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jueves, 5 de agosto de 2010

698.- JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO

José Ángel Cilleruelo (Barcelona, 1960) es un poeta, narrador, traductor y crítico español. También ejerce de profesor de lengua castellana y literatura en el IES Príncep de Girona, en Barcelona.

Novela:
El visir de Abisinia (2001)
Trasto (2004)
Doménica (2007)
Al oeste de Varsovia (2009)
Libros de relatos:
Ciudades y mentiras (1998)
Cielo y sombras (2000)
De los tranvías (2001)

Obra poética:
El don impuro (1989)
Maleza (1995)
Salobre (1999)
Formas débiles (2004)
Frágiles (2006)
MALEZA (Ciclo completo 1990-2010)

Estudios y antologías:
Nórdica (1994, estudio sobre la poesía reciente en asturiano)
Antología de la Poesía Romántica Española (1997)
Antología de la Poesía Española Contemporánea (2002)
El arte de la pobreza. Diez poetas portugueses contemporáneos (2007)



HOTEL CASA DE MAR

Una mañana abres la ventana
con el cuerpo desnudo de cintura para arriba,
el aire entre limpio y turbio y ella desdibujada
al otro lado de la cama.
Una mañana enciendes un cigarrillo
sentado al borde de la cama
y la miras dormir despacio
y despacio te vuelve la imagen
de ella besándote el sexo unas horas antes,
antes, tres años atrás,
no había siquiera una ventana que abrir.

Una mañana te despiertan los primeros ruidos de la calle
y corres las cortinas y abres la ventana,
una ligera brisa seca el sudor de la espalda desnuda,
buscas el tabaco en la americana
y la miras y su rostro no te dice nada.
Te apetece quizá despertar su cuerpo y besarlo
pero fumas lento y te miras en el espejo del fondo
y tu rostro apenas te dice nada.
Una mañana agradeces el frescor
que la ventana cuela, apagas el cigarrillo en el suelo,
te acercas al baño por un vaso de agua,
y oyes que dice algo desde el sueño.
Al pasar no te identificas en el espejo del fondo
y te acuestas de nuevo y de nuevo llevas tu sexo
hasta sus manos.




LA NOCHE

Conoce todas las conversaciones,
qué vida contará como la suya,
dónde habrá de reír, dónde callar.
No le sirve, por más que lo pretenda,c
omo sueño ningún hermoso rostro
ni joven. Ha cruzado muchas puertas
(entrado en tantos cuartos tantos días)
para que ahora le estremezca alguna.

Sabe que un cuerpo no es ya el paraíso,
mansedumbre del tiempo, puro don.
Pero de poco vale la experiencia,
de nada la meditación, presagio
o incertidumbre, cuando con la noche
le toma el ansia de animal herido.



PIEZAS LIGERAS

Una estación sin nadie en los andenes,
Un banco en la avenida y nadie cerca,
Un almacén abandonado,
El tope de una vía muerta,
Un autobús vacío,
Un jardín solitario,
Un tren sin luces,
La madrugada,
Un hueco.
Yo.



CANCIÓN DEL RÍO HUDSON

El río es la ciudad.
Digiere la inmundicia
lenta de los desagües y devora los humos
que se restriegan por su lomo en las madrugadas
de mercurio.
Barcazas con bidones
apilados y oscuros desbaratan
el trazo de las luces sobre el cauce.
Barcazas con enormes cubos
de desperdicios surcan las imágenes
de los enormes cubos del desorden.
Barcazas con las luces encendidas
y turistas borrachos, paquebotes
que dejan un sabor a gasoil en el aire,
lanchas y urcas con focos que disparan
su brillo a la madera calcinada
del agua.
Todo lo digiere, prieto
como la noche; todo lo dibuja
en su pizarra.
Y si algo estorba
o deshace el idilio que desde la avenida
miran ensimismados los amantes,
se besan, y ya nadie mira el río.

El río es la ciudad.



POÉTICA

Y lo hacen en el coche frente al mar
Discreto de los sábados, y luego

Despeinadas y feas, algo hinchados
Los labios, con arrugas en la falda,

Aparecen por el café. No exigen
Al fumar ni palabras ni caricias.

Las imágenes de televisión
Invaden por completo su mirada.

En su dulce abandono del deseo
Prenden los símbolos más solitarios.

Maleza, 1995



CIUDADES / 1

Nada descubro en Burgos esta tarde
que me recuerde a mí, que vierta sangre
de la sangre que nutre mi memoria.
Bajo los soportales he mirado grúas,
la caseta metálica
donde se cambian los obreros,
el color húmedo de los terrones
de arcilla, el muro de cemento
hendido en las entrañas de la plaza.
Es tan trivial la tarde en Burgos,
tan ajena a los ojos que soñaron
un día con su nombre como el nombre
del edén: esa luz donde se mira
la tersura de lo que no existe.

Ante el escaparate de un comercio
he visto mi reflejo:
las mangas le comían las manos
y en los hombros
la pana se estiraba con ciertas estrecheces,
le aprietan los zapatos de Dios sabe qué boda,
aunque le esté ahogando el botón en el cuello
considera lo propio de ir a la ciudad
mantenerlo abrochado.
Sólo ha sido un instante,
luego ha vuelto el bochorno de septiembre
perlado en el sudor de los obreros.

Formas débiles, 2004



PRESENTACIÓN DE «BARCELONA 08009»

Cómo se aburriría entre nosotros
Rimbaud. Sin su melena, su pipa,
sin un talud al borde del camino
donde echarse a dormir, nos saludamos.

Oficia el viejo sacerdote, ateo
por desmemoria, de la poesía.
Café del Centro, calle de Girona
sesenta y nueve. Junio ensucia y afea.

¿Qué nos haría hermanos de Rimbaud?
Envejecemos muy despacio, en calma.
Nadie nos amenaza en el asilo

de malos editores y ninguna
reseña. Pero nos queremos mucho,
porque, muerto Rimbaud, no queda vida.

Frágiles, 2006



ALFAMA
Un hombre es la ciudad en la que vive.
La lluvia fina que traga sus pasos
cuando un sábado vuelve a casa
de madrugada, y estuvo tan cerca y
no fue feliz. Un hombre es la ciudad
en la que viven otros hombres
que conversasn con sus palabras,
visten esos cuatro colores
y hasta pudieran ser él mismo.




JAIKUS DEL HENARES

También al sol
se le pegan las sábanas
en Alcalá.

Sin sombras sobre
Torrejón. Si clarea
rugen las erres.

En San Fernando
vence la luz del cielo
a las farolas.

Hay otras vidas.
Aún noche en los balcones.
Sueña Coslada.

Dijo que era
de Vicálvaro. Dijo
que no la olvida.

¿Quién lee a Bécquer
sentado en el andén
de Santa Eugenia?

Miro Vallecas:
nubes, bloques y pájaros
remolonean.

Pozo son ojos.
Pozo son lobos. Pozo
son sólo solos.

Pienso en la torre
gótica de Simancas
por Entrevías.

Pasillos llenos
en Atocha: me gustan
las multitudes.


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