Rafael Castillo Costa
Nació y reside en la ciudad de México. Es abogado, poeta y periodista. Obtuvo la Licenciatura en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México y la Maestría en Ciencia Política en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, Inglaterra. Ha sido editorialista en diversos diarios y ha publicado sus poemas en distintas publicaciones entre las que se cuentan la revista impresa “Este País” editada en México y la revista digital española “Realidad Literal”. Actualmente se encuentra en revisión su libro “Soles de Espiga y Agua” y en preparación otros dos trabajos poéticos: “Los Murmullos de la Palabra” y Arena de Sal “.
SEMBLANZAS
Lo asustaban las sombras de la noche
y el ruido de bisagras oxidadas
la indolente apariencia de una gárgola
y el brillo de la luna en una estatua.
Lo atraían los pájaros de invierno
y el rugido de los golpes del viento
la cúspide abrupta de una montaña
y el huidizo descenso de los ríos.
Lo encrespaban las sonrisas grotescas
y los gestos esquivos que traicionan
las miradas erráticas, ausentes
las hipocresías y disimulos.
Lo conmovía un ciervo en cautiverio
y los ojos llorosos de un infante
la transitoriedad de los apegos
y el fugaz abandono del olvido.
Lo enervaban dogmáticas creencias
y más sus mentores predestinados
las monumentales disparidades
la voracidad enferma e insaciable.
Lo hechizaban el guiño de una rosa
y el gemido en las velas de un navío
los tenues cosquilleos del amor
y los claroscuros de sus placeres.
Lo emocionaban Aida y Rigoletto
y las desilusiones de Petrushka
los óleos de Picasso y de Van Gogh
y las tribulaciones del Quijote.
Lo entristecían cruentas decepciones
y la fragilidad de los afectos
las palabras gastadas en promesas
y los abrazos de una despedida.
AMORES
El amor es costumbre y asombro
pérdida y apego enfermizo
rechazo profundo y eterna bienvenida
explosivo coraje y tenso desconsuelo.
El amor exuda pasiones y férvidos deseos
exhala suspiros que no reflejan los espejos
escucha mudos latidos de corazones en exilio
cobija saudades en los fados de Coimbra.
El amor es un surtidor de ilusiones
es cajón cristalino de suspiros
es repertorio de palabras al oído
es intangible agitación que nos atrapa.
El amor puede ser frugal y dadivoso
libertino y sumiso
así como viene nos deja.
El amor es un tejedor de insomnios.
ANDANZAS DE UNA SOMBRA
Lo acompañaba a todas partes
le participaba todo lo que hacía:
Veían el amanecer de la noche
y el atardecer de la mañana
el rostro impasible de una iguana
y las contorsiones de colores de una oruga
la perseverancia del agua de la fuente
la confianza de una paloma en el viento
la sensualidad de los troncos
y el mimetismo de una orquídea
los recuerdos del olvido y los arrebatos de la rabia
los placeres escondidos
los reclamos de la pasión malsana
el vacío del fondo y la rigidez de la forma
las huellas agrestes de la nada.
Observaban como los murmullos de
las flores pueden acallar la algarabía de la plaza
como los silencios de una ermita
abaten la tiranía de la mente
como una voz de mujer
puede opacar la presencia masculina
como un gesto amargo
desdibuja una pegajosa sonrisa
como una bocanada de humo
sostiene una copa de vino.
Observaban como la vida pasa
como la vida devuelve las miradas.
VIVENCIAS
Abro los puños de mis manos con los ojos
aflojo las yemas de los dedos
sin pasar por ningún harnero
suelto las arenillas de mi propio río
en dirección a los cuatro vientos.
Inmerso en una inasible sensación intemporal
me regocijo en sedicioso albedrío
en el acontecer de los días de todos los días
en la vida que fluye y se va.
Consciente soy de mi personal azoro
de mi convencida perplejidad
al aceptar lo inestable de la realidad.
