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miércoles, 3 de noviembre de 2010

1875.- FERNANDO BELTRÁN


Nació en Oviedo, España, en 1956, pero desde que en 1964 se trasladó a Madrid, no ha abandonado la capital, en cuya universidad obtuvo la licenciatura en Filología Hispánica. Además de filólogo, es profesor del Instituto Europeo de Diseño y de la Escuela Superior de Arquitectura. En 1982, fundó El nombre de las cosas, una empresa dedicada a la creación de nombres para productos de mercado, y años después creó Aula de las metáforas, una biblioteca ubicada en la Casa de Cultura de Grado (Asturias). En el ámbito literario, es director de la revista El hombre de la calle
y ha publicado varios libros de poesía, algunos de los cuales han sido traducidos a otros idiomas.

POESÍA
Umbral de cenizas (1978).
Corteza de la génesis más cierta (1981).
Aquelarre en Madrid (1983).
Ojos de agua (1985).
Cerrado por reformas (1988).
Gran Vía (1990).
El Gallo de Bagdad (y otros poemas de guerra) (1991).
Amor ciego (1995).
Bar adentro (1997).
La semana fantástica (1999).
El hombre de la calle (2001). Antología.
Trampas para perder (2003).
La amada invencible (80 poemas incurables) (2006). Antología.
El corazón no muere (2006).
Mujeres encontradas (2008).

PREMIOS
1982: accésit Premio Adonáis con Aquelarre en Madrid.
2000: Premio de la Crítica de Asturias con El hombre de la calle.
2006: Premio de la Crítica de Asturias con El corazón no muere.




ESCALERA DE CARACOL

Memoria es un chaval con los daños crecidos.
La edad que en sus recreos repasa las cartillas
jugando al escondite con el balón del tiempo.

La ciudad de mis charcos y ese parque
donde perezas tristes de los cisnes
convencieron al agua la añoranza
de este niño que clama mi hombre enfermo.

Los pies al borde justo de una inmensa caída.
En picado las alas de la mirada adulta.

Ha cesado la lluvia, resucitan
los mismos caracoles su otra altura.

De cuando en cuando el sol y las carreras
de todos los muchachos al encuentro
de la magia escondida en los ladrillos.

A coro la canción y sobre el duende
sigilo de las tapias los deslices
de aquella procesión de calendarios
prendidos al barómetro del día.

Regresar es a veces, sin quererlo
una siesta de luz y un doble filo.
De caracol col las escaleras,
bajar mudos, temblando, más despacio,
dejar la húmeda estela en los peldaños,
provocar el aplauso de los ojos
y abrigando en la concha la otra historia
asomarnos desnudos al vacío.

No hay vértigo más hondo
que un mirar sin ser vistos
por el niño que fuimos.

(De Ojos de agua).








[MUJER DE UN SOLO OJO...]

Mujer de un solo ojo.

Partida por la cal
de una columna en medio

sólo alcanzo contigo el compromiso
de una pasión a medias.

Pero amar es así,
nunca te muevas.

Eres mi otra mitad,
mi amor entero.

(De Bar adentro)








LA PALA DEL AMOR

hambrienta e insaciable, con forma de cuchara,
la pala del amor es una pala extraña, empuja eleva quiebra
engarza engulle, saca abismos de un charco
y una barca en sus redes cuando la hundes en tierra
y aparece de pronto el pez que cava
el túnel del amor, su pala extraña, rompe cruje
derriba inflama enferma, brota luz de los hoyos
más profundos y amontona después el sol hallado
entre las piernas frías de una alcoba
que no sabrá al final si ha sido
habitada o prestada, hueso o huésped,
si hace sombra al partir o quedó el fuego
doblado como ropa sobre el cuerpo desnudo de la silla
donde la intimidad calló mientras la piel hablaba,
la pala del amor es una pala extraña,
todos creen que la estrenan, pero nadie la observa
terca antigua manchada escrita de antemano,
gastada por los puños y oxidada en el hierro
que le da de comer a esa criatura
hambrienta e insaciable, con forma de cuchara
y en los bordes el filo más cortante, la pala del amor
su saliva de sangre, el hermoso albañil que antes
de empuñarla otra vez
escupió en cada una de sus llagas,
y esta vez sin saberlo eran mis manos.

(De El corazón no muere)






Amar es este error imprescindible

Para poder vivir,
esta forma distinta de sentir la lluvia
cuando llega el otoño
y la saliva
de los parques más tristes

habla sólo al oído de los locos,
de los cuerdos de atar,
de este poema
empapado de sed,
muerto de amor y frío,
acantilado al borde de un abismo
que antes nunca escribí

Del libro " Amor ciego "





la voz de los poetas,
los que aventan palabras, los que tejen la piedra,
los que avivan los grifos del incendio y se lavan los dedos
en sus llamas, los que esculpen espejos como arterias
y echan bloques de azúcar en los campos
minados de la sangre, los que sueñan cuchillos
y atraviesan el filo de las noches con un pie en la galerna
y otro quieto en el barro de las casas natales, los que llaman
a voces a los botes, y callan luego al borde del rescate
y ven cómo se aleja la ambulancia pasándoles de largo,
los que atizan cometas y hurgan calmas y confunden
las rayas de las cebras con las rayas de un tigre,
el galope de un pez con la espina de un árbol,
los que tienen siempre hambre, los saciados, los que buscan
sinfín y al fin se abocan como dientes de leche
condenados al tránsito, los que arrojan palomas
a sus pozos y arena a sus paraguas, los que no
se conforman, los pálidos la miel los contagiados,
los que nunca se rinden, los que mueren de pie bajos los cascos
de los mismos caballos que inventaron, los que arengan
al poema con sus tropas, verso a verso ordenadas
y engañan luego al mundo con sus banderas blancas,
los que imantan las brújulas de lluvia
y al calor de la herrumbre, una noche de perros
inventaron el don de las metáforas

(Del libro "El corazón no muere")

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