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domingo, 25 de julio de 2010

650.- YOLANDA SAÉNZ DE TEJADA


Yolanda Sáenz de Tejada Vázquez
Nació en Huelva en 1968. Es creativo, escritora y poeta.
Ha publicado ¡A Jugar! ( 2008, con Eduard Estivill, que se ha convertido en un best seller traducido a varios idiomas); El Camino del Sueño, un libro para aprender a dormir bien (2008); y en poesía: Tacones de Azúcar (Premio Internacional de Poesía Sial 2008, dos antologías de “Poesía en el Palacio” (Ayuntamiento de Granada 2008 y 2009) , Farmapoemas (colegio de farmacéuticos de la Coruña 2009), Poemas desde mi ombligo (Huerga y Fierro 2010) y “¡Corre Edith Napoleón!” (lalunaesmía editoras 2010) que es un libro de poemas para luchar contra la violencia a la mujer. Ha colaborado además en varias antologías de poesía.
Tiene, junto a Noemí Trujillo, su propio sello editorial: www.lalunaesmiaeditoras.com
Como creativo, desde su fábrica de sueños a medida LALUNAESMÍA diseña y coordina proyectos culturales, así como diseño gráfico siempre tentando a las leyes entre la realidad y ficción.
Colabora con la cadena Ser (Radio Linares) en un espacio semanal al que ha llamado “Poesía para gritar”, desde donde, con poemas suyos, lucha contra las injusticias sociales. Participa en multitud de actos solidarios y amadrina a varias asociaciones que luchan por hacer un mundo más justo. Es también miembro de la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género.
Tiene el privilegio de tener un concurso internacional de poesía con su nombre organizado por Radio Almenara y el ayuntamiento del Bonillo (bases en su blog).
Y actualmente vive en un lugar cerca del cielo, donde cultiva pimientos y poemas…

- Actividades y Premios

2004: 1º Premio relato breve ADECAM Jaén.
2006: 3º Premio poesía viladecans.
2007: 2º Premio Palabras de Mujer Radio Almenara. Albacete.
2008: 2º Premio certamen Palabras de mujer Radio almenara. Albacete.
2008: 1º Premio Internacional Sial de poesía. Madrid.
- POESÍA:

- Tacones de Azúcar (2008).
- Poesía en el Palacio (2008 y 2009).
- Farmapoemas (2009).
- Poemas desde mi ombligo (2010).
- “¡Corre Edith Napoleón!” ( 2010).

- OTROS:

- ¡A Jugar! (con Eduard Estivill) (2008).
- El Camino del Sueño (2008).




Yo me crié entre
chicos.
Hombresniños
de vello naciente
en la voz.

Y jugué a indios y
vaqueros
(en lugar de ligarme
al novio de la
Nancy).

Aprendí a conducir
con mi primera
menstruación
-aquel R6 atravesaba
(sin freno)
el mar de olivos
en las ardientes tardes
de verano-.

Mi piel huele aún
a aceituna
caliente
y al beso de aquel
chico moreno
que se me escurrió
(años más tarde)
de la vida.

Yo me crié entre
chicos y
robé con ellos
en las casas
abandonadas de mi pueblo.
Escondí postales
de mujeres desnudas
que se tocaban
los pechos
y caminé sin miedo
por los tejados de
mi barrio.

Con mi gran parte
masculina,
adoro a las mujeres
que son así.

Y con la inmensa
femenina,
adoro a los
hombres
que aman a esas
mujeres.



II

Adoro tu mentira
sincera y
adoro
(sin remedio)
tu voz desafiando
mi lengua
—tan besada,
tan buscada…—.

Adoro que me digas
que no es justo
que me vaya
a llamar por
teléfono cuando
es tarde,
cuando reposo aún
en la esencia
—tan fresca—
de tu piel.

Pero lo que más
adoro,
lo que más
me revuelve
los huesos
y el corazón,
es que me sigas
pidiendo
(a deshoras,
mi amor,
cuando menos lo
espero)
que me
case contigo.


