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jueves, 1 de julio de 2010

555.- JOHN ASHBERY






John Ashbery (Rochester, Nueva York 1927) es sin duda, el poeta norteamericano vivo más importante en la actualidad. Para el crítico Harold Bloom, Ashbery es el último de los canónicos. Se licenció en la Universidad de Harvard en 1949 y en la de Columbia en 1951. En 1955 se marchó a París y trabajó como crítico de arte para la edición europea del Herald Tribune y como editor de la revista trimestral Art and Literature (1964-67) Intervino también en la prestigiosa revista Locus Solus (1961), entrando en contacto con un grupo de escritores y artistas neoyorquinos entre los que se hallaban James Schuyler, Kenneth Koch, Frank OņHara y algunos de los pintores de la Escuela de Nueva York como Esteban Vicente o Franz Kline. La temprana muerte de OņHara en los sesenta desmembró a los contertulios de Cadar Tavern del Village.


El primer libro de Ashbery, Some Trees, se publicó en 1956 y tuvo contundentes elogios como el de OņHara, que escribió: "es el libro más hermoso que ha aparecido en América desde Harmonium". Le siguieron The Poems (1960), The Tennis Court Oath (1962), Three Madrigals (1966), Three Poems (1972) y The Vermont Journal (1975), hasta llegar a su libro más importante, Self- Portrait in a Convex Mirror (1975), que obtuvo el Premio Pulitzer de Poesía, el National Book Award y el National Critics Circle Award, sumándose a la interminable lista de premios que engalanan su carrera literaria, anglosajones casi todos, aunque no falta el Grand Prix de las Bienales Internacionales de Poesía, otorgado en Bruselas.

La poesía de Ashbery, sobre todo en sus comienzos y hasta la consagración que supuso Self-Portrait in a Convex Mirror, fue considerada "original hasta la ininteligibilidad". Las fuentes de su obra son Auden, Stevens, Perse, Whitman, Eliot, Valéry, Roussel, Hölderlin, algo de poesía popular épica y mucha poesía americana e inglesa de los años treinta. "Intento utilizar las palabras de manera abstracta ődice el poetaő como un pintor abstracto utiliza la pinturaij Al principio yo quería ser pintor, y pinté hasta los dieciocho años, pero tengo la sensación de que como mejor podría expresarme sería musicalmenteij"

Que se trata de una obra absolutamente excepcional en la poesía de nuestro tiempo puede afirmarse sin cautela. Ashbery refiere en él, con un patetismo tajante y estremecedor, un éxodo construido sobre los patrones místicos y cotidianos del despojamiento de los ropajes del mundo. Poeta total en muchos sentidos, y "el primer gran poeta őcomo dice Harold Bloomő de la Edad Postmoderna. Su importancia sólo es equiparable a la de Yeats o Stevens". Su libro Una ola puede considerarse como su testamento, un volumen sobre la muerte y la memoria en el que Ashbery despliega toda su maestría en el manejo de las metáforas, el poema de largo aliento e incluso la prosa.

En Ashbery la visión no es teoría, sino vivencia elevada al máximo grado de ficción. Ha introducido en el poema un nuevo modo de discurso, y lo ha ido afinando hasta lograr que el verso pierda sus convenciones. Es una poesía exacta y móvil, en cuyo mecanismo puede captarse todo lo invisible, incluido "el olor de la luz", la epopeya de lo cotidiano, concebida como un "pasar la misma calle en tiempos diferentes", porque estamos "entre la nada y el paraíso". Esa misma intensidad y belleza que deslumbra y convoca a quienes son capaces, como John Ashbery, de oír y mirar Un nuevo espíritu que nos reclama: "Pensé que, si podía ponerlo todo por escrito, ésa sería una forma./ Y luego se me ocurrió que dejarlo fuera sería otra forma, aún más verdaderaij"

TORRE DE TINIEBLAS

Ya no puedo permanecer fuera
bajo el frío y la lluvia penetrante.
Me agarro la entrepierna deseando una bola de luz
en el peludo interior que tienen otras personas.
Me marcharé sin haber ido a coger un grano
de la tierra,
compacto,
con el ascendente designio
que conocimos y odiamos tan bien, y cuando nos tocó
morir simplemente nos rendimos, mascullando alguna excusa.
Ƒ Sueles ir a verlos?
Ellos no pueden tener muchos motivos
para viajar hasta aquí, pero sus huellas,
excluidas por la nieveij

Fue el pregonero cuyo pataleo lo inició,
mucho antes de que nos despertáramos, en el amanecer
que encanece, ahora, un susto
que desear, que leer,
distinto a la vieja cicatrización que volverá a su tiempo



UNA TARDE CITADINA

Un velo de niebla protege esta
Lejana tarde por todos olvidada
En dicha fotografía, ellos ahora en conjunto
Absortos gimiendo a través de la vejez o la muerte.

