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martes, 5 de octubre de 2010

1612.- GRISELDA GARCÍA


GRISELDA GARCÍA, poeta y escritora argentina, nacida en Buenos Aires en 1979. Publicó los libros de poesía Alucinaciones en la alfalfa (2000), El arte de caer (Alicia Gallegos Editora, 2001), La ruta de las arañas (Ediciones del Dock, 2005) y El ojo del que mira (La Carta de Oliver, 2009). Co-dirigió la editorial de poesía La Carta de Oliver. Fue secretaria de redacción de la revista de poesía La Guacha. En la actualidad se dedica al dictado de talleres literarios de escritura creativa, narrativa y poesía. En el taller de clínica de obra ayuda a otros escritores a armar y ordenar el material para publicar sus libros. Administra el blog
http://griseldagarcia.blogspot.com donde se pueden leer sus libros editados hasta el momento y una muestra de autores contemporáneos de poesía argentina.






de: El ojo del que mira, La Carta de Oliver, 2009.

1. LA OFRENDA


Yacer con el hijo
educarlo en la carne
controlar con los días
el ancho de su espalda
en la espesura fundirnos.

Al interior de la yema del ojo
catedrales de agua
delgadas escamas
de la leche.

Un desborde del cuerpo
una fiesta sin fin
la muerta hilvana
su pañuelo de larvas.

Te alimento
te baño con miel
te envuelvo en piel de luz
te cubro de flores y canto.

2. EL PROFESOR DE PIANO


Te veo entrando
detrás el cielo morado
tu camisa muy blanca
la corbata suelta
al final del día.

El oficio hizo bellas tus manos
cómo no mirarlas
cuando las hacés volar.

Hora en que la luz baja
el cielo está por llorar.
Ajenos a todo
esperamos el agua
dejamos que el tiempo pase.


3. DIJO LA LOBA


Vos, lobito mío,
sos una de las crías
que no alcancé a devorar
(¿me sacaste el hambre
o llegaste cuando estaba saciada?).

Ya sabés erizar el pelaje
más tarde te enseñaré
a orientarte en el bosque
a esperar el momento
de distracción de la presa.

Vos, lobito mío,
disfrutá las caricias
aprendé a ignorar las uñas.

Ahora te nutro:
tu avidez rodea el pezón cargado
te hartás de leche dulce.
Muerta también seré tu alimento.

Seremos, en el final
carne vuelta a la carne.



4. LITURGIA


En los momentos más altos
desde puntos lejanos
los veo acercarse
vienen a mí con ofrendas.

Doy mi cuerpo y comen
doy mi sangre y beben.

Vivo en ellos
como la madre en los hijos
que un día le darán la espalda.

Casta de cuervos
que hubiera preferido
no engendrar.




SERRALLO

Otros ya idos
me coronaron reina:
final de un linaje de crueldad.

Audaces, los que quedan.

Acérquense.
Anímense a ser vistos así.

Voy a crear la palabra perfecta
voy a decir sus nombres
hoy nacen a mis brazos.

Engendraremos
un ejército voraz.
Vamos a arder y brillar.




CAMINO DE ARENA


Las pieles negras
relucientes de aceite y sal
los hoteles turquesas
lamen la orilla
el bigote suave de la chica
que amamanta a su hijo
el pelo impreciso
el pecho suelto sin pudor.

Hora en que la luz baja
se inventa este momento
para recordarlo en un futuro irreal.

Atardece al revés.
Los chicos del domingo lo saben.
Se les escapa el ocaso
como el río que nunca verán.


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El Arte de Caer

El arte de caer, Alicia Gallegos editora, 2001.


No tengo ambiciones ni deseos, ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.
Fernando Pessoa



Oda a la autodestrucción


En mí vive un grito.
Por la noche aletea,
buscando, con sus garras, un objeto de amor.
Me aterroriza el algo oscuro
que duerme en mi interior;
percibo durante todo el día
sus giros blandos y plumosos,
su malignidad.

Silvia Plath

Esta noche me subo a cualquier auto
invito a todo el que esté sentado en un umbral
a beber conmigo.

Esta noche recito poemas a los marineros,
y tiendo mentalmente todas las camas
que destendí en mi vida.

Esta noche digo basta
y las correas se hunden más en la carne.