* * *


No sé
por qué siento
(pura indecencia)
celos de los poemas
que algunos hombres
escriben
a sus mujeres.
No sé
por qué me cuelgo
de la disculpa
un ahogo de
sonrisa torcida,
un amargo deseo
de destrozar
con mis dientes
esas frases.
(No la ames
tanto,
por favor...)
Y termino
cerrando el poema,
dándole un portazo
a las comas
y escupiendo
en los puntos
(y aparte)
que han seguido
escondiéndome
la envidia.
Ahora vengo
aquí,
a este folio
coagulado de mí
(el mí feo
y oscuro)
para mendigarte
a ti
(el ti blanco de
versos inmaculados)
que me hagas
(por dios)
un poema
de amor...


* * *

a ángel gonzález

Ayer,
cuando era casi mañana,
volví a casa
cansada de llover.

Últimamente
tengo el clima revuelto,
demasiados huracanes
en mis pechos...

Y me hice un reloj
con el tiempo muerto
que olía a podrido incierto.

Le puse besos
en las horas perdidas
y azucenas
en los minutos devorados.

Una horquilla en la correa
para sujetar mi sonrisa
y de camino
la razón.

Ahora lo llevo en el pelo
para que todo el mundo me pregunte.
Horas rubias,
rizadas en mi cabeza.


SIEMPRELEPUSENOMBREALASCOSAS


Siempre
le puse nombre
a las cosas.
Al coche,
al ordenador,
a los insectos,
a mi máquina de coser…

Nombrando las cosas,
las invitamos a vivir.

Ahora los anoto
(los nombres)
y los guardo
en un apartado
que se llama:
untrocitodemí.

Dentro hay muchos.
Hay por ejemplo uno
que me encanta:
Corazónsuburbio.
Así, todo juntito,
para que las palabras
se restrieguen unas
con otras.
Se mezclen, se amen,
se toquen los sexos
sin vocales;
se empalmen,
se vuelvan
grandes…

Pero al final
siempre me falta uno:
el tuyo.
Aún no me
he atrevido
a nombrarte.



Los niños
ciegos
no aprenden a
sonreír.
Hay que enseñarles.

Lo repito,
por si alguno
lee esto muy
rápido:
no saben reír,
hay que enseñarles…

Y cuando sueñan,
nunca lo hacen
con imágenes
sino con
su mundo:
(mucho más rico
que el nuestro)
olores,
sabores,
piel,
abrazos,
uñas,
más abrazos,
plastilina,
frío,
hambre,
barro,
más piel…


Los niños
ciegos
(que uno podría ser
el mío,
por ejemplo)
son felices
si tienen
amor y compañía
(que tontería
he escrito;
igual que todos).

Pero
-y esto es muy
importante-
ellos, si no
reciben amor,
nunca,
nunca,
nunca,
aprenderán
a sonreír.



PADRENUESTRODEMISPLACERES

A Sandra Bruna, que lucha por volver a ser niña y jugar con el tiempo en sus rodillas.


Sentir como
cabalgan mis ojos
sobre los contenedores
de basura
(de todas
las ciudades que visito)
para encontrar
tesoros.

Abrazar la
ternura impresa en
la piel de mi
hija pequeña
cuando se tumba
a mi lado
para ver una
película.

Ponerle nombre
a las hojas
que se caen
del limonero y
que bañan de otoño
mi patio y
mi pelo.

Morder los
huesos ardientes
de mi hombre
cuando se
me queda
a vivir
dentro.

Escribir poemas
en mis venas,
procurando
no manchar de
mentiras
mi sangre.

Decirle a mi
padre,
de 80 años y
al que no le
gustan mis
versos
(mis besos los adora)
que lo
quiero.

