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lunes, 29 de marzo de 2010
361.- ALVARO CUNQUEIRO
Poeta, dramaturgo y novelista español nacido en Mondoñedo, Galicia, en 1911.
Completó su bachillerato en Lugo y en 1934 terminó sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Santiago de Compostela.
Publicó su primer libro de poemas, «Mar ao Norde» -Mar al norte-, en 1932, seguido por «Poemas do sí e non -Poemas de sí y de no- en 1933, «Dona do corpo delgado -Muchacha de cuerpo delicado- en 1950, «Cantiga nova que se chama Ribeira» -Cantiga nueva que se llama Ribeira- en 1933, y «Herba aquí ou acolá» -Hierba aquí o allá- en 1980.
Obtuvo el Premio Nacional de la Crítica por «Sochantre» en 1959 y por «Os outros feirantes» en 1979, el Premio Conde de Godó de Periodismo en 1966, y el Premio Nadal en 1969 por «Un hombre que se parecía a Orestes».
Además fue nombrado, entre otros reconocimientos oficiales, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Santiago en 1980.
Su magnífico discurso de ingreso en la Real Academia Gallega, leído en Mondoñedo en 1964, «Tesouros novos e vellos» se ha convertido en una pieza clásica de la literatura gallega contemporánea.
Murió en Vigo, en 1981.
De "Mar ao Norde" 1932:
1. Este es el punto exacto...
Este es el punto exacto.
Aquí
-entre la cuerda rota
e inmóvil de las horas-
se para
cristalina
la rueda de la noche.
Aquí
-la luna entre salas desiertas
de madurez-
comienza
silenciosa
la rueda del alba.
* * *
2. Luz mojada le llegaba del mar...
A Ricardo Carballo
Luz mojada le llegaba del mar.
¡Qué claro el tiempo
para verla en la playa
con presencia de cosa!
¡Qué sencilla la tarde
para besarla en el pelo
con caricia animal y pura!
¡Luz mojada de sus ojos
llevaba el mar!
* * *
3. Parque- Final- Elegía
Era era.
Sus manos nacían al lado de cada cosa
y de cada flor.
Temíase siempre su rotura
y a ella parecían converger los números y las estrellas.
El amanecer encontraba sus cabellos perdidos
y sus ojos depositados en sus propias orillas.
La noche la sorprendía siempre entregada a
sus oficios más antiguos
acompasándose de un corazón nuevo y silencioso.
Era solícita y tempestuosa
y no se parecía en nada a la luna.
* * *
4. Puerto
Sol:
Cinco ventanas colgadas
de la misma alba rosa:
vivas,
intactas,
desnudas,
con anhelos de manos,
como espejos de mástiles.
Sombra:
Cinco ventanas colgadas
de la misma alba turbia:
calladas,
llanas,
duras,
sin afanes de presencia,
sin afanes de huida.
Siempre:
Cinco ventanas: sólo.
* * *
5. Sin que nadie lo supiera...
Sin que nadie lo supiera
hubo un momento puro
en el que nada hubo.
Ahora,
en la palma del agua,
de la sombra el fruto del instante aquel.
* * *
6. También el mar, hoy...
También el mar, hoy,
tiene el alma llena de madurez.
-Se le oye la adolescencia
en el vidrio del aire
llena de fragmentos de vísperas
y de intactas navegaciones oscuras.-
Así. Más allá. Ahora de la sombra:
¿No te duele el canto,
-redondez tibia de beso preciso-
del sol en la sombra?
* * *
7. Un muslo tibio...
Un muslo tibio: así
-entreabierto-
que se sienta pasar
intacto y clásico: imagen
suma breve,
gozo de clara visión.
Lancha.
* * *
8. Ya no hay aquella simple desnudez...
Ya no hay aquella simple
y turbia desnudez.
Tus muslos ya no huelen
a canciones agrestes.
Tus manos ya no tientan
la risa curva y acre.
Como si hubiese pleno oscuro.
* * *
9. Yo no la vi nacer...
Yo no la vi nacer. Me la dieron
porque yo ya lo sabía: ¡qué blanca! ¡qué bien!
¡qué niña más bien plantada!
De surtidores de luz
la compraban vientos claros.
Me la dieron porque yo ya lo sabía:
Si era lado del mar
seco de serenidades,
azul,
rosa,
lirio,
¡columpio de piedra dura!