INVIERNO
Entre las ramas de los árboles
cruza el atardecer
por sus oquedades aparecen
y desaparecen como aves de paso
los rayos del sol
en su descenso diseminan verdes claroscuros
irradian almagres pastizales.
Es diciembre
asoman días fríos
se sienten pegajosos
se adueñan del medio ambiente
se enseñorean
seducen las emociones
los afectos
revitalizan los ánimos y congregan los alientos
descuelgan efusivos ademanes
endulzan las miradas
cobijan llanos augurios e íntimos deseos
fraguan las reflexiones del invierno.
En los resquicios de la tierra
en sus arcillas
dentro de sedientas hendiduras
bajo una textura relente de hojarasca
reposan sedimentos de noches otoñales
e interminables días veraniegos.
A PABLO DE BALLESTER
Avistaba su infancia en Barcelona
y sus años noveles junto al mar
las secuelas letales de una guerra
sus dilemas de vida personal.
Añoraba los guiños de gaviotas
anidados en los muelles de Creta
los colofones de luz de una vela
la búsqueda de eternos ideales.
Extrañaba la ventisca del Bósforo
y del cuerno de oro su media luna
los místicos giros de los derviches
un atardecer en los minaretes.
Se veía en Asia, América y Europa
deambular entre dioses y mitos
hurgaba en manuscritos y papiros
la literatura del siglo de oro.
Asumió el reto de su inteligencia
sin sospechar su irónico destino
contagiaba una intrépida confianza
y un amor irrestricto a la existencia.
Entusiasmaba a indoctos y eruditos
dispensó a las palabras un oficio
daba a los clásicos foros y aplausos
reivindicó a los grandes calumniados.
Su magno impulso a la cultura griega
tocó las marquesinas mexicanas
su entusiasmo por Sófocles y Esquilo
caló el helenismo de Alfonso Reyes.
Vivió su talento en un escenario
cuyas noches retaban su memoria
gárgolas, emplomados y quimeras
siguieron sus monólogos y risas.
OTREDAD
Su rostro quedó en el espejo
ahí lo esperó al día siguiente
con idéntica expresión
diferente mirada
los ojos más inquisitivos
las ojeras tal vez menos hurañas
el ceño dividido
la edad ligeramente avejentada.
Le reclamó no escuchar sus voces
internas
no regresar a su asombro de niño
no redimir convicciones y palabras
no leñar desahuciadas quimeras.
Le dijo que acopiar conocimientos
podía ser camino tormentoso
interminable
que la sensibilidad extrema sojuzgaba
que los placeres engañaban.
Le dijo que había tiempo todavía
para reencontrar su condición
de ser otro.
BUMERÁN
Las palabras chocaban con el viento
eran emoción atrapada
eran sentimiento impotente.
Su voz era una pausa detenida en
el tiempo
era sonoro pensamiento que en el
ambiente flotaba
era gemido suspendido en el aire
era pelícano que llevaba la tarde en
sus alas.
Su voz era clamor de cigarras atascado
en el muelle
era cangrejo que un eco devolvía
era terral secuestrado en castillos
de arena.
Su voz era bahía sin salida
era fallido mensaje en una botella
era galeón que naufragaba en un risco.
Tantas voces y palabras de un amor
suturado en el pecho.
Tantas voces y palabras de una pasión
mutilada en el vientre
Tantas voces y palabras sofocadas en
un grito.
AMNESIA
Magra resulta la memoria
a lo mejor nuestra niñez algún día se detuvo
quizás marcó nuestro destino para siempre
quizás el futuro nos arrebató la infancia:
aquellos soles saturados de miradas
aquellas noches suspendidas entre cendales
de estrellas.
Hoy nada es igual
los veneros infantiles se agostaron en
un páramo sembrado de amnesias
de escuetas reminiscencias
circundado por logros y reveses
abismado en remolinos de ambiciones
pérdidas y querellas.
La curiosidad se percibe fragmentada
las ausencias no encuentran respuestas
las esperanzas han errado por senderos
desconocidos
han cicatrizado el camino.