Si uno pudiera aprender los Estados Unidos
O por lo menos una refinada omisión
Que se filtre en nuestro perfil
Precisando nuestros espacios con una sombra
Que sea fugaz también.

Pero que celebre
Porque en verdad define, después de todo:
Guirnaldas grises, aquel terceto
Aguardando la luz para cambiar,
El aire alzando los cabellos de alguien
Al revés en el reflexivo estanque.



ESCONDRIJO

De quienes nosotros y todos ellos somos
Ustedes todo ahora entienden. Pero ustedes entienden,
Después de que ellos comenzaron a encontrarnos
nosotros crecimos
Antes de que murieran pensándonos las causas

De sus actos. Ahora nosotros no sabremos
La verdad de algún inmóvil en el piano, aunque
Ellos con frecuencia parten de nosotros, causando
Estos cambios que nosotros pensamos que somos.
No nos importa.

Sin embargo, tan altos allá arriba.
En aire joven. Pero las cosas se oscurecen mientras nos movemos
Para preguntarles: Ƒa quiénes debemos nosotros conocer
Para morir, para que ustedes vivan y nosotros entendamos?



HOJA DE ÁLBUM

Las otras caléndulas y los paños
Son crímenes creados para la historia.
Qué podremos lograr, deseando?
Y qué, deseando, podremos lograr?

Qué podría la lluvia que cayó
todo el día en los campos
Y en las mesas de bingo?
Aunque cuando esté despejando,

La estatua se transformó en una más dulce luz,
Los más cercanos mecenas son negros.
Luego hay una tormenta de recibos: noche,
Arena que el cuenco no dejó caer.

Las otras caléndulas están dispersas como el polvo.

Guisantes de olor en oscuros jardines
Sacan a chorros una falsa nostalgia histórica.
Si un bicho cayera desde tan alto, Ƒaterrizaría?



UN POEMA ADICIONAL

Cuándo entonces la esperanza y el miedo sus objetos encontrarán?
El puerto frío para las embarcaciones de apareo,
Y has perdido mientras te colocas por la galería
Con la calmada y gris selva del mar debajo.
Una fuerte impresión rasgada desde la luz descendiente
Pero la noche es culpable. Sabías que la sombra
En el baúl era delirante
Pero mientras más hambre tienes olvidas.
La lejana caja esta abierta. Un sonido de granos
Precipitado sobre el suelo con cierta impaciencia őNosotros
Nos levantamos con la noche escapada de la caja de viento.

(Versiones de Alejandro Valero)



ANIMALES DE TODAS PARTES

El tigre regresa a su casa, y el castor:
los otros regresan a sus casas.
La esposa regresa a su casa, las hayas regresan a las suyas.

Y yo, en esta noche azul de estrellas amarillas
¿adónde volveré?

"Regresa a los coches que pasan,
los oscuros y misteriosos coches que pasan veloces."