De "Mar ao norde" 1932
Versión de Vicente Araguas
De "Poemas do si non" 1933:
Tr. de Vicente Araguas
Ella:
Poema 1
Sabían los cerezos el secreto de sus oídos
llenos del verde puro de la acústica de las ventanas
y los jardines se llamaban por el nombre de las palomas que
bebían agua en sus surtidores.
Ella comenzaba a andar.
En cada ojo le había nacido una trasmigración de palomillas,
y al marcharse dejaba vocales fuertes en su sitio.
Ella tenía nombre de pastor.
* * * * *
Poema 2
Inaudita presencia
los peces venían a crear el azul de los ojos en su regazo
y las ciruelas a madurar su verde entre la
paja indeclinable de sus cabellos.
Ella hacía un ángulo agudo con las puntas de
sus mismos pies.
Cósmica creciente
el arco iris era el ala frágil de sus cantigas
y en cada labio le sonreía un sonido de piedra oscilante.
Ella ya no cabía en una tarjeta postal.
* * * * *
Poema 3
Ella se dedicaba a unir su soledad a las cosas.
-Los recovecos llovían su oscuridad alrededor de su
talle pensativo,
y había un miedo de manos abiertas bajo los ojos
afilados de la medianoche.
Ella se dedicaba a repicar en los vidrios con su frente
naciente.
La calle sospechaba el paso de aquel hombre asesinado
en la otra esquina,
mientras el silencio inventaba una pequeña canción
de amor.
Ella olía al moho chispeante de los espejos
hundidos y era el tiempo cabal de la emigración
de las musarañas.
* * * * *
Poema 4
Ella andaba al lado de su ventana, ¡tan cursi!,
que tenía naranjas verdes y un abanico con pájaros.
-¿Qué vidrio nació en aquella gotera que toda la música
le suena a vals?
Ella tenía un alma sencilla llena de puntas de dedos
y en el blanco de los ojos llevaba un horizonte de tangos
de acordeón.
Ella estaba enamorada.
* * * * *
Poema 5
En medio de su pecho los veleros habían armado una red tímida
que tenía una voz llena de lámparas y eclipses
y un párpado tejido por los vientos.
Ella seguía siendo universal y nítida.
Una garganta llena de distancias
era la flauta que encantaba los ecos olvidados en el fondo de las
corrientes marinas,
penetradas de cauces desde las islas negras de sus ojos.
Ella estaba lejos de todo. Todo estaba al lado suyo.
* * * * *
Poema 6
Ella vestía los trajes cortos de la primavera.
Andaba con paso de ribera o torso yacente
dejando caer los brazos por entero a lo largo de sus manos más
imprevistas.
Alumna desprendida del aire
la mañana llevaba su color igual que los vidrios la llevan a ella.
Ella seguía enamorada.
Versión de Vicente Araguas
Él
Poema I
Él tenía los ojos hechos a tronzar la hostilidad
que depositan los relojes y los desvanes,
sus miradas iban derechas a desligar el sueño
sus mismas intimidades.
Él se dedicaba a escuchar.
Las ventanas aún no habían creado el secreto
del color del tiempo
y ella no tenía tampoco de manera precisa un labio
más arriba otro.
Era el tiempo de olvidar.
* * * * *
Poema II
Era también el tiempo de crecer la hierba
y de las sonrisas verosímiles de las infancias
escondidas entre una pared y una palomilla.
Todo tenía la dulzura y la inexactitud del rosario
de la aurora
y dormía en el aire una gracia postrera de
anochecer de invierno.
Él se quedaba dormido siempre a la misma hora.
* * * * *
Poema III
Transpuesto su mirar brotaba por entero
y los vientos orientaban anteojos y vals.
Se afirmaba al lado de cada esquina y de cada mano.
Había una viveza de tierras anheladas
y todo tenía gracia y nada de melancolía.
Él se dedicaba a andar.
* * * * *
Poema IV
A lo largo de su frente dormían los cipreses.
-Ella andaba como viva
espiando iniciales y ojos renacientes.
Nadie aguardaba aquel amanecer en la línea insuficiente
de los cipreses.
-Él estrenaba un corazón dilatado
que causaba sorpresas dolorosas.
* * * * *
Poema V
Había pendientes como meridianas resueltas,
indecisiones respondidas como roturas,
fábulas como amables semblantes,
tempestades como algas antiguas,
cuadros como platinos,
números como sueños.
Era el tiempo del tiempo y nada había que hacer.
* * * * *
Poema VI
Era el tiempo.
