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martes, 11 de diciembre de 2012

SILVIA GUIARD [8869]




SILVIA GUIARD (Argentina, 1957) Poeta, docente, bibliotecaria escolar, traductora. Al decir del poeta colombiano Raúl Henao: "la más importante poeta argentina viva de impronta surrealista". 

Obras publicadas con el seudónimo Silvia Grénier: Salomé o la búsqueda del cuerpo (1982) Los banquetes errantes: diario de viajes (1985), en ediciones Signo Ascendente.

Sin seudónimo: Quebrada (ediciones Tsé-Tsé, Buenos Aires, 1998) En el reino blanco (Tsé-Tsé, 2006) “Tierra Adentro” (ensayo), publicado en Madrid en la revista Salamandra 15/16, 2005-2006.





Mujer Pájaro

 “No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz”
Dylan Thomas.


Uñas contra la sombra, pelos, dientes
y el aullido larguísimo en los huesos

La rabia con sus perros amarillos
espumarajeando mi saliva

La rabia de la luz
y de la sombra

La cólera de sangre y de burbuja
reventando en las venas

El ácido de luz sobre los dientes

La hinchazón de la sangre
Su estallido
de bronca y de dolor golpeando el aire
terriblemente frágil
y desnudo

Nudo
del ansia y del hastío

Nudillo de estar harta

Desnuda soledad de los tobillos

Ácida desnudez

Ácido mudo

Pica roja el dolor sobre mi frente
Pica roja los dientes abrasivos

Pica roja la sed
Pica roja la rabia del aullido
Pica roja la sangre inexplicada
Pica roja mi cuerpo
contra el cielo

Relampaguea:
No habrá sido mudo.







“Hoy me siento a la muerte.”
José María Arguedas

Hoy me siento a la muerte
        -mi banquete-

Antropófagamente me contemplo
Oh mí misma de mí
murientemente

Oh mi muerta
de mi morosa adolorida muerte

Oh mi sola de mí
                         mi desasida 
                         mi desazón
                         mi sosa oquedad de ser
sobre la mesa

Hambrienta de mi ausencia me contemplo 
y arrancándome así
hueso por hueso
chupando el caracú de mis silencios
me devoro en mi sola triste mesa
sazonando mi lenta
                             hambrienta
                             demorada
                             devoradora muerte
hasta la blanca médula del hueso

Hoy me siento a la mesa de mi muerte

Blanco mantel y blanca servilleta
anudándome el cuello

Hoy me siento al silencio:
           Mi banquete.






LA BANDEJA

La noche que ha de ser atravesada tiene mi cuerpo en su bandeja
Negra
Negra la noche y negra la bandeja
Negro el óleo cubriéndome la frente
Negro el silencio de mi sangre
Roja
Rojo el cuerpo
Tendido 
Empapado en su luz
Fruta fresca abriéndose en la noche
Roja
Temblorosa y goteante
Fruta frágil 
Multiplicando un círculo de labios
Succión roja del hambre
Otra vez exprimiendo los pezones oscuros de la noche
Labios nuevos aflorando en la carne
Roja
La sed roja de ser







MUJER-PÁJARO EN EL CÍRCULO DEL SOL

Llegaré silenciosa
a posarme en mi cuerpo como un sueño
de altura de mi ser

Llegaré con las alas del invierno
a beber de mi sombra
el arroyo de lágrimas del tiempo
y a alcanzar 
en tres límpidas vueltas por el cielo
el verano profundo de la voz
las palabras de fuego y de silencio
gorjeos en el sol

Llegaré picotazo de la noche
y aletazo del día
plumas blancas
sobre el rojo temblor

Arañando mi tiempo
en la más alta torre del vacío
mamaré de la sangre de mi pecho
una alquimia de luz

Llegaré despojada
desasida
deshaciendo los nudos de mis años

Llegaré misteriosa
desatando mis trenzas sobre el mundo
yo
mujer
en el círculo del sueño:

con las alas abiertas
planear sobre la muerte
renacer







Qué estremecida voz

Aquí los corazones detenidos
los desaparecidos
(Quien habla escuchó un llanto
sintió el roce fugaz
el horroroso roce
del gemido)
Oh los cuerpos
los idos
Oh el corredor sin fondo
Oh los ojos absortos
Pero quién dirá cómo
cuándo dónde
qué palabra podrá dar la medida
qué túnel
qué niebla sin sentido
los nombres y las fechas
la soledad 
las uñas
las paredes rasgadas
rasguñadas
las uñas sin sus dedos
los dedos sin sus uñas
los aullidos
qué voz puede traerse
levantarse
quién raspará las sombras
quién leerá lo no dicho
qué tumulto
Oh la razón perdida de sus huesos
los huesos sin su sombra
las sombras sin sus llantos
(Quien habla escuchó un llanto
pero ¿dónde?
¿en qué camión de infierno?)
La estridencia de un choque
Afuera los domingos celebraban sus misas
Y allí la única misa
Piedra negra su hostia
Y el gemido
La soledad más alta
Comulgando
Pero entonces los ojos sumergidos
(No sumisos)
Hundidos
Abriéndose hacia adentro
Reconociendo el hueso
Los nudillos
Aquí 
Solo su tiempo
Su estallido
Su núcleo efervescente
Detenido
Qué soledad
Qué diente
Qué mordisco vendrá
Qué quién es ese otro
que tortura?
Qué thor?
Qué tú?
Qué dura
sino un temblor de víscera gimiente?
Qué estertor de palabra
Qué retorcidos estremecimientos
Qué estremecida voz darán las sombras
Las escaleras negras
Los ladridos
Y quién escuchará
Bajo qué piedras
O edificios o credos
O montañas o cerdos
O mercados o sueños
O templos
O risueños
O avenidas o luces
O subsuelos
O pantanos o mares
O cenizas o ríos
mares ríos
turbulencias y ríos
quién los escuchará
bajo qué ríos
bajo qué soledad
latir
latiendo
los corazones
su morir
doliendo
vivir
ardiendo
su doler
muriendo
caer
viviendo
su soñar
oyendo
la impronunciable voz
callar
subiendo
sobre qué balbucear
aquí 
buceando
bajo qué piedra gris
latir 
sabiendo
pero entonces rugir
gritar
decir
quién nos devolverá
aquí
latiendo
los corazones
desaparecidos
quién los verá subir
volver
viviendo






Nana doliente para un corazón tirado al río

Quizás bajo las aguas
Un gemido
Corazón
Te dé nido

Quizás bajo las aguas
De ese río
Corazón
Detenido

Río será el morir
Y haber vivido
Río será el llorar
Y haber reído

Río será el volar
Y haber caído
Bajo oscuro temblor
Mentido río

Ni plata su fulgor
Ni dulce su sabor
Ni dorado su rumbo
Ni buen aire su sino
Sino este barro atroz
Amargo oscuro

Quizás bajo las aguas
Detenido 
Piedra será el dolor
Y el sin sentido

Piedra será el comer
Y haber bebido
Piedra será el dormir
Y haber querido

Quizás bajo las aguas
De ese río
Un corazón hermano
Te dé nido

Quizás entre las algas
Sumergido
Tu memoria tendrá
Color de río

Río será el odiar
Y haber sabido
Río será el luchar
Y haber mordido

Quizás junto a las piedras
De ese río
Llegarás hasta el mar
Estremecido

Y en las olas de sal
Batiendo espuma
En la plata sincera 
De la luna

Volverás a brillar
Aparecido





BLANCA

Blanca, recubierta de párpados cerrados y de alas de libélulas
dormidas, era aquella planicie
Blanca, cada movimiento se instalaba en la lenta, esponjosa
magnitud del silencio
Blanca, tocaba con la punta de mis pies fragmentos exangües
de palabras:
yo iba por el sueño
sola
sola a campo traviesa, a silencio traviesa
sola a sueño traviesa
yo la pequeña yo la diminuta
con mis huellas apenas perceptibles
sobre la nieve blanca
yo dormía
vivía
me alimentaba de mendrugos dulces
bebía gotitas de rocío en copos de tristeza
cazaba abejorros, abedules, cuerdas de clavicordio, lentejuelas
de risa, plumas de pato y caparazones de misterio
yo vivía y moría en un solo silencio de violín
en la milésima parte de uno solo de los estertores
tan fugaces como fulgurantes
de una única cuerda de violín
yo dormía
yo me desvestía
enterraba a mis muertos en el cielo
mamaba los jugos agridulces de las ubres del aire
alimentaba nubes
cultivaba distancias como coliflores
dejándome arrastrar por las largas patas de araña del invierno
en mi minúsculo trineo
sonámbula
inaudible
imperceptible
livianamente sola
por el sueño





Sueños, glosas y poemas




Sombra
(Sueño y glosa)


    Toda la noche anduve por el cielo, llevando un niño en brazos.

    ¿Era el hijo de quién?
    ¿Era el Sol niño?
    ¿Era algún hijo de la Diosa Blanca?
    ¿Era, de cualquier modo, un hijo mío?

    A mí me correspondía presentarlo ante todas las puertas, para que todas las regiones del cielo conocieran su rostro.
    Giró la rueda, misteriosa y lenta, y yo, sin esforzarme, con mi túnica azul, casi volando, toda la noche atravesé paisajes, una cambiante sucesión de luces. ¿Quizás las estaciones?
    ¿Quizás los doce signos estelares?
    Anoche, nodriza por cuenta de la Luna, vi rodar a mis pies el infinito...

    Después, cuando bajaba, sentí vibrar los mimbres junto a un río...




    Ahora que el día nos despierta, Niño, yo, que nunca tuve leche en los pezones, ¿con qué palabras construiré tu carne?

    ¿O ante qué puerta giratoria, Niño, con tu perfume formarás mi sombra?