Esta noche preparo un baño para mis muñecas
y les cambio el vestido y el peinado.
Miro mino mimo a todos
y trato de no advertir el cariño con que
esas manos de hombre
acarician el cabello de su mujer.

Esta noche veo películas de Marilyn Monroe
y envidio su vestido salmón
y su pequeña cintura.

Esta noche llamo, aunque sepa que nadie,
pero nadie
se queda en casa las noches de sábado.

Esta noche desespero
al no recordar la voz de mi padre.

Esta noche me clavo contra todo lo que tiene filo
esta noche disfruto tanto con mi vulgaridad…

Esta noche daría todo porque saliera el hombre
de abajo de mi cama.

Esta noche despliego las velas
de los navíos del hastío
y naufrago de a poco en mis propias orillas…

Y esta noche los perros no ladran,
y rompo las compuertas de la cordura
y sufro el orgasmo
y gozo el dolor
y me hundo más y más
mientras rezo porque alguien llegue a tiempo
a rescatarme de mí.




Llora Guadis


Caen lágrimas de los ojos de mi hermana.

A veces resulto tan salvaje,
es que no estoy domesticada…

El tío no habla,
sumido en los dulces algodones del valium.

La tía se asusta
cuenta anécdotas de nuestro padre muerto.

Yo sirvo gaseosas de colores
hago chistes para disimular
lo imposible que me pongo a veces

Guadis,
tranquila como un conejo,
con el espíritu de un tigre
paseando por su pecho,
ya no llora.

De la cena, sobre la mesa quedaron
diminutas estrellas sobre el mantel
y la fuerza de un mar en tempestad
retornando a un cuerpo ahora en calma.

Yo me he endurecido:
conservar la alegría tal vez sea mi mayor logro.




Despertar


I

Despertar sin cascabeles en el aire
sin siquiera un solo acorde tranquilizador
que sobrevuele estas paredes
sólo el atronar del corazón
buscando enloquecido
la salida de este cuerpo sin dueño


II

Despertar y rodar
hacia el lado único de la cama
dejar que la lluvia entre
escuchar música barroca.
En el sueño, inventar amigos
que jamás piensen en sexo
y abran sus paraguas para mí en la lluvia nocturna.
En el sueño no hay dolor
sólo porque mi cama es blanda.
Beberé pócimas que restauren por dentro.


III

Despertar desgarrada, con el vientre ardiendo.
Aullidos en los suburbios.
Después del llover
hincarme, henderme,
velarme para no develarme tan rápido.
Es que el movimiento rectilíneo uniforme
se ha apoderado de mí
y provee tentáculos
que ensucian el cristal de los ojos.
No me rompen,
me rompo.
¿La sangre es vida o muerte?
Esta noche tal vez sea las dos cosas.
Cortarte como a una tajada de queso fundido
y lamerte
lamerte
lamerte
hasta que desaparezcas.
Calma, respira hondo y calma…




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El zen de los suburbios

Dojo


Bajé al valle
en busca de agua.
Equivoqué el camino.
Volví a mi ermita cantando.

*

El cielo nos saca
fotografías.
Suenan truenos.
Alguien me abraza.

*

Ebrios cielos de verano,

fanfarria del amor
en calles de hastío.

*

Voy al encuentro de un cuerpo
como se entra a un templo.
Respetuosa como un huésped
me arrodillo en la ermita
silenciosa y segura.

Los volcanes debajo
escupen lava y piedras:
¿cómo no estar agradecida?

*

Bajo la luz,
el cielo turquesa.
Una nube inmóvil,
dorada.

*

Mínimas rocas
despeñándose
por la garganta:

el monje traga saliva

*

Konchin,
sanran:
el baile de los pulgares
ha comenzado.

*

Empujar el cielo con la cabeza,
y el suelo con las rodillas.
Postura perfecta:
cualquiera es Buda.

*

Ni montaña,
ni valle.
Las manos hablan.


*

Donde la piel
es abierta granada,
herida de deseo
tu pulpa titila.

*

Te ofrecí mis frutos,
lavé tu cuerpo,
cosí tu Kesa.
Si no parto ahora
ya no podré hacerlo jamás.

*

Sumergís tus manos
en el río.

De vergüenza la luna
cae al agua
y ya no sale.


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