Basta con decir que ella nacía en cada instante
y nacía desnuda siempre y siempre tibia.
Basta con decir que eran las sombras y las antenas,
que eran los pájaros y las violetas,
que eran el abanico y las puntas de las estrellas.
Basta con decir que eran ella y su tiempo
en accidente limpio y sombra exacta.
Él cabía vivo en cualquier sitio.
De "Poemas do si e non" 1933
Versión de Vicente Araguas
Ella y Él
Noviazgo 1
Cigüeñas geográficas en mi noviazgo novio.
Un tiempo claro como un ojo de rueda de vidrio.
Yo en el medio de litorales y aviones platino
ciudadano de corrientes submarinas color tibio.
Mi claraboya en brújula silvestre:
un árbol por el Norte, Oriente hecho
de moluscos, Sur de riberas liquidas.
Yo de noviazgo. En las manos arcos iris,
vidrieras verde-tierno y colgaduras finas.
Ni una sombra ni desvanes tímidos,
inocentes como negros en domingo
el corazón en el pecho, risueños como esquis.
Bailar aguas ligeras y sueños desprendidos
de las cantigas más nuevas. Sumando vals y faros.
Inhuible noviazgo estelar de cerezas,
amante de cristales. Yo lo tengo.
* * * * *
Poema 1°
La casa tenía el rostro desdoblado por sus mismos techos
y ninguno de los dos sabía como comenzar a romper el encaje
de las grietas de las paredes.
Ella andaba desnuda por los alambres de las lámparas.
Él tenía un codo descolgado de su lado izquierdo
y un haz de habitaciones estrechas le subía hasta los ojos.
Tampoco nadie sabía cómo adormecer las exactitudes de la luz
y era el día cabal de la invenci6n de un pequeño amor
en una escalera de caracol.
* * * * *
Poema 2°
A la cama le habían crecido infinitamente los pies.
-Ella alzó una mano para alcanzar aquella línea de
arco que se tronzó de ojos contra los suyos
y hubo un instante melancólico que llegó hasta las
pestañas de él con una frialdad inocente de descampado.
A la mañana le había venido de muy remotamente lejos
una gracia sutil de microscopio.
-Él imaginaba una luz anónima
que supiese contar cómo pasó el talle de ella
al lado del vidrio de su recuerdo incauto.
* * * * *
Noviazgo 2
Los fragmentos de espejos amaban ríos.
Amistades con la sal. Con las cosas más antiguas.
Una novia de las fuentes y de los pájaros novios.
Los cabellos despiertos. La sal imagen mansa,
central de noches vivas. La luna cosa antigua.
Una piedra hierve su talle. El río anda.
¡Qué inexactos y justos los colores de la novia!
Un ave sonora como una margarita,
síes y noes naturales sabor de flor reciente.
Cada espejo una vena escurridiza y fría
donde gotea el olor de los ríos desiguales.
Sobre silencios nítidos la novia de los pájaros.
He ahí la dormida. Un pecho sólo.
Una novia de cosas. Como en cualquier estampa
los fragmentos de espejo amaban ríos.
* * * * *
Poema 3°
Ella y él anduvieron los triángulos tibios de la confluencia de los ríos
espiando la orilla del vidrio carnoso de
sus mismos ojos.
La sombra era la más lejana carne de las cosas.
Ella avanzó por delante de los codos y los rostros
liados y hubo un estruendo vacío que sonó a melancolía
de los astros que pierden el milagro del eclipse.
Él se quedó con sus propias manos en aquella despedida.
* * * * *
Noviazgo 3
Mirad los árboles cómo sueñan las hojas florecidas.
¡Yo tengo un árbol! ¡Mirad la novia novia!
Cada sueño deposita grietas en las manos.
Mirad como se fueron haciendo los dedos.
Todo anda revuelto con mi sangre reciente.
La luna tiene un hombro. El río un pez.
Yo tengo en común una ventana con un pájaro.
Esto es un labio y aquel otro una manzana.
¡Como una feria todo! ¡Mirad la novia novia!
Las palomillas se ríen de su talle
Mirad los ojos como cipreses nublados,
¡Como cipreses no! Como ojos simplemente.
¡Yo tengo pies! Hay una sombra ligera.
La sombra tiene un mar. Un mar pequeño.
Nadan en él las cosas. Nadan suaves.
¡Mi novia novia! Mirad las plantas.