(abril 2000)







Serpiente
(Sueño y glosa)


    En África. Sí. Estoy en África, lo sé.
    Y tendida en el suelo, al aire libre — así, sobre la tierra misma — rodeada de otra gente, participo de alguna fiesta colectiva.
    —No te muevas —me advierte, de repente, alguien que está sentado a mi derecha.
    Siento una presión sobre mi cuello: sé que es un animal.
    —¿Es un gato? —pregunto, sin moverme.
    —No, es una víbora
    Sentada a mis pies, otra mujer comenta:
    —Y pensar que hace sólo unos días que estás acá, yo estoy hace tres años y nunca me pasó algo así.
    ¿Es malo o bueno? No lo sé. Mientras tanto, permanezco quieta, esperando que el animal termine de deslizarse por mi cuello (me está cruzando de derecha a izquierda). Al menos eso es lo esperable. Pero es otra cosa lo que ocurre. Porque de repente, como mágicamente, por medio de algún brusco coletazo, la serpiente ha cobrado el tamaño y el grosor de una boa y me está envolviendo por completo, desde los tobillos hasta el cuello, dejando libre sólo mi cabeza.
    —¿Qué hago ahora? —pregunto, sin esbozar reacción alguna, a los que me rodean, más conocedores que yo.
    —Nada —responde otra mujer, y se acerca a poner en cada uno de mis hombros (entre mi piel y la de la serpiente) la hoja de algún árbol —sagrado, me imagino— a manera de ofrenda.
    —Hay que esperar —me dice— En todo caso, pueden también cantarse *** (y aquí pronuncia una palabra, ¿quizá xuré? que alude a "cantos rituales"). Pero es la serpiente la que va a decidir si te acepta o te ataca.
    Inmóvil, siento la tensión, la indecisión del cuerpo que me envuelve, que intenta a su vez percibirme, captar, reconocer quién soy, para estrangularme o liberarme.
    Comprendo que es mejor aflojarme, entregarme, dejarme conocer. Respiro hondo y me abandono a esta ordalía singular.
    Entonces la serpiente, que tiene su cabeza junto a mi oreja izquierda, me susurra:
    —Dormí tranquila —como una contraseña, y apartándose de mí, se pierde en el campo hacia la izquierda.
    Más, mucho más que un alivio: siento una profunda alegría.







    Y aun mucho mayor es mi alegría al despertarme, porque comprendo que acaba de revertirse el mito.
    Sí: me siento Eva, Eva admitida en el paraíso otra vez por su único dueño: la Serpiente.
    Eva, muerta y resucitada —Luna Nueva—, volviendo al Jardín de las Delicias.
    Libre de todo daño, mi cuerpo volverá a gozar.
    Mi boca morderá los frutos del Árbol del Conocimiento; mi lengua, embebida en sus jugos, hablará.
    ¿Y la espada de fuego? Si alguna existe, es ésta:
    Ésta, Kundalini, que sube en el centro de mi ser.
    Salud, instinto, fuerza. Desde los pies hasta la coronilla, mi libertad será.

(mayo-junio 2000)









Jardín


1

Risa de cascada

Véanme
Vuelvo:
Soy la Reina Roja

Camino sobre las plantas de mis pies
¡Las plantas,
las plantas verdes,
las andariegas plantas de mis pies!
Tallos fuertes y ágiles que saltan

Erguido el tronco
Voy

Alzo las palmas de mis manos
¡Las palmas frescas,
las palmas luminosas con cinco nervaduras largas!

Véanme
Soy la Reina Roja
Verde:

Todo un árbol que baila



2

Botones
Borbotones de risa

Pájaros de luz sobre los hombros

Busco en el nogal
                            la nuez de Adán

Miel y leche de almendras, mis afeites

Rizada de serpientes

Véanme
Soy la Reina Verde
Roja

Y pronuncio: — Manzana...


                                               (noviembre 2000)







Sacarse la máscara de lluvia

Hay un viento que sopla en la llanura
que sopla sin piedad
áspero y seco y aguzado de siete colas negras
un viento que golpea
que golpea
y acumula calambres
Pero cuándo
fue el asaltarme de la sombra
el salto y el asalto
de la garra de sombra
como un felino cruel en mi garganta
Cuándo
comenzaron a sonar los huesos
como túmulos huecos
— silencios
entresueños
sementeras
este estremecimiento en los cabellos —
cuándo empezó
este aleteo de algo sobre mí
dentro de mí
en el fondo y en la forma de mí
el tiritar de vértebras
el castañeteo de mi nombre
cuándo
comenzó el viento con sus siete colas
a descoyuntarme el pensamiento
a sacudir mis goznes
mis junturas
mi pellejo
este viento este aullido
este ulular de lobos invisibles
este algo en mi garganta
lento
este chupadero de esperanzas
este glu-glu de alcantarillas negras
cuándo?

Y el aire, sin embargo,
el solo aire debiera ser bastante
para abrir días como panes frescos
con el olor del sol
días como ventanas como barcos
días largos subiéndose a los zancos luminosos del cielo
días de campanillas y de dientes de leche
días jóvenes
blancos como páginas nuevas
días frescos
esculturas del aire
perfomances del aire
solo el aire
tocando a rebato en los pulmones
el solo aire debiera ser bastante
para sacudir las calaveras
como maracas blancas
y deshacer a carcajada limpia
la máscara de lágrima y de sal

                                             (noviembre 2000)


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