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jueves, 27 de mayo de 2010

502.- JUAN ANTONIO MASOLIVER




Poeta, novelista, ensayista, y traductor español nacido en Barcelona en 1939.
Licenciado en Filosofía y Letras, ha sido catedrático de Literatura española y Latinoamericana en la Universidad de Westminster y Jefe de estudios del Instituto de España en Londres hasta el año 2004. Es traductor y crítico literario de diversas publicaciones europeas y americanas y columnista habitual del periódico La Vanguardia de España.
Su obra poética, caracterizada por un gran realismo y una marcada tendencia erótica, está contenida principalmente en "Poesía reunida" 1999, con prólogo de Andrés Sánchez Robayna, que incluye los títulos "Vertedero de Otaca" 1977-1982,
"El jardín aciago" 1986, "La casa de la maleza" 1992, "Poemas dispersos" 1980-1993, "En las rejas del tiempo" 1991-1994, "En el bosque de Celia" 1995, "Los Espejos del mar" 1998 y "Poesía reciente" 1995-1998. "La memoria sin tregua" 2002 y Sònia"2008, son sus últimas publicaciones.






"Y ahora permitidme"

Y ahora permitidme que en la locura
adivine quién soy.
Un pobre ciego entre guijarros.
Mis pies pisan el mar sin barcas,
mi memoria me devuelve a mi madre
muerta con su delantal de florecitas
entre dalias. Me mira con desprecio,
habla con la baba en la boca,
me enseña obscena un pecho
sin pezón. Y luego llega mi padre
con los zuecos en la mano,
entra en la casa pisando el lodo
del pasillo, ¿o es excremento?,
y va a la luz del comedor
con los cuadros de Miguel Villà
y de su hermano, y la golpea
hasta que sangra y me ciega
y me devuelve a la ceguera de hoy,
sin más infancia que un dolor
en la tetilla izquierda. La virgen
de los pezones llora en la capilla
de la cera. Dios, en la cruz,
se abandona a la agonía
eterna. Mi ceguera me hace feliz
entre guijarros de agua,
demente como mis pies
sin cuerpo.


Ahora que el corazón me duele como nunca...

Ahora que el corazón me duele como nunca,
como un espejo, sí, como un espejo
herido, como un sol incendiado o las cenizas
de sol en la mirada de lo que fue:
días de amor como dicen que son
en la penumbra los muebles de una alcoba,
sus espejos, los cuerpos que reposan
en la indolencia de un prado o de una cama.
Al pintar iniciamos la creación
de la realidad. El tiempo ignora este instante
de dicha, este dolor del lienzo
que revela el cuerpo que ahora duele
tanto porque es tan sólo el cuerpo
de un instante. Y está aquí, con nosotros.
Como el día del amor en el lienzo,
sin ventanas, ni luces, ni paisaje,
sólo este hondo dolor,
este abrazo que ahora, en el vacío,
es una herida, como las sombras
que dejan los muertos más queridos
en nuestros ojos. Y duele tanto
amarles. Y amarla duele más
porque está viva y no está aquí
y es feliz y ha olvidado mi abandono.

De "Los espejos del mar" 1998







Calla un momento, Luis, escucha...

Calla un momento, Luis, escucha
el sueño de los pájaros
muertos, son como las raíces
(¿no lo oyes?) del día
negro en que vivimos todos
menos tú. Ven
a la pared de los dibujos
borrados por el sol:
mira en la mica.
¿O son alas de insectos?
¿O son vidrios o el espejo
hecho añicos, como piedras
que arrojan contra el cielo?
Toca esta ropa rota,
esta crin en la boca de los besos
como el vello suavísimo
de las estatuas. Lame
la fruta que te ha herido
tanto, y cuando vuelvas,
si es que vas a volver
(¿en qué olvido andas ocupado?
¿qué ceniza te ciega?
¿qué palabras no sabes en la muerte?)
búscame en esta vida donde estoy,
pon la boca en mis párpados,
rescátame de este día de alimañas.

