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domingo, 8 de agosto de 2010

716.- CRISTINA MORANO

Cristina Morano nace en Madrid en 1967.
Fundadora de las revistas Thader (1994-1996) y Hache (2004~).
1993: Finalista en el Murcia Joven de Poesía con el libro “A un hombre que se desangraba en los ceniceros”. 1994: Finalista del concurso internacional “Alcaraván” de Jerez de la Frontera (Cádiz). 1999: Las rutas del nómada, Aula de Poesía de la Universidad de Murcia. 2000: XI Premio Nacional de Poesía José Hierro por el libro La insolencia (Madrid, 2001). 2002: Participa en los Congresos sobre mujeres y literatura celebrados en marzo en Barcelona (Colectivo Mujeres y Letras, de Concha García y Cinta Montagut) y en Murcia (Consejería de Mujer y Juventud). 2005: Participa en el proyecto audiovisual sobre la violencia de género “Cárcel de amor” del MNCA Reina Sofía en Madrid, comisariado por Berta Sitchell. Ha publicado en revistas de difusión nacional como Turia, Barcarola y Ultramar.




Señoras

Por las mañanas acostumbro
a pasar por la cafetería,
me tomo dos cafés –uno contra mi espalda–
entre las limpiadoras que se duermen
sobre su propio desayuno.

Al otro lado de la barra
conversan las señoras,
las dueñas de las tiendas de mi barrio;
se llaman por teléfono,
son admiradas por ejecutivos,
hacen planes para pintarse las uñas.
Sus ojos no contienen desamparo,
sus cerebros no se deshacen
enhebrando palabras, ni átomos, ni perlas.
Las sigo y compro el Marie Claire,
las imito, finjo que soy respetable
en la cola del supermercado.




Una apuesta

Todas esas nenas que creían ser superiores
y ahora viven en sucios apartamentos
mientras esperan el próximo capítulo de la telenovela.
Ch. Bukowski



Me quedo por las tardes
a esperar el capítulo
de la telenovela.
Hay gente mirando,
pensando en ruinas y ventanas,
pensando que me estoy perdiendo algo
que siempre sucede fuera,
algún tipo de epifanía entre el alcohol
y la noche, como orgías improvisadas
en casa de alguna pava,
o ruletas rusas en discotecas
de las que salimos todos ilesos
menos uno,
y eso nos enseña bla, bla, etc.

Bukowski se ríe de mí y revuelve
mis zapatos de tacón en el armario;
parece feliz de verme perder
los últimos restos de valor frente a la tele:
apuesto a que lo es.

Le he vuelto a ganar.





Leones de bolsillo

Antes de que derriben las antiguas
últimas tiendas de la calle Platería,
los gatos y los perros las ocupan,
familias al completo de esas bestias sin dueño
marcan la calle y luego juegan
o duermen al primer sol del verano,
hasta que los pequeños habitantes
y sus coches invaden la ciudad
sin que su suelo deje de ser su territorio.

Amo la obligación de madrugar
a tales horas, el dolor de espalda,
la náusea hasta el primer café con leche
de la jornada, cada sensación
que me distingue como predador
famélico buscando su alimento;
antes de que las cosas agoten la mañana,
y nos vuelvan un ser pensante y aturdido.
El único momento en que el futuro
descansa por entero en mis colmillos.




Nada

He aquí una casa, un bolso,
unas sábanas, un contador de luz.
Sólidos al tacto
y sin embargo inestables
como pompas de jabón
cuando el que los nombra miente.
Con las mismas palabras que hago mapas,
de las que salen pájaros
o playas relucientes, con las palabras
que son el cuerpo y lo que levanta
mi cuerpo cada mañana.
Con ellas me han mentido.

Qué le queda al poeta
cuando le mienten.





Trazas líneas

Trazas líneas
imaginarias,
sobre todo en los primeros años,
cuando empiezas a tomar decisiones
“por ahí no paso” dices,
pero la verdad es que siempre terminas pasando.
Trazas líneas que luego saltas como rayuelas vitales.
Cada línea es más tenue
y más leve el intervalo
en el que te lamentas
de haberte traicionado.

Algunas de esas líneas cruzadas no son del todo malas
te vuelven tolerante,
aprendes a ver resignación o dolor
donde creías incapacidad,
la gente te considera libre,
te adoran, porque
se te acabaron los celos,
no te apremia la ansiedad por construir nada
con nadie.

Pero algunas otras de esas líneas cruzadas
entran como parásitos y dejan dentro su prole
para siempre.
Recuerdas cómo y por qué las cruzaste
y las consecuencias que llevaron:
están en tu cabeza mientras te duchas,
mientras comes, si duermes
sueñas con ellas: el premio dado con enchufe
la mentira en el juicio,
el insulto al padre,
son tuyos
como tus ojos y tu pelo;

y también en ellos trazas líneas
al peinar, al maquillar
cada mañana los límites caídos.