!Yo tengo frío. Una vergüenza sensitiva.
Mirad como todo yo estoy revuelto.
* * * * *
Poema 4°
En las ventanas de las cascadas se habían mudado los ojos
distantes de los amaneceres.
Ella comenzaba a ponerse más para aquí de las manzanas
conservadas en nieve fría.
Se veía el tornar del movimiento en las naturalezas muertas
y la casa estaba toda llena de fragmentos de espejo
para disimular la ceguera de la carne indecisa.
Él tenía ya una sonrisa meditativa
y la luz era como un gran árbol colgado de su magín.
Esto era cuando ella decía palabras occipitales
y después murió.
* * * * *
Noviazgo 4
Noche azul de silencio
esquina de sí misma
oída por las amables
galerías de la luna.
Nadie piensa la lejana
melancolía tibia
de los espejos de luto
de tus ojos primeros.
Creciste como mansa
angustia de vidriados
alambre sin respuesta
de tu sexo solícito.
De una luz naufragada
entre rosales verdes
hiciste quince años
-Un abanico con pájaros.
La noche que no desciende
te vuelve a nosotros ahora
como puente sin río
o ventana en tierra firme.
Una estampa de sueño
tu fábula ahoga
desnudos tus cabellos
de antigua novia nueva.
De "Poemas do si e non" 1933
Versión de Vicente Araguas
Parque-Final-Elegía
Parque
Siegas llamadas por tributo: rosas
Flor trigal espacio travesía.
Como nudos cortados: Ala infancias.
De claro nombre en risas reflejadas.
Nueva estampa pastora en niño lloro
Igual vidrio agobiado en luz fundida.
Pastora:
Sí pastora: íntima rueda
Qué corazón de calle -¡ay! en cursiva-
Distancias al volver río en espejos
¡Cada mano cada sol cada tristeza!
Nocturno amante en rocas sin alambres:
Doble parque vacío doble parque
Igual vidrio agobiado en luz fundida.
* * * * *
Final
Era era.
Sus manos nacían al lado de cada cosa
y de cada flor.
Temíase siempre su rotura
y a ella parecían converger los números y las estrellas.
El amanecer encontraba sus cabellos perdidos
y sus ojos depositados en sus propias orillas.
La noche la sorprendía siempre entregada a
sus oficios más antiguos
acompasándose de un corazón nuevo y silencioso.
Era solícita y tempestuosa
y no se parecía en nada a la luna.
* * * * *
Elegía
Yo temía por su sonrisa.
Ella era aquella profundamente meditativa
a la que todo le nacía de los ojos
a la que nada le nacía de los ojos.
Sabía su sino por experiencia
y esto le había dado una melancolía graciosa de
ángel herido.
Ella era aquella que quería que yo le guardase
el secreto
de como todo le nacía de los ojos
de como nada le nacía de los ojos.
De "Poemas do si e non" 1933
Versión de Vicente Araguas
De "Dona do corpo delgado" 1950:
Soledades de mi blanca señora
¿Me escuchas así, mi señora amada,
cuando de mi pecho la trova arde,
o detrás de ti la sombra de mi sueño
locamente la tuya apresa y besa?
¡Oh dulce el peso de tu cuerpo en mi mente echado!
En este río de mi vagar sin fin,
¿qué incendiado navío no navegas en la noche?
-¿Por qué este corazón tanta flor marchita,
por qué no es mortal de tanto fuego la ceniza,
por qué aún soy yo de tanta palabra la boca?
Mi blanca señora, cuerpo delgado:
este bosque es del tiempo de la más reciente luna,
y ese malvís que tanto aire enflauta
cada día que amanece renace y silba.
Amante, en mi vaso todavía canta la sed.
¡Esa luna nevada, amor, que de tu cuerpo
crece con la noche sobre las cumbres de mis ojos!
Deja que florezca, al abrigo de los cerezos
en las islas de tus ojos el alba rumorosa.
Adormece a mi lado, mientras se quiebra el día
bajo un techo de alabanzas, tímidas cantadoras.
-¡Ese sueño que por dentro se desliza
y poco a poco se asoma a mi rostro!
¿Hace falta, quizás, un caballo rojo
o un ala mortal y fría para saltar afuera de esta lengua de fuego?
De "Dona do corpo delgado" 1950
Versión de Vicente Araguas
* * *
Rondeau de la dama enterrada en Xohán de Badón, con dos ángeles a los pies
Le verse
Acaricio tu frente y la lozana almohada de tus cabellos,
y las puntas de mis dedos posándose en tus ojos
reconocen en la piedra un celeste azul antiguo y amoroso.