VAUCANSON

Mientras escribía, nevaba.
Se sintió sosegado y singular en la habitación gris.
pero, claro, nunca nadie se fía de estos humores.
Aquello tenía que tener entendimiento.
Pero, ¿por qué? De todos modos, sucede siempre,
y ¿quién se apunta el tanto? Seguramente
no aquello que se comprende,
y nos empequeñece saberlo
como saben los árboles de la tormenta
hasta que pasa y vuelve la luz a caer
desigualmente sobre toda la susurrante parentela:
las cosas con las cosas, las personas con los objetos,
las ideas con las personas o con las ideas.
Duele esta voluntad de proporcionarle a la vida
dimensiones, cuando la vida consiste precisamente en esas
dimensiones.
Somos criaturas, así que caminamos y hablamos
y la gente se nos acerca, o nos escucha
y luego se va.
La música llena los espacios
en los que se estiran las figuras hacia los bordes,
y puede solamente decir algo.
Los tendones se relajan entonces,
la conciencia empieza a albergar buenos pensamientos.
Ah, tiene que ser bueno este sol:
calienta de nuevo,
hace el número, completa su trilogía.
La vida debe de estar ahí detrás. La escondiste
para que nadie la encontrase
y ahora no recuerdas dónde.
Pero si volviera uno a inventarse la infancia
sería casi como volverse una reliquia viva
para librar a esta cosa, librarla del rubor
por el procedimiento de bajar el telón,
y durante unos segundos nadie se daría cuenta.
El final parecería perfecto.
Nada de consternación,
ni sueño trágico alguno del que despertarse sobresaltado
con un ataque de culpa apasionada, sólo la cálida luz del sol
que se desliza con facilidad por los hombros
hasta el corazón blando, derretido.



DESCONOCER LA LEY NO ES EXIMENTE

Nos alertaron sobre las arañas y la ocasional hambruna.
Bajamos en coche al centro a ver a nuestros vecinos. Ninguno estaba en casa.
Encontramos refugio en patios diseñados por la municipalidad,
y al hablar evocamos otros lugares, lugares diferentes…
Pero ¿lo eran de veras? ¿No los conocíamos ya de antes?

En viñedos donde el himno de las abejas ahoga la monotonía
dormimos en busca de tranquilidad, sumándonos a la estampida.
Él se me acercó.
Todo seguía igual que de costumbre,
excepto por el peso del presente,
que arruinó el pacto que hicimos con el cielo.
En verdad, no había motivo para alegrarse,
ni tampoco necesidad de dar la vuelta.
Sólo por estar de pie ya nos habíamos perdido,
escuchando el zumbido de los cables encima de nosotros.

Guardamos luto por esa meritocracia que, llena de salvaje vitalidad,
había puesto comida en la mesa y leche en el vaso.
Con maneras descuidadas, barriobajeras,
volvimos caminando al cristal de roca primitivo en que él se había convertido,
todo preocupación, todo miedo por nosotros.
Descendimos con calma
hasta el último peldaño. Allí puedes lamentarte y respirar,
enjuagar tus posesiones en la fuente helada.
Ten cuidado tan sólo con los osos y lobos que la frecuentan
y la sombra que llega cuando esperas que amanezca.



CIERTOS ÁRBOLES

Éstos son asombrosos: cada uno
Junto al vecino, como si el habla
Fuese una escena más de la quietud.
Como arreglos casuales, organizados

Para reunirse tan lejos esta mañana
Del mundo, que de acuerdo
Con él, tú y yo
Somos de repente lo que los árboles tratan

De decirnos que somos:
Su simple estar ahí
Algo sugiere: pronto
Nos podremos tocar, amar, entender.

Y contentos por no haber inventado
Semejante gracia, nos dejamos rodear:
Un silencio ya pleno de rumores,
Un cuadro del que brota

Un coro de sonrisas, una mañana de inviernos
Bajo una luz desconcertante, y al moverse,
Nuestros días oponen tal reticencia
Que estos acentos parecen su propia defensa.

(Traducción de Abraham Gragera,
en Nadadora, nº6, 2008)




LA HISTORIA DE AMOR

Lo vimos venir desde siempre,
luego ya estaba aquí, en línea
con el paseo de aquel día. Para entonces, éramos nosotros
los que habíamos desaparecido, en el túnel de un libro.

Despertando en la madrugada, nos unimos al flujo
de las noticias de mañana. ¿Por qué no? A diferencia
de algunos otros, no tenemos nada que pedir
o que tomar prestado. No somos sino piezas de sólida geometría:

cilindros o romboides. Cierta satisfacción
nos ha sido otorgada. Sí, claro, siempre volvemos
a por más… Es parte del aspecto “humano”
del desfile. Y existen regiones más oscuras

perfiladas, que habría que explorar alguna vez.
Por ahora nos basta con que el día se haya acabado.
Trajo su carga de frescura, la dejó caer
y se marchó. En cuanto a nosotros, seguimos aquí, ¿no es cierto? ~


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