
argolla de matrimonio en el anular izquierdo;
pitillera y traguito de scotch o de vino jerez
en atardeceres de blancas celosías
y pisos de madera olorosos de cera,
recostada en su chaise-longue leyendo trágicas historias
de heroínas anémicas o tísicas.

Mi padre siempre cuidó la transparencia de sus manos
delicadas como alas de querube
hechas para lucirlas
con violín o batuta.

Mi madre heredó las manos de mi abuelo Arturo,
pequeñas y nudosas, con dedos romos.

De tantas manos que se han venido juntando
saqué estas manos.
¿De quién tengo las uñas, los dedos,
los nudillos, las palmas, las frágiles muñecas?

Cuando acaricio tu espalda,
las óseas salientes de tus pies
tus largas piernas sólidas,
¿Qué manos a través de mis manos
te acarician?






VUELVO A SER YO MISMA

Cuando entro con mis hijos a su casa, vuelvo
a ser yo misma.
Desde su mecedora ella
nos siente llegar y alza la cabeza.
La conversación no es como antes.
Ella está a punto de irse.
Pero llego a esconder mi cabeza
en su regazo, a sentarme a sus pies. Y ella me contempla
desde mi paraíso perdido
donde mi rostro era otro, que sólo ella conoce.
Rostro por instantes recuperado
cada vez más débilmente
en su iris celeste desvaído
y en sus pupilas que lo guardan ciegamente.





MENSAJE URGENTE A MI MADRE

Fuimos educadas para la perfección:
para que nada fallara y se cumpliera
nuestra suerte de princesa-de-cuentos
infantiles.

¡Cómo nos esforzamos, ansiosas por demostrar
que eran ciertas las esperanzas tanto tiempo
atesoradas!

Pero envejecieron los vestidos de novia
y nuestros corazones, exhaustos,
últimos sobrevivientes de la contienda.
Hemos tirado al fondo de vetustos armarios
velos amarrillentos, azahares marchitos
ya nunca más seremos sumisas ni perfectas.

Perdón, madre, por las impertinencias
de gallinas viejas y copetudas
que sólo saben cacarearte bellezas
de hijas dóciles y anodinas.

Perdón, por no habernos quedado
donde nos obligaban la tradición
y el buen gusto.

Por atrevernos a ser nosotras mismas
al precio de destrozar
todos tus sueños.

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