Todo esto,
junto con
tu lengua
que habita
en un tierno
rincón de
mi cerebro,
es el padrenuestro
de todos
mis cielos y
que me santifica
-cada día-
a los más
dulces
infiernos.



AMIGASQUESEREENCUENTRAN

Este poema
tiene que ser cursi,
por cojones…

Será cursi
porque dentro
hay encerrada
melancolía,
recuerdos rosas y
envidia de telenovela.

Un montón de amigas
que se vuelven a ver
después de veinte años.
Corazones abiertos
sangrando verdades y
(después de muchas copas)
mentiras…

Hace sol en la plaza;
demasiado calor
para este pueblo de sierra;
demasiada gente para
tanta nostalgia.
A la una y media de la tarde
vamos llegando todas.

Nos examinamos excitadas
por el encuentro.
Lobas curiosas que,
mientras beben cerveza,
buscan reliquias
de adolescencia
(sobre todo
en las arrugas
y en el culo).

En la izquierda
de mi recuerdo,
dos de ellas
lloran abrazadas.
Innecesario tiempo
de olvido
muriéndose en sus venas
(la rubia,
soy yo).

Todos en la plaza
nos miran.
Trece mujeres
rebuscándose en las niñas
calientes y frías
de hace veinte años.

En la comida cantamos
las canciones de antaño
(sigo con la cursilería).
No recordaba
el chiste del plátano…

Y luego las copas,
que mezclan el alcohol
con nuestra saliva,
que asfixian de risa
nuestras promesas
(a la más alta
nunca le caí bien).

Antes de irme,
y ya gastadas las lágrimas,
volví a abrazar
a mi favorita;
sabiendo que haría
este poema tan cursi,
y que al terminarlo
tenía que estar vivo,
por mis muertos.




ESDIFÍCILSERLOQUETÚQUIERES

A mi amiga Espe,
que me compra rotuladores de colores.


Ser tu amante
no es fácil,
¿sabes?,
ni utilizar
(aunque me arrasen
los pies)
los zapatos de
tacón que
me regalas.

Y para información
de tus
neuronas,
los vaqueros
ajustados
(que tanto te
‘ponen’)
me oprimen
la sangre
y el
corazón.

Ser tu puta
exquisita
todos los martes
me rompe
la cuenta de fin
de mes
(tendré que
probar las braguitas
de los chinos).

Por eso
hoy,
cuando te has ido
de mi cama
para volver
al sexo envidiado
de tu
mujer,
he llorado.

Obscena y
frágil,
rota y
rota de nuevo
como una niña
apaleada
en el
suelo de
tu ausencia,
he llorado...

Recordando cuando,
riéndote de
tu ingenio,
con mi sujetador
de relleno
entre tus dedos
(y de setenta euros),
me has dicho:
amor,
te has
dejado las
tetas
en
el
salón.




ATÍ

A ti,
que me levantas
la falda
del olvido
aunque esta
primavera caprichosa
aún traiga
cenizas de frío.

A ti,
que me muerdes
en los pechos
del recuerdo
aunque a veces
este húmeda de hastío.

A ti,
que me llenas
las sábanas
de sudor y
de nostalgia,
de saliva y
y de gritos,
aunque a veces
las lave
con olvido.

A ti,
que me abrazas
con tu lengua y
me desordenas la pasión.
Y a ti,
que tu savia
me enriquece
y,
(que complicado final
tan sencillo)
que tu sonrisa
me enloquece.




BIENVENIDO

Bienvenido
a mi cuerpo.
Espera en el salón,
por favor;
estoy aún
fregando mi piel.
Está tan sucia
de recuerdos…

Él se ha ido
hace poco tiempo
y me ha dejado
la foto de boda
entre mis vértebras.
Abiertas y
cubiertas de
quemaduras
—tanto fuego en su boca…—

Mira mis piernas.
Están plagadas
de varices y fantasmas
de tanto atajar sus dedos
por ellas.
Tengo aún los arañazos
frescos en los ojos,
—recuerdos vivos
de muchas noches
sin noche—.

