Kostis Gimosoulis Atenas, Grecia, 1960. Poeta y novelista. Obra poética: La fiebre del leñador,1983; Enteramente tinta, 1983; La boca ladrona, 1986; Muchachos peligrosos, 1992 y la antología recientemente publicada Celosamente volviendo a Amar, 2004. Novelas publicadas: Una noche con mujer roja, 1995; Anatoli, 1998; Mano en el fuego, 1999; Luz Llovida, 2002, que es la historia de María Polydouri y Kostas Karyotakis, dos poetas excepcionales de la época media de la guerra, y La bestia está en todas partes, 2003. También dibujante y acuarelista, publicó el libro Negro Dorado, en 2001, que contiene poemas, historias y acuarelas suyas.
Poemas de Kostis Gimosoulis
Deberías celebrar juegos con los muertos
Sosteniendo una vela en una mano
trepé escaleras abajo,
habiéndome previamente despojado de mis zapatos
no fueran sus chirridos a denunciarme.
Tenía temor de despertar a mis padres
puesto que ellos no creían
en semejantes cosas.
Hallé al hombre muerto esperándome
mientras trenzaba su cabello,
que era muy largo
y cubría el piso completo.
Un poco más allá, su alma estaba
atada con una cuerda
alrededor de la densa pata de una mesa
para prevenir que huyera.
Cuando me vio se sonrió.
Con su etérea mano apartó las telarañas,
abrió el antiguo juego de té,
y sacó aquel tablero
de lunas crecientes.
Estaban repujadas y frías y olían
a –cómo diré…
nieve con limón.
Bajamos al juego de una vez
mientras arriba mis padres
dormían inadvertidos.
El juego transcurrió como sigue:
al encajar juntas las lunas crecientes
una luna llena se formó y el sitio entero relució.
Tuve un éxito escandaloso aquella primera noche,
ganando seis de los siete juegos.
Años después comprendí de veras
que el hombre muerto me dejó ganar a propósito,
no fuera yo a aburrirme y partiendo,
él se quedara a solas de nuevo.
Yo soy otro
Camino junto
a mi asesino.
Volteo y lo miro
y nuestro parecido
es sorprendente.
Nacimos
el mismo día
a la misma hora
bajo
la misma
estrella.
Tenemos
perfiles
idénticos.
La misma mano negra
sobre el cerebro.
Es como mirar
mi rostro
en el espejo.
Sí
somos
idénticas imágenes
solamente yo
soy
otro.
Árbol de diciembre
Súbitamente.
Súbitamente vino la luz y cortó mi oreja izquierda.
En aquellos días nos apiñábamos por horas bajo un árbol.
¿Era agua, el árbol? Yo pensaba en un pueblo colgando
en medio del aire. Pueblo de cristal. Pueblo global. Algo como Nueva
York. Había un viaje en mi cerebro. Es decir, yo estaba más cerca de
ti que nunca. Porque yo viajaba en mi cabeza.
Traducciones de Rafael Patiño
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