Las conjeturas sobresalen por absurdas
la imaginación adapta condiciones
circunstancias
crea universos ficticios
persigue mundos simulados que se aceptan
y rechazan
todo se vuelve una gran incógnita
la transitoriedad un conspicuo aliado
un amigo.
LA DIVA
Tenía un rayo de sol en la mano
el arcoíris de la luna en su frente
una cola de armiño en el hombro
el embrujo de un sombrero de copa.
Tenía un rugido oculto en su bolso
la agilidad del ciervo en la mente
una tristeza de noches de otoño
una lechuza despierta en los ojos.
Tenía la paz del pez en el agua
una suavidad de un ramo de rosas
la libertad de una liebre del bosque
una ilusión crepitante de niño.
Tenía el aplomo de un obelisco
la jocosa alegría de la nutria
una levedad de incienso absorbente
la compasión infinita de un buda.
NOCHE DE ESTRENO
Los aplausos del público rozaban
las piernas de las bailarinas
sus más célebres divas apretaban los
cuerpos
abrían las manos
elevaban su blancura como alcatraces
en afamada galería.
De pie
gritos de júbilo doblegaban torsos y
zapatillas
tímidas exhalaciones opacaban las lentes
de binoculares
los miedos de la noche de estreno
formaban parte de la escenografía.
Los músicos movían con premura
instrumentos y partituras
de los palcos colgaban mantones de
ademanes y mascadas de sonrisas.
Al frente del escenario
los ramos de flores competían por
suspiros y miradas
el humo de cigarrillos hacía mutis en
pasillos y corredores
afuera la lluvia daba el banderazo de
salida a un desfile de sombrillas.
BAILA ANTONIO BAILA
La repetición de tonos monocordes
despertaba del bochorno a las
tardes de verano.
El sonido del pandero evocaba
impresiones imborrables.
A su cabeza volvían aquéllos momentos
cuando los prados solían ser mares
donde surcaban magnas ilusiones y los
juguetes eran inseparables camaradas
cuando las catarinas detenían el vuelo en las
yemas de sus dedos y las luciérnagas semejaban
gotas de luz que caían de alguna estrella
cuando de noche los gatos maullaban el azul
de su tristeza.
Rememoraba unos niños salir a tropel de casa
abandonar juegos y tareas para ver al gitano
y su mascota.
Entreveía a un hombre de figura desaliñada
y andar claudicante que portaba un sombrero de
alas mancilladas con una pluma rojinegra.
Lo recordaba empuñar una cadena que tiraba
del cuello a un oso grisáceo cautivo de
nacimiento.
Contemplaba los ojos de sus amigos no perder
de vista al animal erguido- cuyos movimientos
al ritmo de la pandereta- revestían aún una
precaria dignidad.
Jamás habría de olvidar tan indeleble suceso
sobre todo tan reiterado sonsonete:
¡ Baila Antonio Baila!
guardado melódicamente en su memoria.
DIEZ DE MAYO
Una ventisca tersa
satinada de tonos índigos
olfateaba los resquicios del mediodía.
Los cantos de pájaros resbalaban
caían lentamente al estanque.
Los tulipanes sonrojaban bajo
destellos de una insistente resolana
las risas de niños rodaban los
prados como flores de bugambilias.
Era un diez de mayo y la misa
estaba a punto de comenzar.
Las religiosas del internado
habían dispuesto con esmero el
memorable ritual:
antes de entrar a la capilla
una novicia colocaría un clavel rojo
en la solapa a quienes sus madres
aguardaban
con la misma solemnidad
pondría un clavel blanco en las pequeñas
y apretadas manos de aquéllos que
habían conocido la temprana orfandad.
Era un diez de mayo y la misa
estaba a punto de comenzar.
SICOMORO
Atrás del sembradío
adonde hace sombra
la arbolada
un majestuoso sicomoro
cicatriza sus heridas de
ceniza
después de la tormenta.
