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viernes, 28 de junio de 2013

LUZGARDO MEDINA EGOAVIL [10.154]


LUZGARDO MEDINA EGOAVIL
(Arequipa, PERÚ 1959)

Ha publicado varios poemarios, desde «La boda del dios harapiento» hasta «Bajas pasiones para un otoño azul», ediciones Copé,  Lima, 2008, pasando por «Ad libitum», Arequipa, 1995, «Contra los malos presagios», Eclosión editores, Arequipa, 1996, «Avatar» 1996, «Rostros del sueño», editorial UNSA, Arequipa, 2005 y «Nada», editorial UNSA




Aqui te espero hasta el ultimo ocaso

Como fue antes del principio. Aquí te espero.
Manchado con el sueño más lila. Deteniendo el paso
Del viento que acostumbra a desnudarse entre
Las yerbas medievales. Aquí te espero desde nunca.
Desde cuando el amor aprendía a parpadear bajo la
Peregrina lluvia de marzo. Desde cuando el mar aún no
Se agitaba y la estrella más lejana tenía tus ojos.
Y te espero en el recuerdo que todo lo olvida
Y que se pasea por la cotidiana extensión del silencio.
Yo no sé si estás lejos habitando otro cielo anónimo.
Yo no sé si estás cerca recogiendo las hojas castigadas
Por el frío. Yo no sé si a cada instante tu piel muda
De color o si en tus labios todavía arden mis cenizas.
Aquí te espero hasta el último ocaso o hasta cuando
El álgebra se haya ido a vivir en los acantilados.
No creo que de insomnio se pueda morir. No lo creo.
Si así fuese: Ahí en el insomnio también te espero.
En la calle lejana en donde la noche siempre se atasca
Con mi niñez de siglos —adorable mujer— te aguardo.
Ven desde tus reinos diurnos vestida de pálida nostalgia.





HASTA QUE LLEGASTE

Mi vida estaba marcada por el canto
de un ángel o tal vez de un prodigio
hasta que un día fuera de lo común
llegaste con tu vaporosa seda
con tu mar de colores y cabellos olvidos
y acampaste en mis orillas en donde
muere la hierba del sueño con su
brevísimo rocío

Mi vida estaba marcada por el dedo crítico
del ciego o por la lengua gaseosa de quienes
de modo arbitrario juzgan el amor de los presidiarios
y de las rameras hasta que llegaste a mis orillas
con tu corazón obsceno y con los ríos
de tu montaña en donde nadie duda de nadie






¿POR QUÉ TRAES ESAS FLORES SI ES OTOÑO?

Si me amas es preferible que me lo digas
o no lo digas de manera impúdica
delante de quienes juran por Dios ser ateos

Si me amas quédate quiero en tu rama de manzano
no te muevas y aprende a ser una isla
en donde necesitan vivir hasta con la muerte

Si me amas ilógico amante seductor amante
repudiable amante otoñal e inmenso amante
bésame dentro de ti con tu instinto de pájaro
estruja en mí todo lo que haya que estrujar
lame mi empolvada luz y aprende a recorrer
mis caderas de par en par sin ningún aviso

Por mi ventana veo pasar al último otoño con
su lampara sollozante y su camisa sin botonos
y por esta época las flores son los que más detesto





TE PARECES A LOS VIEJOS INVENTOS

Mi demonio amante sacude de una vez tu cabellera
húndete en mí por completo del modo más fecundo
no dejes para mañana lo que puedas maldecir hoy
abre mis muslos como se abre un libro para el castigo
abre tu lengua para que la niña que tengo dormida
despierte con sus muñecas de bata blanca

Demonio mío guardas un extraño parecido a los
viejos inventos por donde la noche nos atisba
o por donde la maldición acude presurosa
a borrar el remitente de una caja insepulta
y así te amo aunque nunca te hayas bañado
con la lágrima de la María o del Pedro
y así te amo con mi maleta negra en donde
conservo los gruesos atardeceres de un beso

Demonio mío dame la salvación desde tu sexo








Hazme el amor como en los tiempos que había más luz

Los muertos ya nunca más contemplarán 
ni la belleza de una playa desierta 
ni el mortífero color de la pobreza 
ni el relámpago que hace arder los linderos 
por eso libertino amante mío sigue recorriendo 
mis entrañas de Este a Oeste sigue penetrándome 
puntual y alevoso y muéstrame tu mundo oriental 
hazme el amor como en los tiempos que había más luz 
miénteme como se miente a un herido de guerra 
deja que mi sexo y tu sexo se honren con amplitud

