Atanasio Niarjos (Volos, Grecia 1945), hizo estudios de literatura francesa y ciencias políticas en su Grecia natal. Su primer libro de poemas 24 canciones nocturnas es de 1970 y desde entonces no ha dejado de publicar su ya abundante obra. Ha hecho también libros de ensayos y ha traducido a Kafka, Henry Miller y Boris Vian. Atanasio Niarrjos codirige, con Antonio Fostieris, la revista La palabra. Los poemas de Niarjos que publicamos fueron traducidos por Rigas Kappatos y Pedro Lastra.
Testamento
Cuando callan los poetas
el mundo se muere
de un largo sueño.
Los poetas son la voz que surge
cuando las piedras inundan el planeta,
cuando las estrellas
temen a su soledad,
cuando los glaciares florecen,
en interminable primavera,
cuando los paisajes no se hieren
por caricias pasadas
y con la noche que avanza con paso regular
en una linea
con el horizonte fijo
y sin huellas que te piden volver
aquí sobre la piedra peligrosa.
Frontera
Hasta aquí trajimos nuestra vida
no hay más allá
delante de estas altísimas puertas moriremos
inventando peligros conjeturales
adversarios de nuestra propia carne
con cielo o sin cielo
dispuestos a defender nuestras fronteras
nosotros
a quienes el enemigo no enseñó nunca su rostro
gritando por justicia
de la misma manera cuando éramos niños
y nos vestíamos de caballeros y de astutos bandidos
despertando aterrorizados en nuestro sueño
sorprendiéndonos a nosotros mismos
en el sótano de la casa vecina
que estaban derrumbando para erigir nuestro castillo
donde investigar criptas oscuras
que otros ojos no vieron nunca
así como nos despertaremos un día nosotros mismos
detrás de las altas puertas
con nuestros conocidos sonriéndonos extrañamente
dentro de su nombre nuevo
dentro de su traje nuevo.
Los muertos
Nosotros somos ahora los muertos
no hablamos no amamos no viajamos
solamente ayunamos y rezamos con ojos vacíos
los pájaros hablan los árboles aman
las islas, sí, las islas viajan
no temen a la verdad
si quieren que el otro invierno
encuentre a los parques cubiertos
ahora nosotros somos piedras
inmóviles que no se quejan
porque los árboles son verdes y ellas grises
nosotros somos estalactitas desarraigadas
no alcanzamos a estirar la mano
y se convierte en cuchillo
y antes de pronunciar nuestras palabras
se hacen troncos cortados
llevamos una ceniza que no es la nuestra
cerramos nuestros ojos
cuando queremos que la luz permanezca en nosotros
y los abrimos cuando queremos perderla
cuando nos cansa la proa de la justicia
dentro de nosotros la luz tiene sueño
más y más y apenas duerma la pondremos en un sólido
carruaje y nos levantaremos
muertos tiernamente en nuestros brazos
Nuestra casa nueva
Arreglaremos con cuidado
nuestros pasos nuevos sobre los viejos
trataremos con indecible paciencia de descubrir
casi los mismos sitios
para que los muebles los libros y los cuadros
miren su vida de ayer
transportaremos nuestras pequeñas costumbres
en cada acción nueva que nos impone el espacio
bloqueando así todos los seguros escapes
fijaremos un nuevo horario de trabajo
adaptado a las condiciones del sol y de la sombra
de nuestras ventanas
nos acostumbraremos pronto a sonidos
hasta ayer desconocidos
nos reconciliaremos con la nueva posición de la lámpara y
de los lápices
con el ademán de tomar la cesta de la basura
de modo que nada demuestre el cambio
los mismos movimientos
que se hacían en otro espacio
silenciando con prudencia nuestras palabras nuevas
en un seguro arranque que dará hacia
los cuartos silenciosos de nuestra casa nueva
que habíamos atravesado
antes de la demolición de nuestra vieja casa.
Después de media noche
Así como jugábamos de niños
en las vecindades secretas
ahora las piedras
han enterrado para siempre nuestros pasos
Ahora ellos nos duelen
sin tener a la abuela a nuestro lado
sin ese enorme pájaro disecado
que velaba nuestros sueños
con sus ojos impasibles
ayer y también anteayer
pasaron los coches fúnebres
por nuestras calles de muchachos
y llevaban a las gentes
que hemos expulsado para siempre
de nuestro corazón.
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