De "En las rejas del tiempo" 1991-1994







Como hojas que el viento arrastra...

Como hojas que el viento arrastra
en la neblina de la arena,
así la música, el agua
desmenuzándose en las cuevas
de la luz, la luz estallando
en las paredes blancas. Blancas
velas, gaviotas. Las puertas
que se abren en el mediodía
del mar donde estás
nítida en los recuerdos
que me ciegan.

De "La casa de la maleza" 1992







De ti a mí hay treinta...

De ti a mí hay treinta
años y calles donde un niño
juega o se pierde o llama
a la puerta de mi casa
donde no estoy.
De ti a mí: el cuerpo
nos ciega y nos acerca.
Nos lamemos, borramos
las palabras. Nos seduce
el vello y el vacío.
Caminamos por calles sin recuerdos,
sus paredes de luz.
Vivimos un presente
que no existe. Amamos.
Nos saciamos y
dejamos de amar
para empezar a amar de otra manera.

De "En las rejas del tiempo" 1991-1994







El amor es suplicio...

El amor es suplicio
y es también la escalera
por la que peldaño a peldaño
ascendemos
para rozar el cielo.
El cielo es un suplicio
y descendemos
y en cada peldaño las pisadas
del amor nos conmueven
y llegamos a la puerta
y al abrirla
estamos otra vez
en el paraíso. Ascendemos,
descendemos, sufrimos
y gozamos, entramos
y salimos, gemimos
y volvemos a gemir.
Pues nos amamos.

De "Los espejos del mar" 1998







La olla de Altea

Un castillo marino y en el cielo
un oasis de luz.
El mar es un espejo en la bahía
blanca como los senos de una diosa.
Se oye el murmullo de las barcas,
la tenue melodía de las olas.
y la mirada vive un paraíso.

De "Poesía reciente" 1995-1998







Las palabras se han gastado para siempre...

Las palabras se han gastado para siempre.
El cielo que habitamos ya no existe.
Las casas se han poblado de vacío.
Y yo soy los harapos de los días
felices que recuerdo como un dolor
que suele sin heridas. Fuimos
sombras que el viento ha ido borrando.
Somos charcas abandonadas en el tiempo.
Todos los espejismos se han quebrado.
Sólo queda el instante de las cruces.

De "Los espejos del mar" 1998







Llegamos a la casa del amor...

Llegamos a la casa del amor
y de sus treinta puertas
Y llamamos y no abren
y llamamos
y oímos al Amor
que no nos oye.

De "Poemas dispersos" 1980-1993







Llegan de un aire tan delicado...

Llegan de un aire tan delicado
las palabras, llevan
tan delicada luz, tan suaves
cuerpos, brisa de los sueños,
amor recién nacido en las orillas,
campanario de luz junto a las olas,
cielo, signos
del día frágil e inmortal.

Como hombres desnudos
en los muros
de vidrio de la ciudad del sol
aún no habitada
y luego las mujeres como flores,
la boca que se besa en el espejo,
la mano en las arañas,
los peldaños de sal
hasta el cofre y el ancla
y el llanto de los vientres,

sus melancólicos gemidos:
amor que es como un pozo
de luz en el jardín
de la ceniza, espesura
en el triángulo del pubis
donde oímos canciones que claman
sin cesar.

De "En las rejas del tiempo" 1991-1994








Lloramos para que alguien nos consuele...