¿Quién amores há,
cómo dormirá?
¡Si pudiera apartar de tu pecho las finas manos!
Tus blancos hombros volarían como palomas en la tarde
huyendo de la lluvia que mansamente cae.
¿Quién amores há,
cómo dormirá?
Esos tus pies que parecen las manos de una niña, ¿qué
caminos soñaron? ¿Y qué bailas?
-Ese bullicio de llamas y sombras agitadas
donde van y vuelven y se desparraman los pies de la rubia
danzarina.
¿Quién amores há,
cómo dormirá?
Esa banda de seda que tu talle ciñe,
¿qué amante de cálidos besos la trajo de Rocamador?
¿O quizá es un trozo de la brisa que abanicaba los avellanos de antaño?
¿Quién amores há,
cómo dormirá?
L'envoi
Las letras de tu nombre ya no se pueden leer,
y pues no te puedo llamar aunque quisiese,
déjame en tus labios tus soñares saber.
Quizás soñáis, amor, con el blanco avellano
o con el ciervo que baja a beber a la ribera
o con el mirlo que canta su ocio en el rosal.
¿O por soñar tú sueñas, amante piedra fría,
en aquel corazón, tuyo, que era carne algún día
y amor, ese enemigo, en llamas encendía?
¿Quién amores há,
cómo dormirá?
De "Dona do corpo delgado" 1950
Versión de Vicente Araguas
De "Herba aquí ou acolá" 1980:
Retorno de Ulises
Pendiente y pensativa Penélope
pierdo ovillo nueve nuevamente canto.
Ese rostro que a las aguas envidiando
cómo sonríe tejiendo cuando el viento:
a las aguas cómo sonríe envidia que tejiendo
ese rostro en que pende que amanezca.
Cuando el viento el ovillo ovilloviento lleva,
-los largos dedos que nacieron flautas
en la boca de Ulises, cuando estaba enamorado.
Digo que los largos dedos no resisten
el polvo del viento que en los olivares,
los largos dedos que sorprendidos dicen
ovillo viento, ovillo nueve pido,
mi corazón tejiendo mar y sueño
bajo ese puente de ríos ignorados.
¡Oh Venus! ¿Adónde va el hilo revoloteando
que mis blancas piernas amorosas,
adónde los molinos, donde el viento gira,
cauces por donde el viento pasa, pisa?
¡Te digo Venus por arbustos, vallados,
rocas, caminos, puentes, silbidos,
ese hilo es un rostro que sonríe tejido:
acordándome ahora estoy que en el ovillo
nueve los labios cuando se pliegan habla.
¡Solamente dicen cuándo llega la sed
por los celestes puentes de esas islas?
* * *
Yo soy Danae
Yo soy Dánae. Desnuda caía en el lecho come
bianca neve scende senza vento.
Y llegó secreto con el fulgor
convertido en monedas de oro que cayeron
sobre mí, alrededor, en el suelo
Díjose a sí mismo una voz y aquel oro de ceca
se arremolinó en un amén y se hizo el varón.
Me encontró virgen, me surcó y me sembró.
Me bebió, como quien se echa con sed sobre un río.
Pero lo pasado pasado está.
Ahora soy vieja, y en un reino de columnas derrumbadas
voy y vengo por entre los cipreses y las palomas.
Me tienen por loca, y piensan que miento
cuando digo que fui desvirgada por Zeus.
Para burlarse de mí baten una moneda en el mármol
y yo pienso que él vuelve, y me quito la ropa
y me dejo caer desnuda en la hierba come
bianca neve scende senza vento.
Ni escucho sus risas. Ya soy vieja
pero nunca pude salir de aquel sueño de antaño.
* * *
Le dije a la tórtola
Le dije a la tórtola: ¡Pase mi señora!
Y se fue por el medio y medio del otoño
por entre los abedules, sobre el río.
Mi ángel de la guardia, con las alas bajo el brazo derecho,
en la mano izquierda la calabaza de agua,
mirando a la tórtola irse, comentó:
-Cualquier día sin darte cuenta de lo que haces
dices: ¡Pase mi señora!
y es a tu alma a quien despides como un ave
en una mañana de primavera
o en un atardecer de otoño.
De "Herba aquí ou acolá" 1980
Versión de César Antonio Molina
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