Mi pelo se extiende
en el pasillo,
como una alfombra
pisoteada y con
agujeros
—desahucio de caricias
en mis cabellos—.

Y ahora,
sentada en el sofá
de mi locura,
aúllo
porque él se ha ido,
llevándose los muebles de mi cuerpo.
Dejando tan sólo
aquel espejo pintado
con restos de carmín
te quiero,
que seas feliz…

Bienvenido a mi cuerpo,
ya puedes pasar.
He terminado la limpieza.
Tengo
la nevera de la vida vacía.
Iremos juntos a comprar.



CUANDOPASEOCONTIGOPORLACALLE

Cuando paseo contigo
por la calle
y tú me coges
de la vida por
la mano,
yo sonrío
atolondrada
como niña
de colegio
en su recreo.

Cuando me llevas
a un hermoso
restaurante,
y yo siento
mi silla
en tu cara,
no te dejo
que mires
a otro sitio;
sólo mi cara
de adolescente
enamorada

Cuando me regalas
la tarde y
bajas el sol
hasta mis nalgas
(antes de que el fuego
queme mis rodillas),
yo duermo
la siesta
de adulto
entre tus ojos.

Después,
cuando la noche aprieta
mi ombligo y
tú me compras
un regalo;
yo me tumbo
en la esquina
de tu boca
para morir
de vieja
entre
tus
besos.




AMIGOSQUENO

A estas alturas
de mis huesos,
me duelen las costillas
de tanto cargar
con la huída
de los que amé.

Culpable,
soy culpable.
Por eso
mis amigos
me abandonan…

Culpable de amar
sin pedir perdón y
de abrazar,
con todas mis fuerzas,
sin medir las explosiones
de calor.

Culpable,
-también-
de abrir los ojos
para cerrar las manos
estrujando con ellas,
hasta sangrar,
los momentos
infames que sufrimos
juntos.

Culpable,
-como no-
de no medir mi emoción
ni mi risa,
abriendo mi alma
delante de sus sueños
(como una imbécil
sin prisa).

Y culpable
de traición.
A mi propio lomo
de mujer arco,
que tensa sus venas
en cada batalla perdida.
En cada desprecio
ajeno.

Y ahora,
amigos que aún roéis
mis sobras de amor,
lo siento,
recojo la
mesa
y
el
corazón.



COCINÁNDOTE

Pimientos y cebolla,
besos y laurel,
(te arranco la camisa)
mojama de tu tierra y
asuntos del querer.

Arroz con bogavante,
(tus dedos en mi
lengua)
chorizo de mi
pueblo y
torrijas con
miel.

Potaje de espinacas,
lentejas de
la sierra,
(ya estás dentro de
mis
vértebras)
atún encebollado y
queso de
Jerez.

El vino
(me has dejado
seca)
te lo bebes en
mi boca.
Un gran reserva
de mi
piel.



MISEMANASANTA

Cuando era pequeña
me volvía
grande
el Viernes
Santo.

Me plantaba
un capirote
en la cabeza
(llena de tierra,
pájaros,
y flores),
y sobre este cuerpo
aún muy
tierno y que
empujaba mis
costillas,
una túnica blanca
de algodón.

Cuando era pequeña
salía en las procesiones
de aquel pueblo
frío y caliente
de la sierra.

Todos los niños
en fila,
nerviosos de parirnos
ese día
tan mayores.
Sin cansarnos,
sin movernos,
sin hablar.

Cuando era
pequeña,
los niños que venían
a ver las procesiones
reconocían a las chicas
por los zapatos.
y si eras niña,
te tocaban el culo…

Y yo le pedía
a mi primo
cada año
el capirote morado
y los zapatos
negros y gastados
del colegio.

Quizás
la Semana Santa
tenga la culpa
de que no use
zapatos
de tacón
y de que no me deje
tocar,
ni las narices,
ni el
culo.

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