Lloramos para que alguien nos consuele
y porque nadie quiere consolarnos.
Y así amamos, y seguimos amando,
y en el pozo del odio se desborda
el odio: lodo, hedor de la muerte
de los días felices, espejismos
de luz en las playas de yerbajos,
cruces de arena, palmeras
en un cielo agrietado y sucio.
Amamos y lloramos. Recordamos
las verjas y el jardín. Las niñas
en el patio del colegio, el vello
en el pantano. Y en sus puertas
podridas esperaba a mi primer
amor. Y así aprendí a llorar
ya buscar un consuelo
en el más desolado desconsuelo.
Las manos que acarician mis mejillas
son mis manos. Me arañan,
me rechazan. Los labios
que me manchan con su sangre
son mis labios. El vientre
en el que gimo compasión
es mi vientre vacío.
Y abrazado a mí mismo
me amo en soledad
pues también el amor
es, como el odio, un vicio
solitario.

De "Poesía reciente" 1995-1998







Los días del amor fueron efímeros...

Los días del amor fueron efímeros
y se besaban con los labios muertos
como estatuas obscenas bajo el tiempo
y en aquel sucio beso se encontraron
como el día primero del encuentro
y en el sabor a muerte había vida,
la vida que se encuentra y que perdemos
y que un obsceno encuentro recupera.
Ya no hay quimera en la desolación.

De "En las rejas del tiempo" 1991-1994







No sé llorar...

No sé llorar. Sólo
lloro cuando veo tu boca
sucia de tanto amar,
cuando bajo escaleras
de hielo entre lágrimas
y tejas de arcilla roja
inundadas de luz y veo
el agua como un suave
vientre o un viento
azul y entre lágrimas
y arañas suplico
amor y me besas
con tu boca empapada
de desamor y te amo
y lloro.

De "En las rejas del tiempo" 1991-1994







Regreso a nuestro cielo y allí me amo...

Regreso a nuestro cielo y allí me amo
y luego ella se acerca y nos amamos,
nos besamos desnudos, descendemos
por las escalinatas del placer
y en las calles sucias nos amamos
y somos como el día de la luz,
árboles para siempre y lluvia y barro
y al acabar el día nuestros párpados
se pueblan de espesura como un bosque
y en el centro del bosque de la muerte
recordamos el día y nos besamos.

De "En el bosque de Celia" 1995







Son los besos del cuerpo los que gimen...

Son los besos del cuerpo los que gimen
y piden en la boca más gemidos.
Y volvemos al cuerpo y nos besamos
y es la saliva blanca como sal
que nos besa y abrasa y nos hundimos
en un sueño sin fondo
y allí, en un mar de espejos,
volvemos a encontrarnos
y a sumirnos.

De "En el bosque de Celia" 1995







Volvamos a la música...

Volvamos a la música
de la playa
a escuchar
Legata a un granello di sabbia
pues es arena lo que llueve
en la luz de mis ojos,
nombres que como estrellas
o pezones o canicas
de vidrio brillan
en el recuerdo.
Desnudos
que lamen la saliva salada
de los labios, vientres
de mica, pechos
de piedra en la playa
del baile, el sol
de baquelita:
la maraña.

De "En las rejas del tiempo" 1991-1994







Y supo del amor cuando dejó de amar...

Y supo del amor cuando dejó de amar.
Lloraba por las calles como si fuesen charcas,
el sexo le dolía como si fuesen ojos
y se aferraba al aire como si fuesen ramas
y era un árbol podrido por los días del tiempo
que ahora regresaban como regresa el viento
en el jardín de arena o en las casas de polvo.
Y los hombres que lloran no se sacian de amar,
lloran como las noches en las charcas de fango,
como madres sin pechos, como niños de tierra
en paisajes de céfiro que revelan ciudades
donde todo está lejos, azul y sin campanas.
El amor es la boca que empeña los espejos
donde estuvieron juntos bailando los que aman.
¿Quién hurga en los escombros del amor? ¿Quién
desempaña el vaho del cielo y quién repara
las grietas de los ojos, sus paredes de moho?
En el alba los hombres se adoraban el sexo,
las mujeres cocían ladrillos y lloraban,
el huérfano de amor buscaba en la maleza,
y encontró un espejismo y en él se recreaba.

De "En las rejas del tiempo" 1991-1994



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