Sección de caballero

La sección de caballero
de los grandes almacenes
está siempre llena de señoras eligiendo
calcetines, colonias, cinturones.
Yo fui una vez a por una crema de afeitar,
hace mucho tiempo. Me sentía tan bien:
entera del todo, como si tener compañero
me revalorizara. Qué error,
cuánto desgaste. Y el cansancio.
No volveré a la sección de caballero,
ya no miro a las mujeres emparejadas
con envidia, con ternura sí, y escucho
sus conversaciones,
a ratos son muy tristes.
Luego coincidimos todas
en la sección de lencería.
Paso los dedos lentamente
por la blonda rosada de un sujetador
de ochenta euros. Me rodean muchas
en silencio. Las caras de sargentas
maternales que lucían cuando compraban
cosas para sus hombres
se han vuelto pálidas
(nadie sabe la tristeza con que se compra
una chica la ropa interior),
la mayoría volvemos a dejar la prenda
colgada de su sitio. Total, para qué.
Para acabar comprando calcetines negros,
cuchillas de afeitar, solas en el hipermercado.
Solas
Solas
Solas
Solas
Solas
Solas
Solas
Solas
Solas
Solas




Visita incómoda

Miro pasar los pájaros
detrás de la ventana. Digo
ojalá las mujeres fuésemos
uno con la Naturaleza
como querían los clásicos.
Ahora, yo sabría la Muerte
y podría invitarla a salir de mi casa
como a visita incómoda.




Quien merezca llorar que llore ahora

Quien merezca

¿Te refieres a la muerte?
A eso que la gente teme o glosa,
con pena y con distancia
como si no se alegrasen en el fondo
de haber sobrevivido.
¿Es la muerte lo que dices?
Te ha interrumpido algo
que creías controlado
o es que de pronto aprecias
que te falta el aliento y en las luces
intentas predecir lo inevitable .

Mira las cenizas de nuestro compañero:
un poco de polvo blanco y unas pizcas
mayores, que antes fueron carne
y colmillos, y el poderoso espinazo
que veíamos relumbrar unos segundos
antes de adelantarnos, y en un salto
sentarse como un rey en sus dominios.

No ves que somos esto:
unos huesos requemados.

Quien merezca llorar que llore ahora.





La felicidad

La mañana del sábado consiste
en una lavadora a toda marcha
una casa patas arriba
lista para ser volteada
barrida, enjabonada, abrillantada
y la opción de ponerle
un disco a todo eso.
Ah, y el dinero que permite
estas cosas: ropa, cama, gato,
casa, internet. Sin el dinero
ahora yo estaría como tú,
tirado en un rincón,
haciendo un puto verso
en vez de descansar
frente al ordenador mirando
los abdominales rosados
de Beckham en la nueva
página web del Manchester United.




La Noche

He apagado las lámparas,
dejado a un lado los libros,
necesito sumarme a este silencio
vegetal que la noche pone en las ciudades.

No soy más razonable ahora
que los gatos de mi tejado
ni tengo más familia o menos miedo
que los perros abandonados
que les cazan en los canales
de la terraza donde buscan agua.

A veces he intentado compartir
la Noche y el acompañante insomne
ha mirado este cuero mío
echado encima de la cama
y ha creído reposo a esta forma brutal
que la desesperanza impone
en los ademanes de los solos.

Otras veces el compañero
más profundo quizás,
se ha quedado mirando la ventana,
gustando el fondo de la noche,
luciendo su dolor como una joya.

Pobres niños, qué lejos
con su dolor humano
del cepo o la quemadura,
qué a salvo, creyendo
que la herida
sigue una línea razonable
y sangra y cura y cicatriza.




Saladares del Guadalentín

I

Por el río salobre tengo echada la vida
por su cauce de piedra, el sol en mi cuello;
me alimento de sal y almarjos
y no hay hebra de agua en su lecho erizado
Nadie cambia
por la sal en los labios sus labios de fresa
sino el río invisible, cabalgando la rambla.


II

La tormenta será uno de los signos
otro el ascua y el manto aleve de la noche
que dintela el insomnio; entonces,
después de haber guardado
muchos años herido un animal
en el pecho, vendrá el agua
del que sabe
su grande lejanía con el resto.
Y no habrá más que sombras en mis libros.




Oración

Son malos tiempos. Ninguna razón para

Por eso, vuelvo a rezar con Malcolm Lowry

"Señor, da de beber a los que se levantan al alba.
destrozados, maldiciendo
y espiando por la ventana
la espantosa realidad del día que se avecina."
Malcolm Lowry (El trueno más allá del Popo)

Señor da de beber a tu hija más fea
que el tabaco y el alcohol y la angustia
hagan pronto su trabajo, señor,
afila los dientes de mis gatos:
que puedan comer mi rostro
hasta que la policía eche abajo la puerta.
Señor, revienta mi corazón y que florezca
el verano.




Cuando los hombres abren las piernas

…como Jeff Bridges en “El gran Lebowski”,
y ahora también en “Corazón rebelde”.


Parecido a esas odaliscas
ociosas, acuarias,
olvidadas de sí entre
los almohadones
y la modorra del opio,
pero sin vigilantes…

Hombres en relax,
tendidos, lejos del control,
abandonados, libres,
adormilados en los sofás,
sucios, como recién
salidos de la cama/de un polvo largo.

Así.


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