ESCONDRIJO
Bajo formas caprichosas
que escarpan los riscos
de Santo Domingo
en lo abrupto de nichos
y oquedades
hacen su morada cantos
de diminutos pájaros.
Santo Domingo, Morelos
Bajo formas caprichosas
que escarpan los riscos
de Santo Domingo
en lo abrupto de nichos
y oquedades
hacen su morada cantos
de diminutos pájaros.
Santo Domingo, Morelos
UNA VIDA
Pocos se jactaban de conocerlo
se percibía solo acompañado
halagaba su expresión complaciente
y su caballerosidad a ultranza
discutía con gesto imperativo
con ágil ironía censuraba
asumía sus glorias con orgullo
y rumiaba congojas por semanas
confiaba a ciegas en la incertidumbre
en la sabiduría campirana
gozaba de inteligencia sobrada
y de una contagiosa suspicacia
jugueteaba con rutinas, pasiones
desafiaba costumbres y virtudes
hacía gala de vasta cultura
y hasta de facilidad de palabra
de noche platicaba con su infancia
lo intrigaba su errático destino
se extenuaba con la mediocridad
con la veda fragosa en los placeres
gustaba de tersos acercamientos
evitaba frías intimidades
lo desconcertaban las nimiedades
la carencia de trato, de elegancia
apreciaba el sentido del humor
el ingenio de los buenos amigos
se reía del mundo y de sí mismo
sabía que la muerte se heredaba
y espoleaba sus caballos de Troya
buscaba la infinitud del instante
y la sonrisa de una bienvenida
hurgaba el quehacer de la palabra
el sentido profundo de la vida
amaba con la intensidad de un fauno
hacía del amor una patente.
AGUAMANIL
A la distancia
un áspero rumor
de nubes.
El barullo del viento
esparce sus solitarias
cantinelas
agiganta su presencia.
Intempestivo y escabroso
silencia gradualmente
los trinos de la tarde
amilana el rojo naranja
del crepúsculo
acorta caminos y veredas.
Su ronca insistencia
aviva la parsimonia
de los fresnos
eriza la piel del labriego
despierta una intuición
de suyo desconfiada
remueve el aguamanil
de los recuerdos
abre de par en par
su introspección campirana.
AÑORANZA
La metrópoli se devora a sí misma
cual insaciable deidad mitológica.
En aras del progreso los automóviles
transitan por sus ríos
las palmeras y fachadas se han ido
un aire caliginoso la enturbia
una estólida metamorfosis aniquila
el pasado
dictamina el futuro.
El barullo mugiente de la urbe incauta
gestos infantiles
las estrellas son ahora erguidas luminarias.
Las distancias entumecen los afectos
las tradiciones se empalman con otras
costumbres
el lenguaje se entrecorta y degrada
las arengas de los gobernantes
se repiten, engañan.
En el piélago de la memoria se agrietan
los recuerdos
se desunen pespuntes y amarras que
los sujetaban.
En un acíbar de impotencia y mendaz
anarquía
la mutación del entorno lastima
la quilla que lo balanceaba se ha roto.
Ciudad de México 2010
OSCURIDAD DE LA MEMORIA
Apresuraba el atardecer
con incesante parpadeo
sus ademanes
daban forma al viento
pretendían acomodar
épocas distantes
transparentar
episodios familiares
velados y encubiertos.
Con un largo suspiro
abarcaba las sombras
de los árboles
daba fe de tan ingrávida
existencia
fijaba la atención
en tornadizos movimientos
buscaba en la vaguedad
algún vislumbre
alguna señal
las congojas comenzaban
a empañar el horizonte
los años asediaban su figura
adelgazaban sus pretensiones
y ensueños.
Imprescindible resultaba
confrontar el ayer
dar luz a la oscuridad
de la memoria
desmoronar la tristeza
con los dedos pulgares
acoplar décadas abandonadas
en la noche de los tiempos
asumir disfunciones familiares
atestiguar inmutables desenlaces.
Imperioso encontrar un resquicio
una hendidura generosa
una llave maestra
en un bosque de sándalos
y estrellas.
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