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miércoles, 8 de diciembre de 2010

2568.- RODRIGO ESCOBAR HOLGUÍN


RODRIGO ESCOBAR HOLGUÍN. Poeta, ensayista y traductor colombiano. Arquitecto (Universidad del Valle) y magister en planeamiento regional y urbano (Universidad de Edimburgo). Nacido en Florida, Valle del Cauca, en 1945. Obtuvo su primer premio en poesía en un concurso entre alumnos de la Universidad del Valle en 1965. En 1983 ganó el tercer premio del Concurso Nacional de Poesía del Departamento Administrativo del Servicio Civil; en 1984, el primer premio. En 1987 ganó el premio nacional de poesía de la Casa de la Cultura de Montería. Es un estudioso de las literaturas orientales, en especial de la china y la japonesa. Ha traducido a poetas bengalíes, chinos, japoneses, húngaros. Hasta 2008 ha publicado dos libros de poesía propia “Obrador de versos” (1991), “Ocaso en Copán” (2002), y dos de traducciones (El reverso de la luz: cuatro poetas húngaros”(1999) y “Para el corazón que no duda – breve antología del Haiku japonés” (2005) además de ensayos en revistas. Vive en Cali.





Entre nómadas

Hasta aquí galopamos huyendo; todavía
recuerdo aquella tierra junto al agua.
En mis sueños de veras no he partido...
Cantando cierta noche entre las carpas,
creí sentir sollozos tras la lona.
Después, una mujer estremecida
me señaló.

La luna ya es propicia.
Hemos de separarnos.
Levantamos el campo:
mañana iremos hacia el otro río.








Ensueño de invierno

En el pasillo, pasos en sordina;
tras el vidrio, ramajes nevados al sol frío.

Bajo las mantas, tibio botón de flor, tu cuerpo
aún duerme y ya siente mis caricias.

Aunque vengas de lejos tu piel no es tan ajena,
ni tus gestos, ni el tono en que murmuras
esa miel de sonidos en tu lengua.

Antes del despertar, bajo tus párpados,
la inquietud de tus ojos me perturba;
levanto la mirada y me sorprenden
al espejo los míos, extraños y rasgados.







A un país presentido

Tus rostros, hoy en la penumbra,
seguirán siendo misteriosos;
aún en ti, no estarás conmigo
toda entera, tierra sombría.

Yendo hacia ti descubro el velo
que te distancia, y al tocarlo
no sabré aún sino la fábula
de lo que fuiste y lo que eres.

Algo ya se me habrá escapado:
asombrados y polvorientos,
lejanos como en un comienzo,
temblarán huyendo tus sueños







A Buda

No alcanzo a liberarme.
Aún en los momentos
del olvido más hondo y más logrado,
las ganas de tener o hacer las cosas
más extrañas regresan:
un amor, un reloj, un viaje a Samarcanda.

En vano trato ya de hacerte caso;
hace siglos renazco.

(De Govinda)





QUITO

El palacio del Inca
ha sido destruido.
La cancha es ahora plaza.
En templos nuevos hechos
con las piedras de antes,
los invasores honran
a santos extranjeros.

Los tejados dejaron de arder.
La sangre derramada
se evaporó.
Los huesos se han deshecho.
Las Vírgenes del Sol no son ya ni siquiera
un recuerdo de ancianos.

Una placa en la calle,
entre cristal y prisas matutinas,
celebra el sitio del inicio
de cierta seducción, de la corona
lanzada de un balcón,
hacia las sienes del guerrero mestizo.

De montes y volcanes
baja una niebla rara.
Desde la madrugada,
va cubriéndolo todo.
Y el sol renace sobre valles
de una incierta blancura.

Ciertos días, el tiempo se detiene
por un momento entre las cumbres.
Luego, como un mosaico
de nuevas y de olvidos,
la vida continúa.






DE: OCASO EN COPÁN


DESAYUNANDO

Mesa, pocillo y plato...
Arcilla de algún monte;
madera de otros bosques.

Un mantel casi blanco:
Algodón. ¿Qué telares,
de qué manos y valles?

Trigales de meseta.
(Ciertos días, maizales).

Un cafetal. Un hato.
Chapoleras. Pastores.

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