Los muertos y únicamente los muertos 
tienen acceso a la melancolía de los pájaros 
cuando dejan de volar sobre los huertos de medianoche 
los muertos pueden hablar cualquier idioma 
o pueden escribir con la misma caligrafía 
o se ríen de quienes creen tener otro panorama del país 
por eso mi esquivo y noble amante mi leal y feroz amante 
entrégame el verso más caliente y no te detengas 
jadea como un granjero suda como un caballo profético 
no tengas piedad ni te consternes y déjame resucitar

Los muertos imaginan un mundo también limitado 
pero lo vivos que nos reclamamos estar vivos 
sigamos entregándonos a la suerte de las cosas 
al deleite y a la plasticidad del amor sin reserva 
hasta que el clímax nos sepulte con su mercancía

(Bajas pasiones para un otoño azul, p.51)



Amante sin nombre deja tu prisión y canta conmigo

Amante sin nombre deja tu prisión ya es 
la hora del agua y del cárdeno bosque 
levántate presuroso por sobre cualquier 
letargo y coge al universo por su ala 
ya es la hora de la serpiente que duerme 
a la derecha de la bondad o a la izquierda 
del hijo de Dios recién clavado en su hostia

Amante sin nombre deja tu prisión ya es 
el día en que no hay abismos ni distancias 
no hay egoísmos ni cuentas pendientes 
canta conmigo hasta que llegue la última 
ola y hasta cuando nos hayamos librado 
del dolor que a unos nos hace muy feliz

Amante sin nombre amante ortodoxo ya es 
el momento de partir hacia otra latitud 
deja que descanse el vendedor de guerras 
dame tu beso no saciado ni por la lluvia 
deja tu prisión y canta conmigo aquella 
melodiosa composición cuya letra habla 
de la inmortalidad que tiene la palabra 
deja tu prisión en este instante y navégame 
pisa mis arenas desérticas hasta el éxtasis 
abarca todos mis rincones con tus papilas 
apodérate de mi mundo y de mis fronteras 
nuestro desamparado amor es el pan de un sueño

(Bajas pasiones para un otoño azul, p. 70)



Cuaderno de los amantes

En esta locura impasible, olor  a cebolla putrefacta, 
yo pronuncio tu pardo nombre que, siento, quema 
la fatigada pluma del vacío. Ese vacío de gestos, 
ese vacío de flores apocalípticas, ese vacío habitual 
en donde nos entregamos al resplandor de lo desconocido. 
Lo importante es que me amas, pero siempre me amas. 
no necesariamente te digo amor, después que me besas. 
Tengo miedo, me dices. ¿A qué? Te pregunto. 
Miedo de despertar y no encontrar tu desvelo en mi velador, 
miedo al reloj otoñal que florece dadivoso sobre tu pecho 
y el mío. Miedo a no tener miedo. Me respondes. 
Olvida, si puedes, la palabra sin ojos. Olvida el amor 
de los que se pierden atravesando el prado, pero nunca olvides 
El dulce estrépito que causan nuestros nombres. 
hemos aprendido a dudar de la música filosofal y, 
hasta, del talón de Aquiles. Es bello dudar de la duda. 
Me repugnan las palabras místicas, prefiero ese 
gastado perfume que destila nuestra suerte o la botella de vino 
que lo guardé en nombre de la nostalgia, casi, setenta años. 
Quemémonos como el incienso. Seamos como el viento fresco 
recién arrancado de la infamia, no nos importe la luz ambigua 
con las que se alumbra cierta clase de mortales. 
Nuestro amor será escrito en gruesas enciclopedias y será leído 
de ciudad en ciudad para que los niños, cunado adultos, 
no intenten quemar los espejos imaginarios de Dios, 
o para que no pretendan vivir en aquellas islas inventadas 
lo único que hago es amarte con rigor, me dices, casi siempre. 
Hemos sido condenados al destierro, tú lo sabes o lo intuyes. 
Si he de morir primero, amor, te espero en la estrofa sin reposo, 
ahí podremos pisar tierra y no habrá dos cielos en el cielo.

(Nada, pp. 33-34)




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